No. 85 / Diciembre 2015 – Enero 2016 |
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Us Latino Poets en Español |
Eugenia Toledo |
por Xánath Caraza |
![]() Toledo comenzó a escribir poesía en 1960 pero todo se perdió en 1973. Desde entonces es residente de Seattle. Autora de diez libros de educación para adultos y cuatro poemarios, Arquitectura de ausencias (2006), Tiempo de metales y volcanes (2007), Casa de máquinas (2013) y para 2016, Trazas de mapa, trazas de sangre. Toledo escribe en español y todos sus libros son bilingües. Usa poesía concreta y poemas en prosa. También escribe poemas en verso libre. Los sentidos están muy presentes en sus líneas, los que nos envuelven, nos hacen ver a través de una ventana oval con fondo blanco, o nos permiten sentir el viento ulular entre las frondas de los árboles o miradas que se penetran mutuamente o recordar la última vez que vimos a un amigo. Cielos amplios y poesía honesta, aunque a veces dolorosa, son parte de los sueños y recuerdos de Toledo. Para esta ocasión he seleccionado, de Trazas de mapa, trazas de sangre (2016), en exclusiva para Periódico de Poesía, los siguientes poemas, “Nocturno de mis huesos”, “Trazas de mapa”, “Colgar la ropa al sol” y “Fragmentos”. Nocturno de mis huesos La fórmula para viajar es mirar por una ventana oval en blanco. El rumbo te hará señas, * Volver a ti * Ahora sé que la palabra cordillera cuando la nombro huye y continúa llamando mi nombre (El día abrió su boca como cráter de volcán * Aquí estás, mi país. Eres una buena tierra Ven, replicas Me tiendo a tu costado * Una mirada oculta vacila en el aire cada vez que te miro la divinidad practica sin experiencia el arte de crear yo soy Rea ahora y vengo a defender nuestro caso Trazas de mapa Sueño las trazas de la tierra rupestre permanece cápsula del tiempo precaria cénit amarillo de lluvia sobre la arena o de arena el amor la mitad me mira de lejos las raíces de los árboles levantando piedras dice tal vez a lo mejor después nunca suspenso en la ceremonia nocturna todavía Colgar la ropa al sol La lámpara de mis brazos con que ilumino tu cuerpo, se apaga en las lagunas que nos separan. Aún así saldo los espacios sin darme cuenta y te alcanzo. Tierra de otras épocas que vive en un viejo mapa colonial tan inscrito en imágenes y tan pensando en versos, tan manchado de café. En tu útero, esqueletos van y vienen por las calles que marcaron la piel de las noches que pasaste en vela. En ti los pobres entierran y desentierran sus muertos, caminan alrededor de una plaza, llevan pancartas con una foto donde se lee “Dónde están” o “Por los hijos caídos, luchamos sin olvido”; bordan arpilleras a lo Violeta Parra o bailan la cueca sola. Es necesario aprender el abecedario y creer en un cambio, empezando por colgar la ropa al sol. Fragmentos Fragmentos es lo que poseo. Ramas en vez de árbol entero. Vidrios en vez de una ventana. Cortina en vez de la luz. Voces, pero nadie. Niebla adentro, sol afuera. Otros puertos, pero no estos. Celebro tu partida, pero no recuerdo cuando llegaste. El ayer, porque hoy es un pestañeo. El lugar preciso, no tengo idea dónde se encuentra. El mapa no es el terreno, ni una vida, una línea férrea. Estando aquí, de allá me llaman. La piel con que me vistieron y ahora no toleran. El atasco. El sector metalúrgico al que me ataron: mi escondite. El perro de caza que pusieron para rastrear mis huellas y que ahora se me acerca, moviendo la cola. Este poema que cojea conmigo —por culpa del nervio ciático— mientras avanzamos, perdiéndonos entre las páginas.
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