Un borreguito
Luego se me desacomoda todo:
los científicos identificaron cómo la edad, el sexo y la cantidad
de luz natural a la cual una persona
que trabaja
y se lava los dientes tres veces al día:
tres:
tres comidas:
en tres tristes platos de precariedad:
se expone, le exponen: afectan la duración del sueño en 100 países
—de los que el tuyo no es excepción ni meridional ni abisal ni en
ninguna coordenada— el punto es que
las personas se acuestan y despiertan
en husos horarios
a un lado y otro
del meridiano
y cuando sueñan, lo pasan a veces en éxtasis a veces en
angustia y cuando no sueñan, se insomnian:
cosas que les quitan el sueño.
La revista Science Advances demostró que las presiones de la vida social afectan a los ritmos circadianos: un reloj interno que se desconchinfla, pero no de una
o de dos
sí, de millones:
una masa de gente que trabaja de 9 a 19 o más,
una masa de gente que trabaja 24 × 24,
una masa de gente que se alquila por destajo, por hora o por
servicio,
una masa de gente que trabaja en cambaceo y recibe
sueldos según aptitudes y escasas horas de sueño.
Fundamentalmente a la hora de ir a la cama, dice el estudio
Parecería que la sociedad y sus estímulos determinan sobre
todo la hora de acostarse y que el reloj interno del cuerpo
fija la hora de despertar.
Y hay un déficit, una faltita; porque por encima de los relojes internos, están los externos:
El reloj del pago de la renta El reloj de la entrega
El reloj del compromiso El reloj de la alarma
El reloj del checador
El reloj biológico-social;
Los relojes fiscales, los patrimoniales, los relojes de erudición, relojes en diversas posiciones:
¡Un kamasutra de relojes para el mundo!
Relojes que se multiplican infinitamente y encogen la posibilidad cavernaria de levantarse hasta que el reloj interno diga suave y silenciosamente:
Una cerca
Del tamaño de un grano de arroz,
el ”reloj biológico” de las hembras
que el algoritmo reconoce
por la forma en que cada una mueve el mouse,
está situado detrás de los ojos
y contiene 20 000 neuronas.
Del tamaño de un grano de arroz salvaje,
como la intuición o el miedo a lo desconocido:
es el mismo que un día
hace que no puedas de la emoción
al ver todas las cosas que se podrían comprar para criar un bebé;
y que al otro, pienses,
ebullas en lo bonito que sería:
y luego, los bombardeos de clínicas de inseminación artificial,
recordatorios de periodos de ovulación
y el bloqueo de todas las noticias acerca de la penalización por
maternidad y crianza.
Entonces del tamaño de un grano de arroz tropical,
el reloj biológico se regula en función de la cantidad de luz que la persona capta, sobre todo la luz natural y de la cantidad de exposición positiva a la gestación y nacimientos de crías.
Como siempre se trata de la luz
y de mujeres que están dispuestas a tener crías
y a pasar por alto:
los porcentajes de pobreza femenina vinculada con la crianza,
los déficits de desarrollo en las carreras de las mujeres que son madres, frente a las que no lo serán y cómo lo que en ellas es motivo de despido, en los varones de la especie es motivo de permanencia laboral.
Los investigadores estimaron que la duración promedio del sueño en el mundo varía de un mínimo de 7 horas y 24 minutos en Singapur y Japón, a un máximo de 8 horas y 12 minutos en Holanda.
Por otro lado, las mujeres que sí tienen hijos no han tenido oportunidad de investigar qué hubiera pasado si se hubieran aferrado con mayor contundencia, incluso contra su propio instinto, a no tener crías.
La diferencia de 48 minutos en las variaciones del sueño parece escasa, pero media hora de carencia de sueño puede tener efectos considerables sobre las funciones cognitivas y la salud, señalan los investigadores.
La diferencia entre tener y no tener hijos para las mujeres es terriblemente significativa, aunque no se haya dicho lo suficiente: pensar que cada quincena ganarás 24 % menos de lo que podrías ganar si no tuvieras hijos; y hasta un 32% si fueses varón con o sin hijos.
Según un reciente informe de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, uno de cada tres adultos estadounidenses no duerme el mínimo de siete horas recomendado.
No hay estudios contundentes ni de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, ni de ninguna otra entidad que determine, cuántas horas de sueño pierde una mujer en edad reproductiva, medianamente saludable, pensando si tendrá o no tendrá hijos.
La carencia crónica de sueño acrecienta el riesgo de obesidad, diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, destacan los CDC.
La carencia crónica de medidas económicas y sociales para favorecer una crianza luminosa hace que millones de personas, sobre todo mujeres en edad reproductiva, con y sin hijos, pierdan el sueño.
De acuerdo con CDC y la Advance Science & wonderful production, los hombres de mediana edad son los que menos tiempo duermen, aunque no dicen mucho de cuáles son las cosas que les quitan el sueño.
Los hombres investigadores de la CDC y la Advance Science & wonderful production, como muchos otros hombres investigadores a lo largo de la historia, casi no se preguntan sobre la diferencia que hará el tener o no tener hijos con respecto de sus flamantes trabajos de investigadores.
Una aplicación que determinara cuántas horas dejan de dormir las mujeres con y sin hijos pensando alrededor de la maternidad
y la crianza, sería posible si la CDC y la Advance Science & wonderful production contrataran más investigadoras.
Entrain es un programa personalizado de exposición a la luz para ayudar a adaptarse rápidamente a un nuevo huso horario actuando sobre los ritmos circadianos.
Entrain es un programa personalizado que no mide la exposición a presiones positivas que las personas tenemos sobre la maternidad y la dificultad que tenemos como sociedad para imaginar otras formas de cuidar criaturas humanas colectivamente.
Information is beautiful
En ruecas de sol rayos de luz hilan oro
cadenas de datos: tejidos luminosos de
iridiscentes historias, hialinas, transparentes,
amadas prendas queridas en
concatenaciones y energías brillantes,
sonoras, dúctiles, volátiles; aquel
intercambio de prendas y largas
conversaciones alrededor de los cultivos de
algodón entre las sábanas de cuatrocientos
hilos, en cultivadas formas gramaticales de
dos idiomas de distinta familia lingüística,
entre las sábanas que compartimos: y tus
palabras y las mías tejidas en la distancia
alrededor de los tejidos de la moda rápida y
las evidencias de hebras de plásticos en los
salmones que consumimos aquella tarde con
yerbas finas camisones de algodón y algo de
humo: sueño recurrentemente con el
camisón pakistaní que llevabas y las cartas
que imaginamos recibiríamos de costureras
resueltas a iniciar la revolución de la
industria del vestido en Nueva Delhi,
Turquía o Pakistán.
Sueño y tu camisón hindú como promesa que se ondula en medio de una plaza.
Sueño y la industria de la moda rápida y el humo y tus palabras se evaporan hialinas:
tejidos de oro que se deshilachan:
las palabras.
Sobre la cama, las sábanas con manchas, los calzones; y alrededor, todas las preguntas sobre la concepción, la vida, el arte, botellas de whisky y ceniceros rebosantes de colillas; preguntas sobre dormir y no dormir, detritus: pasar algunos días inconsciente sobre la almohada y el bochorno. Alrededor, folletos de ILE y promesas rotas: humedad, preocupaciones invisibles en los cálculos sobre estándares de bienestar para mujeres que se desarrollan en lo profesional y siguen enamorándose bovary karenina enamorándose.
Sobre la cama ropas sucias, ansiedades a la alza, plazos que se cumplen, entregas, condiciones laborales,
¿qué precio tiene el arte? preguntas.
2014
El redactor de la Agence France Press, México, titula su nota “2.7 millones de euros por sábanas sucias y condones usados”.
El redactor de la Agence France Press, México, dice que algunos acusan a la autora de egocéntrica.
El redactor de la Agence France Press, México, dice que la cama de la autora fue un mudo testigo de sus noches de amor.
El redactor de la Agence France Press, México, dice que la autora perdió el premio Turner con esa obra.
El redactor de la Agence France Press, México, dice que la autora pasó varios días en esa cama en un momento de depresión tras una ruptura sentimental.
La compañera de la oficina que compartió la nota estaba muy
indignada y dijo: “Estas artistas, ya no saben ni qué inventar”.
2017
Una vez que transporté ese lecho de muerte y lo llevé a otro lugar, en mi cabeza se convirtió en algo luminoso.
Ya no fumo,
no tengo sexo casual,
no uso anticonceptivos,
no tengo períodos,
y no uso pequeñas bragas azul pálido que se
parecen a una de las nubes de Turner.
Tampoco mancho la cama así, como solía hacerlo, y
si lo hiciera, no tendría una cama así, las sábanas se
lavarían de inmediato.
Dijo Tracey Emin a la entrevistadora Alice Cohen, quien publicó
su nota en el sitio Artsy el 30 de julio de 2018.
Alice Cohen tituló su nota “Tracey Emin’s ‘My Bed’ Ignored
Society’s Expectations of Women”.
La compañera de la oficina que compartió la nota estaba muy
indignada y dijo: “Esa nota está sesgada”.
* Poemas pertenecientes a Sueño per cápita & wonderful production (Elefanta Ediciones, 2024).
Balada de un hombre a lo lejos
Algunos nacen con la gracia
de los suicidas: ni el más experto
equilibrista de la muerte
evitaría el hambriento abismo
del amor.
Aunque lográramos saber
ciertas cosas
importantes, algo
que valiera en las manos
de los que esperan;
algo —dardo de fuego—
con certeza divina.
Las cosas
que el ojo conserva
suelen ser más
dolorosas
con el tiempo.
Nadie es tanto amor.
Teorema de la tristeza
De niño me levantaba
por las noches
a revisar que las llaves del gas
estuvieran cerradas.
Vigilaba la calle desde la ventana
de mi cuarto; salía a la zotehuela
a alborotar con ruidos
a los perros
de los vecinos.
Soy de esas personas
que evitan las líneas divisoras
en los pasos peatonales;
que se lavan las manos
más de tres veces
cuando van al baño;
que dicen la palabra cerrar
cuando están
por apartarse
de alguna puerta.
Mi siquiatra sabía cómo llamarle
a todo esto.
No me interesa recordar
sus palabras.
Conté 65 azulejos
en aquel baño público.
Yo le llamo tristeza.
