No. 72 / Septiembre 2014
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Annapurna. La montaña empírica
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Igor Barreto, poeta de imaginación portentosa, nos ha hablado a lo largo de su peculiar obra, del llano venezolano, de paisajes y personajes y, sobre todo, de paisajes que son personajes. Pero ahora, en un momento de indudable madurez y audacia, el poeta nos propone este otro viaje: ya no hacia la tierra llana donde nació y que tan bien conoce, El atractivo y complejo título nos anuncia su variada y rica naturaleza: hay una célebre montaña, pero es empírica, y hay un funcionario que fabula. Y fabula sin tregua pues Annapurna se construye con imaginación y referencias: literarias, espirituales, políticas…, Abrimos el libro: un mapa satelital, una foto amenazante de la cima del Annapurna y una figura análoga: un caligrama con forma de triángulo en homenaje a Drummond de Andrade (Hoje sou funcionário público./ Itabira é apenas uma fotografia na parede./ Mas como dói!): "Ahora soy un funcionario público. Y el Annapurna es apenas una imagen en la pantalla del ordenador. ¡Pero cómo duele!" Y luego, ¡quién mejor que Ícaro para comenzar el ascenso a la zona de muerte en este viaje virtual! Como todos sabemos, el deseo de volar condujo al soberbio Ícaro a la muerte. Pero, ¿qué sería la vida sin volar?: "Ahora vuelo como cualquier otro aro niquelado de la esfera terrestre,/ a 10.000 kilómetros de altura, mientras/ fijo mi vista en la montaña que es una epifanía de la Diosa de las cosechas." Tal como Ícaro, así los escaladores mueren, página tras página, dejando en la montaña sus cuerpos congelados: David Sharp, Scott Fisher, Chantal Mauduit, Juan Ignacio Apellániz… "¿Cómo una roca puede inspirar honor/ y llamar al espíritu?" Cuántos males los aquejan en la ascensión al cielo: la ceguera de la montaña, la necrosis, el edema, las mutilaciones, la gangrena, el delirio, el lenguaje averiado…, las avalanchas, la danza del deseo y la muerte. Cada tanto, cuando todo parece perdido, la diosa segadora se presenta ante los escaladores para confirmar el fin con sus cuatro manos hindúes. Es Nepal, es el Tíbet, tierra espiritual, habitada por monjes. Está Buddha, desde luego. Algunas breves y enigmáticas notas al pie recogen canciones nepalíes, seguramente apócrifas, a manera de coros griegos; citas y reflexiones literarias que dan pistas sobre la apuesta estética del autor: "En poesía, tener fuerza de gravedad es más necesario que tener la gracia divina. Es la atracción hacia la zona más negra de lo concreto" Así, la caída, Este ha sido el involuntario e indeseado resultado de una burocracia, representante de un régimen autoritario, que decidió hostigar al funcionario poeta: un libro extraordinario. El karma ha cobrado su retribución.
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