Textos

 
We Are the Robots

¿Cómo será el sonido del futuro?
¿Será un loop del pasado del que
habló Mark Fisher?
¿Estamos condenados a vivir
en una repetición musical?
Kraftwerk y Silver Apples han muerto
y con ello la esperanza de la innovación.
Gina X, Grace (fucking) Jones, Gary Numan,
Laurie Anderson están vivxs,
o sea los aliens y las ginoides.
¿Habrá post-punk, vampiros y
vampiresas como Siouxsie, Smith o Murphy?
Si hay repetición en el futuro será sin duda
con el sonido ácido y estridente de los 80’s.
No hay oportunidad para los 90’s
nadie querrá la fiebre adolescente de Sonic Youth
ni la nostalgia poética de Jeff Buckley
mucho menos el dreamy noise de My Bloody Valentine.
Si el futuro tiene sonido no olvidaremos
a Underworld de los 2000 y su sudor
de píldoras y polvos blancos.
Pero de algo estoy segura
en el futuro no habrá un Ian Curtis
¿Acaso alguien quiere que otro maldito
antihéroe nos abandone?

 
 
Los plebes

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Hay caza de plebes por el barrio
los acechan al salir de la escuela
afuera de sus casas
les prometen poco dinero a cambio
de la euforia por quebrar mandíbulas
de jugar a los carniceros 
hacer pequeñas incisiones y dejar sangrar al falso enemigo

¡Papapapá! ¡Papapá!
No dejan dormir a los pobres plebes
ejército de un profundo abandono
de la aniquilación de pueblos polvorientos color-sepia
allá donde es más fácil tomar el arma
y enfrentarte a tu espejo

¡Machín! ¡Machín!
Súbele machín a este corrido tumbado de muertes
a este género musical de necro
rojo
carne
violencia

¡Túmbate morro, no seas culo!
Asoma la cabeza por la blindada
siente el aire fresco en cada poro
y ofrenda tu cuerpo a la nueva generación.

 
 
Caída libre

Te dejo la ciudad sin mí,
me voy a andar el mundo sin ti.
Te dejo el corazón también,
donde iré no estarás
corazón, ¿para qué?

Los Ángeles Negros

Tengo miedo de que una tarde cualquiera
nos caigan cuerpos encima como balas
o peor aún, como poca cosa;
como sacos de carne, sangre y huesos
como visceralidad humana
con sello certificado de explotarlos hasta el cansancio o la muerte

Duele pensar en que la soga que ató la vida
abarató el costo de la obra de un edificio de lujo
sumó números a los arquitectos y a los empresarios
restó en nosotrxs algo que no siempre está en la superficie

Por ahora el silencio de rodear un cuerpo
de verlo desde la falsa tranquilidad y pensar en el alivio de no ser él
Inerte, con los ojos abiertos
o torcido por el impacto contra el suelo;
sentir ante esa escena gore que estamos mejor acá

Tengo miedo de presenciar el derrumbe de La City,
de que los andamios comiencen a latir
a agrietar esta infraestructura ruidosa
que no hace más que jugar con nuestra lengua

Tengo miedo de que nos lluevan cuerpos
pero más miedo la extensa sombra
que proyectan los edificios encima nuestro:
quedar atrapada en su frío de opulencia
y nunca despertar.

 
 
Microplásticos

A Ángel Nuño

Inicia de lo micro a lo macro
léase plás-ti-co
microesdrújula de 3 sílabas
zoom
zoom
zoom zoom
zoom
zoom zoom zoom
microplástico entre tus uñas
en tu cabello de caspa microplástica
morusas microplásticas de azúcar
microfibras
zoom
zoom
léase: virus indetectable
tendencia a teclear con dedos microplásticos
signos y abecedarios microplásticos
zoom
zoom
zoom
micro comida de plástico ultra procesada
residuos de plástico en leche materna
estómago plástico de micro malas decisiones
receta: omeprazol microplástico en pastilleros de plástico
zoom
zoom
de la teta beber microplástico
crear bebés microplásticos que jugaran con objetos
microplásticos que saben a polímeros
¿Y qué es un polímero?
zoom zoom
zoom
zoom zoom
sangre microplástica
ADN microplástico
léase ejemplos de microplástico en el siguiente apartado
como beber agua microplástica en envase de plástico
zoom
océanos microplásticos
océanos de polímeros y aditivos potencialmente tóxicos
peces comiendo microplástico
traídos a nuestra mesa microplástica
este poema es polímero
este poema es velocidad de microplásticos versos
que molestan como comida en la muela
bendice los alimentos contaminados
¡Que el Capital Microplástico los bendiga!
Y así empecemos nuevamente
el microplástico ciclo
de lo micro a lo macro.

 
 
Entre una estrella y dos golondrinas

La casa, dicen, es donde uno se encuentra
y está hecha del mismo material
con lo que las grietas
siguen su curso,
con el temor de doblar la esquina
o del asfalto caliente en los pies desnudos,
uno se aferra a ella
a nutrirse de su costado pútrido.

La casa, dicen, se construye sobre un plano
que se piensa como se piensa la vida, dicen, planeada;
pero yo no tengo más que clavos sueltos,
madera roída y un plano desarticulado
dispersamente empobrecido.

Mi casa es un paracaídas,
así que lo aferro a mi espalda
apunto entre una estrella y dos golondrinas
¡y salto!

 
 
Domingo

A Carmen y Chela, mis abuelas

Yo decido no ir a pesar del poco tiempo
que me toma desplazarme hacia sus hogares
Decido no ir 
no repasar los márgenes imposibles de las calles
las corroídas fachadas de mi barrio

Decido no ir
no recorrer el corto tramo
la frágil distancia de veinte minutos
de una ciudad que diluye el tiempo
para convertirlo en calambre

Me rehúso cada domingo a visitarlas
a ver sus ojos cargados de brillo
a punto de desbordar lo que callan
lo que no les enseñaron a decir

Las quiero pero decido no darles ese
tiempo designado a las familias
a la Coca-Cola de tres litros al centro de la mesa
al griterío de mis sobrinos que se maldicen entre sí
y a la humillación que les provocan sus propios padres
al llamarles imbéciles delante de toda la familia

Y una calla, calla una vez más para no abrir la grieta
y que se le venga encima la espantosa culpa
que cargamos desde antes de que naciéramos
Me niego
Decido no estar en medio de la sala tratando de esquivar
las palabras cargadas de violencia, alabanzas y rezos
penetrando en mi cabeza como balas expansivas
y yo callo, callo para no morir acribillada de vidas ajenas

No voy
por el contrario decido llamarlas
colgarnos una hora de una tarde de jueves
pactar una complicidad de niñas
y preguntarles por lo cotidiano
que me cuenten el chisme de la vecina
o sobre la novela turca de las 8 pm que ven en
la pantalla de plasma que es más grande que su casa
y que les regaló el tío que nunca va a visitarlas

Las llamo, les digo “te quiero”
y a ellas se les afila la lengua pronto
me hablan de los matrimonios fallidos de sus nietos
de lo abandonadas que están
de cómo disfrazan la compasión de las abuelas
para explotar su tiempo cuidando bisnietos
que rebasan su energía

Y callo, desde el otro extremo
del teléfono decido callar
y cuando me preguntan si voy a ir a visitarlas
el próximo domingo les contesto:
“No puedo, abue, estoy irremediablemente ocupada”.

 

 

 
Lidia

Tormenta significa mujer
que deslava raíces:
mi hogar pierde el día,
mis perras abandonan su juego,
mi abuela se esconde
en la humedad del cuarto.

Lidia, mujer de anatomía
rápida, mujer nube rodando
sobre la tierra, mujer ave
inflamada en la oscuridad.

El tamaño de tus vientos:
nubes, su forma
ave de agua,
río demorado.

Lidia, en el titular del periódico
tu nombre de cinco grafías.
Hablan de tu relámpago ceniza
que cae en los árboles.
Y mi ciudad,
el respiro ahogado
en tanta sombra.


 
Visitando el Palacio de Medicina, Ciudad de México, octubre 2023

En la sala de anatomía
una mujer ha sido expuesta
a las miradas del público.
Pudo ser cualquiera:
alguien, quizá mi padre
estaba destinado a tomar su lugar.

En la pared
una tráquea blanca,
        árbol nevado
un corazón
        sangre desnudada.

Una niña
acompañada de su padre
toma notas para su tarea.
La niña se aleja del padre
para ver el cuerpo de la mujer.
Yo me alejo de los demás
para ver el cuerpo.

Me he enfrentado a un cadáver.
Vista frontal. Los brazos disecados.
Corte del cuello a los tobillos.
A la luz de la sala
la rótula           enmudecida.
La agotada                  sangre.
El diafragma paracaídas         frenado.
La piel                         fosa abierta

A un lado de la mujer
un grupo de amigos:
¿es real esa mujer?
¿de quién es esa jaula?
En medio de mis preguntas
los amigos se toman una foto
con el cuerpo.

