Joaquín de la Torre
(Ciudad de México, 1991)
babel
a jezabel
en los besos de esa mujer
se vuelve a erguir la torre perdida
de babel/ solo la ruina quizá
qué nos hace qué nos deshace
tiempo y viento
cayeron sobre nosotros
y poco a poco nos sepultaron
y nos guardaron cálidos y secretos
nada puede acabarnos ni hacernos arena
por entre las piedras quebradas de un camino
creceremos como la hierba
lenta y dulce/ tierna y humilde
frágiles desde los escombros/ últimos
gérmenes de todo el mundo
dios no nos verá llegar
Vigilia
A Génesis, por siempre
…miré todas las rosas sangrando entre tu boca
José Juan Tablada
Al filo de la sábana dormía una mujer. Con la actitud rendida que la caricia invoca, mi mano tibia como la de quien ha degollado un animal, se posó sobre su pecho y debajo de su piel sentí un ídolo que permaneció ahí hasta que el frío del día lo llamó. Sentí palpitar al mismo tiempo el aire del que se deshacía y la sangre anudada a mis vísceras que aguardaba, pero la vida es una cosa distinta a lo que creemos que supuran las heridas. El grito que se gestó al filo de la sábana me cercenó el cuerpo cuando ella con la sangre animal despertó hambrienta y se hizo de mi carne y sucumbió mi respiración al resplandecer el día inmediatamente bajo su primer pestañeo.
Paraíso
Es difícil ver cómo la casa de mi infancia se derrumba
lentamente. La pintura pálida,
las perillas de la puerta que caen,
las duelas que se hunden
aunque se sueñan aún árboles,
resistiéndose a las pisadas.
Veo cómo los años caben en pequeñas cajas de cartón;
cómo los tesoros que arrojo en el basurero
cuando de niño arrebaté a bravos piratas
son ahora de los reinos ciegos
pedazos sin sentido de plástico.
Llevo conmigo reliquias
pero he olvidado como quien carga cicatrices.
Llevo la ausencia: un plomo clavado.
Sólo la muerte es enfermera.
A dónde botaré mis maletas,
cuánto tiempo durarán ahí,
cuándo serán hogar de arañas y moscas.
No tarda el tiempo en llegar
a cobrar una ridícula renta.
Barre a la infancia hasta el portón
y la desaloja, a través del mundo anda
y nunca más llega a ningún lado.
Es difícil ver los cementerios
derrumbarse lentamente:
la tumba como la cuna es casualidad;
se lleva nuestros huesos
quién sabe a dónde, a no me acuerdo.
Qué importa si aún valen para alguien
aunque sea sólo para engañar el hambre
como estás cajas de cartón que cargo
sin mirar atrás,
mientras escucho cómo la casa se cae a pedazos.
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