Es difícil saber qué piensa
qué hace esa mujer ahí parada
una visión prodigiosa
una relevación de siglos
y delirios de alta fiebre.
Es difícil sino imposible
dejarse de cuentos y vericuetos
un siglo visual produce máscaras
un velo, una fisura. Pero la forma
vuelve y se acomoda
transmuta en las pequeñas cosas
un cuadro, una cortina
variaciones circulares de la luz
que tuerce y deforma
la forma, la visión de un instante
suspendido, una ventana abierta
quizás, en la mente de un pintor.
Al sol solsticio de tus caderas frías,
al sol inapelable oscuridad sin tregua
sinvergüenza en la espesura de tu pelo
(azul)
alambre y desagüe de la intemperie
oculta tras las dimensiones del tapete
hambre y sexo en la oscurana
de los abiertos sesos.
Habrá que acostumbrarse a la soledad,
a la desmarcación.
Mil horas de trabajo residual, un martilleo incesante
(carente de altura y temperatura),
mientras ella se limpia las lágrimas en el taxi,
contornos desdibujados
—la realidad cambiante y hostil
—la soledad privada y decadente
—la transacción de la herida de una psiquis a otra.
Pero dulzura,
habrá que recobrar la dulzura del poema
la ligereza de unos trazos verticales
mientras ella duerme la siesta
bajo el amparo de ciertos ritos
y el fuego de los antiguos lo destruye todo
lo reconstruye:
el hueco de la cama que llama y fortalece.
Un camino obtuso
sigue siendo un camino obtuso
una playa de piedras
sigue siendo el lugar perfecto para perderse.
Los meses se arrastran enloquecidos
por el frenesí del viento,
(el cambio, unidad del sistema)
y en la mesita del fondo
te espera el amigo,
comerciante de una indiferencia premeditada,
palabras que bordean la superficie de los gestos,
las sobras de comida,
la libre asociación.
Una fotografía cuyos colores se fueron
apagando con el tiempo.
Errar
Cena de despedida
en la casa de los abuelos
(la certeza de las futuras muertes,
pero quién sabe)
los dos pares de brazos
que se cierran sobre sí mismos,
el apretón de manos.
Y todo para qué.
¿para aventarse sin documentos
a la espera de una señal que nunca llega?
Decidir entre empantanarse, aguarse
y ver pasar los toros de largo
y abrirse paso, deambular
por la periferia de las periferias
(el lenguaje mismo).
O sacar provecho de la situación
(la condición personal, el país entero)
para beneplácito del mercado y la academia.
(A otro perro con ese hueso).
En solitario hacia la costa
Donde había hierba,
solo hay tierra árida
Tania Ganitsky
Todo el camino acosado
por las figuras de la costa,
un rumor de voces inentendibles,
un sol tremendo sobre la plantación.
Los canales se abrieron a sus anchas
para dar paso a las corrientes
(un cúmulo, un caos a la intemperie)
las reses van y vienen junto a los turistas,
beben agua y reposan / y si acaso se descuidan
terminarán creyendo en este sol
(un bálsamo, una travesía novedosa)
así mi corazón espera en esta hora
indiferente al vuelo de los pájaros
y al estruendo del murciélago mayor.
Cómo nombrar la impermanencia del río
si el mismo río se pierde en sus raudales
y los suampos que atravesamos aquel verano
no son más que el tapiz agujereado de la memoria;
cada gesto a su debido tiempo:
como latas vacías en la corriente.

Autor
José Ojara
Nació en el norte de Nicaragua. Reside en el extranjero. Ha publicado artículos, poemas y relatos en revistas de México, Perú, Estados Unidos y Centroamérica. Cursó estudios de literatura.