Una mira el cuerpo humano.
¿Quién puede olvidar esos ojos?
¿Quién puede juzgar esos ojos?
¿De qué carne será ese tiempo?

 
 
Diálogo con Parra sobre Culiacán1

Parra, esta es la pregunta de siempre
cuando digo de dónde soy:
¿no te da miedo vivir ahí?

No, pienso mientras recuerdo
todos los años nuevo.

En una ciudad ajena,
son las doce, dicen,
y es raro no escuchar balas.

Pienso
en qué será de las aves.
Dónde esconderán su canto

Tienen la obligación de mantenerse en silencio
mientras no recuperen su libertad
y no pensar en nada que no sea
la libertad
la puerta de la jaula
actos y no palabras deliciosas

Lo sé, Parra, y otra vez
canto las canciones del ave
en búsqueda de mi tierra reptil,
animal maduro dispuesto
a abandonarnos en la noche.

Allá se repite
el año nuevo.
Me dices de sus personas

preocupadas-lívidas muertas de susto.

La oscuridad se extiende.
Y acá me pregunto
si es que la existencia de abuelo
no fue descontada.

Esto debe ser un cementerio,
debajo de esta cruz
estoy seguro que debe haber una iglesia.

Parra, ¿debería rezar, acaso?
Acá no puedo.
                Lejos.
                        No.
Trato de orar, pero me quejo, pataleo y te entiendo:

Pucha máquina
qué sería de mí sin esta ciudad
.

 

 


1 Los versos en cursiva son de Nicanor Parra.

 
Versión al español de José Saed Ayub

 

Auguste Rodin, Orphée et Eurydice. Mármol (1887-1893). Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.


El episodio que se presenta a continuación corresponde a la historia de Eurídice y Orfeo, cuya versión más famosa y detallada se encuentra, como el mito de Píramo y Tisbe, en las Metamorfosis (X, 1-85) de Ovidio (43 a. n. e. – 17 d. n. e.). Narra la historia de Eurídice y del divino Orfeo —hijo de Apolo, el dios de la música, y de Calíope, la musa de la poesía épica y de la elocuencia—. Al contrario de otros episodios mitológicos, nada dice Ovidio sobre cómo se enamoraron los personajes. Sabemos, sin embargo, que, siendo hijo de quien era, Orfeo era capaz de conmover con su canto a los animales, a las piedras y a los árboles.1 Así había logrado enamorar a Eurídice, con quien finalmente se había casado. Pero ya desde la propia boda se presagiaba un desenlace funesto, pues, aunque Himeneo había en efecto asistido a la ceremonia, su antorcha nunca había terminado de encender. Al poco tiempo del casamiento, el mal augurio se confirmaba cuando moría Eurídice, mordida en el tobillo por una serpiente. Cansado de llorarla, Orfeo se decide a intentar lo que nadie nunca ha logrado: descender al inframundo en su busca y volver, con ella, al reino de los vivos. Ya abajo, tomando su cítara y pulsando sus cuerdas, emprende un hermosísimo discurso que todo lo suspende, incluso el castigo de Tántalo, el de Ixión, y el del mismo Prometeo y el de Sísifo, quienes detienen la ansiedad de sus tareas para escuchar al poeta. Con este canto, Orfeo busca persuadir a los dioses del inframundo, Hades y Perséfone, de que devuelvan a su esposa al reino de los vivos. Los dioses —a quienes ninguna emoción suele afectar— esta vez acceden, conmovidos. No obstante, estipulan una sola condición: que Orfeo no vuelva la mirada hasta no haber salido de los valles avernos. Él encabeza el ascenso al reino de los vivos, mientras ella lo sigue por los mudos silencios (per muta silentia). Ya cerca de la meta, es tal el silencio, la oscuridad y lo escarpado del camino, que el amante, inquieto y ansioso (metuens avidusque), vuelve los ojos, por saber si su amada todavía lo acompaña. Pero lo único que ve es cómo Eurídice es jalada hacia atrás (relapsa est), y cómo extiende todavía los brazos, luchando por tocarlo y por que él la toque, pero “la infeliz nada alcanza, más que aires que escapan” (“nil nisi cedentes infelix arripit auras”). Así, ahora arrastrada por el vacío, Eurídice muere por segunda vez.

El texto latino está tomado de la edición crítica de Hugo Magnus, que aparece en Die Metamorphosen des P. Ovidius Naso, Buch VI-X, publicada en Gotha, por F. A. Perthes, en 1885.

―José Saed Ayub

 

*

 
 
De ahí, por el cielo inmenso, velado con velo dorado,
se aparta Himeneo, y a las costas de los cícones torna
y en vano es llamado por la voz de Orfeo.
Es cierto, aquél asistió, mas no trajo las palabras rituales,
ni los gestos alegres, ni el favorable presagio.
También la antorcha estridente, que él sostenía,
estuvo siempre con lacrimógeno humo, y ningún fuego halló en su ajetreo.
Más grave fue el final que el augurio: pues, cuando la nueva esposa
vagaba entre hierbas, acompañada por una turba de ninfas,
murió por el diente de una serpiente, que recibió en el tobillo.
Cuando fue suficiente lo que lloró a las luces del día
el poeta de Ródope,2 para intentar también las penumbras,
se atrevió a descender, por la puerta del Ténaro,3 hacia la Estigia;
y entre pueblos ligeros y consumados espectros con la sepultura,
se dirigió hacia Perséfone y al que los grises reinos gobierna,
el señor de las sombras. Y, pulsando las cuerdas para el canto,
así dijo: “Oh, dioses del mundo bajo la tierra erigido,
al que caemos todos los que nacemos mortales,
si es lícito y, depuestos los rodeos de voz simulada,
me permiten decir la verdad, no bajé aquí para ver el opaco
Tártaro, ni para apretar la, hirsuta en culebras,
triple garganta del monstruo meduseo:
la causa del viaje es mi esposa, en quien una serpiente pisada
difundió su veneno, y arrebató los años mejores.
Quise poder soportarlo y no negaré haberlo intentado:
venció Amor. En las voces de arriba este dios es bien conocido;
dudo si aquí también lo sea: pero que también lo es aquí, adivino,
y si no es mentira el rumor del rapto antiguo,4
a ustedes también los unió Amor. Yo, por estos lugares llenos de miedo,
por este Caos inmenso y por los silencios de este reino desierto,
que retejan, les ruego, de Eurídice, el apurado destino.
Todo está destinado a ustedes y, demorados un poco,
más tarde o más pronto al mismo lugar nos apuramos.
Todos nos dirigimos aquí, ésta es la última casa,
y ustedes gobiernan los amplísimos reinos de la raza humana.
Cuando, adulta, haya cumplido los legítimos años,
ella también estará en su poder: les ruego como favor su disfrute;
mas si la voluntad divina niega el perdón a mi esposa,
estoy seguro de no querer regresar: gocen con la muerte de ambos”.
Mientras dice eso y acomoda las cuerdas a sus palabras
las exangües almas lloraban: y Tántalo la ola huidiza
no intentó capturar, y la rueda de Ixión se detuvo,
y las aves no desgarraron el hígado, y descansaron de sus vasijas
las Bélides, y tú, Sísifo, te sentaste en tu roca.
Es fama que entonces se mojaron con lágrimas, por el canto vencidas,
las mejillas de las Euménides,5 por vez primera. Ni la regia esposa
ni el que gobierna el infierno se atreven a negarse al que ruega,
y llaman a Eurídice. Estaba ella entre las sombras recientes
y, debido a la herida, avanzó con paso tardado.
El rodopeo Orfeo la recibe y, a la vez, también el mandato
de no volver los ojos atrás, hasta no haberse apartado
de los valles avernos: o quedarán sin efecto los futuros regalos.
Por los mudos silencios, recorren, cuesta arriba, el camino
escarpado, oscuro, denso de niebla sombría.
No estaban lejos de la orilla más alta de tierra:
aquí, para no separarse, inquieto y ansioso por verla,
volvió el amante los ojos; y ella fue enseguida arrastrada hacia abajo
y extendiendo los brazos, y luchando por asir y por ser asida,
la infeliz nada alcanza, más que aires que escapan.
Y, muriendo otra vez, ya no se quejó de su esposo:
¿pues de qué podría quejarse, sino de haber sido amada?
Y dijo el último “adiós”, que él recibió en los oídos apenas,
y al mismo lugar fue de nuevo devuelta.
Orfeo, por la doble muerte de su esposa, quedó estupefacto,
no de otra forma que el que, cobarde, vio los tres cuellos del perro
—el del centro llevaba cadenas—, quien por el terror no fue abandonado
antes que por su naturaleza primera, cuando la piedra surgió por su cuerpo.6
Tal como Oleno, que asumió para sí el delito y prefirió ser visto como culpable,
y tú, confiada en tu imagen,
desgraciada Letea, juntísimos corazones otrora,
piedras ahora que el húmedo Ida soporta.
Al que ruega y cruzar de nuevo desea en vano
el barquero había rechazado. Con todo, por siete días, él, descuidado,
en la ribera, sin el regalo de Ceres,7 se mantuvo sentado:
la inquietud y el dolor de su alma y las lágrimas fueron su vianda.
Quejándose de que los dioses del Érebo eran crueles,
al alto Ródope se retira y al Hemo batido por el viento del norte.
Tres veces el Titán8 había terminado el año, cerrado por los peces marinos,9
y Orfeo había rehuido todo amor femenino,
ya porque mal había resultado,
ya porque su palabra había dado. Aunque muchas tenían el deseo
de unirse al poeta, muchas sufrieron la pena de ser rechazadas.
Él, entre los pueblos de Tracia, también fue el responsable
de que el amor se transfiera a los tiernos varones
y, antes de la juventud, se goce la breve primavera de la edad y las flores primeras.

