En una caja de zapatos guardo semillas de eucalipto, la pluma de una paloma, una piedrita lisa, un caracú, la voz de mi madre diciendo mi nombre. Fragmentos que me guardan cuando la tormenta castiga.
La abuela es una piedra erosionada, aún fuerte. La piedra más chica derribó al gigante, me dice.
Pienso si brotará algo ella.
Sin fe tocaré tres veces. Me quedaré con sed.
Somos parte de una raza indómita. Estamos rodeadas de plantas que crecen con decisión. Somos tres que se esconden en la bravura. Tenemos en el pecho un animal que aún no despierta. Afilamos puntas de ramas por la noche.
Mi abuela cava, profana un hormiguero. Con la pala toma un poco de tierra y una llama de hormigas coloradas empieza a arder. Con andar cansado se roba el fuego.
Hormigas, pala, abuela y niña somos parte del cortejo de una ceremonia ancestral. Nos detenemos frente a otro refugio subterráneo y un hervidero negro recibe a las intrusas que mi abuela arroja.
Dejalas, dice, que entre ellas se matan.
Estoy tejida al hilo de lo natural. Soy parte de las plumas de los pájaros, de la miel de las abejas, de las hojas del otoño.
Enredé tanto las hebras que debo volver sobre mis pasos hasta encontrar la punta del ovillo. Llego al origen. Me vuelvo mujer, bestia, camino.
Mamá se casa apurada con el pelo suelto una mañana lluviosa de agosto. El cielo se cae a pedazos, dice, la lluvia es bendición. Tiene en la sonrisa la ternura de un potrillo recién nacido.
Lleva un vestido de encaje blanco que le cubre los pies y al que le nacen flores de malva. Pronto llegará la primavera y hoy será la última vez que use un vestido.
Mi abuela niña camina en su tierra por un jardín de jazmines. Todavía recuerda su lengua india.
Desconoce las palabras culpa y pecado.
Arranca las flores blancas sin miedo al castigo.
Tengo el pelo largo hasta la cintura, todavía no conozco ninguna verdad. El verano, el campo y el eucalipto tampoco, somos jóvenes y podemos permitirnos el pecado de la inocencia.
Encuentro una víbora cerca del árbol. Las dos nos confundimos con la tierra, pero yo puedo gritar. Mamá llega a mi socorro. Con un golpe de pala limpio, corta el cuerpo en dos.
* Poemas pertenecientes al libro Un lugar en la espesura, Agua Viva, 2023.

Autor
Laura Godoy
/ Buenos Aires, Argentina, 1985. Poeta y profesora de Lengua y Literatura. Trabaja como docente en escuelas secundarias y coordina talleres literarios. Forma parte de la antología Jardín (2021) y sus poemas se pueden encontrar en diversas revistas como El Cielo del Mes y Entre Versos. Un lugar en la espesura (2023) es su primer libro.