Desde sus poemas iniciales —aparecidos en Estos 13, emblemática antología de la generación poética peruana de 1970— José Cerna (Chachapoyas, Perú, 1949) llamó la atención por el virtuosismo que ofrecía su hermoso y rotundo lirismo urbano, configurando una nítida versión —exquisita y esencial— de la sensibilidad de los jóvenes en la turbulenta sociedad latinoamericana de la época. Después de haber emigrado a Estados Unidos en la década de 1980 —donde ha desarrollado una notable carrera académica—, Cerna publicó ruda (2001) en formato de gran despliegue, con el que retrató la vida total que sucede dentro de un microbús al recorrer una parte de la ciudad. Trabajando con incrustaciones yuxtapuestas de voces de variados personajes —y con destreza en el manejo de la elipsis—, descripciones puntuales y fragmentos de una suerte de monólogo interior múltiple, Cerna logra transmitir, a través de su poema coral, el auténtico ser social y espiritual andino en Lima, producto de la migración popular a la gran ciudad. Y todo esto con un singular estilo que recrea gracias a una intensa lírica la voz de la gente, sus sueños y esperanzas, pero también su sufrimiento expresionista bajo el capitalismo deformado y periférico de nuestra América.
ruda fue reeditado en 2011 y traducido al inglés en 2018 por Anne Lambright. Constituye un gran acierto su publicación actual por Salto de Mata desde México, ya que nuevamente pone al alcance de los lectores esta insoslayable joya de la poesía en lengua española.
vase encima del aire esa música metálica
base su nuca
sosteniendo el propio puente que nos parte
llamas los cabellos que
la luz que el cerro derrama les baña las caras
truncas las testas
jala al agua la lengua en la garganta sea
el vaho agobia los lomos
pero ya vamos ya que ya avanza el carro
y al pasar
viento encerrado en escenario de fierros
qué habrá, pues, qué
qué puente la parte que
se nos parte el alma
atravesemos el humo que al otro lado hay flores
y sudamos y subamos y ya suben
tallos que entre llantas se clavan
sube ella su anca
y avanza jalando los bultos
el grito, el frenazo, y suben, suben
roza la sien la flor
y bajan
bajan, la curva se hunde en la loma
pero vayamos pasando
que si no, después la amontonadera
aliento que roe al dar el aliento
crujen tras las orejas de esos ciudadanos chispas
va el vaho raspando los brazos
bulla tanta
que la criatura se asusta
y aquel niño cabecea y cabecea
la imagen a cuestas
cómo pesa, debe ser corazón bordado de plata
será el cautivo de ayabaca
o puro hueso y talvez gualdrapa
adormeciéndose va
aquella mujer
cansadísima, que en la manta lleva
los alambres, los ovillos
que en el vientre lleva
el cuerpo del hombre
o acaso la doblega
la sombra de la música que su cabeza derrama
desde el fondo del espejo
meticuloso va recogiendo sencillo
tesoro que la noche desfoga
riega sus polvos meticulosamente
oro que el amanecer ignora
plata que nadie de los aquí presentes toma en cuenta
cansados como van
cansados como van
un muchachito abre la boca
y atrás de su bostezo
sus pelos pétalos que el aire
y el aire
hambre que el aire trae
damas y caballeros, el que les habla
así como me ven, y han de pensar tal vez
no todo lo que no brilla no es oro
y hay cosas que no parecen, y no son, el que les habla
desmedidamente tablas de mis brazos
el clavo que en la nariz se hunde
joven estudiante
apoyándose en los fierros, y se cayera
y el ojo reventara
no fuera por
tanta apretadera
llama, llama
a cada soplido sufren las cañas entre sus clavículas
anunciando
en este santo sudor que nos baña
desde tan lejos estas andas a cuestas
en la lluvia de relumbres
unos mascan el aire, otros
escupen al cielo
todos desembuchan
billetazos
moneditas
papelitos van, papelotes vienen
rellenándole el buche
entre todas
duele abajo del vientre
¿rosa? ah, sí, sí, su sueño roza la luna
la lateral, la polvorienta
entre todas las mujeres
nace de adentro esa tos
nadie sino ella
nada sino la voz ensartando
no temas
fea voz ese humo que rosado
la boca exhala, y flota
sobre su blusa negra, voz chancada
de una boca chueca
voz al revés, flor entre fierros
voz raspando, ¿la oyes?
