Cendra movediza
Desalfabetizado ese tablero
que a lunas llenas derrochó mi sambenito de ávido,
vuelven las voces que algún día se rifaran el físico en esquíes
de filosa cuchilla que al unísono confluyen en carótida
rocosa y caen hasta desgañitarse en caudaloso vértigo.
Retornan al papel en blanco timbres de sax y coctelera; bronce
y aluminio engarzándose por nota en dominante escala fría.
*
Amasia por antonomasia de simetrías y vislumbres,
bien predijo Antonieta, espiritista,
que a la altura de inviernos cualesquiera de este siglo veintiúnico
rodante, elegiría consumar un adusto atajo
de mí
hacia mí,
tan fársico, tan fresco,
por las inmediaciones de una cendra copelada al vacío.
*
Obligado el incrédulo a desmentirse
por el vector premonitorio
de algún somnilocuaz recinto,
programa el descalabro para trazar un círculo de tiza
y anteponer sus adjetivos a cada objeto evocado:
monigotes de paja y espantapájaros de nieve
que al suplir a guerreros de terracota emprenden el exilio
brumoso por caminos de herradura.
*
Anoche el OUIJALEO
fue mayúsculo.
Nada faltó en el ágape cinéreo.
Free jazz,
anímico frigor de cubos,
un vaso jaibolero en el que inmersa
dentadura postiza de cariátide
asomó tras el agua turbia su sarroso y sarcástico designio.
Stonehenge, un paisaje para protector de pantalla
Descubro en buscadores de la internet que corresponde a varios
antes de mí el supuesto hallazgo de asociar estas piedras
monumentales con el signo
de π
Cuántos así nos sumaremos
al fervoroso círculo de analogistas espontáneos
que ven en este cerco mineral subterfugios aurorales
o rupestres indicios de una fogata solsticial en fuga
sostenida, perpetua
por lo más abrileña
leña que a cielo abierto
sus matices columbra en un antiguo plantel adoratorio.
Nos corresponde a muchos,
no sólo a mí y al resto de mortales,
desentrañar, en un acopio dolménico de fuerzas
antecesoras del motor de búsqueda,
pétreo volumen entre tonos de verdor tan fecundo y degradable.
Kit Keats
Esos niños, de mano en mano, cándidos
alisan el pelambre de Keats,
buscan estimular su ronroneo
y se alejan después como vinieron, por la colina inexistente.
¿Hubo de ser gato enterrado
vivo? Mejor hubiéramosle uncido
propiedad emoliente de inmolarse
y atajar fénixes de aquestos lodos.
¿Hubo de ser gato insepulto
muerto? Tanto mejor así en parábola.
Abría aún los ojos a su nueva vida, y ya lamentaba
perder seis anteriores.
Mayo de 2022
Vuelvo a respirar bajo la madera; vuelvo en mí respirándola,
atrayendo hacia mí la clase de pensamientos que cualquiera
en sus cinco sentidos identificaría como propios
de alguien que se propone superarse a sí mismo,
lejano a la verdad de ese supuesto.
Respiro bajo la madera en doble distinta circunstancia: ramas
del exterior boscoso en los senderos que me conducen cuesta abajo;
vigas y reglas en el techo de escasa altura, tablas, vetas, nudos
que configuran la tensión de la madera. Ocasionales ruidos
íntimos acompañan ese soplo del viento. Así, en vibrato,
proximidad y alejamiento, ventanas olfativas,
descenso de los ojos en desnudas extremidades, carnaciones
tratadas a pincel en varias capas,
así me reincorporo al yugo de las sensaciones térmicas,
mundo desposeído de gravedad y estupefactoría.
* Poemas pertenecientes a Con meridiana oscuridad, publicado en 2023 por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas.

Autor
Roberto Rico
/ Cintalapa, Chiapas, 1960. Es autor de los siguientes volúmenes de poesía: Varia optometría (1987), Reloj de malvarena (1991), Nutrimento de Lázaro (2000), La escenográfica virtud del sepia (2000), Parlamas (2011), Ars vitraria (2013), Jasón es un acrónimo (2015, selección de su obra poética), Radio frenesí y otras sintonías (2018) y Con meridiana oscuridad (2023).