Concilio del insomnio (o los ojos abiertos que son mi padre enfermo)
Déjame descansar de ti. Déjame cerrar los ojos
del corazón.
Cuando el abuelo y las tías te despreciaron,
no hice nada por defenderte.
Consentí todos los rencores de mamá:
así la consolé
cuando te alejaste. Con mis hermanos
jugué a los resentidos.
Nunca quise hacerte daño.
Tú encendiste la luz cuando los monstruos
acechaban; tú sujetaste la bicicleta
para que no hubiera heridas.
Yo no sé cómo protegerte de todas las cosas
que te angustian.
Es cierto.
Tú ya no puedes ser aquel hombre
que daría todo por su familia.
Nosotros ya no somos aquellos niños
que jugaban a tu alrededor.
Esta enfermedad nos hace escuchar la voz de la muerte.
Ya no queremos esperar por más doctores,
descifrar nombres de medicamentos,
adivinar direcciones de hospitales.
El silencio pesimista de los consultorios
nos divide.
Me da tristeza pensar que terminarás tus días
complaciendo a personas
que ya no te aman:
no dejes que las mentiras afilen sus uñas
en tus huesos;
no dejes que los fracasos reiteren su golpe
en tu mente.
¿La soledad es un espejo
con el que podemos perdonar
nuestras culpas?
Tu más grande sueño es recuperar el amor
de los que te olvidan.
Yo sé muy bien por qué a ellos no les gusta
soñar contigo;
sueñan que los necesitas.
Breathing Around
No quiero para mí tantas desgracias.
Pablo Neruda
Sucede que me canso de estar enfermo.
Sucede que entro en las farmacias y en los consultorios
estropeado, insoluble, como una oferta milagrosa
mintiendo en la fila de un sol sin dinero.
El olor de las salas de espera me hace volver la bilis.
Sólo quiero un descanso de aire, sin cubrebocas,
sólo quiero no ver nebulizadores ni sueros,
ni medicamentos, ni agujas, ni inyecciones.
Sucede que me canso de mi pecho y mis sesos
y mis huesos y mis miedos.
Sucede que me canso de estar enfermo.
Sin embargo, sería agradable
asustar a un doctor con un estornudo sin cubrebocas
o dar muerte a una enfermera con una plática a veinte centímetros.
Sería bello
ir por las calles con un catéter sin vena
y respirando hondo hasta reír de asintomático.
No quiero seguir siendo análisis en espera,
cobarde, agotado, agitado de delirios,
bocabajo, en los pulmones hinchados de los días,
sobreviviendo y reposando, vomitando cada alimento.
No quiero para mí tantas pandemias.
No quiero continuar de pastilla y de sueño,
de camilla sola, de diagnóstico incierto,
amarillo, contagiándome de todo.
Por eso cualquier día se asfixia como el aire
cuando me escucha hablar con mi boca de remedio,
y persevera en su evolución como un latido solitario,
y da pasos de fiebre trémula hacia la madrugada.
Y me empuja a ciertos tubérculos, a ciertas semillas mágicas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertos laboratorios con olor a nausea,
a plazas insalubres como reuniones familiares.
Hay palomas de color de cloro y fúnebres cantos
colgando de las puertas de los consultorios que ya deliro,
hay un respire hondo olvidado en las horas,
hay termómetros
que deberían haber sudado de confusión y espanto,
hay cubrebocas en todas partes, y alcohol, y
manos.
Yo deambulo con inercia, con miradas, con sábanas,
con pijamas, con soledad,
carraspeo, cruzo mi cuarto y la estancia cerrada,
y los brazos; donde hay recetas colgadas de un horario:
azitromicina, ivermectina y menjurjes que tosen
lentos verbos de insomnio.
Aquí puede leerse la primera entrada de este dossier.
Sebastián Martínez Vanegas
Pereira, 1996. Profesional en Estudios Literarios por la Pontificia Universidad Javeriana. En 2021 recibió el Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid por Coordenadas de un plano irrealizable. Entre 2023 y 2024 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Su libro Tener un cuerpo es mala poesía ganó el Premio Internacional de Poesía Emilio Prados 2024.
Ley primera
La casa cruje como Dios.
Nadie oye su derrumbe
por lo mismo
Ley segunda
Si hay materia, hay fisura.
Cuántos quiebres
cuántos minúsculos fiordos por donde reptar
por donde agitar las alas torpemente
¿hay plantas
me pregunto
que crecen hacia dentro?
La casa es ante todo una entrada que desfasa:
siempre hay algo que queda fuera.
Ley tercera
Toda grieta es un umbral.
Ley quinta
Las casas también organizan a los hombres.
Basta con entrar en ellas
caber en donde ellas nos dejen caber
acomodar la mudanza que somos según sus jerarquías.
Basta un desliz sobre la baldosa
quizá un índice que obstruya el encaje de la puerta en su jamba
el paso en un peldaño flojo
para recordar
que el cuerpo es otra cosa.
Precisamente: una cosa.
Que se quita y se pone
tan fácil.
Ley sexta
Si hay un traqueo mínimo en la noche
como cuando la madera cruje de pronto
tienes que saber que ha sido una cucaracha que escalaba por la pared
y se cayó de espaldas.
Incluso esas minúsculas caídas fracturan el suelo de la casa.
Para vivir tranquilo hay que ignorar el propio peso.
Pisar y olvidar. Pisar y olvidar.
Es muy sencillo.
También hay otro requisito: no mirar
bajo ninguna circunstancia
hacia abajo.
Date cuenta
quédate quieto, mi amor, date cuenta
de que la lagartija sale de pronto
desde atrás de las cortinas
y corre
frenética hasta tus labios
se queda allí
detenida ante la grieta
como si todos miráramos
tu boca
nuestros ojos siempre están encima de la lagartija
por eso tiene una anatomía
tan aplastada
desde el comedor de Pereira
mi madre está tan asustada ante la lagartija
como ella de la humana
y es que es verdad que tus labios le dan miedo
mi padre, por el contrario, no le presta atención
quiere que se infeste la casa de lagartijas
para que se coman a todas las cucarachas
pero no sabe
que las lagartijas también son una plaga
que esta lagartija suena
que su cuerpo lánguido
retumba en todo el barrio
su cuerpo contra mi cuerpo asusta
date cuenta
de que nuestro beso
es una alimaña en nuestra casa
es una rapidez que se esconde
pero cuando se muestra
diminuta e insignificante
hace de la pared
el muro de la masacre
y las escobas caerán en tu boca,
mi amor,
caerán los gritos
caerá la sangre
en el muro del sacrificio
pero no importará
porque entonces me habrás tragado
*
Kirvin Larios
Barranquilla, 1993. Escritor y periodista cultural. Autor de Por eso yo me quedo en mi casa (2018). Editó la página cultural del diario El Heraldo. Periodista de la sección LGBTQ+ de Infobae desde 2022.
Mordedura
Voy a meterme en la boca un trozo de pan
no importa que esté rancio o esté duro
o que las moscas y otros dientes
se hayan cebado largo tiempo con él
Tan solo me llenaré la boca
de una sustancia concreta
un pan blanco que al comerlo me haga pensar
en la orfandad de la mordedura
No exigiré que me sacie o alimente
a su manera cada mordisco sabrá decirme
que también la orfandad es una masa inflable
un trozo de mendrugo que atorado en la garganta
incluso con una bebida caliente
y varios puñetazos en el esternón
cuesta tragar
Tumbatecho
La brisa que pasa por la cuadra
se está llevando los tejados de las casas
ahí va un vecino volando
sonríe en lo alto
no sabe que al caer le espera
un poste de luz con su enredo de cables eléctricos
amortiguarán su descenso
pero lo dejarán tostado y tieso
en pleno día
Encuentro
Si el arroyo que pasa por mi casa
me llevara a la tuya
cuántos chapuzones no me hubiera dado ya
tan solo para presentarme ante tu puerta
sucio harapiento y húmedo
pidiendo refugio en tu habitación
Allí, al calor de tu axila
veríamos caer la lluvia por la ventana
como una película mil veces repetida
—Las muertes ajenas serían un cálido
tema de conversación—
Pero el arroyo que pasa por mi casa
arrastra cuerpos bañados en sangre
hacia un lugar lejano habitado por otros cuerpos
Muchos cuerpos apilados
formando una montaña
semejante a una fuente que en vez de agua
escupe alaridos y huesos
Allí el arroyo es más poderoso
porque las lágrimas de los ahogados aumentan su caudal
Allí desembocan todos los arroyos
incluso los de tu infancia y la mía
A veces imagino que esa desembocadura
es nuestro primer y último punto de encuentro…
*
Juan Afanador
Bogotá, 1992. Antropólogo, poeta y editor. Fundador y director editorial de la revista virtual de poesía Otro páramo. Compiló Sobre las macetas. Antología de poetas nacidos después de los ochenta en Colombia (2018) y Emilia Ayarza. Antología (2020). Autor de Algo blando en cada trámite (2023). Desde 2022 publica junto a otrxs la instalación poética y artística Contaminación cruzada en el espacio público de Bogotá.
El recuerdo
El nombre de este edificio
era CUERDO.
Extraño gesto
es señalar lo evidente
porque al decir
que esos ladrillos son sensatos
racionales
se abre otra oscura posibilidad
que no lo fueran.
Habrá sido por vergüenza
por estar a una altura
más eminente
que los propietarios
minuciosos
cambiaron el nombre:
Edificio EL RECUERDO.
Creyeron
que así se alejaban de la anormalidad
y entraban al mundo sosegado
de los nombres correctos.
Pero debajo
de lo solemne
cruje la desproporción:
Prefijo procedente del latín
Unido a adjetivos
refuerza el significado
re-
Las palabras
tienen raíces que palpitan
no se pueden arreglar
tienen su propia abundancia
por venir de muchas bocas.
Son impredecibles
salvajes
no les basta con una sombra
les brotan patas y cabezas
cambian
enloquecidas.
Ningún deseo humano
las va a domesticar.
Todo persiste
No se puede destruir a los fantasmas
solamente diluirlos
hasta que sean tenues ramas transparentes
que se posan en cualquier parte
que se agregan a cualquier grieta
y se mecen con el viento de la noche.
La montaña
Para Jorge
Fuimos con un amigo
a caminar por la montaña
habíamos dormido
tres horas solamente
y la terquedad del sueño nos rayaba las cabezas.