voz al fin, roída
la curva se labra en la loma
cuando dice bajan y no baja
cuando no dice bajan
y baja, cuando no dice bajan, y no baja, y se está ahí
temblorosa
clavada a un fierro del fondo
virgen en las andas del hambre
ambulando adentro de sus huesos
y la voz entre los arcos
el que les habla
sus pelos clavos
la cara la mancha los granos que pican y pican
sus codos troncos
el clavo que en la nariz nos meten
su boca la gran chapa desencajada
el que les habla
tesoro trasero se mea de risa
señoras y señores
respetuosamente
pasajes, pasajes
hinchada ya la bolsa que arrancando de su ingle
se le amontona en el espinazo
hasta ponerlo en cuatro
el que les habla
entre las patas arrastrando la gualdrapa formidable
la pampa la cara los granos las caras
se revuelve en la masa aguachenta y los codos
se le pegan a las nalgas
los talones se le hunden en las orejas
las tetas las flores en las ingles
¿costuras? ¿ojales?
un grito reventando en los ojos
el que les habla
se caga en la noticia
se dejaran ya pues de tanto aspaviento
a qué esa alharaca, avancen al fondo, o vayan bajando
no teman
que de la caña se encarga cualquiera que quiera
calma, calma
que siempre me duermo en la curva de noche
no temas, placera
ya para qué
ya no ya
hecha trizas, hecha frenos, hecha manchas, vienes
vienes, a ver si me acuerdo
ya ni cómo que te vayas
no se asusten
que recibe el órgano zumos diversos
y se pone granate de entusiasmo
rosa feroz que se comprime hasta el llanto
bajan, bajan
que ella, ansiosamente tarda
va a alzar el cuerpo, ávidamente, para
trasladar el aire de su vientre
a nuestro aire
duele el aire adentro del aire
no temas recibirme
abran cancha, abran concha
ahí viene el cholito hablantín tormentoso
acomódensen
¿puedo permitirme una palabrita?
haciendo torcer a todos los pescuezos
agua para la caballada
¿puedo permitirme una palabrita?
ají para la muchachada
¿a voz en cuello? ¿murmurar?
fervorosamente pegados a las lunas
sus rostros empañados por el vaho que
jala la lengua al agua
¿talvez trinar? ¿acaso tararear?
la curva se pierde en la loma
¿pararán la oreja?
el puente roza la testa
¿puedo permitirme?
sí, sí, sí puede, sí puede
¿no interrumpo sus labores? ¿no les cruzo los sueños?
¿no malogro su digestión? no, no, ya basta, ya basta
que basta ponerse
en el lugar del eucalipto que echa y echa su sombra a la cequia
se amontonan, se empujan
se tragan el cielo a trozos
vanse a ser raíz, se abre cancha
gesticulante saca pecho
reparte el aire a manos llenas
y dice así
música maestro
si me permiten
sujeta bien el vaso
adelanta un poco el pie
la otra mano va y viene
bajan y bajan, suben y suben
y sinceramente emocionado dice
y dice y dice y no acaba de decir
y dice así
¿de dónde diablos ha salido este viento?
aire que se regocija en el roble
se arranca el maestro
y el flaco va angelicalmente cobrando
viento que una brisa desgarra
su práctica
brisa que los caballos acorralan
su práctica
aire cometeril que más tira a viento
la canasta que todos llevamos en el pecho
viento que atenaza el nogal de la escuela
su práctica
aliento que traba al dar el aliento
el agua que parte la tierra
y que une la tierra con la tierra
el pecho con que diariamente llenamos la canasta
la brisa que reparte el aire a todos los vientos
la práctica
arránquense ya
la música modesta
la humildísima práctica
la práctica práctica
¿de dónde diablos ha salido este viento?
* Fragmento seleccionado por Juan Manuel Portillo