 
 
Inde per inmensum croceo velatus amictu
aethera digreditur Ciconumque Hymenaeus ad oras
tendit et Orphea nequiquam voce vocatur.
Adfuit ille quidem, sed nec sollemnia verba
nec laetos vultus nec felix attulit omen.
Fax quoque, quam tenuit, lacrimoso stridula fumo
usque fuit nullosque invenit motibus ignes.
Exitus auspicio gravior: nam nupta per herbas
dum nova naiadum turba comitata vagatur,
occidit in talum serpentis dente recepto.
Quam satis ad superas postquam Rhodopeius auras
deflevit vates, ne non temptaret et umbras,
ad Styga Taenaria est ausus descendere porta;
perque leves populos simulacraque functa sepulcro
Persephonen adiit inamoenaque regna tenentem
umbrarum dominum. Pulsisque ad carmina nervis
sic ait: “O positi sub terra numina mundi,
in quem reccidimus, quidquid mortale creamur,
si licet et falsi positis ambagibus oris
vera loqui sinitis, non huc, ut opaca viderem
Tartara, descendi, nec uti villosa colubris
terna Medusaei vincirem guttura monstri:
causa viae est coniunx, in quam calcata venenum
vipera diffudit crescentesque abstulit annos.
Posse pati volui nec me temptasse negabo:
vicit Amor. Supera deus hic bene notus in ora est,
an sit et hic, dubito. Sed et hic tamen auguror esse;
famaque si veteris non est mentita rapinae,
vos quoque iunxit Amor. Per ego haec loca plena timoris,
per chaos hoc ingens vastique silentia regni,
Eurydices, oro, properata retexite fata.
Omnia debemur vobis, paulumque morati
serius aut citius sedem properamus ad unam.
Tendimus huc omnes, haec est domus ultima, vosque
humani generis longissima regna tenetis.
Haec quoque, cum iustos matura peregerit annos,
iuris erit vestri: pro munere poscimus usum.
Quod si fata negant veniam pro coniuge, certum est
nolle redire mihi: leto gaudete duorum.”
Talia dicentem nervosque ad verba moventem
exsangues flebant animae: nec Tantalus undam
captavit refugam, stupuitque Ixionis orbis,
nec carpsere iecur volucres, urnisque vacarunt
Belides, inque tuo sedisti, Sisyphe, saxo.
Tunc primum lacrimis victarum carmine fama est
Eumenidum maduisse genas. Nec regia coniunx
sustinet oranti nec qui regit ima negare,
Eurydicenque vocant. Umbras erat illa recentes
inter et incessit passu de vulnere tardo.
Hanc simul et legem Rhodopeius accipit Orpheus,
ne flectat retro sua lumina, donec Avernas
exierit valles: aut inrita dona futura.
Carpitur acclivis per muta silentia trames,
arduus, obscurus, caligine densus opaca.
Nec procul afuerunt telluris margine summae:
hic, ne deficeret, metuens avidusque videndi
flexit amans oculos; et protinus illa relapsa est,
bracchiaque intendens prendique et prendere certans
nil nisi cedentes infelix arripit auras.
Iamque iterum moriens non est de coniuge quicquam
questa suo: quid enim nisi se quereretur amatam?
Supremumque “vale,” quod iam vix auribus ille
acciperet, dixit revolutaque rursus eodem est.
Non aliter stupuit gemina nece coniugis Orpheus,
quam tria qui timidus, medio portante catenas,
colla canis vidit, quem non pavor ante reliquit,
quam natura prior, saxo per corpus oborto;
quique in se crimen traxit voluitque videri
Olenos esse nocens, tuque, o confisa figurae,
infelix Lethaea, tuae, iunctissima quondam
pectora, nunc lapides, quos umida sustinet Ide.
Orantem frustraque iterum transire volentem
portitor arcuerat. Septem tamen ille diebus
squalidus in ripa Cereris sine munere sedit:
cura dolorque animi lacrimaeque alimenta fuere.
Esse deos Erebi crudeles questus, in altam
se recipit Rhodopen pulsumque aquilonibus Haemum.
Tertius aequoreis inclusum piscibus annum
finierat Titan, omnemque refugerat Orpheus
femineam venerem, seu quod male cesserat illi,
sive fidem dederat. Multas tamen ardor habebat
iungere se vati, multae doluere repulsae.
Ille etiam Thracum populis fuit auctor amorem
in teneros transferre mares citraque iuventam
aetatis breve ver et primos carpere flores.

 


1 Cf. Ovidio, Metamorfosis, XI, 1-2 y Apolodoro, Biblioteca, I, 3, 2.

2 Sc. Orfeo.

3 Promontorio en Laconia donde se pensaba que había una de las entradas a los infiernos.

4 El rapto lo cuenta el propio Ovidio en Metamorfosis, V, 341-348.

5 Las Erinias, a las que también se conocía como Euménides y, en latín, como Furias.

6 El perro al que se refiere Ovidio es Cerbero, que tenía tres cabezas y era capaz, como Medusa, de convertir en piedra al que lo miraba.

7 Es decir, sin probar alimento.

8 El titán Hiperión, sc. el sol.

9 Piscis es el último signo del zodíaco. Los griegos lo conocían como el zodiakós kýklos, que en español sería “la rueda” o “el círculo de los animales”. Por tal motivo, Ovidio escribe que los peces marinos cierran el año, esto es: el círculo del zodíaco.

 

 
Futbol llanero

En la cancha “Pirules”
la tierra se mezclaba con la basura
nuestros tachones fracturaban la tierra
y en las tardes de entrenamiento
las grietas se confundían con el olvido

la huella de cada carrera
aún sueña su abundancia en el polvo.

La lluvia aumentó como el afluente del agua
en la llanura:

            tú y yo nos quedamos en mitad de la cancha
            tomaste el balón y me pediste sentarnos

            tenías la cara cubierta por el ligero velo del agua
            cuando dijiste: “ya tengo novio”

            y esas palabras
            cancelaron el refugio
            del futbol llanero.

 
 
Estados Unidos 1994

Sentí lo que Roberto Baggio
al fallar el penalti
cuando mis padres dijeron
“ese ambiente no es para ti”.

Era una niña de nueve años
enterada del lenguaje de balones e insultos
en la delantera de niños
de la escuela primaria.

El profesor me había pedido
recortarme el cabello
y en el televisor de la sala
vimos cómo Italia perdía el mundial ante Brasil
cuando Baggio
voló la pelota.

 
 
Alemania 2006

Me sueño en una cancha
que se alarga con cada paso mío
pero la realidad me aleja
y la torpeza de mi búsqueda
impide a mis pies el movimiento.

En la cancha oscura del espejo
persigo otro balón
cansada, fuera de ritmo y de práctica.

No juego desde que México fue eliminado
con el gol de Maxi Rodríguez
en octavos de final contra Argentina.

 
 
Alemania 2006

El cielo sin una nube
que nos protegiera
y con el sudor en la cara
de pie en una cancha de futbol llanero:
así recuerdo mi adolescencia.

Imitaba a Zidane
[que pasó de la sombra a la gloria
en Alemania 2006] su perfección del tiro libre directo
y yo con la pierna izquierda entre alambres
y piedras levantaba una capa de polvo
con el miedo constante
de causarme una lesión severa.

 
 
Pase alto

Era tan fácil para ti acercarte a los hombres
como para mí difícil ver el balón
rodar
entre tus piernas
con el número diez en tu uniforme

ondeándose en las líneas de la cancha

mi esperanza era acertar un pase
alto [tú
en salto de ave]
y que la pelota
se uniera a tus piernas
en un movimiento dotado de simetría.

