marzo 2024 / Traducciones

Las creaciones largamente deseadas

 
Traducción de Jorge Aulicino

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 – Turín, 1950) tenía para sí que “escribir es lindo porque reúne dos alegrías a la vez: hablar solo y hablarle a muchos otros”. Dispersos en cartas remitidas a distintos corresponsales, en hojas sueltas, en cuadernos manuscritos y aún en la eventual prolijidad que entonces aportaba una máquina de escribir mecánica —aunque tales transcripciones han llegado a nosotros con tachaduras y correcciones ológrafas marginales—, Pavese acumuló una obra que había conocido lectores de manera fragmentaria y accidentada. En un libro que la editorial Einaudi dio a la publicidad en el presente siglo, se incluyeron por primera vez en un solo volumen, y como parte de la obra poética completa, la suma de estos poemas. Bajo la forma expresa del verso regular (sonetos, cuartetas rimadas); construidos a través de acumulación de imágenes que hacen recordar los procedimientos de cierto famoso poeta con residencia permanente en Camden, Nueva Jersey (iteraciones, anáforas, epanalepsis, repetición incluso de versos enteros); entre la manifiesta tensión del poeta decadente y el cultor de los clásicos (Dante, Petrarca, Leopardi), se prefiguran los temas que el autor luego desarrollaría, con denodada profundidad, en su primer libro: el verano aventurado, las colinas, las mujeres de cuño (la búsqueda frenética de ellas), la vida en las ciudades (la música que las glosa), lo que se recuerda como testigo (o como sospechoso), el arte y el amor (u otras palabras fáciles de escribir, aleves y baratas).

En vida del autor sólo se publicó un volumen de su poesía: Trabajar cansa (1936/1943). Italo Calvino, su camarada y albacea, publicaría, bajo un título impuesto por él mismo, el postrer volumen Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1951); años después organizaría ambos libros —más poemas provenientes de los escritos privados del autor— bajo el nombre de Poemas éditos e inéditos; los que componen el apartado “Poesía juvenil (1923-1930)” no conocían, hasta la fecha, traducciones en nuestra lengua. El poeta Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) presenta al desocupado lector versiones que articulan un mito, una forma de la verdad que no requiere demostración porque se impone por sí misma: no es algo que pueda hallarse entre las dos tapas de un libro —y eso también implica lo que alguien quiso saber en Turín o en Buenos Aires, y que ya no volvería a ver ni en esas ciudades ni en la vida.

—Alberto Cisnero

 
 
¡Oh, pasear con ella en la noche oscura,
  ir entre las plantas y escuchar con ella
  los roncos gritos que cruzan la llanura
  trémulos como la luz de las estrellas!
¡Oh, permanecer en el cálido aliento
  del viento, encontrar de nuevo su figura
  cerca de mi cara y sentirla temblar,
  sentir temblar junto a mí su boca pura!
 
 
Oh, vagare con lei la sera scura,
  perderci tra le piante ed ascoltare
  le stride rauche su per la pianura
  tremule come la luce stellare!
Oh, soffermarci al tepido alitare
  del vento e ritrovar la sua figura
  stretta al mio volto e sentirla tremare,
  sentir tremare la sua bocca pura!
 
 
 
 
Oh, la alegría, alegría de crear
seres humanos, para que todos lloren,
rían, vivan embelesados en ellos,
en la existencia ardiente de ellos, oh nada,
nada en el mundo merece esta alegría.

[14 de octubre de 1925]
 
 
Oh, la gioia, la gioia di creare
esseri umani, sì che tutti piangano,
ridano, vivano, rapiti in essi,
nella loro esistenza ardente, oh nu[lla,]
null’altro al mondo vale questa gioia [!]

[14 ottobre 1925].
 
 
 
 
Me consume el alma perdidamente
el deseo de una mujer viva,
espíritu y carne, para estrecharla
sin freno y agitarla, entrelazado
mi cuerpo con su cuerpo tembloroso,
pero luego, en los días más serenos,
quedarme junto a ella suavemente, sin
ningún pensamiento carnal, mirando
su dulce rostro de muchacha, ingenuo,
como envuelto en dolor,
y oír su voz ligera
hablarme despacio, como en un sueño…

[24 de octubre de 1925]
 
 
Mi strugge l’anima perdutamente
il desiderio d’una donna viva,
spirito e carne, da poterla stringere
senza ritegno e scuoterla, avvinghiato
il mio corpo al suo sussultante,
ma poi, in altri giorni più sereni,
starle d’accanto dolcemente, senza
più un pensiero carnale, a contemplare
il suo viso soave di fanciulla,
ingenuo, come avvolto in un dolore
e ascoltare la sua voce leggera
parlarmi lentamente, come in sogno…

[24 ottobre 1925].
 
