Alberto Cisnero, Mi recherche, Barnacle, Buenos Aires, 2022, 54 pp.

El título de este libro nos conduce por un terraplén que, entre otras cosas, es el espacio liminar y una referencia a la lectura y a la experiencia. El pronombre posesivo nos conduce a una experiencia particular y a una búsqueda que se relaciona con la forma de escribir un poema y otra palabra. Es un libro de secretos. Pero también de voces a través de las cuales se suceden imágenes, registros, impresiones. Una serie iconográfica —fotografías turbias y descoloridas— que se abre con un canto: una voz que dialoga y espera. No dar más que lo que se tiene.
de tierra. allá, donde la tierra termina. (3)
Aunque esta serie también se constituye como una memoria que acumula y descarta, que permite elegir una palabra por otra. Ahora es el canto que aparece nuevamente entre estos secretos que este libro nos propone. Pero ¿qué es el canto? Mi recherche se abre y se extiende como en secuencias, se disemina incluso cuando calla, cuando la nostalgia aparece sometiendo al ritmo y al poema.
y peligrosos: desesperación. nos equivocábamos
mucho, jugábamos a encuéntrese usted mismo,
a cuídense y sean felices. todavía bebíamos
demasiado. (22)
Porque también el pasado se instala como un “fantasma” que acecha para crear una posible imaginería. De igual forma, estos poemas nos proponen un recuerdo y una forma de ver el pasado. Y aunque esté presente alguien más en este diálogo (prima la primera persona del plural), el recuerdo es siempre solitario. Y sucede que la estructura de cada uno de los poemas es también parte de la secuencia de aquella memoria, de una experiencia visual y de un ritmo. Como pequeñas piedras que van encastrándose unas a otras y van trazando un camino.
Y también la escritura es necesaria complicidad: “(acá debería / continuar la frase, ya se me ocurrirá qué)”, mostrar el anverso del recuerdo y de cómo se puede recordar. El poema es también una forma de pensar el pasado y de pensar un libro que se abre en un momento y en un poema. Hay una inexplicable tensión de avance-retroceso y de eso también se trata la escritura. El camino que ofrece Alberto Cisnero (La Matanza, Buenos Aires, Argentina, 1975) es un camino de palabras que afirman y asientan una tras otra, como los días que pasan y cambian de humor y de claridad.
sin confesión. nada más dulce. cada cual
para sí y que la llovizna te guarde de presentar
excusas o, peor aún, explicar circunstancias. (18)
Cada uno de estos bloques compactos nos presentan situaciones donde las acciones son límites, un aquí donde lo cotidiano se desdibuja y se vuelve particular. El río es un calidoscopio que resuena a lo largo de todo el libro. El río que se ve y el río que es palabra. Y también es el contrapunto del camino de piedras. Es otro camino que se desprende y se transforma en lejanía: “…estaba el río. y luego estaba el río que recordaríamos”.
Mi recherche es otra forma de recordar, como hablar es también otra forma de la memoria. No hay fotografías, sino la memoria que recupera con cada palabra la imagen nostálgica de un “antes” que resulta experiencia de lectura y de observación. Y aquí no es sólo ese pasado individual, sino que se presenta en un pasado colectivo. Recordar es escribir y señalar el detalle del recuerdo. Alberto Cisnero construye “una búsqueda” personal que es expiación y quietud. Ahora es el río el que comienza a dialogar. Empieza a hablar de lo que se creía perdido.
3-
el camino adelante y la sombra dentro.
se convierten repentinamente en pasado.
como si tuviésemos algo que perder.
no debí buscarte acaso. qué luz quedará
dando un contenido preciso a nuestras faltas.
cuántas veces tendremos que despedirnos.
de nada serviría saberlo en esta tarde.
resistimos toda forma de explicación
y un día no tendremos más que un puñado
de tierra. allá, donde la tierra termina.
13-
hablamos en jerga porque somos del suburbio.
nunca hubo disparos de advertencia (acá debería
continuar la frase, ya se me ocurrirá qué).
a Kevin Amarilla lo mató la policía. escribimos,
tachamos o quemamos y seguimos en la misma
dirección. directo a las colisiones. desde los viejos
tiempos. son nuestras palabras, nuestras lises.
todas y más. el parpadeo luminoso de las imágenes
sobre los charcos. y los tilos allá lejos. y el río
allá lejos. se alejan. se alejan. pero no
tengas miedo, estamos unidos en este libro.
18-
para quien anhele la emoción estética:
ninguna línea refrendaremos, ni una sola
piedra hemos de elevar. es otra cantiga
directa y sin adornos. la historia del idilio
que nos mantiene vivos sobre la tierra.
vivimos con lo puesto y vamos a morir
sin confesión. nada más dulce. cada cual
para sí y que la llovizna te guarde de presentar
excusas o, peor aún, explicar circunstancias.
22-
teníamos algo que nos volvía más solitarios
y peligrosos: desesperación. nos equivocábamos
mucho, jugábamos a encuéntrese usted mismo,
a cuídense y sean felices. todavía bebíamos
demasiado. no podíamos saber que un día
nos iríamos lejos. dormíamos en pensiones,
en casas tomadas o en salas de hospitales.
una mesa, una silla, pluma, tinta y papel.
de la encuadernación pendía un cordel de seda.
tendido y muteado, en nuestro honor, estaba
el río. y luego estaba el río que recordaríamos.
Autor
Lucas Margarit
/ Buenos Aires, Argentina, 1966. Poeta, traductor e investigador. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Sus libros de poesía son: Círculos y piedras (1992), Lazlo y Alvis (2001), El libro de los elementos (2007), Bernat Metge, Brevissimo tratado sobre el asombro y Telesio (2023), así como dos de ensayo: Samuel Beckett. Las huellas en el vacío (2003), Leer a Shakespeare: notas sobre la ambigüedad (2009). Ha traducido obras de William Shakespeare, Sir Philip Sidney, Henry Neville, W. H. Auden y Samuel Beckett, entre muchos otros. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, catalán e italiano.