Paramos en un claro
agotados
el viento había partido nuestros labios
y nos dolía hablar.
Entonces nos sentamos en silencio
simplemente
sobre la punta de unas piedras
en lo alto
y nos fijamos en las figuras
que armaban las hojas a lo lejos.
La naturaleza temblaba levemente
y nosotros temblábamos con ella
en un arrullo antiguo y verde.
Hacía calor y él cerró los ojos
no sé qué pensó.
Yo pensé (unas aves negras
nos empezaban a orbitar)
que este momento era importante
y tenía un lustre propio
aunque la vida fuera larga e imperfecta.
*
Manuela Gómez
Medellín, 1985. Estudió Periodismo y cursó la maestría de Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. Autora de La vida como era (2017) y La hora de los satélites (2020). En 2017 obtuvo la Beca para la Creación en la categoría de poesía, de la Alcaldía de Medellín, y en 2019, el premio del Ministerio para la publicación de una obra inédita.
Las agujas y los hilos
Admiro a las mujeres
que saben en qué lugar de la casa
se guardan las agujas y los hilos,
saben coser lo que se desgasta
limpian los envases
de mantequilla y mermelada
para ponerlos en la caneca
del reciclaje,
saben cuántas
fundas de almohadas,
cuántas sábanas tienen.
No soy como ellas
pero conservo
en una cajita bien cerrada
los regalos que me hace
mi hijo,
un pedazo de un globo
bolitas diminutas
que antes fueron un collar
recortes
de papel dorado
la punta
de un meteorito
de ladrillo,
un corazón de plástico
que brilla al sol.
Los encuentra
en el parque de su colegio
a la hora del descanso,
los mete en el bolsillo
de su sudadera azul,
me los entrega
todavía con las manos
llenas de tierra,
y yo los guardo
en esta cajita
de metal
que puse
sobre mis libros
y que me gusta
abrir a veces
cuando estoy sola.
Antes
Antes
mi hijo decía luenga
en vez de lengua.
Yo no lo corregí
ni una sola vez.
Amaba el sonido
de esa palabra extraña
como recién nacida.
Cuando alguien le enseñó
“Se dice jirafa, no firasa”
de verdad lo lamenté.
Igual con la mariposa
que antes era papiosa.
Sabía que esas palabras
no se quedarían
mucho tiempo
ahí,
en su voz.
¿Para qué apurarse entonces?
Las palabras habituales
están ahora en su sitio.
Excepto,
cuando quiere hablarme
de jaguares y dice
“mamá están en vida de extinción”.
Ya sabemos
no hay que decirle nada,
quizá queden algunos días así
en que la vida se extinga
sin intermediarios.
*
Samuel Baena
Bogotá, 1990. Profesor universitario y abogado colombiano.
Sueño
Sueño con mi padre.
Cabalgamos juntos
sobre poderosos caballos
en las praderas de ultratumba.
Despierto a la lluvia,
al café, al cigarrillo,
y a los seres humanos.
¿Por qué temen a la muerte?
La vida es don sobrestimado.
Otro sueño
Sueño con mi padre.
Ya soy adulto.
Él me da besos
con su nariz
en mi nariz
y con sus manos acaricia mis orejas.
Esto lo hacía cuando yo era un niño
(lo confirmó mi madre).
No lo sabía,
no poseía este recuerdo
hasta que el tiempo,
no sin piedad de empático enemigo
y con algo de ironía y de cinismo,
me lo devolvió en el sueño.
El muerto
Los otros no lo entienden:
cada uno carga con sus muertos
hasta su propia muerte.
Pasadas unas semanas
dejarán de darte el pésame,
y eso es bueno
(nadie quiere lástima).
Lo malo es que lo olvidan,
creen que superaste a tu muerto,
que lo dejaste atrás y eres,
otra vez, como ellos.
Los otros no lo entienden:
eres cripta, lápida y mausoleo,
tu palabra es epitafio
Lluvias
¿Cuántas generaciones habrán presenciado
esta misma lluvia?
¿Cuántas se habrán preguntado
lo mismo?
Piedra
Quisiera ser piedra.
Piedra rodante.
Piedra más vieja que todos los hombres.
Piedra más sabia que todos los seres,
porque guarda respetuoso silencio
y solemne quietud
ante el venerable prodigio cósmico.
Reencarnación
La eternidad repite sus signos.
He visto repetirse los mismos ojos en los gatos.
¿Cuántos gatos habrán visto repetirse en otros hombres los míos?
Everest
Those Himalayas of the mind
Are not so easily possessed:
There’s more than precipice and storm
Between you and your Everest.
Cecil Day Lewis
Me pregunto si Everest
quiere decir descanso eterno,
si algún explorador inglés
lo nombró con soberbia idéntica
a la de Adán cuando nombró las cosas del jardín,
creyendo nombrar por primera vez
algo que en realidad ya tenía un nombre
mucho más antiguo y poderoso.
Me pregunto si lo nombró Everest
para aludir a la muerte como final
de la expedición de la vida.
Pienso en los monjes del Himalaya,
retirados en las cuevas
junto a manantiales cristalinos,
sentados hace milenios en posición de loto.
De no ser por su meditación,
que les prepara para la muerte,
este mundo ya habría desaparecido.
*
Mónica Quintero Restrepo
Manizales, 1996. Periodista, magíster en Hermenéutica Literaria por la Universidad EAFIT y en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Iowa. Trabaja en el periódico El Colombiano como macroeditora de Tendencias y editora de la revista Generación. Es profesora de Expresión Escrita de EAFIT. Autora de Tal vez a las cinco (2022).
Te mataron un día
cuando yo no sabía aún que la gente se moría.
No entendí la muerte ese sábado aunque lloré toda la noche
como si hubiera sabido de tu confesión temprana:
desde las cinco eras un muerto
tal vez antes o un poco después.
Nadie se acuerda de la hora exacta
y menos yo
que entonces no sabía de horas.
Comenzaste tu vida de muerto esa tarde
y yo mi vida de huérfana ese día.
Lloramos una vez en un sueño
la única vez.
Hablamos toda la noche
y regresaste a ese lugar donde vives ahora
que no es mi casa.
Te he liberado varias veces
por un consejo repetido de los amigos:
vete, sé un muerto tranquilo
Adiós.
Y siempre has sido ese espacio vacío
en un lugar de mí que o sé dónde ubicar.
Nos mataron un sábado en la tarde
tal vez a la cinco, papá.
Ya estás viejo.
que tras la muerte
los años dejarían de contar.
Creíste mal.
Envejeces igual que yo
que estoy de este lado
sola
sin vos.
Estás viejo
aunque no se te noten los años en esa foto azul
que me mira todos los días
mientras me arrugo.
A las fotografías
no se les notan los años,
pero a los muertos sí.
Felices treinta y tres.
Existes porque te pienso.
Pongo todos los días un poco de mí
para que vivas.
No importa
si no llegas en las noches
ni respondes en las tardes.
Entiendo que en la muerte
también se esté ocupado.
*
Andrés Caro Borrero
Bogotá, 1992. Estudió Derecho y Literatura en la Universidad de los Andes. Trabajó en el gobierno durante las negociaciones de paz entre el Estado y las FARC. Sus intereses académicos radican en la intersección de la ley, las humanidades y la historia de las ideas. Actualmente estudia un doctorado en Derecho en la Universidad de Yale.
Partes
ya no sé cómo ser
del mundo
sino por partes,
nunca entero
Archipiélago
Como un descubridor
cuando ve tierra
y no entiende la tierra
—luego el tiempo
da las certezas
o las disipa—,
así, yo me di cuenta
de que tú eras el camino
más corto
para volver a mí.
Samsa
mi tren sale a las 5
y me rasca la barriga
no sé no sé qué hacer
no sé qué hacer
con tantas patas
Plegaria
Hazme otro
Comparaciones
Como una voz que se va
y que viene y que se va.
Como algo con alas,
como un bicho.
Como un consuelo.
Como un puñal.
Como la piel.
Como un continente,
como el tiempo.
Como un río y, allá,
como la orilla de un río.
Como una voz.
Como una pregunta,
como el mar,
como una liebre.
Como una puerta.
Como una voz
que abre puertas.
Como algo que se mueve
en la oscuridad,
como una magia.
Como un animal.
Como bastarse.
Como no ser nunca suficiente.
Como una lista.
Como el consuelo de las listas.
Como el desorden.
Como, digamos, la noche.
desplazamiento
¿cómo se deshabita el quiebre
de esta estructura de hormigón, piel o vacío?
tuerzo mis muñecas
a ver si de la chispa
sale alguna respuesta
estiro mis brazos
esperando a que algo se rompa
me acuesto a dormir ensangrentada
nunca encontré la puerta de salida
—pensé que conocía este espacio—
veré con qué pedazo de cuerpo
llenaré la maleta.
la prisa
siempre llego tarde.
siempre llego tarde al reloj,
al beso consentido, al semáforo
y a los cambios de estaciones.
llego tarde a la prisa
que se me enreda entre mis pasos
y se atrasa por mi culpa.
llego tarde a mi caminar nervioso por las aceras
que busca no ser interrumpido
por algún acercamiento indeseado
o por un punto final.
siempre llego tarde
pero, por el momento, siempre he llegado
a cerrar la puerta, a suspirar nerviosa,
aliviada
y con el deseo de siempre llegar a salvo,
a todos
y a mí.
cómo cambian las rutas y el cuerpo cuando no los transito
pensar que la costumbre se escapó sin avisar,
sin echarme de menos.
la nostalgia se esconde
junto al cabello que acomodo detrás de mi oreja.
espero que este cuerpo
nunca se sienta extranjero en las calles que transitó.
las manos
además de ser caricia también son brújula.
las manos casi siempre salvan.
hormigas salvándome
un gato
se adueña de mis manos
cuando hago el intento de abrir la puerta.
sigilosamente
se derrite entre las rejas
y termina sobre la mesa estático,
antipático
y hambriento.
yo lo observo
sentada y triste
mientras algunas hormigas mordisquean mi brazo.
no me muevo,
el gato tampoco.
las hormigas han llegado a mi boca
amargas, asustadas
y lluviosas.