 
 
 
  Andando triste por las avenidas,
atormentado siempre por el terror
de que desaparezcan ante los ojos
las creaciones largamente deseadas
y que se debiliten dentro del alma
el ardor, la esperanza, todo… todo…
  Y quedarse así sin un amor,
una grandeza; vulgar, pequeño,
condenado a la tristeza diaria,
al incesante pensar que infinitos
hombres ya sufrieron esto que yo sufro
y murieron oscuramente, sin alzarse
en una luz de la gloria, desesperados.
  En mi dolor no me queda entonces nada,
¡ni siquiera el orgullo de sentirme solo!

[14 de noviembre de 1925]
 
 
  Andare per le vie tristemente
tormentato in continuo dal terrore
di vedermi svanire sotto gli occhi
le creazioni a lungo vagheggiate:
sentire indebolirsi dentro all’anima
l’ardore, la speranza tutto… tutto…
  E restare così senz’un amore,
una grandezza, piccolo, volgare,
dannato alla tristezza quotidiana
e al pensiero incessante che infiniti
uomini han già sofferto quel ch’io soffro
ora e son morti oscuri, senza sorgere
a una luce di gloria, disperati.
  Nel mio dolore nulla m’è lasciato,
neppur l’orgoglio di sentirmi il solo!

[14 novembre 1925].
 
 
 
 
Oh nada en la vida hay que valga
  mi alma inflamada en este instante,
  su sufrimiento desgarrante
  que funde en sí todas las esperanzas,
  todas las angustias de mi existencia.

[17 de diciembre de 1925]
 
 
Oh nulla nella vita c’è che valga
  la mia anima gonfia in quest’istante,
  il suo struggimento doloroso
  in cui si fondon tutte le speranze
  tutte le angosce della mia esistenza.

[17 dicembre 1925].
 
 
 
 
Veo borrarse lejos las colinas
  en una niebla gris y todo el verde
  de la campiña rojizo y podrido.
  No más azul el cielo, no más sol.
  ya no vivos sonidos del verano,
  sino un tedio frío, grave, que envuelve
  todo. Solo, rápido, entre los árboles,
  a ratos pasan ráfagas de frío
  sacudiendo las frondas esqueléticas

[30 de septiembre de 1925]
 
 
Vedo lontano le colline perdersi
  in una nebbia grigia e tutto il verde
  della campagna arrossa e infracidisce.
  Non più l’azzurro in cielo non più il sole
  non più i vivi rumori dell’estate
  ma un tedio freddo e grave che ravvolge
  ogni cosa. Sol rapide, tra gli alberi,
  passano a tratti gelide ventate
  scrollandone le fronde ischeletrite

[30 settembre 1925].
 
 
 
 
¡Sin mujer que oprima mi corazón!
Nunca la tuve y nunca la tendré.
Solo, agotado por deseos inmensos de pasión.
y pensamientos continuos, sin meta.

[18 de abril de 1926]
 
 
Senza una donna da serrarmi al cuore!
Mai l’ebbi e mai l’avrò.
Solo, stremato da desideri immensi di passione
e pensieri incessanti, senza meta.

[18 aprile 1926].
 
 
 
 
  He caminado una tarde de diciembre
por un camino oscuro de campaña
desierto, el corazón alborotado.
  Llevaba un revólver en el bolsillo.
Cuando estuve lejos
de lo habitado, lo volví a la tierra
y presioné.
     Saltó al rugido
del disparo que me pareció que lo
sacudió como si estuviera vivo
en el silencio.
  De veras tembló en mis dedos.
a la repentina luz que brilló
fuera del cañón.
         Fue como el espasmo,
el último atroz estremecimiento
del que muere por muerte violenta.
               Lo puse de nuevo,
todavía caliente, en el bolsillo
y remonté el camino.
         Así, caminando
entre árboles desnudos, me imaginé
agarrando ese revólver,
en la noche en que la última ilusión
y los terrores me abandonen
y lo apoye contra mi sien,
la sacudida destrozando mi cerebro.