 
 
Balón dividido

Ibas a cada balón dividido
y con cada contrincante
pocas veces lo robabas
pero nunca podías conducirlo

desde mi media cancha
el significado de tu manoteo era el extravío
y quería acercarme a consolarte
pero había un amigo tuyo
con tu nombre en su boca
                                      y en pancartas

enseguida otro pase complicado
como tributo a un siervo mal correspondido.

 
 
El cuidado

Casi siempre la cascarita era contra hombres.

Por lo regular perdíamos:
el enfrentamiento de los cuerpos era duro
me gustaba jugar contra ellos
no medía mi fuerza al ataque
ni pensaba en los golpes y las frustraciones.

Contigo era diferente
trataba de cuidar tu juego en cada pase
y cuando éramos contrincantes
mi fuerza se dosificaba
para no patear accidentalmente tu silueta
o codear tu cadera ni tus pechos

jugar contigo era un acto sublime
y mi desgaste era excesivo.

 
 
* Poemas pertenecientes a Futbol llanero, proyecto seleccionado para publicación por el PECDA Aguascalientes 2024.
 
 

 

 
El río que matamos

Se oía como el llanto de un trueno.
Llegamos a pensar que tal vez era el alma en pena de un volcán con ira.
Pronto supimos que un lagarto de hambre le había roto la garganta al río.

Corrimos con vendas de urgencia a coserle los ronquidos.
Pero no hubo forma de atajar el murmullo
y menos los rumores del agua ya sin aire.

Tenía la cola alicaída como un árbol cuando pierde el equilibrio.
Alguien dijo que lo mejor era matarlo de un balazo.
No había caso que sufriera más.

Lo amarramos del hocico y a rastras lo llevamos a un barranco. 
Sonó el balazo.
Se oyó el resuello.

El río cayó sin habla a la orilla de su cuerpo.
Ni una gota de sí quedó en el aire que dolía.
Ahora el resoplo que se oye es un insecto,
un animal de monte que tal vez escapó con vida
o quizá esto que desagua la tristeza es un fantasma
               un río sonámbulo
               que va de pueblo en pueblo
               sin saber que lo matamos.


 
Abuela cierra con rosarios las puertas de la noche

Mi abuela cierra con rosarios las ventanas del demonio.
Afuera gruñe el miedo en su guarida
y no hay modo de taparle la boca al viento.

El río tiene albergues en el bosque
donde esconde el humo de sus vicios.

Mi abuela golpea los santos
que lleva ocultos en el pecho.
Aúlla letanías en la cueva de su insomnio.

Exorciza los coyotes que la llaman desde lejos.


 
Técnicas para matar un huracán

Cada vez que el viento le arrancaba el techo a la casa
el abuelo
   furioso
afilaba puñales para desollarlo vivo.

Pero el viento era un borracho más en la cantina
otro más que se golpeaba la cabeza en la pared del baño.

Quizá por eso abuelo nunca le cortó la yugular.
Pero dejaba cuchillos en el patio
con el filo abierto
como si fueran tigres entrenados
   tigres que le arrancan
   el pulmón a los fantasmas.

Desde luego los huracanes
no volvieron a patear la casa.


 
Asma

Yo nací con un gato adentro que maullaba noche a noche.
Dormido en mi pecho hablaba de los truenos
en una lengua de fantasmas.
Mi madre lo alimentaba con aceite de tomillo
pero el gato quería conocer el aire
   quería conocer el aire
y me aruñaba los pulmones
como si ahí estuviera la puerta de una cárcel.

A veces tapaba mi faringe con orugas
y no había otro remedio que matarlas
con el ruido de un caballo.

No servía el humo de los grillos
ni el agua de la piedra virgen.
El gato quería conocer el aire
   quería conocer el aire
y yo escuchaba sus rosarios
y las uñas del insomnio
y un pequeño colibrí encerrado
en el fondo de su pobre pecho.

Tal vez lo asustó la yerba de mascar recuerdos
que tenía mi padre
o quizá la aguja de tejer hechizos
con que hilaba abuela
las palabras de cada día.
El caso es que una tarde       
   no sé cómo
el gato abrió mi boca
y saltó por la ventana.


 
La congoja

A mediados de noviembre algún dios borracho vomitaba el cielo.
Lo recuerdo bien porque los perros se convertían en pozas de agua
y el río
   atragantado de lluvia
corría a guarecerse en la cocina de mi abuela.

Se nos mojaba el hambre
y el agua de lavar el miedo.

Un ratón a punto de morir era el sol de aquellos días.
Entraba por las rendijas
y pedía
   casi a oscuras
un poco de alcanfor para sus huesos.

Las ánimas benditas del Santo Purgatorio
oían por las noches nuestros ruegos
   y a pesar de los barriales
venían a calentar el humo y la ceniza
pero la santa voluntad de Dios es así
   dice abuela
y nadie seca
   sin su mano
la humedad de la pobreza.

 
* Poemas pertenecientes a Un río sonámbulo (2023), publicado por Editorial DALYA.
 
 

 

 
Juan Vadillo, Tu cuerpo es un jardín de mil instantes, Bonilla Artigas Editores, México, 2023, 64 pp.

 

 
Éste es un libro raro en estos tiempos: tiene ecos de poesía provenzal donde la amada, lo amado y extrañado se proyectan en una atmósfera metafórica y se recorren como un jardín de ensoñación. Me recuerda, por una parte, a Aurelia de Gérard de Nerval, donde una mujer se aparece en los sueños del autor transformada en un jardín y después él se entera de que ella ha muerto. Nerval reconoce haber escrito esta pequeña novela como una continuación del fervor suscitado por una pasión amorosa que sintió por una actriz. Hay, a la vez en este de libro de Juan Vadillo (Ciudad de México, 1970), una forma directa ―muy a la manera de Xavier Villaurrutia― de abordar la ausencia y el deseo como realidades, que el autor sopesa detalladamente y a las que da cuerpo con las palabras, al tiempo de reconocer su vacío y su calidad de espejismo.

Villaurrutia prologó la novela de Nerval en un texto donde considera que su romanticismo, el cual incorpora el sueño y el delirio como realidades poéticas, es más que el de Baudelaire, verdadero antecedente de la modernidad. Por tal razón, este libro de poemas de Vadillo me hizo pensar en que su poesía sigue otra posible modernidad poética: no la derivada de Baudelaire, sino una que, más que contemplar lo real, se sigue en el sueño con todos los riesgos que implica, dándole a los versos una trama emocional y racional difícil de sostener y de hacer coincidir, e incorpora en ella al surrealismo como también lo hizo Octavio Paz. Se trata de la modernidad que siguieron el propio Villaurrutia y Gilberto Owen, en la que la ensoñación es la guía. Dice un poema crucial en este libro:

No sé si la soñé en algún viaje,
si acaso en un reflejo se revela;
lo cierto es que su imagen delirante
le da sentido a todo lo que toco,
a todo aquello que respiro y siento.
Su imagen delirante y afilada
que rasga el velo de la desmesura
de toda la belleza que conmueve,
navaja entre los versos y los cantos,
del filo de la vida aprisionada
por la respiración que se consume.

En Tu cuerpo es un jardín… se despliega un erotismo que viaja con la luz por ausencias, sensaciones y recuerdos fugaces. Al ponerlo en palabras, éstas traen el instante de pensar y sentir lo deseado; lo hacen durable y lo convierten en espejo o en un reflejo que puede bañar la realidad y que duele como algo que se ausenta. Dice uno de los poemas:

Su ausencia duele como un verso,
un verso que cabe en una sílaba,
donde, a su vez, caben los años,
como una cajita china en otra cabe,
el gran misterio de los años.

Esta estrofa también me hizo pensar en el hecho de que Vadillo es, además, un músico para quien los versos pueden hacer lo mismo que las notas musicales: comprimir y abarcar el instante evocado para poder ejecutarlo en diferentes momentos, captarlo en notas, seguir su partitura. Estos poemas son partituras que leemos de oído. Y él les ha dado a muchos de sus versos la forma de endecasílabos, pero, en general, están escritos en verso libre sin ningún patrón ni rima predeterminada, como si los versos, al igual que la música flamenca o el jazz, fueran por sí mismos una búsqueda, un seguimiento de evocaciones y nostalgias, siempre como trabajo en proceso. Dice otro de los poemas:

Su ausencia duele como un verso
que crecerá con su luz algún otoño,
perdiéndose en la memoria de los sauces,
como una nota que entraña una palabra
extendida sobre el azar del pentagrama,
en el compás que quiebra el movimiento,
de la música que mata en cada pulso.