Estuvo llevadera la charla con mi padre
anécdotas varias
cuando me enseñó a andar en bici
me carreteó y soltó y mis pedaleadas
impulsaron las ruedas sin caerme
y no pude frenar el movimiento hacia adelante
llegó la noche
seguía nuestra charla
cada vez que a los ojos lo miraba en la penumbra
su cara menos clara se veía
indistinguible de la enredadera que crecía atrás
todo oscuro sin temas de conversación
generalidades
creo que no lo veo o veo este recuerdo
pero charlamos
ojalá la juventud pudiera
transferirse a otro cuerpo y prolongar su movimiento
creería que seguís ahí
no te veo en lo negro
no sé
oigo tu voz intacta al conversar
tan sólida
sigo a ciegas la charla
llevadera
tu voz desde lo negro
imagino tu cara puede ser que tenga
menos piel
Canon
un óvulo que rompe el tiempo multiplica
si llueve en luna nueva va a llover todo el mes abonando lo duro
duele crecer miro el cuarto creciente su halo de agua
un canto algo pariendo dicen que hay más en luna llena
todo cuerpo se enfría cuando nace cuenta la piel morada de mi hijo
un huevo que eclosiona huesos que se encuentran
la enredadera brota por el esternón y los recubre
pichón que desenreda de su cáscara
y grazna sus alas se liberan de las redes
los ojos siempre abiertos como negruzcos en el vuelo
cuando empieza el invierno la luz se reabre se engarza con la noche
este es el sol de invierno y cuando cierro los párpados calienta
me lleno de algo dilatante la luz más sol que ayer ahí viene
soy yo que engendro rayos por los poros
Como un árbol del este brota el sol
por sus hojas las plantas se llenan de energía extraplanetaria
germina el sol en los colores de las flores como estas margaritas
el sol se vuelve blanco el polen busca abejas murciélagos avispas
y al lado de ese arbusto el colibrí pica la margarita
del cantero se empapa en néctar amarillo va a un lado a otro
abajo pica otra flor y con el polen en su pico le
insemina los pistilos y en parpadeo rapidísimo se va
qué envidia en pocas lluvias su pico será tallo hojas serán
sus alas ya protubera el corazón de mil latidos por
minuto se hace estambre y filamento amarillento
sus plumas se despliegan y se alinean como
pétalos blancos en corola me quiere no
me quiere me quiere no me quiere
Canon
ahí se ve redonda de ahí es de donde vengo
la Tierra esfera azul brillante la cuarta en los planetas
flota en lo negro plantas tiene y agua su forma es elipsoide
la atmósfera le da un cielo celeste flotando las plantas la oxigenan
biósfera en su membrana el aire un citoplasma flota
el frío rota en su eje de vidrio una canica azul en los pulmones
las nubes se espiralan calor del sol se absorbe y pierde mientras gira como célula
la gravedad es 9,8 nubes vapor se enfría se condensa
la célula planeta vive soltás algo y se cae la lluvia cuerpos
los ojos de mi abuela célula pulsante que gravita en torno al sol
observa iris celeste su núcleo celular en movimiento
ojo planeta que escudriña lacrimoso atmosférico
planetiza una mirada único ojo en que respiro
Me decís que teñimos las bacterias
para ver esa hilera puntos ovalados
se llama estreptococo
que en un pulmón con neumonía
infecta al organismo y se hace tos con sangre
me decís
así surgió la vida la bacteria transmite su adn
y alcanza la intuición de quién se es
qué hurgar cómo mirar las cosas que se
caen
me decís que es cariño el no subestimar aunque friccione
dar algo a luz dejarlo ser y replicarse
me decís madre
la inercia es hijo porque un cuerpo
mantiene el movimiento o el reposo que ya tiene
en teoría
un cuerpo avanzando en el vacío
sobre un espacio sin fricción
sin nada que lo frene nunca cesaría
avanzaría en el vacío a solas
sin mordiente
Canon
salieron las chicharras ¿escuchás a los bichos?
por la tarde en verano se oye ese chirrido un
aullido sofocado del árbol que aturde
rechinantes membranas del artrópodo en diciembre enero
se esconde entre las ramas estridente aplasta sus costillas las afloja
convoca a la hembra camuflado en la corteza sus órganos timbales estridula
a más calor más fuerte invocación tapada por el ruido de taladros
y es lindo este calor lo que potencia el canto a que se aboca
en tierra hay algo bello es una mera posibilidad
crecer por sobre el pasto entre la bulla
largar un estridor que se dilata soterrado bajo piel
exoesqueleto que el chillido afloja que se expande
así mutamos bocas desescaman estridulan
se secan la crisálida y los párpados los ojos se anaranjan
Oigan amigos soy un perro
husmeo en la basura los rastreo por el patio
serpiente me hago yo escamosa siseo sobre el suelo
pellizca mi veneno piel colores llamativos
aguilucho quisiera ser volando con los brazos a media milla los detecto
plumaje va en picada una navaja descarno roo huesos
montaña soy de piedra mi ladera alimañas
se caen por la grieta a este profundo abrazo
ventarrón hoy me toca a mí correteo me hago tierra tormentosa
la sierra seca prendo fuego desintegro carbono humeante
lluvia yo chorrea de los ojos la borrasca
sofoca incendios erosión de piedras regando el descampado
amigos oigan algo aletea cuerpo carcomido
un tábano electricidad que pasa por los huesos
Vine acá al río
solo en la costanera
fluye ese ruido
de su agua en la noche en las sierras
mañana volvemos a casa
el lunes a la escuela
se escurriría su agua si lo abrazara?
acá no hay nadie no
sólo el agua que avanza
y yo que no traje toallón
igual avanzo
este olor
viene despacio
son hierbas de las sierras
capaz es peperina tilo boldo se esparcen
se filtra el agua entre las piedras
un chivito al que se está por carnear una pareja
que se está despidiendo
mi ropa entre la arena
qué fría que está el agua
no temas
firme y sin pensarlo eso ahí va
el frío que acelera mis latidos equilibra
la temperatura de mi cuerpo algas
entre los dedos de los pies se me libera
un respirar profundo al fondo
ahora hundo la cabeza
lavate refregate los ojos
qué frío
nadá para dejar de temblar nadá de a poco
de a poco sonrío
acá qué bien estamos qué sereno
este flotar que empuja y ese brillo
que tiene la mica en la arena
hago la plancha mi torso desnudo
flotando sobre el agua negra
la cara al cielo oscuro
multiplicadas las estrellas en lo alto
quedate que ya es tarde y oscurece
qué misterio esta forma en la que avanzo tiritando

Versiones al español y nota de Alejandro Aurrecoechea Villela
Éstos son tres de los primeros poemas publicados por un joven T. S. Eliot (1888-1965). Aparecieron en 1908 y 1909 —apenas cumplidos los 20 años del poeta— en la Harvard Advocate, revista de la cual era editor adjunto. Posteriormente se incluyeron en el tomo Poems Written in Early Youth (Farrar, Straus & Giroux, 1967), del cual Jaime García Terrés tradujo magistralmente el poema “Canción” (véase Baile de máscaras, El Equilibrista/El Colegio Nacional, 1989).
En un cuadro
Al atardecer, entre difusos sueños,
Ella se yergue en el salón vacío, ignorada
Por la gente de pies cansados y mente distraída
Que siempre con prisas en la calle andamos.
Distinta a una diosa inmóvil labrada en piedra,
Es evanescente, como si en un recodo de selva
Advirtiésemos una mitológica figura pensativa,
Una ilusión de nuestra hondura.
Sentimiento alguno de tristeza o alegría
Inmuta sus labios o delgadas manos.
Ubicada más allá de nuestra inteligencia,
Sus ojos grises encubren secretos.
En tanto un espía silencioso, el loro en su viga,
Con mirada inmóvil la interroga.
On a Portrait
Among a crowd of tenuous dreams, unknown
To us of restless brain and weary feet,
Forever hurrying, up and down the street,
She stands at evening in the room alone.
Not like a tranquil goddess carved of stone
But evanescent, as if one should meet
A pensive lamia in some wood-retreat,
An immaterial fancy of one’s own.
No meditations glad or ominous
Disturb her lips, or move the slender hands;
Her dark eyes keep their secrets hid from us,
Beyond the circle of our thought she stands.
The parrot on his bar, a silent spy,
Regards her with a patient curious eye.
Canción
Cuando volvimos a casa tras descender del monte
No había hojas debajo de los árboles;
Los ligeros toqueteos de la brisa
Incólumes dejaron a las telarañas trémulas.
En el seto todavía flores germinaban,
Por tierra ningún pétalo era visible,
Mas dentro de tu ramo las rosas silvestres
Estaban ajadas, y las hojas ya eran ocre.
Song
When we came home across the hill
No leaves were fallen from the trees;
The gentle fingers of the breeze
Had torn no quivering cobweb down.
The hedgerow bloomed with flowers still,
No withered petals lay beneath;
But the wild roses in your wreath
Were faded, and the leaves were brown.
El palacio de Circe
Torno a su fuente que fluye
Con voces de gente dolorida
Destacan flores nunca antes vistas.
Sus pétalos son rojos y afilados
Y las decoran feas rayas y señales;
Surgieron de las extremidades de los muertos.
—Jamás aquí regresaremos.
En el espeso bosque circundante
Las panteras emergen de su guarida;
Sobre la escalera del jardín
Se recuesta impasible una serpiente;
Erguidos, pavorreales lentamente se pasean
Y nos observan con los mismos ojos
De hombres que hace mucho tiempo conocimos.
Circe’s Palace
Around her fountain which flows
With the voice of men in pain,
Are flowers that no man knows.
Their petals are fanged and red
With hideous streak and stain;
They sprang from the limbs of the dead.—
We shall not come here again.
Panthers rise from their lairs
In the forest which thickens below,
Algon the garden stairs
The sluggish python lies;
The peacocks walk, stately and slow,
And they look at us with the eyes
Of men whom we knew long ago.
Por la ventana puedo ver flores muertas.
Ella
Vivo con esta parte del sol adentro
con estos hilos que no se cortan nunca
en estos puentes con gente arriba y abajo.
Vivo con las hormigas picándome los pies
en la frontera de pájaros con nuestros ojos.
En las grandes cabezas de dinosaurios
(de los que nunca me enseñaste sus nombres)
Vivo en el cerebro pequeño apretando más abajo
allá, donde la primavera se abre a cuchilladas.
