Óscar de Pablo, Puño y letra, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2023, 88 pp.

Puño y letra es el título de la nueva antología de poemas de Óscar de Pablo (Cuernavaca, México, 1979), que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica en una edición muy bella. La portada es una toma aérea de las calles y azoteas de una ciudad. Esa vista que sólo tienen las aves, los rascacielos y los aviones: una distancia para contemplar lo que nos rodea. La cuestión es que en vez de sentir que nos alejamos de la ciudad, como una nave que despega, la imagen genera lo contrario. Estamos por introducirnos en la urbe, aterrizaremos en medio de los carros y edificios, penetraremos la vida. Y “vida”, en este caso, es también la poesía de Óscar, que la contiene, la dignifica y nos hace volver a mirarla de otra manera.
Las palabras puño y letra remiten al tópico literario “armas y letras”, que hace alusión al famoso discurso de Don Quijote y a los poetas soldados del Renacimiento; sin embargo, en este libro las armas han cambiado por el puño: un saludo antifascista, un gesto revolucionario. Una vez le escuché a Óscar decir que la poesía política es aquella que se escribe en libertad. Pero ¿qué significa esto? Si no se trata de tocar un tema específico —aunque sus poemas por supuesto que hablan de temas políticos—, ni tampoco se trata de exaltar ciertas reivindicaciones sociales —aunque sus textos lo hacen—, ¿qué es escribir poesía política? ¿Qué quiere decir escribir en libertad? ¿Libertad frente a qué? ¿Frente a los cánones y los mandatos del campo cultural y literario? ¿Frente al mercado? ¿Cómo se logra hacer esto? O, si nos alejamos del campo de la literatura y pensamos en la libertad revolucionaria, ¿es ésta posible hoy en día?
Después de escuchar su intervención sobre la poesía política, comencé a preocuparme. Yo misma escribo a veces y aspiro siempre a la libertad —aquí viene muy bien esa famosa frase de Rosa Luxemburgo: aspiro a un “mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”—. Pero ¿cómo es posible escribir en libertad y en pleno capitalismo?
Encuentro en la poesía de Óscar de Pablo —y de otros poetas, por supuesto: Roque Dalton, Violeta Parra, Roberto Fernández Retamar, Eduardo Galeano o mi amigo José Arreola de Valle de Chalco, y la lista podría seguir— esa búsqueda de libertad que también se traduce en un compromiso con la palabra, con la poesía y con la vida. Si escribir en libertad es no estar atado a ningún mandato estético o del mercado, me parece que es también un horizonte hacia el que hemos de caminar siempre con el puño en alto. Con esto en mente, volvamos a la vista de las azoteas: aunque estamos a punto de adentrarnos en los caminos de la poesía, los edificios no nublan el horizonte; aún podemos verlo, las palabras escritas en libertad nos abren camino.
Hay otras dos acepciones a las que remite el título Puño y letra; por un lado, la escritura manuscrita, esa que está íntimamente ligada al cuerpo, que se modifica dependiendo de la mano que empuñe la pluma. Hay en el acto de escribir una relación especial con el papel y la tinta, que adquiere dimensión cuando imprimimos en las fibras de algodón la fuerza de nuestro pulso. Ese gesto, cotidiano y banal, de anotar algo en un papel adquiere profundidad cuando ese “de mi puño y letra” se torna compromiso con el decir; esto es, cuando el que escribe se hace cargo de aquello que enuncia y, en un pacto “de buena fe”, como diría Michel de Montaigne, se presenta frente al lector de la manera más sincera posible. La poesía de Óscar de Pablo pone sobre la mesa esa exigencia militante con el decir, una responsabilidad que hermana, en este caso, tres campos que me interesan y que la posmodernidad parece haber desgarrado: la poesía, las humanidades y la militancia de izquierda. Este libro es un rencuentro de la palabra con el pensamiento, de la escritura con el saber, del compromiso del decir con el diálogo que la poesía hace factible.
El poema que abre la antología tiene un verso que advierte a sus lectores lo que está por venir: “se precipita un denso tejido de palabras”, escribe Óscar. Si bien el texto habla de David Aguilar Mora, estos primeros versos funcionan como un aviso. (Vale la pena aquí hacer una nota para nombrar al compañero David Aguilar Mora, quien nació en Chihuahua el 31 de diciembre de 1939, fue miembro del Partido Obrero Revolucionario, combatió la dictadura en Guatemala y fue detenido y desaparecido en ese país el 10 de diciembre de 1965. Para él y para todos, ¡verdad y justicia!)
