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Por Claudia E. Sastre |
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“Y luego, cuando todo
acaba porque todo acaba, además se llora” A lo largo de esta treintena de poemas, Corbalán construye una máquina de duda. Nada está asegurado, todo es provisorio, todo se borra y se reescribe, se deshace y se hace nuevamente. Aquello que tenemos como propio, a la vez lo construimos con el otro y es la experiencia. De eso se trata. Miradas de mujer. Dentro de la tradición poética neuquina, la lírica de Macky Corbalán funciona como una bisagra que articula el lirismo absoluto de Irma Cuña y Mariela Lupi, con el realismo desenfadado e irónico de Raúl Mansilla o Aldo Novelli. Los espacios de tránsito de su poesía son aquellos reivindicados históricamente por la poesía femenina: la casa, la cama, la cocina,el cuerpo, pero estos espacios se amplían; lo doméstico se extiende hacia la calle, hacia la plaza del pueblo. El yo lírico tan fuerte y tan marcado de Corbalán se extiende hacia lo público y se transforma en política. Lo mismo pasa con “lo familiar”: hermanos, padre, madre, hijos. Prescindiendo del registro confesional, incluso de la autorreferencia, hasta el mínimo gesto -como encontrarse en la calle y de casualidad- se convierte en un gesto político. Política de género, de sexo, de familia, de público y privado…más que un libro de poesía, que lo es, y además excelente, Como mil flores es una máquina, una máquina de duda, una máquina crítica… Macky Corbalán nació en Cutral Có (Neuquén) y cuando debe nacer, sigue eligiendo esa ciudad aunque vive en Neuquén capital desde hace muchos años. Es poeta, periodista y trabajadora social. Activa por los derechos de mujeres y lesbianas en el grupo fugitivas del desierto, y también por los derechos de los animales no humanos. Es geminiana y de Boca. Publicó “La pasajera de arena” (1992-Libros de Tierra Firme), “Inferno” (1999-Libros de Tierra Firme) y “Como mil flores” (2007-Hipólita Ediciones).
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