Carmen Camacho
(Jaén, 1976)
VOLVÍ ASQUEADA LA espalda
al sonido de su lápiz cuando anota
al margen de los versos
consagrados;
a la cerilla consumida
y atrapada por la luz
de neón blanco
de carne blanda
de lengua tosca
si lame,
si besa.
Para colmo,
dormí destapada.
Aquella noche
-sola ante el mundo y el lavabo-
deseé
a todos los imbéciles
menores de veinticinco.
Alejandro Campos Oliver
(Cuernavaca, Morelos, 1983)
Las hojas del ficus son corazones de estrellas
Las hojas del ficus son corazones de estrellas
Se elevan como manada de gestos que zurcen mares
trepan el aire como gorriones en vuelo
zigzagueante
Las hojas del ficus son corazones de estrellas
Se elevan como manada de gestos que almuerzan polvo
leen el fuego como nerviosos búhos
Las hojas del ficus son corazones de estrellas
Se aman Se remiendan como el fuego
Se montan como el polvo
Se engullen como el mar
Se repasan como el aire
Perennemente breves
Incesantemente huidizas
Sólo son hojas
Sólo se aman
Sólo se elevan
Raúl Díaz Rosales
(Málaga, 1979)
[Hoguera]
Para Alberto Santamaría, por los versos prestados
Lentamente, la lluvia ha comenzado
a construirse. Luz que esquiva el cuerpo
para oxidarse en olas apagadas,
tirita el aire huérfano
y el cielo se desmonta en torno al fuego.
Está escrito en los hombros de las jóvenes:
este es el fin de todos los veranos,
del brillo en el temor, los calendarios
impacientes, los cementerios de algas,
los billetes de ida y vuelta al infinito.
Y aunque la orilla agonice una súplica
–nadie sabe cuánto invierno es capaz de aguantar
un hombre solo– es cíclico el dolor, una marea
atenta en el desgaste, implacable
y displicente en las heridas.
Este el paisaje en que enterrar tu infancia.
Con cuentos suicidas sobre la amarga seducción
de las condenas podrás improvisar
un responso frágil, mientras en torno al sol
se contrae, llamas secas, el verano.
La pira fúnebre de viejos días,
su magia en las cenizas, es la última
postal de los veranos…
de otra vida
Karina Falcón
(Ciudad de México, 1984)
iiixix o fragmento extraído del Cuaderno Rojo
(con toda la formalidad que esto implica)
He decidido creer, es decir amar el cuadro que se ofrece
allá, fuera de la ventana: los guantes blanquísimos que
hacen los lindes de mi ojo y son circo a mi entendimiento,
sus molduras. Cercos curvilíneos que en el aire son espira
les truncadas, redondeles de mármol, orbes perfectas y
llenas de lo intangible. Aquel rostro me observa, es incisivo
y no logramos delimitarnos, parece su anhelo cruzar la
ventana para comenzar a ser una certeza, existe y deja
de existir en la distracción del trazo. Es su rostro como la
lluvia que va y viene y vira su ángulo de caída a cada
segundo. La única certeza no es la lluvia, o el rostro o los
guantes blancos o la ventana, sino la mirada que los traza
a todos, caída, es decir, escribir que
alguna vez hubo mirada, trazo, rostro, o punto primero
en la escritura.
Borja de Diego
(Sevilla, 1988)
Walking around
Me duelen las luces de ciudad.
El rumbo anárquico de los perros.
La serenidad de los nichos.
Las cruces de farmacia
y el arte urbano.
Las noches sin clemencia,
el hueco que hieres en mi cama
y la vigía de unos pocos
contra el amanecer.
El dolor
que ofrecen
las vidrieras.
Natalia González Gottdiener
(Ciudad de México, 1984)
XIII
Qué me das porque esta historia no pase,
porque este tiempo calavera no sea tiempo,
porque mis palabras en racimo respondan,
las mil y una dudas que dan los diarios.
Dime si a tu andanza vamos,
de qué color es mi ciudad.
Di si no duerme
y en ella mi irrealidad
se realiza:
Sino blanco,
Sino negro.
De qué color es mi ciudad,
de qué color.
Me visto historias en los ojos,
mi verdad transita la mirada,
camino a presentir o volverse atrás.
Recibo papeletas
tiro papeletas.
Me mueren mis personajes
vivo de las preguntas
Al otro lado doblo la esquina,
cierro el círculo,
encuadro mis imágenes a un ritmo.
Jaime Galbarro García
(Sevilla, 1981)
Canto elemental
…quiero tallar la piedra con el cuerpo
Jules Asimov
Nadie como tú, piedra que me habitas,
nadie, sabe del canto elemental
que rueda en mis costillas.
Nadie como tu, canto que descansas
tu peso condenado en mi historia
y prolongas tu hábito
de piedra dura y sola
por la vieja muralla de mi cuerpo;
como tu, nadie sabe
qué edifico y destruyo
con mordaza y a ciegas,
qué levanto y deshago
con las manos al viento.
Cuerpo de piedra, o piedra
dentro de un cuerpo en pie sin esperanza,
al borde agotado de la noche
asomas tus despojos.