Como en el “Soneto de la esperanza” de Villaurrutia, hay en los poemas de Tu cuerpo es un jardín… esta misma intención de capturar esos instantes del deseo en que el amado o la amada se transfiguran gracias al movimiento musical del pensamiento; pero, al contrario que Villaurrutia, Vadillo no quiere anular el movimiento del cambiante y fugitivo ser de la persona amada en su propio pensamiento. Más bien, quiere seguir el movimiento de una partitura que el ensueño le dicta al azar. Dice en uno de los últimos poemas:

Y la esperanza en vano se alimenta
de imágenes eternas y fugaces
bordadas sobre la tela
de la memoria herida por la luz.

El árbol del jardín ha florecido
de lágrimas que cuelgan como frutos
en las ramas más hondas del invierno.

Abro el abecedario de un jardín vacío,
la nieve cubre el dolor de su belleza,
y el agua helada del aljibe
dibuja su rostro en un espejo.
En el reflejo yo estoy prisionero,
las puertas del jardín están cerradas,
la sombra de su ausencia es ya mi sombra,
su piel que nunca siento malherido
resuena entre las bardas de cipreses
y en su fuente diáfana y nocturna
la gota de un instante ha congelado
el brillo de mi ardiente corazón.

Hay, en estos poemas, una negación a contenerse como la de Villaurrutia y una pasión de fluir que, como el agua en el invierno, se puede congelar y convertirse en espejo y cuchillo. Como si los versos fueran el agua que, en distintas oleadas, llega a la playa y forma la marea.

En Tu cuerpo es un jardín de mil instantes, la obra negra de su construcción literaria queda a la vista. Ello, sin embargo, no le quita la frescura existencial que toda poesía requiere para enfrentar los hechos sin temor al lugar común, proporcionando siempre nuevos matices tanto en las metáforas como en el abordaje de las emociones. Hay aquí una gran cultura literaria, sin erudición ni engolamientos; sólo la necesaria para poder seguir lo que persigue: cautivar al lector con una trama de ensueños y hallazgos.
 

 
Francis Mestries, Islas del firmamento. Haikus y poemínimos, Amanuense/Reiyukai de México, A. C., 2023.

 

 
La primera virtud que detecto en esta nueva entrega editorial de Francis Mestries (Marruecos, 1949) radica en el cuidado del armado del libro, en el cual se establece un diálogo entre imágenes (cuyo crédito corresponde a Fernando Bazarte) y texto, particularidad que dentro de la literatura infantil y juvenil corresponde a la del libro álbum. Y sí, éste sería una especie de álbum recopilatorio de instantáneas atrapadas por la palabra. A partir de ello se configura lo que yo llamaría una vocación plástica de nuestro haijin (término en japonés para el cultivador del haiku), de doble eficacia, porque amén del estímulo visual de las referidas imágenes contamos con las que cada pieza contenida en este libro despiertan en la imaginación lectora. Aquí una prueba de ello: “Luna plateada/ tu luz, liviana garza,/ mece mi sueño”.

De igual manera, conforme a una revisión de conjunto, dentro del ámbito de la tradición del haiku en México sería viable pensar en la importante huella de José Juan Tablada, pero no tanto de su primera colección de “poemas sintéticos”, titulado Un día…  de 1919, sino en el segundo de ellos, El jarro de flores de 1922.

A mi juicio, la diferencia elemental entre uno y otro libro estriba en que Un día… se caracteriza por ser más descriptivo en su busca de una fijeza de las imágenes (“devuelve a la desnuda rama, nocturna mariposa/ , las hojas secas de tus alas”), mientras que en El jarro de flores los elementos mencionados se dinamizan y humanizan (“Del verano/ roja y fría, carcajada,/ rebanada de sandía”). Esto último es lo que acontece en Islas del firmamento: “La rosa me dijo:/ deshoja pronto los días/ calma, contestó la violeta”. Aquí, tanto la rosa como la violeta muestran cualidades antropomorfas no por hablar, sino por el acto de volición expresado a través de sus palabras. En esto consiste su atarashimi, su cualidad novedosa, que de acuerdo a la poética japonesa conforma una de las claves para la escritura del haiku. Y ya entrados en gastos, también sería un ejemplo de kibutsuchinshi, esto es, de forma deliberada dejar hablar a las cosas, ambos rasgos de acuerdo a lo señalado por Seiko Ota en sus estudios sobre el tema.

Otra muestra de haiku dinámico sería este: “Grillos de la mañana/ tienden cables eléctricos/ sobre la calma del hogar”. Aquí, aparte del movimiento impreso en la escena retratada, la preceptiva japonesa nos haría notar que la enunciación poética no debe dar toda la información de lo que se está diciendo, esto es, evitar ser explícitos para que el lector se sienta invitado a co-crear el sentido de la composición que está leyendo (o recitando), y así contestar a las preguntas que origina: ¿por qué cables eléctricos?, ¿qué quiere decir que lo hagan encima de una calma hogareña?

Un día… se estructura conforme a cuatro apartados, precisamente correspondientes a cada etapa del día. Por su parte, El jarro de flores es más complejo porque además estar dividido en apartados tiene secciones; dicha estructura, mutatis mutandi, es replicada en Islas del firmamento, lo cual permite una diversificación temática. La sección “Lotería”, contenida en el apartado de “Sentimientos”, es de lo más ilustrativo a este respecto: “Gritos y risas/ un frijol por la suerte,/ corazón de la fiesta”. En total son seis apartados: “Tiempo”, “Cuerpo sensaciones”, “Sentimientos”, “Naturaleza”, “Sociedad y política” y “Palabra poesía”.

El mismo Tablada (y creo que es una enseñanza que muchos deberíamos replicar) no estaba del todo seguro de estar creando haiku conforme a la normativa de esta forma. Por eso bautizó a sus composiciones “poemas sintéticos”, privilegiando su rasgo de brevedad: Efraín Huerta sería el otro gran numen de la obra que hoy nos reúne con la creación de sus poemínimos, que integran dentro de esa brevedad una importante dosis de humorismo, a la vez que de denuncia, a veces en detrimento del temperamento lírico. De hecho, ya que hemos hablado del kibutsuchinshi por su alto poder sugestivo y connotativo, en el caso de los poemínimos correspondería al rasgo de seijutsushincho, estilo que enuncia ideas y sentimientos de forma directa y más denotativa.

La distinción entre ambos siempre será relativa y se prestará a la polémica, pero me arriesgaría a señalar que en el apartado “Tiempo” (“El niño nuevo/ sonríe a la esperanza/ y hunde al año viejo”) y en el de “Sociedad y política” (“Cada seis años/ un voto y me maldigo/ por no poder hacer más”), tenemos algunos poemínimos de tres versos, amén de otros varios que circulan por sus páginas con una extensión que coquetea con los tankas: “Rejuvenezco/ entre troncos y copas, brilla en la sombra, del campo al paladar/ la dulce perla roja”. Otra característica especial es que, como desde Tablada se estableció, Mestries agrega un título a sus poemas, que en ocasiones es necesario; aunque justamente por la característica de kigo, esto es, de la palabra estación, se podría deducir, como en el citado haiku del “niño nuevo”, que la alusión es muy clara al respecto. Cabe señalar aquí no sólo la influencia de Tablada, sino la de los autores clásicos del haiku en Japón (Bashō, Buson, Issa, Kikaku, etc.) y el cuidadoso seguimiento que nuestro haijin ha hecho al integrar la noción de kigo —no sólo el de las cuatro estaciones que conocemos en todo el mundo, sino la del “año nuevo” que para el espíritu japonés tiene un lugar entre los kigos estacionales.

Más allá de este tipo de categorizaciones, lo que sí consiste en un universal poético es el hecho de recurrir a imágenes y metáforas condensadas con un alto grado de significación, así como de una musicalidad exquisita, tal como sucede en varios de los poemas contenidos en este libro y de los cuales repaso, a modo de cierre, unos cuantos que son de mi agrado.

Crecida carmesí
Entre la nochebuena
el petirrojo y el colibrí

Bomba dormida,
fulgor de altas semillas,
granada mineral

Islas en el mar
negro del firmamento
parpadeando

Tales composiciones rebasan la regla de 17 sílabas (distribuidas en tres versos de 5, 7 y 5 cada uno), estipulada para la escritura de haiku. Sin embargo, como hemos visto, responden a la prerrogativa del kigo (la nochebuena es de temporada), de omisión para que participe el lector, o de toriawase (es decir, la conjunción de dos o más temáticas distintas) cuando el mundo mineral y el agrícola se funden en la imagen de una “bomba dormida”, aplicada a una geoda. Pero no hay que confundir la fórmula con el resultado, las causas con los efectos: la normatividad métrica no sería prescindible en los ejemplos entresacados de Islas del firmamento, pero sí menester que pasen a un segundo plano, a fin de poder disfrutar sin asteriscos de este fino trabajo de muy altos méritos como el de Francis Mestries.
 

 
Tango para tránsfugas

Un día,
muy tarde,
tanto que mis pies hinchados
no calzaron al sol.

