……………………………….. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2006. |
Oscura edad y otros poemas
Por Gabriel Arturo Castro Siempre se le ha señalado a Pedro Arturo Estrada su gusto por el enigma y lo proveniente de la oscuridad. Pero él no hace poesía oscura, sino que torna lo oscuro claro, cenital, más no evidente. Lo que cuenta es el “eterno reverso enigmático”, tanto de lo oscuro o lejano como de lo claro y cercano. La poesía de Estrada desinfla la oscuridad. Leamos un homenaje a Gonzalo Rojas titulado Materia Oscura:
Desde Poemas en blanco y negro, hasta Oscura edad, Pedro Arturo Estrada “continuó trabajando en una escritura más depurada, si bien no ajena al escepticismo, sí más abierta a la posibilidad existencial, enmarcada, empero, dentro de una lúcida conciencia del azar, del destino como designio impredecible”, según palabras de William Valencia. La poesía de Estrada toma la forma de lo inesperado, nombra pero sabe que la realidad rápido se deshace y la búsqueda se torna un espejismo. Se trata de una poesía intima que se proyecta hacia la conciencia de los otros. Todo en Oscura edad y otros poemas posee una significación interna y se convierte en forma. Existe por lo tanto meditación, en tanto se destina a la revelación reflexiva e introspectiva de lo íntimo, en relación a los efectos individuales, fuerzas anímicas y situaciones existenciales. El poeta ofrece la luz de su palabra, la de su mundo habitado que toca la ceniza, la muerte, el amor, el silencio, el sueño, la inquietud, la vida, el tiempo, la fiesta y la memoria. Estrada ha incorporado el tiempo, los sucesos, los gritos y la sangre que dialoga. El hombre, dentro de su hacer poético, está hecho de tiempo y de sueños. La palabra posee una resonancia que orienta o pierde al hombre. Es destino es descifrado por la poesía y allí reside su sentido último, su visión o su ceguera. Somos en palabras del poeta, “Rehenes de la realidad”:
La palabra es la lucha con lo otro, una enemistad que hace del hombre un destino y del poema un conjuro que pide dejar los sueños intactos, lejos de “las grandes columnas del tiempo”. Aunque escéptico siempre tenderá a la acción, no a la quietud y menos a la contemplación. La palabra siempre es el inicio de un mundo repleto de formas y diálogos, sumatoria de estados, contraste entre lo lleno y lo vacío, entre la ausencia y la reconciliación:
Aquí se manifiesta una visión de la vida y del mundo, pero también deja manifestar una experiencia vuelta lucidez y una forma que se enfrenta a las contradicciones. Estrada siempre nos entrega un drama, el movimiento de un yo poético, la voz que va creciendo, la palabra dicha en voz baja:
El drama se convierte en escena donde el yo poético se despliega, ahonda en el sentido de lo real, recoge la profundidad de lo inminente y lo plasma como un sentido último, metafísico. Sin embargo el yo poético permite habitar el otro y el otro, sea la ciudad, el país del miedo, el país de nadie, el de las palomas, la aparición de la muchacha asesinada, la tierra del viajero circular o de los supervivientes. Puede ser el paraíso o el infierno, o en la poética de Pedro Arturo Estrada, la ciudad, la otra, el revés de la apariencia, el lugar donde confluye el don de la poesía:
La memoria rehace esa otra posibilidad, fabrica la palabra en lucha franca contra el tiempo y sus figuras de erosión, olvido, muerte, soledad. El poeta se ve a sí mismo y ve a los demás y detiene el tiempo y “le basta con muy pocas palabras, pocas certezas, indicios y visiones para continuar, para permanecer y agotarse sin prisa y sin angustia”, al decir de William Valencia y que se constata en las siguientes líneas:
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