marzo 2014 / Miscélanea

No.068_Josu Landa – Himno al tótem

No. 68 / Abril 2014


Himno al tótem

Por Josu Landa

 

Creo que fue algo de Darío Jaramillo Agudelo donde leí, hace ya lustros, que la clave de la inserción social de un poeta y su obra radica en la conjunción de talento, disciplina y promoción. Octavio Paz encarnaba como pocos esta fórmula, lo que explica la proyección de su figura en el tiempo. La calidad y cantidad de sus escritos —emanación de su gran talento y de su disciplina intelectual—, así como su amplia presencia en el mundo de la cultura —fruto de una esmerada, sostenida y eficaz promoción— dan cuenta de la vitalidad con que el más eminente intelectual mexicano del siglo XX pervive y se reafirma en el canon literario hegemónico.

Octavio Paz en la deriva de la modernidad, de Jacques Lafaye1, es un libro que se inscribe en el proceso continuo de una merecida promoción de la vida, obra y milagros del gran poeta de Mixcoac.

Los siete escritos que compendia el mencionado volumen, junto con el consabido Preámbulo  ¿y las páginas que hacen las veces de conclusión, terminan siendo un himno al tótem en que se ha convertido la figura de Octavio Paz, aunque el autor hable de un intento de "mostrar cómo un joven poeta mexicano, de nombre Octavio Paz, se convirtió, hace medio siglo, en Nueva York y Berkely primero, pero sobre todo después en París, en un espíritu universal". Los seis juegos de fotos que acompañan a los textos refuerzan el tono epidíctico del libro.

Desde luego, el justamente afamado autor de Quetzalcóatl y Guadalupe evita caer en la simple hagiografía y compone este libro sobre Paz recurriendo a un trenzado múltiple de fibras contrarias y complementarias: la ponderación admirativa con la honesta reserva crítica o dubitativa, la andadura intelectual del poeta con el curso de la terrible historia del siglo XX (lo que acaso cabría asumir como "la deriva de la modernidad" a la que refiere el título del libro aquí recensado), el anclaje de Paz en lo singular mexicano con su proyección universal, la voz estrictamente poética con la tesis nimbada de estro… Con ese proceder, Lafaye teje una fecunda aunque fría genealogía del gran intelectual moderno que fue Octavio Paz y priva al lector de toda seña ‘demasiado humana’ del personaje. Ni siquiera alude al proceso de formación del poderoso caudillo cultural en que se convirtió el poeta, en todo el ámbito de habla hispana.

Las ‘trenzas’ que con mayor riqueza presenta Lafaye, en este libro, son las que ligan la vida intelectual de Octavio Paz con su circunstancia histórica y la búsqueda personal del poeta con sus mentores teóricos e ideológicos. El autor francés hace un alto en el camino de sus investigaciones históricas, para homenajear a su amigo mexicano, con un libro cuya sustancia radica en siete composiciones sobre otras tantas dimensiones del trayecto artístico trasegado por Paz: el parisino, el peregrino, el solitario, el visionario, el rebelde, la persona y la mirada. Esta última se cuece un poco aparte, pues versa sobre las extraordinarias dotes del poeta para la apreciación y la crítica del arte de su tiempo, por lo que ostenta cierta independencia. Las seis restantes dan cuenta del proceso ‘autopoético’, el movimiento de creación de sí, que hace de Octavio Paz quien termina siendo Octavio Paz. En realidad, se trata de textos que actúan como capítulos prácticamente seriados, en los cuales se aprecian los empeños de un poeta por vincularse con las personas adecuadas, en los lugares y momentos apropiados, en la ruta que va del Congreso de Intelectuales Antifascistas de 1937, en Valencia, al Premio Nobel de Literatura en 1990, pasando por algunos de los más poderosos círculos del jet set cultural de su tiempo, sitos en Estados Unidos, Inglaterra y Francia, con el paréntesis al principio indeseado de la India.
La utilidad de este libro de Lafaye tiene algo de dudoso. Ninguno de los escritos que lo componen es un tratado minucioso, que pudiera satisfacer al lector habituado a los rigores de la academia. Para eso, debería ofrecer un amplio y puntilloso aparato crítico, así como mostrar puntualmente los procesos crítico-creativos emprendidos por Paz en su relación con sus antecesores y rivales teóricos. Lejos de eso, el historiador francés prefiere valerse de la memoria personal —literalmente extraordinaria, por lo demás— y a signos de cariz anecdótico vagamente documentados. No todos los que pongan sus ojos en la páginas de este volumen se conformarán con saber, sin más, que el poeta "derrocó sin reparos" a ídolos como Vasconcelos, "por insuficiente", a Rivera y Siqueiros, "por intolerantes" y a López Velarde, "por cursi". Pero esa laxitud discursiva no se traduce en una mayor pregnancia existencial, humana, de su escritura. Hay ahí una suerte de medio tono de la elocución, que difícilmente contentará al lector-escalador o al lector-corredor-de-fondo y dejará con la ganas a quien quiera calar más hondo en la humanidad del homenajeado.
Con todo, la estatura intelectual de Lafaye no deja lugar a decepciones. Siempre se aprende mucho del también autor de Mesías, cruzadas, utopías: el judeo-cristianismo en las sociedades ibéricas. Por caso, los pasajes dedicados al influjo que ejercieron en Paz las Rencontres Internationales de Genève de 1951, donde el poeta se impregnó de los asuntos y problemas que atraían la atención de pensadores como Ortega y Gasset, Merleau-Ponty, Starobinski y otros que, con palabras vehementes y lúcidas, remitían a pensamientos como los de Jacques Riviére, Valéry Larbaud y muchas otras figuras de la vanguardia intelectual del momento. En palabras de Lafaye, "las cuestiones debatidas [en esos encuentros] resurgieron en toda la obra de Octavio Paz" y la experiencia fue tan decisiva en la evolución intelectual del poeta como la del congreso de intelectuales antifascistas de Valencia ya aludido, para la forja de su ideología. Igual de reveladoras resultan los contundentes señalamientos que hace Lafaye sobre el fondo religioso del pensamiento de Paz, como cuando asienta que "hay un esquema religioso, aun si es metafórico, como principio de explicación posible de toda la obra, poesía y prosa de Octavio Paz." Un ejemplo ostensivo a este respecto: las afinidades del subtítulo de su obra sobre sor Juana, "las trampas de la fe", con el desencanto ante los movimientos y países guiados por la fe en la revolución bolchevique y sus derivaciones.

El centenario de Octavio Paz puede ser crucial para el futuro de la recepción de su obra. Es una buena ocasión para hacer un balance, para inventariar y ponderar sus contribuciones artísticas y teóricas. ¿Hay tesis genuinamente paceanas, más allá de controversiones como las que albergan, por caso, las páginas de El laberinto de la soledad y Sor Juana Inés del Cruz o las trampas de la fe? Leyendo a Lafaye, podría pensarse que Paz tejió una extensa trama discursiva. mediante el procedimiento de "traducir a lenguaje poético" o de "enriquecer con su magia estilística" ciertos hallazgos e intuiciones de buena parte de los pensadores y críticos más connotados de su tiempo. Si, como concluye Jacques Lafaye, la "filosofía" de Paz "fue una poética", acaso quepa concluir que lo más genuino, valioso y duradero de su obra es su poesía, incluso la que rezuma su prosa.

Ciudad de México, marzo de 2014


J. Lafaye, Octavio Paz en la deriva de la Modernidad, México, FCE, col. Vida y Pensamiento de México, 2013.

 

marzo 2014

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