marzo 2014 / Reseñas

No.067_Poemas de terror y de misterio

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portada-fabre-baja.jpg Poemas de terror y de misterio
Luis Felipe Fabre
Almadía,
México, 2013.

Por Alfonso Domínguez
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No. 67 / Marzo 2014


Luis Felipe Fabre (México, 1974) vuelve a llamar la atención de propios y extraños. Antes ya lo había logrado con Cabaret Provenza en 2007 y ahora parece que también. Aquí no ofreceré una respuesta única e irrefutable al respecto; más bien trataré algunos aspectos del libro que la crítica le reprocha y otros por los que considero que su trabajo puede vacilar entre lo ridículo y lo osado.

Comenzaré por compartir mi experiencia. Después de leer los dos tráileres del principio pensé en dejarlo porque me pareció que estaban para morirse de risa. ¿Dónde quedaron las palabras rimbombantes, los versos iluminadores, las imágenes oscuras y los temas sublimes? En ninguna parte, por supuesto. Pero tiempo después me pregunté: ¿no será acaso ésta una intención de Fabre: asustar al lector tradicional de poesía, horrorizar al crítico literario? (Ahora que ya he leído sus Poemas de terror y de misterio más de tres veces, estoy seguro de que sí. Además, también estoy seguro de que tiene otras intenciones más perversas.)

Seguí con mi lectura y quizás antes de terminar la primera mitad del libro ya estaba acostumbrado al tono lúdico, jocoso y sarcástico de Fabre. Sin embargo, había algo que todavía me chocaba: todo lo que está de moda está en Poemas de terror y de misterio. Los performances, los artistas, el mundo artístico, sí; los vampiros, los zombis, los monstruos, sí; pero también la violencia, la posmodernidad, la incertidumbre. De las seis personas (lectores no especializados de poesía) a las que les di a leer dos o tres poemas de él, le gustó a cinco. ¿Por qué? ¿Porque es fácil de leer? ¿Porque aborda los temas de moda? ¿Porque tiene una referencia velada a la realidad en que vivimos? ¿Porque se burla de todo?

Poemas de terror y de misterio llega con la intención más que evidente de perturbar al lector tradicional de poesía. ¿De qué manera logra su objetivo? Veamos un ejemplo:

5
Los zombis: una nueva oportunidad
para que el gobierno
demuestre su ineficacia y corrupción.

6
Los zombis: una nueva oportunidad
para que la sociedad demuestre
su complicidad y corrupción.

7
Los zombis: la descomposición del tejido social en persona.

8
Los zombis:
la persistencia post mórtem del hambre y la miseria
avanzando hacia ti.

Primero: hablar de los zombis, en poesía, nos resulta extraño, antinatural como ellos mismos. Segundo: deconstuir la noción de zombi para integrarla a nuestro contexto nos parece una empresa muy singular, un tanto cuanto radical. Tercero: juega con el sentido de palabras como “corrupción” o “tejido social” para quizás decirnos otra cosa, en un segundo o tercer grado de lectura; a saber: en un primer grado, funciona en la narrativa propia del poema (personificación del zombi); enseguida, en la narrativa de todo el libro (el zombi como hilo conductor del texto); después, en nuestra lúgubre realidad. Es decir que este y otros poemas de Fabre tienen, en menor o en mayor grado, una implicación más allá de la mera anécdota de los zombis; Fabre los toma como pretexto para dialogar alegóricamente –bien o mal, si es que todavía podemos apelar a estos conceptos– de otra cosa.

Por lo anterior, en cuanto al fondo y a la intención, Poemas de terror y de misterio tiene algo que ofrecernos, por mínimo que sea. (No queramos ponerlo en un pedestal porque vamos a reírnos todos de él.) Y es muy probable que los críticos le reprochen la forma en que lo hace. Yo me imagino a Fabre regodeándose entre tanta maledicencia a propósito de su trabajo. Tal vez ésta también sea una de sus perversas intenciones: ¿a qué adolescente no le gustaría hacer enojar a su mamá con tal de que le preste atención? Así pues, para algunos espíritus críticos, el explícito propósito de Fabre resulta más una cándida perversión que un intento por desestabilizar, mover, borrar, transgredir los límites de una institución como la literatura con el fin de re-definirla.

Finalmente, quiero concluir con una pequeña cavilación sobre el libro en general. Si tomáramos un poema cualquiera, seguramente lo encontraríamos pobre, inconsistente, sin chiste; al menos esto sucede con los poemas de la catástrofe zombi, aunque los pastiches (mashups) de Sor Juana tienen algo de mérito que valdría la pena analizar en otro momento. Pero, retomando mi hipótesis, me parece que los poemas de Fabre son también una suerte de zombis: un solo poema-zombi no nos asustaría –en el sentido en que no nos causaría una emoción muy fuerte– tanto como una jauría de éstos. Los poemas-zombi de Fabre nos atacan, quieren comerse nuestros cerebros y con ellos los conceptos de poesía, literatura y arte, entre otros. Los poemas-zombi de Fabre nos atacan, y habrá quien decida ocultarse de ellos, otros intentarán combatirlos. Los poemas-zombi nos atacan y llaman tanto la atención, como en su momento Lady Gaga o, más recientemente, Miley Cirus.

 





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