Puentes y Fronteras:
Estructuras destinadas a salvar y a destruir.
El primer puente de la humanidad fue un árbol caído.
Toda demarcación de frontera implica un adentro y un afuera.
La primera frontera es la orilla del seno materno.
Parece que te pedí de por Dios.
Madre
Madre, ¿sabías que se mira para todos lados?
(menos los cerdos, ellos no pueden girar su cuello).
Miramos hacia la derecha o a la izquierda y ahí aparece el odio.
¿Lo llamamos o ya estaba ahí,
esperándonos como un botón en el lobby del hotel?
Tiene todo preparado para el banquete
en que destruiremos la escasa claridad en nuestras mentes.
Tiene manteles manchados, tiene corazón, boca e hígado.
Se sienta a orillas del río donde (alguien que debió haber nacido ya no está)
aún con dos direcciones erradas (siempre) nos alcanza.
Hay odio en tu jazmín
en el polvo que se va y vuelve
(susurrando que él siempre estuvo ahí
que me masticó mientras inventaba las flores amarillas).
Ahora hay círculos y sogas alrededor de nuestros cuellos.
Madre, ni el tiempo ni el silencio apaciguan el odio
(si no se atiende)
se multiplica cada día como perro sin dueño en la garganta.
Hay que darle una sola dirección.
No debe amanecer mañana.
Madre, en días como hoy
soy pedazos de ruinas en el desierto de Sahara
soy una carta rezagada en palomares (en mis sueños tengo talento)
soy las ruinas de otras cosas que vienen de otros tiempos
donde habita —no el polvo— sino el odio
en medio de nuestros ojos (marchitos ya)
vueltos de mi, (polvo).
Además de odio no sé vivir.
Wisława:
No le reprocho a la primavera que llegue de nuevo.
Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Comprendo que nuestro odio no impedirá la lluvia.
Ensayo de amor
Siete es el día de la melancolía
le digo a mi madre mientras sueño
Ella es la viva, la que no viaja en trenes
La chica de senos pequeños
Es la chica poco agraciada
Una escena en construcción
Madre, tus ojos amanecieron en mis ojos y no me gusta
Mejor huiré con tu amante nuevo
Él trae primaveras para cada vida
Te hubiera dicho madre
que seguiré cayendo dos mil años después
Cuando nadie ya se acuerde de nuestros nombres
Aquí no existimos madre, nos han soñado
No somos siquiera bebés de estrellas
Nuestros días no son frutas que puedan comerse
Madre, tengo en mi pecho un imperio
(hubiera podido elegir grandeza
pero la imagen que sigue será)
de flores muertas
(No estoy segura si leerás este poema)
Me perturba la inteligencia de las demás mujeres
Madre, muero en las palabras que no son mías
He descubierto que entre el corazón y el cerebro
está mi boca, mi nariz y mis dos ojos
En mi boca está la llave que mata a nuestra niña
en mi nariz no puedo olfatear tu calostro
en mis ojos sigo esperando a que mueras
Aquí sigo, madre, no me doy por vencida
En algún instante del día
vendrá la palabra exacta para decirte que
toda mi muerte es para ti.
Mi madre tiene cuatro cabezas
El cadáver de mi madre tiene cuatro cabezas enterradas sobre la tierra
La primera me dice que la vea al terminar la tarde
sentada frente a todas las cosas del mundo que nombran la oscuridad
Le digo carbono
Su cabeza da pie para caer al abismo
La segunda cabeza de mi madre no tiene lugar ni hora de reposo
Es un mal testimonio de un instante desfasado
En cambio, la tercera cabeza de mi madre es una mujer inmutable que
nunca sabrá cómo se miran las estrellas
Su cuarta cabeza no quiere contarse nada a sí misma
Huye de la vida en forma de enjambre de abejas.
El espacio que hay entre mi madre y yo
El espacio que hay entre mi madre y yo
es lluvia fallecida en tiempos áridos
Es una ciudad imaginaria llena de peces deformes
de hablar lento y denso, caminos que no son testimonios de la euforia
Nuestro lenguaje carece de palabras
Las ideas que tenemos son dedos-martillos
Al final ningún grito nos define
nos consumimos en el pasado sin salidas
Perdidas en el tiempo, bajo otras formas que no somos
plagas de ridículas libélulas.
* Poemas pertenecientes a Conversaciones con el cadáver de mi madre, publicado por Ícaro Ediciones en 2023.

Pareciera que limitar la edad de los poetas de una selección a menores de 40 significara que se trata de poetas que comienzan. Y, aunque sí, lo cierto es que, para el caso colombiano, es también el momento en que muchos poetas han escrito su mejor obra. Hasta el punto de que puede hacerse una historia de textos de poetas colombianos escritos antes de esa edad ―que bien puede pasar que, de hecho, se confunden con la historia misma de la poesía colombiana.
El hoy considerado el gran poeta del pasado, José Asunción Silva, ya estaba muerto a la hora de cumplir 40. Durante toda la primera mitad del siglo XX se tuvo a Guillermo Valencia como el más importante poeta colombiano, todo gracias a Ritos, un libro publicado en 1899, cuando tenía 26 años. Y Aurelio Arturo, a quien hoy se valora como uno de los grandes, publicó su único libro, Morada al sur, en 1945, cuando tenía 39 años. Lo esencial de la obra de Álvaro Mutis está en Los elementos del desastre, libro publicado en 1953, cuando el poeta andaba por sus 30 años. Amantes, el principal libro de Jorge Gaitán Durán, data de 1959, cuando el poeta tenía 35 años. Y Jaime Jaramillo Escobar también tenía 35 cuando apareció Los poemas de la ofensa, su libro central. Podría seguir con más ejemplos.
En diciembre de 1975, hace medio siglo, la Revista de la Universidad de México publicó una selección de “poesía joven de Colombia” realizada por el escritor panameño Enrique Jaramillo Levi. Eran 15 poetas menores de 40 y, leída hoy, resulta muy acertada; sólo tres o cuatro nombre son desconocidos ahora. Pero están poetas que, en la actualidad, cuentan con gran reconocimiento; por ejemplo, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, Elkin Restrepo, Jotamario Arbeláez o Juan Gustavo Cobo Borda, entre otros. Me enteré de esta publicación gracias a uno de los poetas que invité a la muestra que hoy traigo, muestra que, por eso, se convierte en una celebración de los 50 años de intervalo que se tomó la UNAM para hacer selecciones de poetas jóvenes colombianos en dos momentos tan distantes entre sí.
Deliberadamente he evitado la palabra antología para referirme a la selección que hoy traigo. Y no lo es: no hubo el examen de un número significativo de textos y, luego, una escogencia de “lo mejor” que es lo que denota la palabra antología. Como ocurre en los países hispanohablantes, la mayor parte de los libros que se publican se deben a menores de 40 y haría falta una lectura más extensa para hacer una verdadera antología.
Pero lo que considero destacable, es más, lo que me motivó a emprender esta muestra, es el admiración que me produjo la calidad de una buena cantidad de los textos de autores jóvenes que caían en mis manos, en algunos casos porque sus autores me los hacía llegar: me asombró que leyera uno y me gustara, y luego otro y lo mismo, y esto, varias veces hasta darme cuenta de que había un grupo asombrosamente extenso de menores de 40, colombianos, que mostraban una calidad, un talento y un dominio técnico que, de ordinario, son escasos y que estaban resultando en abundancia.
Como si fuera poco, otros indicios me confirmaron que no se trataba meramente de una sensación subjetiva. Me refiero a los premios que han ganado algunos de ellos; tengo presentes el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven, obtenido en 2015 por María Gómez Lara, el Premio Internacional de Poesía Arcipreste de Hita que ganó Carlo Acevedo en 2018 y que también ganó Amalia Moreno Restrepo en 2019; el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España y la Fundación Montemadrid, obtenido por Sebastián Martínez en 2021; el Premio Nacional de Poesía, obra inédita, que favoreció a Tania Ganitsky en 2018.
Merece destacarse la pluralidad de tonos, de voces, de asuntos, de músicas que tienen estos poetas. No se trata, como ocurría hasta las épocas del modernismo, de una sola retórica interpretada por los poetas de cada generación. No. Aquí se encuentra desde el más depurado lirismo hasta el más desparpajado coloquialismo, desde una muy sofisticada imaginería hasta las voces más directas. Y lo mismo con los temas: vuelven al tema mismo de las palabras, tratan el amor, la naturaleza, la injusticia social, la confesión íntima, el sueño, la muerte, el pasado, el olvido…
—Darío Jaramillo Agudelo
María Gómez Lara
Bogota, 1989. Doctoranda en Poesía Latinoamericana por la Universidad de Harvard y lectora visitante en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió Literatura en la Universidad de los Andes en Bogotá. Es maestra en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Nueva York y en Literaturas y Lenguas Romances por la Universidad de Harvard. Ha publicado los poemarios Después del horizonte (2012), Contratono (2015, Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven 2014) y El lugar de las palabras (2020).
El lugar de las palabras, II
por alguna razón
siempre pensé que las palabras
sólo sufrían de amenazas metafóricas
a diferencia del cuerpo o incluso el corazón
(porque ambos empezaban a romperse con el mundo)
y los oía quebrarse
sentía los huesos rotos
sentía la vida hecha polvo se anunciaba el dolor desde antes
cuando oía el golpe el estruendo el portazo la caída
por ejemplo
cuando llegaste tú
las palabras eran otra cosa
las palabras eran mías
y si se rompían yo podía repararlas
por ejemplo cuando no sabía
cómo nombrar la herida que dejaste
para empezar a cerrarla
escribí y escribí y escribí
tantos poemas
que no se parecían a tu nombre
que no eran suficientes
que no trazaban la forma de tu hueco
palabras y palabras y palabras que no bastaban para borrarte
pero ocupaban un espacio en la página
y al verlas dibujadas
comenzaba a sanar
al rodearte con ellas
empezaba a convertirte en cicatriz
Ese sonido
es el sonido de la piel cerrándose supongo
la cicatriz cosiéndose
los diecinueve puntos de metal
o tal vez algo más profundo
algo que craquea desde los huesos
las placas tectónicas de mi cráneo
juntándose otra vez
después del terremoto
reacomodándose
o tal vez algo más profundo aún
tal vez es mi cerebro lidiando con su hueco
haciendo su duelo
echando de menos el corazón que le quitaron
buscando a toda costa una materia
para cubrir la ausencia
creando
como puede
conexiones
de la nada
conexiones
nuevas
para el vacío
tapándolo con algo
tal vez
ese sonido
es mi cerebro
reinventándose
*
David Marín-Hincapié
Buga, 1990. Escritor y profesor de literatura. Estudiante de la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad EAFIT. Autor de Abro la noche (2011), Remanencia (2014) y La luna cambia de jardín (2020). Se ha desempeñado como docente de la Red de Escritores Ciudad de Medellín y la Universidad de Antioquia. Actualmente es catedrático de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Remanencia
Lo irreal intacto en lo real devastado.
