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Por José Ángel Cilleruelo |
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No. 74 / Noviembre 2014
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Autorretrato con vuelo de ave. Diario de la urraca, de Rodolfo Häsler "Tengo una urraca que lo mira todo", éste es el primer verso del Diario de la urraca (cuaderno paulista), obra de Rodolfo Häsler (1958), poeta cubano-suizo que reúne en su biografía una aversión a las fronteras que se ha convertido en signo de su poesía. Infatigable viajero —este libro es un ejemplo—, del espacio, pero también del tiempo. Su obra concierta referentes de las civilizaciones antiguas, de la mitología clásica occidental y de la popular de tradición oriental, culturas del norte y del sur. Ningún símbolo, se diría, le es ajeno. Es más, en su forma de pensar, cada significado es la acumulación de cuantas referencias culturales han sedimentado en él al paso de las civilizaciones. Unos versos de un poema anterior, Sueño del obelisco, se leen como emblema de su poesía: "No dejarás de viajar, barrido por el viento, de Delfos/ hacia Egipto, Persia, hasta el ojo de Varuna, Surya,/ el que todo lo ve". Esta acumulación de significados, en ocasiones como en estos versos, aparece de manera explícita, pero en la mayor parte de sus poemas está asimilada a una forma de mirar lo concreto, donde prende su escritura. Uno de los Poemas de la rue de Zurich (2000) da la clave de esta poética: "El espíritu del génesis se eleva a partir de lo tangible / y no concibes la vida sin alabanza ni regeneración". La urraca "que todo lo mira" está "ciega". Aquí se produce el arranque simbólico de este Diario de São Paulo, que va a marcar el recorrido poético del libro. El ave es lo "tangible" Con estas claves, paradójicas y ambivalentes ("la duplicidad es un aguijón que se hunde en ti"), los poemas desgranan el laberinto de referencias que São Paulo convoca en Häsler.
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