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Código y no corazón
Atanor. Notas sobre poesía
Por Francisco Segovia |
“Código y no corazón” (Cuernavaca, 21/05/2004) ~ El imaginismo no quiere ser sino imagen, eso que los chinos representaban en sus poemas y en sus cuadros; el vorticismo consiste en suponer que el poema es el vórtice, el centro donde confluyen todas las imágenes, y por eso tiene un carácter yuxtapositivo, de collage; el ideogramismo es el vorticismo explicado según las ideas de Fenollosa sobre la escritura china. |
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No. 74 / Noviembre 2014 |
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Código y no corazón
Por Francisco Segovia |
“Código y no corazón” (Cuernavaca, 21/05/2004) ~ El imaginismo no quiere ser sino imagen, eso que los chinos representaban en sus poemas y en sus cuadros; el vorticismo consiste en suponer que el poema es el vórtice, el centro donde confluyen todas las imágenes, y por eso tiene un carácter yuxtapositivo, de collage; el ideogramismo es el vorticismo explicado según las ideas de Fenollosa sobre la escritura china. El vorticismo se adivina también en Eliot, aunque referido no tanto a imágenes como a experiencias. Para él, la novedad de un poema no reside en el descubrimiento de una nueva emoción (búsqueda “perversa”, dice él) sino —por así decir— en un arreglo novedoso de emociones nada novedosas. El poema concentra estas emociones en un vórtice y su contigüidad permite al lector descubrir que hay una experiencia ahí donde él mismo antes no la reconocía y donde probablemente tampoco el poeta mismo la reconocía. Por eso dice Eliot que “La emoción del arte es impersonal”. Con esto, supongo, Eliot quiere decir que la emoción es novedosa porque no es una emoción de ningún hombre, sino una emoción del arte mismo, pero es probable que yo no entienda qué quiere decir exactamente.
Hay aquí tal vez un eco del poema de Pound titulado “Un objeto” (de Personae). Lo reproduzco entero (en versión de Guillermo Rousset Banda):
La idea de Eliot y los versos de Pund recuerdan, desde luego, a Valéry, a Cuesta, y su idea de una poesía científica. Es una suerte de modernización del concepto de inspiración, ahora despojado de la idea de individuo. Por eso dice Eliot, a continuación, que su ensayo quiere “detenerse ante las fronteras de la metafísica y del misticismo y concentrarse en conclusiones prácticas que la persona responsable interesada en la poesía sea capaz de aprovechar”. Lo que le importa es “la excelencia técnica”, pues “pocos saben cuándo existe la expresión de una emoción significativa, que cuenta con vida propia en el poema y no en la historia del poeta”. Esto es ya la modernidad en pleno. No solo remite a “el arte por el arte” sino, más radicalmente, al ça parle de Lacan, al arte performativo y autosuficiente de la segunda mitad del siglo XX. Voz en situación (Cuernavaca, 21/04/2004) ~ La poesía española de los siglos de oro tiene en Calderón de la Barca a uno de sus más altos poetas. Pero lo más importante de Calderón no son los poemas sueltos sino los dramas en verso, cuyos monólogos suelen aparecer en las antologías de poesía. Estos monólogos se sostienen por sí mismos, como si fueran poemas sueltos. Pero se sostienen sin dejar de ser el parlamento que alguien recita en una situación determinada. Sus monólogos son voces que encarnan en una situación. Son “voz en situación”, como decía Machado. La poesía moderna ha sacado de ahí buena parte de su jugo, al menos si lo que distingue a la modernidad es una conciencia particular de la historia. No sólo del tiempo ni del momento sino de la historia en general, de la historia en cuanto ámbito donde encarna la voz del poeta. Esta idea de la historia en cuanto ámbito está presente en Eliot, quien seguramente la toma de Bergson, a cuyos cursos asistió en La Sorbona. Dice Eliot que la tradición
Esta actitud estaba ya presente en los poetas románticos, aunque más como una “colocación” del autor que como una colocación de la voz. El “personaje” que Wordsworth construye en The Prelude, por ejemplo, tiene de teatral el hecho de presentarse a través de monólogos, pero no el de hacer explícito el contexto histórico (escénico) en que tales monólogos ocurren —contexto que, además, se da como divisa personal. Los modernos hacen explícito el contexto escénico (la escenografía), por más que este contexto sea el cuerpo entero de la historia occidental, como ocurre en la poesía de Eliot. Si no puede decirse lo mismo de la de Pound es quizá porque en la poesía de Pound, más que escenografía, hay trastos sueltos, cacharros y utilería… En Eliot la historia es encarnación; en Pound, una serie de llamadas a notas históricas que él mismo omite (y que es tarea de la crítica académica elucidar)… Hay en esto un aire de los tiempos. Antonio Machado, por ejemplo, quizá escuchara en el “dramatismo” un eco de su “voz en el tiempo”. No hay que olvidar que también Machado asistió a los cursos de Bergson en París, aunque es improbable que se haya cruzado con Eliot. A ambos poetas los conocieron, sin embargo, los de la generación siguiente. ¿Por qué, entonces, Eliot los marcó mucho más que Machado? Pienso en Owen, en Cernuda, en Paz. Uno presiente ahí una nueva injusticia hacia la obra de Machado, que respondía a las técnicas modernas de Eliot (al collage, digamos) con sus heterónimos poéticos —que, por lo demás, son obra de una intuición independiente de la de Pessoa. ¿Por qué Machado parece más antiguo que Eliot o Pessoa?…
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