ADN
Cansada de buscar lo excepcional
me entrego a lo inmediato
equivoco nuevamente los repartos
al pensar que lo uno no está
engarzado en lo otro
se trata de un desbroce innecesario
porque es en las superficies pobladas
en las extensas nieblas sin contraste
donde aparece breve
eso que busco
como un relámpago
la definición múltiple de lo que contiene toda materia
el sentido que no necesita elegía
para transformar los territorios
en los que despliego mis sentidos
cuando distraída dejo de buscar
todo está aquí como por descuido
sin orden posible
manchas de furia sin pigmento
formas tempranas de la vida
lo que me rodea no es una superficie
de la que extraigo cosas
dolorosas y trascendentes
es solo una mezcla humilde
entre ADN y sentido
materia constante pensándose a sí misma
gravilla desgranada
pequeñas plantas malas
agujereando paredes
manojos de hierbas
incrustados en las ventanas
de palacetes en franco derrumbe.
Pero no duele
Todo lo que sucede aquí
lo presencio por puro azar
desencantado
y sin embargo
el roce de la vida es suficiente
para empezar a creer
en las decisiones justas
y en la indiferencia
que las rodea
como si todo esto que miro
al escribirlo
se volviera táctil
y el destino fuese apenas
una cortina áspera
que nadie se atreve a descorrer
y el cansancio
un metal viscoso
equilibrando su peso
en mi cuerpo
como si el canto del pájaro
desconocido
fuese capaz de entregarme
la superficie suave de sus alas
el ángulo altivo de su pico
hincándose gentilmente
en mi carne.
Tocar
Nos acostumbramos
a la lógica implacable
de las superficies
incorporamos sus texturas
a nuestro repertorio
de rutinas
ya nada nos asombra
ni los pliegues
ni los restos que se desparraman
ni los contornos
pero de vez en cuando
se instala en nosotros
la sospecha
del tacto
queremos tocar el mar
un pequeño puñado de tierra
removida
el tejido horadado de una camisa
el pelaje de un gato dormido
tocar como si fuera la primera
o la última oportunidad
y llegamos a nuestra piel
cuando ya nada nos separa
del resto
superficie entre superficies
territorio desplegado
objeto arrojado al mundo
también nosotros.
Todo lo sólido
Sospecho que no llevo una vida plena
pero esto es algo que sólo puedo decir
irónicamente
y sin embargo esa sospecha
me obliga a afinar las percepciones
a preguntarme si la plenitud
reposa en algún lugar de toda esta materia
rebosante al menos
de contundencia visual
en estos soportes
que aparentemente se disuelven
en la intención.
Tradición
Me apropio de las cenizas de todos los que me precedieron
y en lugar de enterrarlas
las guardo en un gran cofre de cemento
y me siento sobre él
como si me encontrara en una plaza cualquiera
tomando el sol
—vida animal finalmente—
dispuesta a encarar el día
lleno de acciones poco importantes.
Botánica
Estos perfiles grises tienen su encanto
estos bloques de cemento
columbarios improvisados
tienen su encanto
estas instancias volcadas hacia el puerto
tomadas por gaviotas de andén
tienen su encanto
me repito con un afán de permanencia
que en cuanto llega el tren se disipa
como un mal presagio
o una mala decisión inapelable
un entramado de circunstancias
que han desembocado aquí
en esta necesidad un tanto insulsa
de resaltar lo que me rodea
con palabras
forzar la percepción
orillarla fuera de sus cauces neutros
y perdonarme
por estar aquí
planta carnívora en medio del colapso.
Yacimientos
Es un testimonio de espuma
mi voluntad de escritura
replegada en la vida
circundante
en el rastro del órgano
sagrado que todo lo transforma
que todo lo perdona
que todo lo entreteje con la historia
y lo confunde.
Pero el rastro se entrega
a la interpretación
aunque sepa que la hermenéutica
arrasa las esquinas ocultas
de la materia
y las entierra entre palabras
que no pueden
recrear los matices de su forma.
Pero de vez en cuando
recobro el impulso
y me pongo a escarbar
letras en el suelo
y en el aire
y pienso que mi presencia
debe indicar algo:
la finitud de todas las plazas
del mundo
la piedad de las manchas
en el cemento
las caminatas torcidas
de alguien que no supo esperar
a la confirmación del contorno
y avanzó triunfal entre adoquines
como si se hundiera en un gran lodo
con pasos torpes que anticipan
las escrituras desordenadas
de una nueva fe.

Autor
Valeria Canelas
/ La Paz, Bolivia, 1984. Poeta. Licenciada en Historia y máster en Literatura Hispanoamericana y en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Actualmente, estudia biblioteconomía y escribe su tesis doctoral sobre la relación entre lo animal y lo humano. Artículos suyos sobre cine, literatura y sociedad han aparecido en distintas publicaciones digitales e impresas, entre las que destacan Cuadernos Hispanoamericanos, Revista Iberoamericana, Buenos Aires Poetry, Círculo de Poesía y Muy Waso. Maquinería, su primer libro, ha sido editado en España (2016) y en Bolivia (2018), y fue finalista del premio Gerardo Diego de poesía para autores noveles de la Diputación de Soria. Escribir sobre el cemento (2023) es su libro más reciente.