Cuando ruedas por él,
saltando cuerpo abajo,
con el secreto a cuestas,
tus alas de piedra
se frenan con el cielo de mi pecho,
y algunas chispas hieren
la blanda geometría de la sangre.
Moisés Villaseñor
(Atizapán, 1980)
VI
Yo también uso trucos para ocultarme en escondrijos
que me llenan de sentimientos sustitutos.
Yo también traigo espinas en la corona,
el temple sencillo de la desesperanza,
a mí nadie me cuenta de amores perdidos para siempre
ni de errores que cuestan la compañía.
Sé que te invento historias de amor aburridas,
sé que se me nublan los ojos con una falda
y que sumergiría el intransigente sentido del miedo
en algún rincón de la soberbia.
Aquí está la noche, bajo tu aroma,
sobre el desliz de tu piel palpitante.
Pero a mí lo oscuro no me daña,
no caigo con el primer golpe al orgullo
ni me doblego ante tu insistente ausencia.
Y es que yo también traigo abollado el deseo,
Y a mí nadie me cuenta de amores perdidos para siempre
ni de errores que cuestan todas las intermitencias
de una luciérnaga con ojos de niña.
Juan Manuel Gil
(Almería 1979)
Travis
En 1984
el loco Travis dejando el desierto
parís ardiendo en la imaginación
sobre una postal un campo de trigo
el montaje de apenas un vida
la distancia o el travelling
2000 millas para llegar a Texas
Travis haciéndose con la ciudad
en 144 minutos
París es lluviosa diariamente
París no es única
París
las autopistas
Travis ya cadáver en la memoria
los secretos de una guantera
la esperanza de un mapa escrito al dorso
detenida la imagen
en 1984
Iván Vergara García
(Ciudad de México, 1979)
A VECES LOS primeros destrozos avisan antes
y es nuestra condena renegar esa pena
cuando también llamamos al dolor a voces.
A veces son necesarias las heridas
para sembrar estaciones, para dormir calmos,
para esperar la corona de espinas y su triste alivio.
A veces es tan perra la espera
que solemos rompernos el alma,
solemos vestirnos de montañas o de nada.
La condena llega, también lo sabemos antes
y que nos besemos es lo más penoso,
que nos miremos y que la desnudez sonroje,
que los roces hieran y torturen,
que decir palabras confirmen certeros muros,
perfectas ciénagas.
Cuánto y tanto nos esforzamos por ello,
qué se yo,
sólo que entre tú y este cuerpo
queda una ciudad por recorrer
y en ello la trampa
nosotros ya éramos dioses.
Rubén Martín
(Granada, 1980)
Radiografía del temblor
La punta de una aguja
se aproxima
a tu pupila; la sientes contraerse,
desafiar el miedo imitando su filo,
aceptando sus reglas. Movimiento
invisible, de tan lento, de tan ínfimo:
¿A cuánto tiempo aspiras? ¿Una vida,
unos milímetros, un mundo?
Y la aguja
parece no avanzar, y tu mirada
va pactando en secreto, con paciencia infinita,
el encuentro final de acero y ojo.
Anuar Zúñiga Naime
(Ciudad de México, 1982)
II
Mesías mariguanos merodeando muladares monarcales.
Mandatarios megalomaniacos; miopes, mandando masacres
mundiales; matanzas macabras.
Miedo mediático, mediáticas mentiras moldeando mentes maleables.
Magros muros mostrando musgo-marketing. Moho modernista.
Maricas maquillados: moradores marginales.
Manos menesterosas mendigando monedas.
Médicos matasanos mordiendo matrices moradas, matando madres
menores.
Monjas masturbándose.
Moral malsana, morbosa.
Máscaras marfiles mirando mudas.
Mercenarios maleantes mutilando mártires mustios (musulmanes,
marxistas, mujeres, morenos, mulatos, más…).
Místicos mediocres mercadeando miedo.
Macilentas; maliciosas miradas malabareando milagros malogrados.
Marasmo mercantil, modernidad medieval.
Metrópolis mezquina, marrullera muertadehambre… misántropa.
Mundo mingitorio.
Mundo minado.
Mundo moderno.
Madre, moléstate.
Manda maremotos, meteoritos, malaria.
Moviliza motines, marcianos malintencionados.
Ménguanos.
Mérmanos.
Muélenos.
Mátanos.
Raúl Quinto
(Cartagena, 1978)
El informador
Todos aguardan gritos. Pero nada se escucha.
Georg Heym
La verdad, la mentira,
la distancia que cesa al roce de los dedos,
palabras nunca dichas, heridas siempre abiertas
que llueven sin sentido como enjambres de polvo,
mi verdad, su mentira,
el hueco que se agota de contener los ecos,
palabras siempre muertas, heridas nunca plenas.
Persiste la palabra
tras el disfraz, la nada.
Su verdad, mi mentira.
Se puede ver la marca de unos labios, el beso,
se puede ver el poso de un ataúd violado,
los susurros hundidos bajo las hojas ocres,
los muñones de barro, el cáncer de las nubes,
pero la verdad no.
De La piel del vigilante, 2005
|