René Char
Entre los brazos se recogen y un rumor de hojas sin fin los arrastra. Ya están aquí las mareas de los signos húmedos y frescos. Nombran el peso de una boca y la duración en la que han sucedido los desgarros. Nombran las heridas por donde el deseo aventuró la desobediencia. Nombran las dos caras de un solo enigma y anuncian la perfección del silencio. Duermen los cuerpos. No se sabe aún si despertarán para el anhelo o el desdén.
*
Están cautivos en el éxtasis y se acarician en los resguardos de un invierno áspero. Reciben con fijeza la luz del blanco nocturno. Es bello enloquecer en el oro que la noche esplende. Aquí el silencio mana y se reconcilia con el abandono.
*
Fundirse en los rostros más bellos. No en los que surgen del rayo implacable de la máscara, sino en los más oscuros, en los rostros que se sustraen a la multiplicación errónea del simulacro. Fundirse en el ritmo de las noches, cuando los insectos proclaman su vertical suspenso, y abandonan su habitual forma de ir en estridencia, con alas de frágil interrogación. Y a la menor señal del deseo, en la mínima ceremonia de la carne enhiesta, abalanzarse en el cuerpo, escurrirse en su claridad, más alto cada vez y en desordenada obediencia. Y defender el ritual de los secretos en la corriente inmóvil de las posesiones, para que en un atajo subterráneo los cuerpos se proyecten sedientos, al dorado camino donde se acoplan los arroyos seminales, con la fuerza de las usurpaciones, con las mordeduras inscritas en el lomo, bajo el brillo desolado y la dura materia de las pesadillas.
*
Sin duración en las hojas, sin duración en las piedras, la luz avanza con adherencia torpe. Los lugares en los que esta luz reposa son los lugares de la desaparición. En las mañanas más claras, cuando todos los ríos descienden vírgenes, a esta luz apacible se le impone el error fatal de los condenados al desencuentro. Es la misma luz que tiene en contra no el deleite de las pieles sedientas, sino el muro descomunal de ese sueño todavía sin deglutir en la horas primarias. Es la luz que asiste en los placeres de la materia, justo antes de que en los cuerpos se hayan solidificado, al borde de las fauces y por entre los acoplamientos, cada uno de los torrentes que se mezclaron en el hervidero del yo. Es la luz que sopla de donde ha escapado la sustancia del deseo bajo el signo de la tortura, y su torpeza es la pérdida de la distracción.
*
Bordean el lago. Advierten que es el verano de los nacimientos. Una música de pájaros los conduce al interior de los frutos. Están presos en la locura de los hongos. Ni siquiera el aroma del rosal ocultará el detritus para el que están destinados. No saben que cosechan la traición.
*
¿Cómo pueden mirarse con indiferencia un par de animales sosegados? ¿Cómo pueden suponerse colmados dos cuerpos a los que se les impone la transparencia de unos labios expertos en vértigos y desapariciones? Han morado lo suficiente en el deseo como para olvidarse. Pueden escapar a la opacidad de una noche, y luego sobreponerse a la fugacidad. Pueden dejarlo todo, sumidos en el residuo de un cause blanco entre las manos. Que la humedad preserve esta serenidad de los cuerpos y que no se extinga la luz en la posterioridad de la eyaculación.
*
Han sido tragados otra vez por la oscuridad. Y son pacíficos ante las fieras nocturnas. Ya se reconocen en el nombre impuro de las traiciones. Los aromas en los que consultan la nostalgia es materia aborrecible. Se dejarán seducir por las palpitaciones del bosque como lobos que cohabitan la irritación. Indiferentes al oxido y al olvido, de la verdad solo conservan la lágrima.
*
La posibilidad es acechanza y pervive en la inclinación de unos párpados. ¿Después de la sombra, quién participará de los falsos instantes? Ya separados e imprecisos arribarán al ácido nombre de la desaparición.
*
Ante la ausencia y el olvido inminente la libertad es otra dádiva de la destrucción, como la luz y el perfume de un árbol simplificado.
La noche refractaria
Me inicio en misterios sencillos elaborados con palabras transparentes.
Álvaro Mutis
I
Viene la noche. Anuncia la sed y la oscuridad e irrumpe con alas de insectos. La neblina ingresa hasta las residencias, al fondo de galerías donde descansa el deseo. Hay un silencio obsequioso que se levanta desde estos animales inexpertos.
II
Oyen el rumor del río. Una vez cubiertos por la saciedad, se adentran por espacios claros, por misterios que advierten la densidad de una semilla y su aliento.
VI
Esta es una escena de orfandad. Es una ráfaga de temblores cuya agitación devora figuras arrancadas a la insurrección del sueño. Visiones de materia líquida al interior de una negación que meditaba en silencio.
VIII
Advertir este plácido fluir de luminosidad: corre el viento entre el bambú y asciende la neblina del agua que se torna oscura en una concavidad del lecho. En el aire ya se anuncia la reanimación de los insectos, sucede la blancura matinal, asoman los pájaros extasiados y su articulación ya invade los intersticios entre una hoja y otra. El cuerpo depredador se retira al interior del verde transparente. A lo lejos cascos de caballos surcan la orilla del río.
*
Wilson Pérez Uribe
Medellín, 1992. Poeta y ensayista. Autor de El amor y la eterna sinfonía del mar (2011), Movimientos (2018), Libro de la mirada (2020), Interior con luz solar (2021) y Estudio de las pérdidas (2022). Ha emprendido proyectos de formación y de lecturas en voz alta sobre literatura china y literatura japonesa en la Universidad de Antioquia y en la ciudad de Medellín.
Nocturno #2, op. 9 ―Frédéric Chopin―
El cuerpo quiere ser ola y espuma. Tras las ruinas de la tarde no queda más que el consuelo de una música callada. Los libros están ordenados. Las palabras por decir ya se han dicho. El aire es ligero, está tatuado de un aroma muy lejano, tal vez sea la presencia de algo perdido. Mientras camino por la habitación, de ida y vuelta, como transitando una ruta en el desierto que imponen las cosas, llevo a cuestas la tarea de descifrar el mundo en el sonido de una palabra. Entre las manos se diluye la forma como se aprendieron a unir los vocablos en la memoria. El corazón solo sabe de esa música recobrada en un tiempo y perdida al ser escuchada. No vale preguntarle al corazón, su respuesta es la misma, un ritmo secreto que alienta en el vivir y cuyo pálpito disminuye instante a instante. El poema: el mismo hilo, la herida de una palabra, la costumbre de borrar los trazos al mirarlos. El poema: si lo pensaba era una imagen verbal vívida; si lo transcribía era un acto doloroso, una exigencia apasionada que me enfrentaba directamente con el reverso de las cosas. Tal vez nunca sabremos cómo nace el poema o cómo surge el fuego del madero.
Melodía en do menor, op. 4, N. 2 ―Fanny Mendelssohn―
Una gota en la ventana hilando, al verla, los tejidos de un Recuerdo: el rostro de una mujer joven cuya condición de sombra hoy se revela presente, algo palpable. El lenguaje se hace cuerpo, gesto, palabra. Los tiempos se superponen. La memoria ordena entre la niebla una pocas imágenes y un único instante es una piadosa inquietud.
Contemplar en ese silencio de la gota de agua, aferrada aún al vidrio, sus lágrimas abundantes, su ajustado cabello el eco de su voz. Su recuerdo persistirá mientras la gota se deslice sobre la ventana. Todo pasado en su mayor claridad es irrecuperable, todo intento de atesorarlo es un vano estímulo; siempre se recae en la deformación o en la transformación. Tal vez toda presencia sea la memoria de aquello que no podremos recuperar.
Ha caído la gota de agua. Qué admirable su deslizarse sobre el cristal. Ha dejado una recta humedad en la que he creído recobrar la tersura de sus manos o la razón de la tristeza que hizo de su sueño la trama de una larga vigilia.
Distancia imposible
Pero acá estamos los dos,
cuerpo a cuerpo,
inventando el tiempo
que habitan nuestros ojos.
Y nos pasamos la vida mirándonos
como si el mundo
sólo fuera un río de pausada corriente.
Y nos dejamos ir sobre el agua,
ágiles, con las palabras en la boca.
El tiempo, entonces,
es esa pequeña palabra
que siempre nos asalta desde el borde.
Pero acá estamos los dos,
cuerpo a cuerpo,
habitantes del poema
que nos mira al escribirlo.
Estamos en la orilla,
desnudos frente a la luz.
Alguien nos viste, nos abriga.
Somos la lejana memoria
de alguien que nos lee.
*
Amalia Moreno Restrepo
Medellín, 1990. Poeta y artista plástica. Autora de Los 16 motivos del Lobo (2015) y Tal vez hoy sobre mañana (2020, Premio Internacional Arcipreste de Hita 2019). Estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Actualmente vive en Rionegro, donde trabaja en su próximo libro y en proyectos plásticos.
Canción del rendido
Por aquel otro
que no está cuando en presente
responde por su nombre por supuesto
domicilio y dos apellidos
a duras penas o de buena gana
medio vivo medio muerto
se levanta de su puesto se sienta
revive al timbre de la campana
porque no ha muerto
no oye porque no quiere
se tropieza sin querer y sin ganas
se levanta al timbre de la orden
obedecen las rodillas a los pasos
subordinado cansancio
madruga por el pan o por el hambre
yace sin lecho porque no tiene donde dormir,
por aquel otro que
sin embargo sin orden sin agente
perdió algo una noche
perdió la casa
perdió la cosa
quedó de rodillas y perdió la vida sin encontrar nada,
por aquel otro
que se sienta
y lee un poema como si nada.
