El mapa
La primera vez
que hice este recorrido
tuve que descifrar el mapa
del transporte público:
/ como si el cartógrafo del ayuntamiento
dibujara sobre un techo de cristal /
las rutas para ir al trabajo
me alejaban del temblor isócrono
de la ciudad de acero
en pos de la música
de vacas y palomas
desbordando mi cabeza con su
¡plas
plas
plas!
Había grillos y una gama de insectos
para irradiar señales de aviso.
Algo nos unía a ellos
y a mí:
nuestros nombres estaban escritos
en la lista
de objetos prohibidos
por las políticas de abordaje
so pena de mala suerte
amenaza
de
despido.
Arqueología de un gato
Los pintores tienen bocetos
pero a mí sólo me permiten trazar perfiles
con anomalías robadas al abismo:
el humo blanco de los cigarrillos
por encima de nuestras cabezas y su caos
metal contra metal
los bisturíes /
hacen arqueología de un gato
aunque los peces son
/ /
lo que persiguen.
Todo esto hay que borrarlo.
Las grandes biografías
no se escriben
desde la memoria del cuerpo
abierto
sino
por acumulación de datos a prueba
de formol;
centímetros ganados por la sombra
que dibuja el lápiz en una región
en donde se disuelve la luz.
Hablar
defender la voz propia
equivale a interrumpir el curso del presente.
El fantasma del gato que maúlla
por fuera de los renglones pautados
me alerta.
//
La distancia más difícil de sondear
es la que inaugura el latido evanescente
del cursor:
»trabajo en casa
»moderna minería de datos
»retiro adelantado
»viejo lenguaje de la caducidad.
El Hudson
Entubado
el Hudson resuella detrás
del jardín. La oscuridad escribe
sus contratiempos en papeles de cristal.
Basta pasar mucho rato
en la misma
posición
para descubrirlo.
El número uno de la Avenida
Washington dicta bajar la velocidad: hay niños
zambullidos en la hojarasca
que decidimos no tener.
Laminados bulbos de cebolla tierna
se fríen en la sartén.
Una mujer improvisa
el menú completo de su funeral
un día
cualquiera.
Tiene que arreglárselas para mantener
oculto
al cernícalo ensombrecido
que aletea en la alacena
para no salar con lágrimas
la dulzura
de las cebollas.
Panorama de folletos
Nuestra última expedición
trajo consigo un vasto panorama de folletos:
Hokusai unlimited »
» Hokusai updated »
Hokusai revisited «
» Hokusai y los nenúfares
Hokusai y las canoas »
« Hokusai y el volcán
«Hokusai y Kanagawa»
« Hokusai y los agricultores de arroz
La gran ola de mujeres voluntarias
y la inconmovible pestaña amarilla
que nos concentra: w . a . v . e . s. Un sencillo formato
con un renglón para nuestros nombres
y un vasto panorama de arte japonés
y miso para ahogarlos.
Tercera entrada
» Un salón de reuniones en un hotel cuatro
estrellas. Alfombra de funeral
geometría en donde el polvo y la humedad
se han hospedado. Rígidos asistentes de metal,
las sillas —unas en corro, otras ligeramente
ladeadas dentro del renglón que les
fue asignado— escuchan con intensidad.
» Una colección de playmobiles, de la
especie científico
-al-final-de-una-jornada-más-de-congreso-en-
un-país-extranjero, con muchos cocteles
encima, es el procedimiento más rápido para
despejar el camino de la sangre.
» Una mujer y un letrero de salida
de emergencia. El silbido ortopédico
de los ruiseñores a sus pies se impacienta en
medio de la parvada
de oxfords y mocasines deslustrados,
que amenazan con desplomarse
por las esquinas de las suelas en donde
la gravedad se vuelve
insoportable.
» El ruiseñor tira sus flechas paso a pasito:
un cardenal, frente al salón, respira
petrificado. Correoso pero frágil, como
el coral a punto de quebrarse,
asoma su cuello de tortuga por encima
del saco:
—Caballeros, es verdad
—Caballeros —se aclara y vence
sobre sí mismo —c’est vrai.
» La luz se apaga. El proyector suelta
un zumbido tecnicolor. Copos de plancton
tejen con el estambre de su ligereza
un manto
fluorescente para los congresistas,
los desaparecidos entre las cimas de estas
butacas en donde nace y toma forma
la oscuridad de un largo sueño.
» Tierra de brujas, perlas, monstruos, anclas
patos de goma desinflados y cráneos legos
forman la colección de maravillas con las que
el pequeño ruiseñor armó
su nido bajo el mar.
» En ausencia de diálogo, ruiseñor y cardenal
bailan
una noche
una hora
un instante
en que abrazándolo y plena de aire
el ala encaja la daga de su vuelo en el agua.
» El salón está vacío.
Una mujer recoge sus pasos, y desaparece.
» Un reguero de gotas obstinadas en su silencio
queda:
—Caballeros, la oscuridad
abre sus puertas,
LA VIDA HA COMENZADO.

La culpa es mía
Un rectángulo envejecido voló de entre las páginas
de una National Geographic
advertía de los baches en el camino.
Al parecer
un hombre apagó el motor
en el lugar equivocado
tuvo la valentía de grabar su corazón
en el agua.
La culpa es de la mujer que convirtió
la tierra firme en gelatina.
Territorio prohibido en el que reino
la culpa es mía.
Nevada
Pienso en la nieve
y su música flotando
sobre el jardín.
Pronto será tiempo de sembrar
cruces donde hubo tallos
flores
• bichos
espinas
tiempo de georreferenciar
• los puntos •
en los que hiberna
desempleado
• mi amor.
* Poemas pertenecientes a Dorsal Atlántica: Expediente sobre los suelos oceánicos (Espina Dorsal, 2023).

Autor
Melissa Niño
/ Puerto Vallarta, Jalisco, 1984. Poeta, lingüista y antropóloga. Doctora en Ciencias Sociales por el CIESAS Occidente, se especializa en la revitalización de lenguas originarias. Además de su labor académica, es autora de los libros de poesía Dorsal Atlántica: Expediente sobre los suelos oceánicos (2023) y La hélice en rojo de mi corazón gravita (2022). Beneficiaria de programas como PROYECTA Producción 2023, PECDA 2021 y FONCA Jóvenes Creadores 2019-2020. Obtuvo los premios Voces Nuevas 2020 y el de la Bienal de Literatura Joven Hugo Gutiérrez Vega 2018.