[enero de 1927]
 
 
  Sono andato una sera di dicembre
per una strada buia di campagna,
tutta deserta, col cuore in tumulto.
  Avevo dietro me una rivoltella.
Quando fui certo d’esser ben lontano
d’ogni abitato, l’ho rivolta a terra
ed ho premuto.
      Ha sussultato al rombo,
d’un rapido sussulto che mi è parso
scuoterla come viva in quel silenzio.
  Davvero mi è tremata tra le dita
alla luce improvvisa che sprizzò
fuor della canna.
       Fu come lo spasimo,
l’ultimo strappo atroce, di chi muore
di una morte violenta.
              L’ho riposta
ancor tepida, allora nella tasca
e ho ripreso la via.
        Così, andando
tra gli alberi spogliati, immaginavo
quando afferrando quella rivoltella,
nella notte che l’ultima illusione
e i terrori mi avranno abbandonato,
io me l’appoggerò contro una tempia,
il sussulto tremedo che darà,
spaccandomi il cervello.

[gennaio 1927].
 
 
 
 
Frases a la enamorada

      Salgo a caminar en silencio con una chica
abordada en la calle, en la avenida, por la tarde,
la avenida llena de árboles y luces.
Es nuestro tercer encuentro.
La chica no puede tomar una decisión, es difícil:
no vamos al café porque odiamos a la multitud,
tampoco al cine, porque la primera vez
fuimos… porque… ya no tenemos que hacerlo más,
si no nos amamos tanto.
            Caminemos así
hasta Po, hasta el puente, miraremos los edificios
de luz que los faroles construyen en el agua.
      La saciedad de la tercera cita.
Sé tanto de ella como un extraño podría saber,
uno que la besó y la abrazó en una sala oscura,
donde otras parejas oscuras se apretaban
y la orquesta —de un solo piano— tocaba Aída.
      Caminamos por la avenida, entre la gente.
Aquí también hay una orquesta que chilla y canta.
Hace un ruido metálico como los sacudones de los tranvías.
Estrecho a mi compañera y la miro a los ojos:
ella me mira y sonríe.
Sé tanto de ella como siempre he sabido de todos los demás,
quién trabaja, quién está triste y quién, si le preguntan
—“¿quieres morir esta noche?”— diría que sí.
—“¿Y nuestra aventura?”— “Nuestra aventura es diferente,
vamos a romper” (Hay un novio dando vueltas).
 
      Oh mi hermosa niña, yo no soy el compañero de esta noche,
atrevido, que te ganó besándote en la calle
bajo la mirada de un anciano caballero asombrado.
Esta tarde camino pensando en la tristeza,
como tú a veces piensas en que quieres morir.
No es que quiera morir. Ese tiempo ha pasado
y luego, “no nos amamos”. Es la multitud que pasa
que me oprime y me asfixia, y tú también eres la multitud,
que, como todos, caminas a mi lado.
No es que te odie, pequeña —¿podrías pensar eso?—
pero estoy solo y siempre estaré solo.

      Aquí está el Po. —“¡Qué hermoso es!… Esta noche es de cristal.
Las columnas de luz… y la curva del muelle:
en la oscuridad casi parece la playa del mar.”
La compañera me habla alegremente y me abraza:
yo también tendré que abrazarla más fuerte en el puente.
Una orquesta lejana nos persigue hasta aquí.
Las colinas están oscuras. “¿Vendrías a las colinas?”
—“No, no a la colina. Está muy lejos. Quedémonos a mirar…”
      En el fondo esta noche ni siquiera quiero tu cuerpo,
ay mi nena hermosa, que también estás viva
para la mano que busca tu flanco.
Sé de ti tanto como siempre he sabido de todos:
que eres ávida bajo el vestido de seda azul,
que trabajas y estás triste y que un día tal vez seas mía,
si vencieras —¿quién sabe?— todos los escrúpulos.
      Pero en este momento callo y estoy solo,
como estaré hasta la muerte.
No es orgullo, niña, hace tiempo que lo olvidé.
pero no quiero, no quiero que nadie me quite la vida.

      —“¿Quieres que salgamos a navegar un poco esta noche?”
      —“Está fresco. Mejor nos quedamos.”
      —“Pero así no estaremos cerca” —“Pero está oscuro, nos podemos caer.”
      —“¿Qué quieres hacer aquí mirando el aire?”
      —“Aquí es hermoso” —“Bajemos. Es más hermoso junto al agua.
      Nos darán luz los faroles.” Le hablo, le estrecho
      la mano con suavidad y, torpemente, le doy un beso rápido
      en la mejilla. Desde debajo del sombrerito de fieltro me mira fijamente
      y luego, casi compungida, repite: “Quedémonos a mirar.”

