enero 2024 / Reseñas

Al fondo de la sangre

 
María Gómez de León. Linfa. Universidad Autónoma del Estado de México, 2023, 99 pp.
 

 
Linfa es un corazón. No sólo tiene sangre que corre por sus páginas, sino que, además, bombea. Juro que si pusiera mi oído junto a su lomo, podría escuchar pum-pum, pum-pum. Lo sabría vivo, igual que un niño que escucha el mar a través de una caracola. No sé si todos los libros hagan esto. Pero Linfa, el primer libro de María Gómez de León (Ciudad de México, 1994), sí. Este libro es un corazón que suena.

Sólo puedo decir que entré a este volumen y una parte de mí se quedó adentro por un largo rato, este corazón-bitácora con arrobo entre sus días. Entré. Me abrió la puerta y durante todo el recorrido tuve los ojos muy abiertos. “Toda mi vida la pasé despierta”, así es como inicia el poemario. Más adelante, Gómez de León dice: “hasta que un día la sangre/ me puso a dormir”.

Estos versos me recuerdan al Primero sueño de Sor Juana. Pero la autora de Linfa no habla principalmente del sueño, sino de la sangre y de una sangre específica: la de la menstruación. Toma una idea, la organiza meticulosamente en su bitácora: un poema por cada pastilla anticonceptiva. No puedo dejar de pensar en la belleza de este gesto, sólo eso, el gesto en sí.

En el día uno, la autora escribe: “las aves y la gente me veían/ mi velo roto/ mi vigilia nueva/ caminé como las aves/ que están hechas para el vuelo”. Así transitamos por las páginas: como un ave que se suspende y queda parada a mitad del cielo, como si el tiempo y el aire se detuvieran.

Suspensión: quiero hablar de esta palabra. Quiero hablar de la forma en que Gómez de León corta o, más bien, suspende sus versos. Es como si los dejara así, en medio del cielo y con el tiempo detenido. Algunos ejemplos: “Caminaré más rápido/ y moveré el infierno”; “No sigas/ la palabra sangre. Cámbiala/ por otra: de mercurio”; “Papel borrado. El mundo queda tibio/ debajo del esmalte de tu nombre”. La suspensión abona a que este libro palpite, hace que lata.

Porque este libro-corazón está cantando todo el tiempo pero, además, nos dice mucho. Quiere que prestemos atención porque hay una historia, una narrativa en desarrollo, algo en juego. Gracias a la suspensión seguimos un tempo como se dice en la música. Vamos así, pian pianito, y poco a poco la autora nos va revelando el suceso como maga: jamás nos enseña su truco.

También quiero hablar de la palabra bitácora. Me atrevo a decir que este hermoso gesto que la poeta encontró (la idea de escribir un poema por cada pastilla), es uno de los responsables que hacen que este libro pum-pum palpite. Con el paso de cada día una va entrando más y más, porque hay un ritmo y un hilo conductor. Sin embargo, no se entra de golpe sino que, en palabras de María Baranda, entramos en espiral. Vamos bajando como Virgilio y Dante al inframundo en la Comedia: más hondo, hasta que los sentidos se hacen múltiples y las imágenes cobran vida, hasta que la verdad de la poeta se vuelve (la) única, hasta que vivimos en el universo que Gómez de León propone y, por un tiempo, sólo ahí podemos habitar. Asimismo, hablamos de un ciclo, uno de 28 días que comienza y acaba. La bitácora, en este caso marcada con días, es un tránsito, un viaje. Viajamos al centro de un instante que son muchos. La selección de este gesto no es gratuita.

Y ahora, otra palabra de la cual quiero hablar: humor. Tal vez sea un rasgo menos visible en Linfa, pero está ahí y también lo hace palpitar. En el día tres de la bitácora, por ejemplo, se enlistan las maneras de embarazarse: “los alimentos desinfectados, el aire acondicionado, portarse mal, enterrar muñecas”. Y mi favorito: “beber de los charcos de lluvia cuando los dejé un invierno al sol”. Otro rasgo destacable es el humor cuando, en este libro, la Virgen María se hace una prueba de embarazo casera, o cuando la voz poética dice: “me quiere, no me quiere” con el calendario de pastillas. O cuando declama: “no todo ángel es terrible, algunos duelen como las caries”. Hay una irrupción de la risa en algo que se cuenta en tono serio (eso lo vuelve aún más gracioso), una interrupción de lo cotidiano que resulta entrañable y feliz.

¿Qué más decir de un libro que palpita entre la vida y la muerte, el cuerpo y la enfermedad, el dar o no la vida y todo lo que sucede en medio? Queda hablar de palabras como faisánido, climaterio, oprobio, tungsteno. De cómo en la segunda parte del libro, titulada “Útero Bicorne”, continúa este lenguaje médico y científico: ácido bórico, esqueleto, cuerpo lúteo, ovario izquierdo, oftálmico, aspirina. Un cuerpo que son cientos de cuerpos, que se duele a través del lenguaje que lo arma y desarma.

Pero este lenguaje médico o corporal no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un fin: el vehículo que nos hace llegar a la emoción. En este punto, me doy cuenta de que todo este tiempo he querido hablar de la emoción. En el poema “Papel tapiz”, quizás uno de los que más me impactaron, Gómez de León escribe: “Mi madre es Penélope/ él no vuelve. Se fue a través de oxígenos y bosques, leve a la tierra, y que la tierra sea ligera, sobre el cráneo y el fémur, ligamento”. Después nos dice: “madre va con una masajista los jueves. Le casca el cuerpo y el omóplato, desenreda con sus lágrimas mi rostro”.

Así, la poeta toma palabras del léxico científico y que, tal vez por ello, podrían ser consideradas como “poco poéticas” o “áridas” (fémur, cráneo, ligamento). Son palabras que la autora junta después con la emoción. No nos habla únicamente de un cuerpo o un omóplato, sino de lágrimas en un rostro o de una madre que duele. Con la gracia de una bailarina de ballet al ejecutar una pirueta, la autora eleva las circunstancias y las complejiza. El resultado es que lectoras y lectores quedamos completamente comprometidos. Nos dolemos con la voz de quien habla.

La poesía de María Gómez de León está llena de preguntas: “¿Cuánto tarda en degradarse un libro?”, “¿Cuánto tiempo viven en promedio?”, “¿Qué si mi vista está enterrada?”, “¿Qué si tengo que enterrarla un poco más?” Es probable que la pregunta misma se encuentre enterrada al fondo de la sangre.

Este libro, insisto, palpita: entre las caras de las flores que se sumergen, entre el “polen negro” y las “lágrimas de una atmósfera extinta”. La poeta era plenamente consciente de tener un corazón en la mano y supo, como pocas veces, plasmarlo y dejarlo ahí, en forma de libro, para que lata dentro de alguien más.


Autor

Rebeca Leal Singer

/ Ciudad de México, 1994. Escritora y traductora. Maestra en Creación Literaria por The New School, en Nueva York. Escribió Oscilo entre ver mi teléfono y verte a ti (2022). Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2021-2023) y del programa Jóvenes Creadores del SACPC (2023-2024) en el área de poesía. Obtuvo el IX Premio Iberoamericano de Poesía Alejandro Aura con el libro Papel, niña, papel.

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