Entardecida
gasté desde el ombligo
a madre y niña
para comprar una cometa,
zarpazo de lentejuela,
amparo del desmayo.

Un grito de luz reemplazó
mi lengua,
la dejó tendida
sobre la playa de negros ánimos.

No quedó cerca el mundo
mientras esperaba un abrazo.

Algunas llamas guardan un filo,
una voz que rasga la piel

antes de abandonar la infancia.

 
 
 
Desvelar a las muñecas y a las santas

Qué necesidad hay…
Y aun así, para celebrar el amor,
el amor ha de destrozarnos primero.
H.D.

Fantaseo con desnudar y acariciar el cuerpo de algunas mujeres de mi familia. Descolocarlas. Provocar en ellas las cicatrices bajo sus mangas de obispo, los quince centímetros de la cesárea, la carne endurecida del perineo agrio después de la episiotomía —porque cuando un hijo corona, y aún no se quiere ser madre, la vagina es un portal inestable entre el ser y la asfixia—. Provocar las señales del amor cuando ha sido demasiado: costuras queloides en todas las vísceras que se tuercen, calientan y aceleran, revientan, después del desencanto. Y, para los rastros más profundos e imprecisos de la vida, esas marcas que nunca sanan de tanto negarles el reconocimiento y perdón de la mirada, sueño con arrancarles el cabello, hacer de mi lengua un martillo sobre sus cabezas, martillar. Expuesto el cerebro como nuez, introducir la pinza de mis dedos índice y pulgar entre los nudos del lóbulo temporal, y levantar el polvo. Sí, una tormenta de arena hasta la aridez de sus reinos y claustros.

 

Desnuda, sumergida en una tina que sin más se vuelve océano, imagino que mi piel es la suya. Andan mis manos en ella con la ternura del amante devoto de cualquier signo de pureza, hasta identificar las manchas de familia y nombrarlas:

En los tobillos, las venas violáceas de la tía virgen, a quien la uva del pecho se le secó como una pasa de ser tan buena hija. Todos los hombres de la familia la admiran y protegen. Es la madrina de los críos. La quedada.

La semilla parda de la madre santa en mi nuca es una pepita de melanina que pesa como la mirada de su hijo, mi padre. De cargarla en la vida, temo desarrollar una joroba similar a la de la tía, quien al final no quedó tan sola: concibió una muñeca a la que le templó los huesos como espadas.

Justo donde el coxal derecho hace curva y desciende al valle, aprieto el lunar de carne de las mujeres de mi madre. Rebeldes hembras de cadera amplia que bailaron, viajaron y pensaron en ser damas del mundo. Muñecas que guardaron el tweed, la gabardina y los olanes en armarios de caoba, para ajustarse al ritmo regular del corazón con un esposo y algunos hijos. Ellas, las que hablan inglés, las engañadas por un dado falso.

En el seno derecho, reflejo del nombre de la abuela, que es el de mi madre y el mío, la fortuna, recuerdo con la palma de la siniestra al buitre que anidó en el cuadrante superior al cobijo de mi axila. Larva de mariposa negra. Cáncer. Dicen los hombres y las otras mujeres que fue por rencor y ceniza en la boca. Tienen razón. Todos mentimos al amar.

 

En este indeclinable acto de revelación, considero hincar las uñas con el aburrimiento del amante sobrado de la misma piel, de las lluvias que reblandecen la tierra y de las voces de la santa y la muñeca poseídas por la idea, la más absurda idea, de llegar a ser mujer, como si se hubiese nacido siendo una rana.

Irritar hasta la sangre. En el escándalo rojo repetir el sueño donde dreno todas las herencias; y al amante, sea el padre, el hijo, Dios o un náufrago entre las piernas.

 
 
 
Señales del desprendimiento por heridas medulares

I

Trazo una línea de agua en la gaveta del ropero donde guardo las ausencias de mi padre. Asear este espacio es limpiar la memoria.

 
II

Papá comienza con un cinturón fino, siempre fino, seguido por blanco, rojo, gris, cualquier camisa de algodón que se extiende en los flancos, a veces para abrazarme, a veces apartándome para que no le toque el corazón. Su cara tiene una línea rosa deshojada bajo el bigote; dentro, la lengua es mimo y sentencia. Para sus ojos ninguna luz es suficiente; poco a poco la córnea se le ha empañado, como el cristal de un reloj cuando las horas son turbias. La nariz que le perfila huele mi condición y no perdona. Las orejas son columpio para mi captura o campos baldíos para el destierro.

 
III

A este hombre hoy lo parto en dos:
          La mitad transida cae
          y el desamparo pierde su dominio.

 
 
 
El caballero que cercó los cerros

Soy todo lo que se olvida
por eso levanto un muro
de recuerdos
contra oquedades.

Sería llano
para los días de campo
y usted, Genaro,
ladrón en Río Frío.

Donde, nos dijo
a los nietos,
había un túnel

   no estaban los dulces
   ni las monedas.

Anita vistió la bata,
a pie de verso tomó la escoba
y se casó con usted
para irse al centro,
a la calle Venezuela;

allí a mi padre
le apodaron el Inglesito,
la Güera se vendía
y algún señor cayó
del segundo piso.

Allá le temblaron las manos
y los pasos en la escalera.

Tiene razón,
en esta fotografía se parece
a Jorge Negrete,
nació en Puebla
y fue presidente municipal de Tepeyahualco.

Ahora dice que es mejor,
porque sólo desafía al polvo desde
su condición de polvo,
cuando el Parkinson,
los orines ácidos de medicinas
y las bolsas con años bajo los ojos
no hacen de usted un garabato.

Que es mejor,
porque la puerta
del rincón de los tiliches oculta
sus caramelos,
los que pulen las caries de la infancia.

Si al pan todavía
lo cuido cuando el moho
antes de la sombra,

si sé de Payno
porque entré al túnel
y el sendero rural de las fogatas
me devolvió enardecida,

si le digo:
     Esta familia fue atravesada
     por la misma flecha.

 
 
* Poemas pertenecientes a La edad terrible, de reciente aparición en el sello editorial de la UAS.
 
 

 

 
Versiones al español de Judith Santopietro; edición de María Cristina Hall.

 

Después de (un poema en evolución)

1.

Marcha, como el soldado, en la insistencia sonora de la respiración
Respira en el minuto en el minuto    en el
instante           respira            respira            respira
Cuerpo  reposa           Cuerpo  extirpa los restos, después respira    respira

Cuerpos arrestados   Cuerpo  reposa  cuerpo arrebatado  cuerpo que se recuesta como/en descanso
Cuerpo  reposa   cuerpo arrancado       arrestados cuerpos (amados)          
el cuerpo político es/se precipita en un
de
   clive

Cuerpo  reposa en cada respiro          en cada aliento            al exhalar
Reposa el cuerpo en cada respiro que tomamos

Los cuerpos descansan en cada respiro del cuerpo político que cae
Cuerpo  reposa en el alivio sonoro de (t)uestro decir    una lengua atiende tiernamente

Cuerpo arrancado de su reposo en la terquedad sonora de nuestro ser
   marchamos moviéndonos como un nosotros sin sargento, libres

2.

Pero si te amo, lo que somos es importante a cada mañana,
a cada tarde, a cada noche que se aparta.

Pero si te amo, el tiempo se vuelve irrelevante e incontable. No es sencillo
contar cómo llega el tren, cómo atraca el barco.

Pero si te amo, no es sencillo dibujarte como cualquier otro, delineado
en la agonía de las marcas comerciales y del marketing

La llegada y sus posibilidades, felicidad visible que florece
La partida y sus posibilidades, felicidad extensa del desierto

Pero si te amo, tú no eres yo,
y danzamos a lo largo de caminos discontinuos, inconexos.

Pero si te amo, amaré a muchos más en la multiplicidad que soy y que amo

 

In the After (a poem in/on progress)

1.

March, like the soldier, through the sonic insistence of breath
Breathe in the minute in the minute   in the moment             breathe             breathe             breathe
Body rest         Body wrest away the rest, then breathe            breathe

Bodies arrested            Body  rest         body wrested   body resting in/as recline
Body rest         body wrested    bodies arrested (who are loved)            body politic is/as de     cline

Body rest in each breath           in each breathe             in breathing
Body rests in each breath we take

Bodies rest in each breath taken by the body politic’s restless decline
Body rest in the sonic soothing of (y)our saying           a tongue tenderly tending

Body wrested from its resting in the sonic insistence of our isness
   we move through by moving as an unmarshalled we

2.

