En el fondo de su guarida, La Ratona construye moradas para las historias que otras mentes inventan con la imaginación. Gesto sencillo, que consiste en asomarse al mundo ofreciendo otros mundos.
Hacendosa en su tarea editorial, convida lo que va encontrando en sus caminos subterráneos. Arropada por el cartón y en su necedad de no convertirse en una ratona de biblioteca: busca en la intemperie asombros de la creación.
Uno
La vida de La Ratona Cartonera comenzó a finales de 2009 con Mapas y escritos, un libro de poemas escritos por Bruno Montané, chileno que habita en Barcelona desde 1976, cuando emigró de México tras fundar el Movimiento Infrarrealista, con Mario Santiago, Roberto Bolaño, José Peguero, entre otros.
Ese nacimiento de La Ratona se remonta a dos momentos precisos: varios de sus integrantes fundaron en 2008 La Cartonera de Cuernavaca, donde entre otras cosas propiciaron la publicación de Respiración del Laberinto, poesía de Mario Santiago, que se dio simultáneamente en las 8 editoriales cartoneras de América Latina que existían en 2008, y que de hecho fue la primera acción editorial colectiva.
El otro momento preciso sucedió un año antes, en 2007, preludio de la fundación de editoriales cartoneras en México, cuando conocimos a las editoras de Sarita Cartonera en Lima, Perú, y ellas lanzaron una propuesta que en realidad se convirtió en un reto “¿Por qué no inventan una editorial cartonera en México?” Así comenzó la multiplicación de editoriales cartoneras en este país, por lo menos en este siglo.
Un antecedente esencial en este viaje de la edición de libros cartoneros es Ediciones El Mendrugo, fundada por la poeta argentina Elena Jordana en 1975, y que desde Nueva York, Buenos Aires y México publicó obras de Nicanor Parra, Octavio Paz, Ida Vitale, Atahualpa Yupanqui, Ernesto Sábato, Leonel Góngora y José Joaquín Blanco, entre otros.
Fue también en Argentina donde brotó la primera experiencia editorial cartonera de este siglo. Una de las recurrentes crisis económicas, la de finales de 2001, arrinconó económicamente a Eloísa, una pequeña editorial que publicaba de manera convencional, y la llevó a buscar en el cartón una forma de sobrevivencia. Lo logró y lo hizo vinculándose con los cartoneros de Buenos Aires, que prácticamente son una legión que cotidianamente recorre las calles porteñas recolectando cartón y otros materiales para reciclar. La compra del cartón a un precio mayor al del mercado y la participación de cartoneros en la edición y la venta de los libros es la manera en que Eloísa ha vinculado el trabajo editorial con el hecho social.
Es prácticamente imposible saber cuántas editoriales cartoneras existen actualmente. En estos momentos está naciendo otra en algún lugar del planeta. En el 2008 eran ocho, todas en América Latina. Pero actualmente existen en África, Francia, Estados Unidos, Italia, Alemania, Suecia. ¿Alguien sabe cuántas hay en México?
La relación con autores conocidos que forman parte del mercado editorial tradicional, ha sido clave para las editoriales cartoneras. La simpatía que han provocado estas experiencias se manifiesta en la solidaridad de autores como Tomás Eloy Martínez, Juan Villoro, Alan Pauls, José Emilio Pacheco, Luisa Valenzuela y muchos más, quienes han donado su obra sólo a cambio de ejemplares. Para ellos, ser parte de esta forma de editar libros es unirse a verdaderos actos de resistencia, como lo cuenta Juan Villoro, de quien La Ratona publicó su cuento Forward > Kioto, en una edición a la cual convocó a otras editoriales cartoneras de América Latina y Europa:
El propio libro es una metáfora de cómo reciclar la basura en arte, el cartón convertido en un cuadro y esto me parece que es mandar un mensaje de resistencia; muchas de las cosas que damos por modernas y por muy importantes son más obsoletas que el trabajo manual, que es lo que finalmente queda entre nosotros.
Dos
En sus casi tres años de vida, La Ratona ha publicado 9 libros de poesía (tres de ellos bilingües), un relato, un cuento para niños (bilingüe) y un libro de gráfica. A este vuelo editorial se han unido otros maravillosos encuentros a través de los talleres en comunidades indígenas. Entre marzo de 2010 y finales de 2011, La Ratona estuvo en la Sierra Norte de Puebla, la sierra de Veracruz, el Valle del Mezquital en Hidalgo, la montaña de Guerrero, Guanajuato y el Istmo de Tehuantepec, dando talleres de edición de libros cartoneros a 600 maestros y niños indígenas, quienes crearon alrededor de 1000 libros. Han sido verdaderos actos de siembra, porque desde entonces los maestros han multiplicado en sus comunidades esta experiencia, con los trabajos escolares de los niños, pero también con la publicación de libros de la cultura indígena como las normas de escritura en Tutunakú y Nahuatl.
En las palabras de uno de los maestros indígenas Tutunakú, Manuel Sosa Sánchez, se concentra lo que ha sido este viaje editorial:
El libro cartonero es una opción magnifica por el sentido que tiene: todos podemos hacer un libro, no es un privilegio de unos cuantos, sino una posibilidad real para poder comunicarnos de manera escrita y fortalecer nuestra identidad a partir del registro escrito de todos los conocimientos que tenemos de la tradición oral.
Tres
En los pensamientos de La Ratona se multiplican un sinfín de planes editoriales, pero no hay prisa y esto irá sucediendo. En el camino se vislumbra la publicación del legendario poema de Mario Santiago, Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger, junto con su traducción al inglés que realizaron dos integrantes de La Ratona, Laura Burns y Alicia Reardon. También publicaremos otro libro bilingüe, The Keeper (El Guardian), del poeta chileno Adrian Arancibia; la traducción del francés al español de Comentarios al Infrarrealismo de Matta, de Jean Schuster; la novela Escena y farsa es la vida, de Luis Zapata; la poesía de Cuauhtémoc Méndez, A vuelo de águila; una antología de poesía escrita por mujeres latinoamericanas, preparada por la poeta chilena Paula Ilabaca; y dos antologías de poesía argentina y ecuatoriana.