El mal concreto
El mal empieza
en el mal concreto
en el mal principio
en los malos materiales
en el cemento malo
en la línea mal trazada
en las malas paredes
corroídas de corrupción
se levanta mal el techo
se levantan mal los hijos
duermen mal
comen mal
sirven mal la mesa
mala leche mal de estómago
desarrollo malo padres malos
mala confianza mal civil
mala persona malo el juicio
malo el juez mal bandido
mal honrado mal disfrazado
el policía malo el obrero malo
el electricista malo el transformador malo el sistema malo la luz mala
el mal de ojo mal de intención
el mal de adentro
el mal del alma
mal de instinto
malo con el perro
malo con la vida
el mal principio
el mal concreto.
*
Tania Ganitsky
Bogotá, 1986. Doctora en Filosofía y Literatura, profesora del departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y coeditora del fanzine La Trenza. Autora de los poemarios Dos cuerpos menos (2018, Premio Nacional de Poesía de Colombia para Obra Inédita) La suspensión de los objetos flotantes (2021), Rara (2022), Desastre lento (2023) y de los ensayos El fuego que quería recordar (2022) y Emily Dickinson y lo incompleto (2023).
Las velas tiemblan antes
de apagarse
como ojos antes de llorar
no hay diferencia
entre el fuego y el agua
en óvalos pequeños
Deberle los poemas no escritos al tiempo
en que no se escribieron
a la imaginación que todavía no los imagina
a la memoria suplantada
por el olvido
al olvido suplantado por el dolor, etcétera.
El sapo convaleciente dijo:
amé el sonido de la lluvia
la noche de la lluvia
la taquicardia de la lluvia
la bilis negra de la lluvia
los charcos.
*
Santiago Rodas
Medellín, 1990. Publicista, filósofo, ilustrador, muralista y profesor universitario. Autor de Gestual (2014), Trampas tropicales (2015), Plantas de sombra (2018), Materias inestables (2021) y Érase una vez un poeta (2022). Editor en Atarraya Editores y miembro del comité editorial del periódico Universo Centro. Mantiene el blog Poesía innecesaria.
El secreto
Lo hacíamos en la manga
detrás del solar de Tere,
una manga que ya no existe,
donde ahora hay una casa de dos
pisos con terraza.
Yo le decía o ella me decía
vamos allí, vamos allí
y nos metíamos entre la yerba alta
y nos fijábamos que no viniera nadie
y cuando nadie venía
cerrábamos los ojos,
apretábamos las manos,
y nos acercábamos hasta darnos un beso,
un pico, porque era solo con los labios,
pero se sentía tan peligroso
que era más que un beso
por lo prohibido,
por lo animal,
porque luego
cuando jugábamos escondidijo
y todos nos veían,
sólo nosotros sabíamos el secreto
y más aún
sabíamos que compartíamos la misma sensación
de tener un secreto
ocultos ante la vista de todos,
y esa era una mejor sensación
que la que nos dejaba el beso,
o quién sabe.
Lo más probable es que
no sintiéramos nada
y fingiéramos sentir cosas
todo por serle fieles al secreto compartido.
No recuerdo por qué dejó de pasar,
sólo sé que ahora ella es una cajera en un banco
y hace años perdí su rastro.
Seguramente besa otras bocas
de deportistas o de ingenieros informáticos,
y yo beso bocas de poetas inéditas
y de escritoras promesas.
Espero que algún día, quizá en una fila de un banco
nos reconozcamos
y luego no miremos a los ojos
y no digamos absolutamente nada.
Érase una vez un poeta
al que se le apareció el espíritu
de María Mercedes Carranza.
El poeta, al principio, brincó del susto,
pero después de que la poeta
le dijera que tranquilo, que ella no hacía nada,
se fueron a tomar aromática
en el barrio La Macarena
en un negocio de unos hípsters.
Y hablaron de poesía
y se rieron de los textos
de los piedracielistas
ente otros temas.
El poeta le confesó el amor por la obra de la suicida
y después se quedaron en silencio.
Caminaron por las calles gélidas
de la capital hasta que se hizo de noche.
Érase una vez un poeta
combatiendo la reproductibilidad de la
Thumbergia Alata
conocida como Ojo de poeta
o Susanita de ojos negros.
El poeta macheteó la fronda fulgurante,
quemó los bordes de su terreno,
aplicó toda clase de venenos a la flora,
sin embargo, la obstinada plaga aparecía de nuevo
una y otra vez, sin cejar.
Como último recurso
el poeta vencido y achispado
decidió hablarle al forraje invasor,
lo increpó con el arsenal de palabras
que aprendió de los libros y de las calles
hasta que después de unos días
del performance palabroso
en uno de los brotes en flor
el poeta escuchó un susurro incomprensible
que con el pasar del tiempo
se fue volviendo lenguaje vegetal.
El poeta, después de descifrarlo,
procedió a anotar una ominosa línea en su libreta
y se prometió no volver a escribir
una palabra más
en su vida.
*
Carlo Acevedo
Barranquilla, 1988. Es economista por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y máster en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa. Autor de Fortuna del día (2019, Premio de Poesía Arcipreste de Hita 2018). Actualmente es profesor universitario y dirige Punto y Seguido, un taller de escritura creativa en Barranquilla.
Ha desaparecido la ventana:
las ramas de otoño,
el azul que moría en el cielo,
el cartel que anunciaba,
en el errático baile de la brisa,
la más reciente exposición
del Museo de Historia Natural
de Iowa City.
Simplemente sentarse:
el canto del grillo
es el canto del grillo
cuando la luz del día
y las ramas de los árboles
se reúnen en dos convicciones:
quietud y silencio.
Mi boca sólo llega al signo
Claudio Rodríguez
No quiero nombrar al álamo.
Quiero decir al álamo:
que mi palabra sea el rumor
de su frondosidad.
Renuncia
Ahora, que me ha llegado el tiempo de crecer,
que hago yunta con sueños y fantasmas
de un futuro que quise extraordinario, pero ardió en la catástrofe del fuego que alentaba;
que he mirado nevarse de herrumbre los tornillos, la reja de mi arado;
que en las breves yugadas de tierra que labré con ijares y pecho,
con músculo y tendones bajo el radiante sol o bajo las estrellas,
he visto madurar frutos de cera, árboles infestados de carcoma;
que no tengo otra cosa sino el regusto amargo de todas las palabras que se me atragantaron;
que me he vuelto un proscrito de mi oficio y por disimularlo
me he cargado de exvotos y fastos académicos;
que de tanto soñar con la elegancia de la desolación,
del talento flamante pero c[l]ínico,
he conquistado al fin esas insignias para hacer de mí mismo el rey de los bufones;
que he pagado el impuesto de hablar a la ligera,
de pedirle a este mundo algo más que el temblor de una vida que ocurre en línea recta;
que sé lo que es rogar por la inclemencia y arredrarse después frente a la tempestad;
que me despierto a medias de la noche a llorar por las cosas que no he perdido aún;
que recién caigo en cuenta de ese daño que hacemos al nombrar;
que cuento los augurios y los nombres que he dado
y me angustio pensando en su realización;
que todavía me digo que mi madre es eterna
(aunque esperé por ella al pie de ese quirófano);
que he entrado hasta las médulas en ríos de cuyas aguas me juré no beber;
que he abrazado la cruz del magisterio;
que brillo solamente bajo el sol;
que no sé relajarme;
que sigo aparentando la excelencia por miedo a que descubran lo pequeño que soy;
que me quemo a la espera de otra voz sin nunca haber tenido una primera;
que extravié en algún sitio la mano de escribir y no he vuelto a encontrarla;
que no voy con el siglo ni puedo descifrar los signos de mi tiempo;
que sé que por mis venas no corre (ni ha corrido) la originalidad;
que hasta para quejarme soy un taxidermista de la literatura,
renuncio a la pericia y a la vana ambición
de yacer a la sombra de mí mismo,
de sentarme a esperar a que las cosas pasen;
no para resurgir de mis cenizas
sino para cumplir lo que le corresponde al que nació descalzo
pero quiere volver sagrados los caminos.
Campus virtual
¿Quién os pidió hacer de mí un académico? Yo
era feliz. Era libre… ahora estoy preocupado… y
tendré que aprender un lenguaje escolástico… es
fácil decir que pudiera no haber aceptado, pero no
he tenido el valor porque estoy muerto de miedo…
George Bernard Shaw
Igual somos anfibios.
Matamos si queremos.
Bajo la luz del sol
o bajo las estrellas. Óigalo bien:
el planeta se acaba,
se entumece o se incendia como alguna vez dijo Robert Frost,
y entre las llamaradas
y entre las glaciaciones,
se pierden cada día cuatro litros de genio,
diez hectáreas de campo
y otras diez de espesuras con sus árboles, sus plantas y animales.
¿Vale, acaso, la pena?
¿Son de veras valiosas sus palabras
o es mejor dar el salto de una vez?
¿Llegar a Júpiter,
dejar atrás la vida en los océanos,
trascender el escarnio del instinto,
del simio en los pulmones,
ser de veras especie,
sin latín ni universitas ni magistrorum?
No es tiempo de recelos:
para cambiar el mundo hay que moverse siempre,
ir un paso adelante,
matar todo vestigio de sentido
común,
no confiar
en las cosas sino en los tutoriales,
en la nube, en la red,
en la diapositiva que habla mejor que el hombre.
Y qué si es infructuoso:
trascendencia mata transparencia;
ya se acostumbrará, le crecerán
las branquias y las alas
porque somos anfibios,
anfibios de este ahora,
de este aquí que es usted con firma y todo.
Así que no ha lugar.
Mejor estarse quieto,
ser lo más parecido a los sepulcros,
beberse su cicuta hasta las heces,
pasar de vez en cuando por esos tres denarios por los que se vendió,
por los que pierde sangre cada vez
que al galope lo cruzan esas yeguas angélicas que pastan por allí todos los días.
Eso si es que no hay nada.
Eso si es que el censor no encuentra nada.
Una piedra vencida,
un muro a desnivel,
un cálculo incorrecto en la estructura de su campus virtual
y entonces sí que adiós.
Ni palomas, ni dracmas, ni muchachas descalzas.
Adiós con pena y todo.
Con doctorado y todo.
¿Quería excelencia?
La herida es del que sangra.