But if I love you what we are is of consequence each to the morning,
each to the afternoon, and to the evening’s retire

But if I love you, time is immeasureable and irrelevant. There is no easy
accounting of the train’s arrival, of the ship’s docking

But if I love you, you are not drawn as an easy other, conscripted
in the agonies of marketed and marketing brands

Arrival and its possibility are verdant present joys
Leaving and its possibilities are expansive desert joys

But if I love you, you are not me,
and we dance along our incongruous, broken roadways

But if I love you, I will love many in the multiple that I am and that I love

 

Historia de la perra o Hdlp: Hood Hauntings (acechar el barrio)
(para Walter Hood)

En este momento, de pie aq/llí, entre ustedes,
en este pedazo de tierra, nuestro destino, por ahora

quiero decir que el yo
no está unido a un solo cuerpo
La tierra es, después de todo, una constelación
planetaria que empuja más allá
   de nuestros cálculos cuidadosamente acorralados

Quiero decir que el yo
no está unido a un simple yo
   La ternura con que ella toma la bufanda de su amante
   nos dice todo lo que no revelará
   sobre él y su tacto, sobre ella y su deseo mudo

Quiero decir que el yo
no está unido a un solo yo

   Y la suavidad con que aquel adicto con barba se abraza
   el torso, cenizo, con sus delgados brazos, es señal
   de lo que no podemos sostener.

Quiero decir que el yo
no está unido a un simple cuerpo

   Le incrédule, reconocide como él/ella, parade
   entre ríos y encrucijadas, sueña en órbitas
   de certeza que sólo pueden hacer corto circuito en alguien como él/la.
 
Quiero decir que el yo
no está unido a un solo cuerpo

   El optimista nunca ha visto
   los esquistos debajo del musgo. Y el pesimista
   se rehúsa a mirar el cielo en el exterior de la mina,
      y se rehúsa a entender que el pasado no es para siempre
      y que no es es lo mismo que un será.

Quiero decir que el yo
no está unido a un solo cuerpo
   La mujer solitaria, que bien lo sabe, le llora
   a su yo forjado de preocupaciones y palabras.
   Se refugia con los brazos llenos de ausencias
      le es más llevadero que la estridencia de los vecinos
      ¿Qué es un yo sin ti, sin ellos?

Digamos que lo que yo quierodecir, entonces

es decir que el yo
no está unido a un solo cuerpo

   es soñar en tiempo real, tiempo, tiempo, tic-tac tic-tac
   es un conjuro cósmico del pasado
      las rejas de metal, pasando
      el pasto crecido y recortado, pasando
      los congregados de hoy en el barrio, pasando
      el pasado omnipresente que no hay cómo filtrar

Decir que el yo
no está unido a un solo cuerpo

   es hacerle lugar a la niña convertida en amante convertida en madre
   que respira por un instante por otro,
   es asumir que cada yo sólo
   existe en el abrazo del Nosotros,
   aunque sólo sea una idea del nosotros

¿Y yo misma?
Mi yo no es un cuerpo, no es un cuerpo único plantado
   entre estrellas, entre cosas, entre pensamientos, entre palabras,
   entre sílabas, carritos del súper, entre bocanadas y cajas.

Mi ser no se limita a las fronteras de mi cuerpo
porque en la espesura del mundo, existimos

Yo soy porque nosotros somos
y Nosotros      nosotros somos sobre todo espíritu: bálsamo y machete.

 

A History of the Bitch or AHotB: Hood Hauntings:
(for Walter Hood)

At this hour, standing t/here, among you,
on this bit of earth that is our momentary lot

I want to say that the self
is not to a single body bound
Earth is, after all, a planetary
constellation pressing past our
   cautiously corralling calculations.

I want to say that the self
is not to a single body bound
   The tender ways she holds her lover’s scarf tells
   us everything she won’t say
   about his touch, about her quiet wanting

I want to say that the self
is not to a single body bound

   And the gentle way the bearded addict folds
   his lanky arms across his torso, ashen, is a semaphore
   for what we cannot hold

I want to say that the self
is not to a single body bound

   The doubter, situated as s/he is
   at road-forks and rivers, dreams in circuits
   of certainty, that can only short-circuit one such as s/he.

I want to say that the self
is not to a single body bound

   And the optimist has never seen
   the schist for the moss. And the pessimist
   refuses to see the sky beyond the mine,
      and refuses to see that was is not always,
      and that is is not will be.

I want to say that the self
is not to a single body bound
   And the loner, who knows this, cries
   To her self wrought of words and worries.
   She hunkers down with her arms full of absences
      more bearable than the gregariousness of neighbors
      What is an “I” without you or them?

Say I want, therefore

To say that the self
is not to a singular body bound

   is to dream in real time, time, time, tock
   is a cosmic conjuring of past
      the metal fences, past
      the clipped and cultivated lawns, past
      today’s neighborhood congregants, past
      the omni-present past there’s no way of filtering out

To say that the self
is not to a singular body bound

   is to make space for the girl become lover become mother
   who breathes, for a time, for another,
   is to embrace that each I is
   only in the company of We,
   even if only an idea of we

And myself?

My self is not a single body, is not a body singularly situated
   among the stars, among things, among thoughts, among words,
   among syllables, among shopping carts, among breaths and boxes

My self is not by my body’s boundaries bound
In the thicket, we are

I am because we are
   and We            we are mostly spirit–salve and machete

 

En/somniloquios

   Las lombrices no son gusanos
   comerlas no es plantar
   árbol o bandera

ella quiere gritarle
a la tele cuando una tal Susy sorbe
lombrices de una taza.

quiere gritarle
a la idea de que lo hecho/por venir
está graba/paga(do)

   Las lombrices no son di-
   gestores ni una dis-tracción
   del ruido callejero de la esquina.
 

Pensarías que una mujer
tendría más criterio, piensa ella. Este pensamiento
una ardilla en el césped.

 

Pensarías que una mujer
   —hay pensamientos de otras mujeres.
Más ardillas.

 
 
Su madre: sería terrible
que te perdieras de tener sexo, cuando
quiso ser monja.

Su madre: Cuéntame,
¿qué sabes tú
de los hombres?

cuando mandó una carta a casa en que hablaba de su amante cuya madre le
  enseñó a tejer.
Cuando mandó una carta a casa en que hablaba de tejer, aún era una
  chica-ingenua,

aún era la chica que escribía “somos los rostros que llevamos puestos”. ¿Dónde? En una escena del pasado,
aún era la chica con un rostro como pantalla de cine, que tejía gorros con

lana roja como sangre de caricatura, roja como las zapatillas de Mammy Two
  Shoes, cabezas de cerillo,
lana roja como labios y lenguas de caricatura, roja como paliacates y granadas

roja como sangre en mariposa mancha que atraviesa el blanco de los shorts de
  verano,
roja como sangre que dice mujer, quizá madre, que dice mira y toma nota,
roja como pasteles red velvet que descongeló y se comió por dos meses cada
  aurora en la hora del luto,
roja como las cortinas aterciopeladas con las que hubiera querido cubrir aquel
  momento,
roja como la aurora, como la ira, como la vergüenza, como los platos de las
  ofrendas en la iglesia
roja como la hora del luto, como un alto que pasas de largo en el tráfico, como
  una rebanada de carne,
roja como las cerezas del ahora y del después, como labios de cerdo en
  escabeche, como nudillos golpeados,
roja como paletas de cereza, como chicle rojo, como anuncio de “no deambular”
  antes de dormir,

 
roja como las abejas distantes de Red Hook embriagadas con cocteles de
  cereza fungicida,
roja como el espacio distante mapeado comprado y controlado por un dictamen
  brutal,
roja como la administración de las zonas rojas y las cuadras acordonadas,
roja como la administración de la necesidad, como el palpable y prolongado
  adiós,
roja como ardillas rojas, como maples, como distritos
montados e iluminados para el deseo,
roja como ardillas rojas —norteamericanas, euroasiáticas, nativas, migrantes,

 
roja tan roja como el mismo rojo. Tan roja como el culo rojo de un babuino.
  Bueno, ya cállate.
… roja como rojo-culo-rojo, como infiltradas palabras el hubiera no exis… ya
  sabes.

Roja como el subjuntivo lo que sea el culo de lo tomado de lo derribado,
roja como estar subyugado a límites y líneas mercantilistas.

Un día de letra escarlata en la zona roja de la noche insomne,
Un día de letra escarlata para ver el temor rojo hasta perder la razón

rojo extraído de la raíz de rubiácea que le confiere grandilocuencia al ermitaño
  (y a la mujer, infamia),
rojo extraído de la cáscara del palo de Brasil que chuleó las túnicas de un papa,
  vulva prostituida por un chulo,
rojo extraído de la arcilla, de la cochinilla triturada, de la grana, de los gusanos
  disecados y hechos polvo,
rojo extraído del cinabrio minado por esclavos, por prisioneros, por los no-yo,

rojo como una brújula, un calibrador, una franja, una huelga, como matiz de la
  matriz del hogar,
roja como brújula, medida de luz que recorre los bordes de 620 a 740 nm

roja como estuvo aquí, como convertirse, como devenir en un no aquí,
roja como nota y huida y no…

cada rojo una nota que el oído nota y roe, nadas notacionales,
cada rojo una sílaba aborregada en la búsqueda del sueño,
cada rojo una sílaba aborregada que avanza en la búsqueda del caos,
cada rojo un zumbido, un zumbido, un zumbido, un zumbido, un zumbido, un sonido del deseo.