Sin quererlo —o tal vez sí—, la poesía de Óscar de Pablo se presenta a ella misma: un “denso tejido de palabras”; desde ese momento todo es emoción e intriga. Primero, por la posibilidad de recorrer ese tejido, una invitación al lenguaje, a la viabilidad del sonido, a la fascinación del decir que se multiplica en cada uno de los textos. Y, segundo, porque la poesía va también develando una serie de historias y personajes que compondrán la memoria del libro y del poeta. Óscar de Pablo se inscribe en una tradición literaria y política, y como buen militante de izquierda va de lo local al universalismo —a diferencia de otros que se centran en la particularidad de los sujetos y son incapaces de imaginar la emancipación universal—, expande su poesía, construye una genealogía propia y se compromete con la memoria olvidada y excluida. Una memoria que él inscribe en sus versos y la hace partícipe de la transmisión poética.
Mientras vamos leyendo podemos palpar el asombro y la admiración del poeta, aunque también hay otros sentimientos que afloran con la lectura: la indignación, el dolor y, diría yo, un sentimiento revolucionario, que está tanto dentro como fuera del poema. La forma y el fondo: desde la disposición en la página, los sonidos, las palabras, los temas y después la relación de los textos con el mundo, ahí, en todo eso, la poesía cobra sentido.
Quisiera aclarar aquí —porque de pronto podría parecer que apelo al supuesto carácter etéreo de la poesía, a esa aura inalcanzable que un grupo de señores le impuso al género— que, en realidad, quiero decir todo lo contrario. La poesía se hace con las palabras del día a día; por eso nos habla, nos susurra historias, nos permite volver a mirar desde sus versos. Esto queda claro en el libro de Óscar de Pablo. No se trata de que nosotros tengamos que “elevarnos” hacia la poesía, sino de que la poesía se teja a pie de calle con las historias de nuestras vidas, que vaya de la guerrilla en Guatemala a una huelga de ferroviarios; que cuente la historia de una no cuidadora de gansos que se llamaba Rosa, asesinada en Berlín el 15 de enero de 1919; que se asombre con el trabajo de los obreros y electricistas que llevan luz (y fuerza) a las casas y talleres; que hable de una huelga de estudiantes que salvó el futuro de quienes llegamos después a la universidad pública; que relate la historia de la madre de un científico acusada de ser bruja; que hable de la ciudad, que nos hable a nosotros y de nosotros, las personas comunes.
Óscar de Pablo elige con minuciosidad los sonidos que engranan palabras para componer la máquina del texto. Esta metáfora es poco poética: una máquina, pero nadie pretende aquí destruir los relojes de las fábricas, sino hacernos de los medios. La palabra como herramienta de la poesía es maleable, elástica, flexible. Se amolda al poema y le da forma. Claro que hay siempre una mano que la guía: el hacedor del universo poético.
Si antes hablé de los sentimientos que este libro despierta, cabe aclarar que están atados directamente a la forma. Puño y letra es un libro de exploración métrica y rítmica que juega con la forma de las composiciones poéticas. La hechura de los poemas responde al tema tratado y el lenguaje varía de acuerdo con la historia. Ahí están las palabras necesarias para nombrar al compañero Mariano Ferreira en el poema “Mientras tanto”, que magistralmente inicia con una “muerte anunciada”: “En la última línea de esta página, van a matarlo a Mariano Ferreira”; palabras para pintar la ciudad como en el poema “Marineros” o en “Purgatorio”, y hasta para hablar de un conejo con alcachofas. (Me parece importante colar aquí un par de líneas sobre Mariano Ferreira: militante del Partido Obrero, estudiante de historia y dirigente de la Federación Universitaria de Buenos Aires, tenía 23 años cuando en 2010 fue asesinado en una manifestación de trabajadores ferroviarios. Mariano Ferreira, ¡presente!)
