septiembre 2024 / Inéditos

Ventanas de una ciudad desconocida

 
Sueño mudo

Estaba dentro de una casa de campaña en medio de la ciudad. Un pequeño​​​​ parque triangular entre avenidas.

Había al menos siete huevos: mi cuerpo, el sueño, el parque, la casa de campaña, el huevo que yo dibujaba, el lápiz resquebrajándose.

Es decir, había al menos diecisiete huevos: el mundo, mi casa, mi cuerpo, el sueño, el parque, la casa de campaña, el huevo que yo dibujaba, el lápiz resquebrajándose, el huevo que el lápiz resquebrajándose dibujaba, la casa de campaña como una hamaca descolgada, el parque hostil de la ciudad, el sueño que pasaba más allá de la ciudad, mi cuerpo dentro del cual avenidas tras avenidas, mi casa en otra ciudad, el mundo.

Pero yo venía a contar otra cosa.

Si la punta de la torre desgarra el cielo,
si el fuego no lo cocina,
si al final del corredor hay otro huevo,
y otra fogata,
si invento a un hombre fuera de la casa de campaña
y corresponde con algún nombre,
si mis ojos son ventanas de una ciudad desconocida,
si de un lado de la balanza está el huevo,
y del otro, el olvido,
si ese hombre está en silencio,
si puedo mover la punta de la torre
para que no rasgue al cielo por dentro,
sino al huevo por fuera,
si la ciudad se inunda,
si el fuego se apaga cuando despierto,
el lápiz que dibuja el sueño es la espada que lo desmorona.

 
 
uña menguante

el camino da la vuelta
tantas veces que se hace círculo
callejón de esquinas pulidas
red de pegamento enredada
al hartazgo
si mañana
rodando sobre mi cabeza
si pasado
mañana
me pinto las uñas
me las despinto al día siguiente
será lunes
será lunes de nuevo
bajo la misma colcha girando
palmas que recorren la calle
alisando baches
esta sábana aún sin huecos
recién lavada
y los árboles tintinean
navidad en primavera
si hay esferas rotas en primavera
turgentes en las ramas
el recuerdo del frío cuajado en morado
duele mirar tanto pedazo
mejor el calor entre las cobijas
estaciones cerrando y abriendo
el párpado de la noche
y los días violentos
disfrazados en brisa cálida
rebajas en faldas de temporada
mejor vestirse de círculos amplios
sedosos sintéticos
que den ganas de arrugarlos
y comerse la tela entera
sábanas de cielo
de luna llena
sin estrellas espectaculares
anunciando al verano chillante
si pudiera hilarme en un lienzo
tan delgado como el barniz
intrincado
apretado
y vestirme de ese color pálido mate
hueco de mirada
enredarme en el aire lento
ser la esfera roja y muda
durazno cristalino
que alguna mano toma sutil
sin dejarme caer
ni resquebrajarme como la luna
trizas
uñas menguándose
las unas a las otras
la mano me toma entera
soy del tamaño exacto de la palma
su caspa de luz apenas y corta
se queda siempre por dentro

 
 
abuela

el día era de un azul exagerado
los colores entraban por bocanadas
la mirada era agua transparente
campo en plena ciudad asolada
la sed era como un halago
al que se responde con silencio.
rebasé a la muerte
como si nada: una procesión lenta
tráfico de domingo
yo de rosa buganvilia
sin prisa y sin embargo
más veloz que los cuerpos negros
de quienes conocí sólo espaldas.
abuela
si pudieras ver ese azul
este azul
tan real e inmaterial
no como la tele
o los recuerdos
ni siquiera como las fotos
abuela
me dijeron que no podías hablar
que tu voz se enmarañaba en el aire
balbuceos
sonidos que no encuentran su forma
que tendría que tomarlos entre las manos
desenredarlos
abuela
tus ojos azul mate
me decían no te conozco
balbuceaste
hice como que te entendía
y cuando me reconociste
fueron cuatro sílabas perfectas
mi nombre en el aire
azul como ese día
abuela
yo no te digo abuela
sino ese nombre más corto
que viene de un balbuceo anterior
igual que tú
no me llamas por mi nombre
salvo ese día que de pronto
articulaste mi cuerpo con tu voz
y me parecí a mí misma
dentro de ese sonido
pintada en azul
por tus ojos
abiertos
abuela

 
 
ese lugar existe, sus silencios
existen, la luz vincula todo
las líneas de las cosas buscan
otras, y mientras que los árboles estallan
en esta primavera calurosa, una liga se estira
en el mundo, como si hubiese en la mañana
un trazo simple de la noche
simple como el limón
para la limonada, como la lejanía
cuando es simple la lejanía, simple
como ligar con calentura, un trazo así de simple
como lamer el aire y ver un lago

a partir de un poema de Inger Christensen, del libro Alfabeto

 
 
por siempre veintiuno

qué pensaría julio césar
de la nueva película de paul thomas anderson
la vida representada en edición cinematográfica
qué hubiera pensado de forever 21
si recorriera sus dos pisos de estanterías y escaleras eléctricas
con telas del medio oriente tintes de china lejana
tres hermanas judías actuando en los ángeles
parecidas entre ellas como lenguas romances
julio césar en un oasis de la ciudad de méxico
estacionamientos subterráneos
con letras fenicias y números decimales
en columnas sólidas
una plaza con más objetos que personas en el coliseo
la recordaría como un sueño una visión de abundancia
o como yo recuerdo ahora una película de domingo de cruda
sustituyendo la tarde
el día en que una cita no fue lo que fue
una cita a los veintiuno
es decir no seré julio césar
ni aquiles que murió mucho más joven
tendré unos aretes plateados
de ninguna manera de plata
cómodos dentro de la sala de cine
aguardando la emoción del estreno
que con suerte durará un par de horas
lo que la última película de paul thomas anderson
que julio césar nunca podrá ver
pero yo sí

 

 


Autor

Carolina López Moller

/ Dinamarca, 1994. Ensayista y poeta. En 2021 fue finalista del Premio Internacional de Literatura Aura Estrada. Becaria en el área de ensayo de la Fundación para las Letras Mexicanas (2021) y del programa de Jóvenes Creadores del FONCA (2023). Imparte el taller literario Lo que escribiría si escribiera y coordina el proyecto editorial Árbol que Nace Torcido.

septiembre 2024