In/Somniloquies

   Earthworms aren’t maggots;
   eating them ain’t planting a
   tree or a flag,

she wants to shout at
her t.v. when some Sue gulps
earthworms from a cup.

She wants to shout at
this idea that there’s p(l)ayback
for what’s done/to come.

   Earthworms aren’t de’
   composers nor dis’traction
   from street corner noise.

 
You’d think a woman
would know this, she thinks. This thought
   a squirrel on a lawn.

 
 
You’d think a woman
   —there are thoughts of other women.
More squirrels.


Her mother: I’d
hate you to miss sex—when she
wanted to be a nun.

Her mother: I’d
like to hear this. What do you
know about a man?

 

when she wrote home about her lover whose mother taught her to knit.
When she wrote home about knitting, she was still girl-incognizant,

still the girl writing “we are the faces we wear.” Where? In flashback,
still the girl with a face like a movie screen, who knit skullcaps with

yarn red as cartoon blood, as red as Mammy Two Shoes’ shoes, matchstick heads,
yarn red as cartoon lips and tongues, red as bandanas and pomegranates,

 
red as blood butterflied across the seat and white of summer culottes,
red as blood that says woman, maybe mother, says watch and count,
red as velvety cakes she thawed and ate over two months mo(u)rning times,
red as velveteen curtains she wanted to drape around this moment,
red as morning, as bluster, as bluff, as the flat of offering plates,
red as mourning, as unheeded signal to stop, as sliced rare meat,
red as cherry now and laters, as pickled pig’s lips, as bruised knuckles,
red as cherry blow pops, as big red gum, as loitering before sleep,

red as distant Red Hook bees drunk on cherry fungicide cocktails,
red as distant space mapped bought and belonging to brutish say-so,
red as the administration of districts and blocked-off blocks,
red as the administration of want, as the red-handed wave so long,
red as red squirrels, as maples, as districts set for and lit with wanting,
red as red squirrels—north American, Eurasian, native, migrant,



  
red, as red as red. Ass red as a baboon’s ass is red. Come on. Stop.
…red as red-ass-red, as the seeping of coulda, woulda…you  know.

Red as subjunctive being being the butt of taken and took down,
red as subjecting being’s becoming to merchandising lines and limits.

A red-letter day in the red-light district of insomniac night,
A red-letter day for seeing red scare the shit out of reason—

red culled from rubia or madder root lends the hermit majesty, (the woman
  infamy),

red culled from sawdust of the brazilwood tree primped a pope’s robes, pimped
  pus(sy),

red culled from clay, from crushed cochineal, kermes, from worms dried and
  ground,

red culled from cinnabar mined by the enslaved, the imprisoned, not-I’s,

red as compass, gauge, as stripe, as strike, as undertone of home,
red as compass, gauge of light cycling the edges of 620 to 740nm,

red as was here, as becoming, as becoming not here,
red as note and gone and not…

each red a note the ear’s noticing and gnawing, notational nothings,
each red a sheepish syllable counted in sleep’s pursuit,
each red a sheepish syllable clocking the pursuit of shit,
each red a buzz, a buzz, a buzz, a buzz, a buzz, a blazon of want.

 

* Estas versiones recibieron el apoyo del programa de residencias artísticas de Casa Ojalá, en la Ciudad de México.

 

 

 
Escondidillas

—¿Jugamos a las escondidas?

Como correr dentro de un espeso mármol
así debe ser el cautiverio

—¡Comida! —(La cuidadora de Sandra hace señales con las manos y apunta a su boca) — ¡Ve, búscala! 

Los orangutanes
como muchos mamíferos
tienen muy desarrollada la vista
y responden a estímulos visuales       

—¿Dónde estará? Ve, comida, ve, ve, haaam, haaaam, comidaaaa    

Si no tiene incentivos Sandra permanece quieta mucho rato
la recompensa: zanahoria, banana, ramas de mora y una paleta helada de naranja
A Sandra le gusta que varíe la presentación de su comida
la disposición y colores de la fruta

Los días de mármol son todos pálidos e iguales

La otra recompensa: ver a la orangutana
como una persona niña
sentada en el verano del polo
mientras en su boca y manos
se derrite una paleta
de jugo de naranja con rodaja

*

Sandra va al SAT
y no sabe en cuál fila formarse
ni qué responder a la pregunta de la amable señorita:

¿Qué trámite va a realizar?
¿Persona física o moral?

Sandra encoge los hombros
mira sus garras
su dedo en el que falta una uña
el turno que le dio la máquina dispensadora
un papelito que baila entre sus manos
como un número de rifa
y que algún día debe coincidir
con otro que salga en una pantalla oscura

Sandra no sabe qué responder
aún está caliente el “persona humana-persona no humana”
para entrar en sutilezas de físicas y morales
Mira de nuevos sus extremidades
quisiera dominar otros idiomas
poseer un posgrado
empieza a mover sus manos para en esa lengua decir:
orangután, persona de los bosques, persona no humana
pero se detiene
para ella tampoco está claro qué significa eso
cuáles son los límites que rodean ese concepto

Calla
guarda sus manos
va a formarse a la fila de quejas

 
 
Sandra ve gorilas en la niebla

En la programación de hoy
del área de entretenimiento del zoológico
están pasando un estreno:
            Gorilas en la niebla

Sandra ve atenta la pantalla
sus compañeros de especie
los gorilas
aparecen en primer plano
los rodea una niebla tupida
espesa
que ella asocia con cierta pesadez en sueños
donde se ve a sí misma
caminando en un bosque sostenido por nubes

Algo en la tensión de los movimientos
dentro de la pantalla
de los sonidos que a medio volumen
parecen venir de un pasado en brumas
la hacen sentir incómoda      
como un recuerdo que parece real
pero no podemos asegurar que lo sea
un recuerdo del que no sabemos 
si aún quedan las cicatrices
o si alguien lo ha implantado en la memoria
como una ofensa hecha a otro
pero que nos duele en la dignidad
y compasión propia

*

En la primavera de 1998 vi la película Gattaca
(tengo debilidad por las películas de ciencia ficción)
en esa historia
las personas que podían pagar por ello
tenían la posibilidad de acomodar los genes para dar a luz hijos perfectos
sin la sombra del dolor
seres superiores para las proezas espaciales
“Una distopía transhumanista” según una reseña

Por supuesto estaban los otros
lo que nacían del modo ordinario
del vientre del azar
sin que la ingeniería genética colocara andamios
en la escalera de su ADN
Obviamente eran menos aptos
menos válidos
y para acercarse a las estrellas sólo podían alzar la frente

En Bélgica
nació Mathai un 28 de noviembre
signo sagitario
segundo hijo de Ujian y Sarí
una novedad
y más entradas para el parque zoológico de Pairi Daiza

Cuando Mathai tenga diez años
empezarán los ritos de la reproducción
los científicos a cargo pasarán días estudiando su ADN
para luego ir al catálogo europeo de especies en peligro de extinción
ahí encontrarán a la esposa perfecta
la combinación ideal que burle males congénitos
una vista cansada
y malos reflejos al trepar árboles
Juntos engendrarán las mejores crías para salvar la especie 
para que la humanidad pueda seguir señalando a un orangután vivo
y no sólo en un video en internet
mientras come una cucharada de aceite de palma con sabor a chocolate

 
 
Pony

Ser hembra
sexo femenino
en cualquier especie animal supone un riesgo

A Pony la violaban desde sus cinco años
era la prostituta de una aldea en Indonesia
esclava de un hombre cuyo trabajo
era encadenarla a una cama y venderla

Fue rescatada cuando tenía siete años
su piel totalmente rasurada e infectada
por picaduras de mosquitos que no podía ahuyentar
Le pintaban los labios
para una fila de hombres que esperaban turno
para abusar de ella
para saciar el morbo
y tener su dosis de exoticidad

Esos mismos hombres
de día arrasaban los bosques de Borneo
para obtener aceite
el círculo era completo:
destruir al animal y su casa

Cómo volver a ser sólo una orangután
si los recuerdos nunca se van de la piel
Pony se orinaba encima
cada vez que un hombre se le acercaba

En la aldea no la dejaban ir
pensaban
     aún lo creen
que era de buena suerte tenerla cautiva

Pony ahora vive en un santuario
es la líder de las orangutanas
la nueva reina de la isla Kaja

 

* Poemas pertenecientes a Persona no humana (Conarte, 2022), ganador de los premios Nacional de Poesía Carmen Alardín de 2022 e Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2023.