[4 a 10 de agosto de 1930]
 
 
Frasi all’innamorata

      Vado a spasso in silenzio con una bambina
abbordata per strada, lungo il viale, di sera,
il viale pieno d’alberi e di luci.
È il nostro terzo incontro.
La bambina è difficile nella scelta scabrosa:
al caffé non andiamo perché odiamo la folla,
al cinema neppure, perché la prima volta
siamo stati… perché… non dobbiamo più farlo,
se tanto non ci amiamo.
          Passeggiamo, così,
fino a Po, fino al ponte, guarderemo i palazzi
di luce, che i lampioni fan nell’acqua.
      La sazietà del terzo appuntamento.
So di lei tutto quanto può sapere un estraneo
che l’ha baciata e stretta in una sala buia,
dove altre coppie buie si stringevano
e l’orchestra —di un piano— suonava l’Aida.
      Camminiamo nel viale, tra la gente.
Anche qui c’è un’orchestra che stride, che canta
ha un frastuono metallico come i tram che trabalzano.
Stringo a me la compagna e la guardo negli occhi:
ella mi guarda e sorride.
So di lei quanto ho sempre saputo di tutte,
che lavora, che è triste e che, se le chiedessero
vuoi morire stanotte?”— direbbe di sì.
E la nostra avventura? ”— “La nostra avventura è diversa,
ci lasceremo noi” (C’è un fidanzato in giro).

      O mia bella bambina, stasera non sono il compagno
audace, che ti ha vinta, baciandoti per strada
sotto gli occhi di un vecchio signore stupito.
Questa sera cammino pensando tristezze,
come tu qualche volta pensi che vuoi morire.
Non ch’io voglia morire. É passato quel tempo
e, poi, “noi non ci amiamo”. É la folla che passa
che mi preme e mi schiaccia, e anche tu sei la folla,
che, come tutti, mi cammini accanto.
Non ch’io ti odî, bambina —potresti pensarlo?—
ma sono solo e sempre sarò solo.

      Ecco il Po. —Com’è bello!… Stasera è un cristallo.
Le colonne di luce… e la curva del molo:
pare quasi, nel buio, la spiaggia del mare”.
La compagna mi parla contenta e mi stringe:
dovrò anch’io abbracciarla più stretto sul ponte.
Un’orchestra lontana c’insegue fin qui.
Le colline son buie —Verresti in collina?”
No, in collina. È lontano. Restiamo a guardare…”
      Non desidero in fondo, stasera, nemmeno il tuo corpo,
o mia bella bambina, che pure sei viva
alla mano che cerca il tuo fianco.
So di te quanto ho sempre saputo di tutte:
che sei avida sotto la veste di seta azzurrina,
che lavori e sei triste e che un giorno sarai forse mia,
se vincerai —chi sa?— tutti gli scrupoli.
      Ma in questo istante tacio e sono solo,
solo come sarò fino alla morte.
Non è orgoglio, bambina, da tempo ho scordato l’orgoglio,
ma non voglio, non voglio nessuno a stornarmi la vita.

      Vuoi che andiamo un po’ in barca, stasera?”
      Fa fresco, restiamo”.
      Ma no, staremo accanto” —Ma è buio, si cade”.
      Cosa vuoi fare qui a guardare in aria?”
      —”Ma qui è bello” —Scendiamo. È più bello dall’acqua.
      Ci daranno il fanale”. Le parlo, le stringo
      la mano dolce e, goffo, le dò un bacio rapido
      sulla guancia. Di sotto il caschetto di feltro mi fissa
      e poi, quasi compunta, ripete —Restiamo a guardare”.

[4–10 agosto 1930].
 
 
* Poemas pertenecientes al libro Cesare Pavese / Poesía juvenil: 1923-1930 (Jorge Aulicino, traducción, edición bilingüe), Buenos Aires, Barnacle, 2024.
 


Autor

Cesare Pavese

/ Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 - Turín, Italia, 1950. Fue uno de los poetas innovadores italianos más importantes del siglo XX. Sus dos poemarios, fundamentales para la historia de la lírica europea, son Lavorare stanca (1936 y 1943) y Verrà la morte e avrà i tuoi occhi (1951).

marzo 2024