Volvamos al lenguaje que se moldea, según lo exige el poema. Para ejemplificar esto hablaré sólo de dos textos. El primero es el poema “Dioses del México antiguo: coreografía cívica”, en el que la poesía habla en mexicano, no sólo por las palabras o expresiones que introduce: “la neta”, “chilango”, “allí merito”, sino porque se cuelan en él los sonidos del rock urbano; la cadencia seductora del piropo, y también otras palabras que no son propias de nuestro dialecto, pero que rondan siempre nuestras imaginerías: corrupción, polvo, barrio, oriente de la ciudad, culpa. Entre esta elección minuciosa de palabras tan nuestras, tan propicias para hablar de los dioses de México, también está el sonido: el del poema y el de la vida, el ruido de quienes somos, nuestra forma sonora. Esta preocupación por el sonido recorre todos los poemas del libro; por ejemplo, en el poema que mencioné sobre Mariano Ferreira, cuando De Pablo escribe “van a matarlo a Mariano Ferreira”, se le cuela el dialecto argentino en ese “lo” que para nosotros es ajeno.
Algo muy diferente sucede en el poema “En el escaparate”, donde el castellano torna hacia los sonidos y formas de El Quijote: un “dispóngome”, un “quisier”. En este poema intertextual nos encontramos con la asturiana Maritornes, esa mujer fea y ordinaria a la que el Quijote confunde con una dama de castillo. Entre sus estrofas se teje la historia que escribió Cervantes y el lenguaje del poema es consecuente con ese juego de tópicos y tiempos.
Aunque un papel dice que soy estudiosa de la literatura, he de confesar que mi acercamiento al campo de la poesía mexicana contemporánea es muy reciente, por lo que mi interpretación puede estar sesgada por el desconocimiento. Sin embargo, considero que siempre es importante poner en diálogo las obras, hablar de cómo los libros se relacionan con lo que está afuera. Creo que lo he dicho ya, pero lo reitero: en Puño y letra encontramos una preocupación genuina por la memoria. En un mundo donde parece cancelado el futuro, la preservación de la memoria —de la memoria militante y de la lucha social— se transforma en una garantía de futuro (y, quisiera pensar, de futuro revolucionario). Sin duda, esta búsqueda de la memoria silenciada y la restitución de la verdad de los otros es posible hallarla en varios escritores contemporáneos; pienso, por ejemplo, en las novelas de Nona Fernández, increíble escritora chilena que visita y revisita el pasado de la dictadura para construir sus relatos, o en Gabriela Wiener, que explora su pasado familiar para hablar de la historia de opresión de los pueblos del Perú —y, por supuesto, pienso en muchos más como Roque Dalton y Un libro rojo para Lenin.
Aunque he de decir que en el campo de la poesía mexicana la escritura de Óscar de Pablo viene a llenar un vacío, ¿será éste un vacío poético o militante? Tal vez los dos. Recordando un poco a Dalton: “es un deber urgente de todos los que trabajan y crean en el terreno del pensamiento revolucionario en nuestros países ayudar […] a avanzar” hacia la revolución. Hay en la obra de Óscar un proyecto poético que se inscribe en una tradición específica, y aquí vuelvo a citar al salvadoreño: “poesía para leer, meditar, discutir; poesía de ideas más que de sentimientos, aunque no ignore y recoja los niveles sentimentales; poesía de hechos, de personajes y de pueblos que luchan; poesía que se niega a ser materia exclusiva para la preciosista momificación sonetaria […]; poesía invadida por la vida invasora de la vida, inundada por otras formas de la creación humana y a la vez inundadora de ellas; poesía para ayudar a transformar el mundo”.
El último poema de este libro se titula “Declaración de principios”, y cierra con broche de oro este viaje por las posibilidades del lenguaje y de la historia. Un viaje militante en el que la memoria, a partir del sonido, se coloca como punto de encuentro con un mundo excluido de los grandes relatos de la Historia. Si el libro termina con su declaración de principios, ésta nunca nos es ajena en la lectura de los poemas; se hace presente en cada verso, en cada palabra que dota a la poesía de una búsqueda y una promesa: “te diré la verdad, gente, mi gente”, escribe Óscar de Pablo, y yo añado: “saldrá de su puño y letra”.
Autor
Lucía Pi Cholula
/ Ciudad de México, 1987. Poeta, ensayista y narradora de viajes. Sus textos han aparecido en Revista de la Universidad Nacional, Revista Común, Periódico de Poesía, Nexos, Gatopardo, Intervención y Coyuntura y en libros colectivos. Es autora del libro Este mapa no es de Berlín (2023). Sus intereses giran en torno a la literatura urbana, el archivo, la escritura sobre el cuerpo y la enfermedad, la crítica literaria, el feminismo y la militancia política. Es licenciada, maestra y doctora en Letras por la UNAM. En 2022 fue becaria del programa Jóvenes Creadores, en la disciplina de poesía, del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales del FONCA.