Teresa Azuara
(Ann Arbor, Michigan, 1950; vive en Querétaro)
(Con fotografía de María Tello)
San Agustín 115 (I)
“No se quiebra esta unión sin que algo muera
en la casa, en el hombre… o en los dos.”
Dulce María Loynaz
Inconmovibles
el árbol de sangre libanesa
el ficus
la aralia enmohecida
abro la puerta
golpea mi pecho
el blanco polvo de tu desnudez
Ocho años de abandono
Me duelen las grietas de tus muros
tus pisos reventados
el eco de la ausencia
en tu vacío
¿Dónde está la firmeza
con la que te erguías?
¿Dónde la risa y el aire limpio
en tus espacios?
¿Dónde la efervescencia de tu canto?
Me conmueven
la arcilla en tu subsuelo
y el agua subrepticia
que explota tus arterias
Tu derrumbamiento
y tu llanto lloro
busco la oración no la encuentro
invoco
el pulso del sol en tu techumbre
invoco a la esperanza
no abandones mi anhelo de habitarte
espero silenciosa
tu regreso.
San Agustín 115 (II)
Esta casa está embrujada
me expulsa – quiero decir que
ha envejecido mucho…
Yannis Ritsos
Tus paredes se abren en lo alto
Se hunde tu estructura
Como barcaza en un naufragio
¿cómo podremos habitarte
si el fuego de tu interior
descobijado
se ha convertido en ceniza?
En la oquedad de tu silencio
Se esconde la cólera
Que me sacude
Ante el inevitable derrumbe
De lo que fue mi hogar.
Tu anterior tibieza
Se ha perdido
Se han resquebrajado
Mis mañanas
camino por tu espacio
como por un laberinto
donde quizá nunca encuentre
la punta del hilo
que me salve.
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