A 20 años de
Periódico de poesía
…………………………………………………………………….. Al igual que Periódico de Poesía, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara celebra veinte años de existencia. Para conmemorar el doble aniversario, presentamos en este Dossier Colombia algunos poemas de autores de ese país, publicados durante dos décadas de vida de nuestro Periódico… |
Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948)
Re t r a t o a l ó l e o c o n s o m b r e r o y b a s t ó n d e l p o e t a c u b a n o G a s t ó n B a q u e r o
Allí está, con su isla a cuestas evaporada cada noche en el sueño y reconstituida en el verde amanecer del poema. Escrito a mano, cada verso se baña en el aceite original de un escalofrío nuevo. No rompe con el pasado: Se limita a agregarle una palmera.
La brisa pasa por el sonajero mientras monedas y llaves tintinean en sus bolsillos cada día más anchos. Más generosos de juguetes traviesos: un galeón de Manila dentro de una botella, por ejemplo.
El café con leche manchó su corbata pero su ancho sombrero de pastor presbiteriano recompone el equilibrio del universo.
Astuto como un leopardo de Kenia lo acompañan un negro, una mandolina y un ajiaco con el hervor de todos los frutos de la tierra.
Lo inventó todo y todo le hace genuflexiones con su cabeza asintiendo ante el danzón de su palabra, cariciosa y alerta. Que las diosas del mar lo preserven. Que la luz del Caribe fecunde, por fin, el pedregoso camino que no termina en Salamanca. Que allí reine, ancho, plácido, terrible, como cualquiera de sus certeros poemas.
En Periódico de Poesía,Nueva época. núm. 5., Primavera 1994. UNAM-INBA, México, p. 37.
Fiebre
Tengo la cabeza llena de mujeres. Todas locas. Todas desesperadas por envolverse en la música y bailar hasta el alba.
Por fuera la discreción de la forma. Por dentro, las más inconcebibles villanías con tal de hamacarse en la dicha.
Me estallan las venas al pensar en cuánto sugieren como riendo, como jugando con fuego, y siempre una puerta abierta para revolcarse felices en el lodo y salir por otra, la cabeza en alto, indemnes y puras como una magnolia.
Brujas, todas ellas, dichosas rumbo al aquelarre.
Apocalipsis
Se acaba el papel toilette. La crema de afeitar. La pasta de dientes. Se termina el champú. Se caen los botones. Se arruga la ropa. Los cuchillos pierden filo. El pelo crece. Se abren grandes grietas. en las suelas de los zapatos. Los tapetes se desgastan. Las goteras perforan el cerebro. Hay que cortarse las uñas. Cambiarse las gafas. Se fundieron los bombillos. No vemos nada. El fin del mundo se instaló en casa.
Orden de amor
Betsabé ha recibido la carta, tajante como orden de batalla. Sin paliativos el destino ha cambiado y deprimida de antemano se resigna pero no acepta la sucia lascivia de los hombres.
Su posesiva mirada sobre cuellos cansados. Sobre senos de repente flácidos.
El lecho, de suntuoso brocado, está a su lado pero allí sólo podrá combatir la muerte con su memoria inconsolable.
La sumisa vejez seca sus pies y consuela con un gesto tan inútil ahora como la anegada belleza de sus ojos bajos.
Sólo nosotros, espectadores del otro lado, percibimos el complejo equilibrio de esta tragedia congelada.
Aterrados de saber cómo esas manchas vivas durarán mucho más que nuestra piedad por aquella mujer clausurada en su drama.
Subsisten, apenas, las letras irrevocables con que la condena una carta de amor exaltado.
La firma David, Rey de Israel, asesino de su marido y padre de Salomón, su futuro hijo.
Todo es lo cuenta la Biblia pero lo dice mejor, sin una sola palabra, Rembrandt van Rijn, pintor nativo de Leiden, afincado en Ámsterdam.
En Periódico de Poesía, Nueva época, núm. 12, Invierno 1995/96, UNAM-INBA, México, p. 33-34.
María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945)
Una rosa para Dylan Thomas
Murió tan extraña y trágicamente como había vivido, preso de un caos de palabras y pasiones sin freno…no consiguió ser grande, pero fracasó genialmente. D.T.
Se dice: “no quiero salvarme” y sus palabras tienen la insolencia del que decide que todo está perdido. Como guiado por una certeza deslumbrante camina sin eludir su abismo; de nada le sirven ya los engaños para sobrevivir una o dos mañanas más: conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas y derretirse pálido sobre él o reencontrarse con las palabras y hacerlas decir para mentirse o ser el otro por el tiempo que dura la lucidez del alcohol en la sangre. En la oscuridad apretada de su corazón allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha decide jugar a ser su propio héroe: nada tocará sus pasiones y sus sueños; no envejecerá entre cuatro paredes dócil a las prohibiciones y a los ritos. Ni el poder ni el dinero ni la gloria merecen un instante de la inocencia que lo consu- me; no cortará la cuerda que lleva atada al cuello. Le bastó la dosis exacta del alcohol para morir como mueren los grandes: por un sueños que sólo ellos se atreven a soñar.
En Periódico de Poesía,Nueva época, núm. 4, Invierno 1993. UNAM-INBA, México. p. 78.
Ramiro Lagos (Santander)
El sátiro de Pompeya
Lo sorprendió la lava en el fogoso momento de tirar la soga asida de araña rutilante, ya encendida bajo el arco, creyéndose coloso.
En el propicio instante del acoso bajo columnas tensas, ya blandida la lanza colosal, Pompeya ardida, la lava se derrama en hondo pozo;
y derramada ella en la corriente, fogosa del ardor tan vehemente, esa lava, encubriendo la figura
que del volcán surgió como un gigante, calcinado por él, pasó al instante a fundir ―fuego y roca― su escultura.
Pompeya, 1993
Beso negro
Nochero beso negro en luna blanca, desmayado en sus pétalos oscuros de amapola ojerosa; se soñara que el beso de la noche me ha llenado de estrellas imposibles de alcanzarlas con una sola mano. Beso a luz del candil en luna pálida de oscurecida boca cual la noche súbitamente despeinada en sombras, para verme tan ciego, solo a tientas, tratando de prender nocturna lámpara para apagarla luego a media luna con esa intimidad de luz y espalto.
Ciegamente, sonámbulo, advertía que el beso no es tan negro: en él se palpa con su tersura de carmín redondo la nocturnal manzana, apta para el súbito mordisco del ennidado pico del manzano.
No era tan negro el beso de la noche porque tendía al color de la manzana, secretamente melosa en su corteza que apenas picoteaba el mirlo blanco.
En Periódico de Poesía,Nueva época, núm. 10, Verano 1995, UNAM-INBA, México, p. 39.
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