Versión al español e introducción de Víctor Manuel Mendiola

Mary Wroth nació en 1587. Fue hija de Robert Sidney y de Barbara Gamage, prima hermana de sir Walter Raleigh. Debido al nombramiento de su padre como gobernador de Flushing, en los Países Bajos en 1588, Mary pasó gran parte de su primera infancia en la casa de Mary Sidney. Cuando Elizabeth I murió en 1603, Robert Sidney fue llamado a la corte por Jacobo I, quien lo nombró conde de Leicester y lo convirtió en uno de sus principales consejeros y cortesanos. En 1604, Mary se casó con sir Robert Wroth, un rico terrateniente, nombrado caballero en 1603 por el rey Jacobo I. El matrimonio no fue feliz, pero el favor de Wroth con el rey llevó a lady Mary a los círculos de la corte. En 1605 participó en la mascarada The Masque of Blackness, escrita por Ben Jonson para la reina Ana. En febrero de 1614, Mary dio a luz a un hijo, Jacobo; un mes después, su esposo, Robert Wroth, murió de gangrena, dejando a Mary endeudada. Dos años más tarde, el hijo de Wroth murió, lo que provocó que Mary perdiera la herencia de su marido ante John Wroth. Ben Jonson le dedicó su obra El alquimista. Después de la muerte de su esposo, Mary Wroth fue amante de su primo hermano William Herbert, tercer conde de Pembroke, con quien tuvo dos hijos ilegítimos, un niño y una niña. El nacimiento de uno de ellos fue celebrado en un poema de lord Edward Herbert de Cherbury, otro pariente y admirador literario de Mary. El escándalo afectó su posición en la corte: ya no se le pidió que fuera parte del círculo de amigos de la reina Ana. En 1621 publicó el romance en prosa Urania —en correspondencia con Arcadia de Philip Sidney—, que causó gran controversia debido a sus supuestas similitudes con personas y sucesos reales. Edward Denny, barón de Waltham, acusó a lady Wroth de difamación. Después de los problemas de publicación relacionados con Urania, Wroth dejó la corte del rey Jacobo y luego fue abandonada por William Herbert. Se sabe poco de sus últimos años, salvo que continuó enfrentando grandes dificultades financieras. Murió en 1651 o 1653. En su poesía hay una gran tensión entre una fuerza idealista y otra erótica. Su obra A Crowne of Sonnets Dedicated to Love es una muestra notable de este conflicto.
1
¿Cómo huir de este extraño laberinto?
Hay muchas sendas, mas ningún camino:
si giro a la derecha, ardo de amor;
permíteme avanzar hacia el peligro;
y si giro a la izquierda, el gozo cesa;
déjame retornar con mi inquietud,
aunque un beso traspase mi fortuna;
estar quieta es más cruel, de cierto lloro;
así, déjame ir en cualquier sentido,
hacia el frente o atrás, o hacia mí misma,
debo aguantar las dudas sin descanso
y de ese modo hallar la mejor senda.
No obstante, lo más duro de este dédalo
es depender del hilo del amor.
2
Es depender del hilo del amor,
cuya línea le da gusto al alma,
donde el mayor placer con alas vuela
y el sueño ocioso nunca cede un sitio.
Cuando ideas virtuosas nos dirigen
a procurar el bien que cura el mal:
la llama del amor nadie repudia;
mas el amor es caza y dura prueba;
es la estrella vivaz de luz sagrada,
el fuego y el principio de la paz,
lámpara que arde con óleo rico,
imagen de la fe y gusto en aumento,
amor es bien; y su ánimo, deleite;
su ardor, gozo; y sus lazos, honda fuerza.
3
Su ardor, gozo; y sus lazos, honda fuerza;
no hay mancha aquí, sólo el blanco más puro,
ni una nube que pueda obviar su luz,
ni marca que la pena no corrija.
Hay aquí pasión por el amor probado,
oro en el fuego y negro urdido en blanco;
error hecho verdad; tiniebla, luz;
donde la fe es ganada en las caricias.
Satisfácelo, gloria en su poder,
y él será como la blancura límpida,
cálido y claro como el sol y el aire,
deleite, fe y verdad en recompensa.
Así, amor, cede y cumple su mandato,
sé, en corte osada, una luz espléndida.
4
Sé, en corte osada, una luz espléndida,
brilla en los ojos de la fe y, constante,
mantén los fuegos del amor ardiendo,
no suave chispa sino leve flama.
Nunca ceder hasta que no haya estrellas,
ni sol ni luna y quede noche oscura
y un nuevo caos haga al mundo libre
del despecho de toda división
y, así, el afecto que gobierna nuestro
corazón, y que guarda nuestra fuerza,
degustará en este aguijón amable
feliz prurito de un dolor pequeño,
y aunque pinches el tierno corazón,
al pincharlo amarás su picadura.
5
Al pincharlo amarás su picadura
y al padecer la carga del deseo
tan delicioso, pedirás que el peso
que te toca no falte en esa lumbre;
pero aspira el ardor leal y honrado
que ciega el vicio y atempera el miedo
con las virtudes, ellas dan al alma
la divina pasión de un arte puro;
dichoso amor te guía y su ventura
abre los ojos y nos muestra cómo
gozar, y esto lo mira quien es ciego
y sabe nuestra oculta voluntad.
Así, podemos ser amor bendito,
y él prueba ser nuestro profeta y guía.
6
Y él prueba ser nuestro profeta y guía
y sólo en él se encuentra este poder,
dos corazones juntos en un pulso,
dos cuerpos guiados gracias a una mente;
ojos unidos por un fin querido,
oídos para oírse como si ellos
fueran todo; y saber que estos amantes
son los testigos del amor auténtico,
enriquece tu ingenio y te hace ver
de una forma que no sabías antes,
pasmado de los dones escondidos
a tu conciencia, mas dentro de ti;
miles cubren el trono del amor,
bendito sea quien goza su gracia.
7
Bendito sea quien goza su gracia
y nace por la vida que es deseo,
flama dulce que mueve el corazón
en los ojos que encienden a Cupido,
y nutre sus anhelos con su mente,
fijados en el ansia del amor,
y aunque el fuego destruya todo, impulsa
y aumenta las delicias anteriores;
el amor te ungirá como pintor
y tú podrás trazar al ser querido
de la forma más viva y verdadera
que el más raro artesano haya creado,
y esto no importa, pues todos dirán:
quien huye de amor, huye de sí mismo.
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Quien huye de amor, huye de sí mismo
y maldito el que no admira los méritos
que éste da, donde dicha inagotable
impera y manda en celestiales fuegos,
de virtud hecha, y en el ardor, colmada,
fuerte de ánimo y celo renovado,
crepita en pensamientos que no cambian,
aquí, para los celos no hay lugar,
ni el amor se despliega fríamente,
entumecido sobre un mar de hielo
deja que tus pasiones puedan andar,
no sin el pensamiento de amor puro.
Nunca tu anhelo acabe en otro fin,
y que tenga la gracia del honor.
9
Y que tenga la gracia del honor,
donde el delirio de Venus no triunfa
sino que es acosado y no merece
el rostro del amor, por su lujuria.
El corazón sigue a Cupido, en quien
no vive el mal o apenas un minuto;
las faltas de él vienen de ella y él chupa
tiempo fugaz de sus hermosos pechos.
Si a la lujuria llamamos amor,
es por maldad para añadir un lustre
al vicio que avergüenza al hombre y crea,
por amor, a este niño, quien —nacido
un monstruo—, tiene que ser expulsado
de la corte de Amor y de razón.
10
De la corte de Amor y de razón,
porque el amor en la razón confía,
y castigo y contento nacen juntos,
hijos de amor y razón, padres íntegros.
La razón guía y el amor gobierna
largamente en el reino de su Estado,
no obstante, para que ninguno dude
del mando donde no hay miedo al desdén,
honra a los dos, que juntos se hacen uno.
Rehúye el vicio y deja todas esas
simulaciones de los malhechores
y la malignidad de su locura;
fruto de una baldía tierra mala,
infecundo disfrute defectuoso.
11
Infecundo disfrute defectuoso,
cuando el cielo libró a la frágil tierra
y trajo en abundancia el mal profuso
que al madurar produce falta eterna,
precoz e intempestivo nacimiento
plantado en hiel y en peor tiempo hallado,
este veneno puede alimentar
con sus vapores a una mente enferma.
Así, no nos gocemos en la dicha
oscura, donde expira el fuego auténtico,
aniquilado en las cenizas pobres
para hacer frío y débil el deseo.
Oh, deja que el amor tenga su gloria
y pueda ser dado a quien lo merece.
12
Y pueda ser dado a quien lo merece,
no seco sino como hermosa flor
que cae y pierde sus colores claros,
pero no muere y trueca el daño en fruto.
Así que amor te turbe con sus mimos
cuando el dulce disfrute trae luz,
clara en belleza, y sólo comparable
con Venus en su fuerza favorita.
Y quien se entregue de este modo amante,
estas felicidades serán suyas
y colmará su mente de alegrías
con bienes ricos y placer completo.
Así, pues, que este amor sea divino,
libre de bruma y luminoso y límpido.
13
Libre de bruma y luminoso y límpido,
sabio en lo bueno y cándido en el mal,
donde sagrada amistad es querida
con amor cierto y ley en nuestro anhelo.
En amor, estos títulos completan
una vida feliz y son la fuerza
de lo lícito contra las maniobras
y el fraude, donde surgen tantos rumbos.
A ti Señor que mueves corazones,
guía de nuestro afecto, amable y justo,
gran Rey de Amor, mi pensamiento infiel
y mudable te ofrece esta corona,
—mi ser— y todo lo que yo poseo,
salvo mi corazón, que antes me diste.
14
Salvo mi corazón, que antes me diste,
en signo de conquista lo donaste,
es pobre para estar en tu caudal;
aunque contigo nada tiene mancha.
La ofrenda alzada por mi corazón
es la fe virgen, las ideas puras
que obvian mis deudas, donde rige el celo
como mi Dios, indemne ante la envidia.
Mas otras travesuras se adelantan,
rivales tuyos, adversarios míos;
la duda vil redobla sus ataques
ante mi ruina y veo mis perjuicios.
Y aunque en amor ardo voraz, no sé
cómo huir de este extraño laberinto.
1
In this strange Labyrinth how shall I turne,
Wayes are on all sids while the way I misse:
If to the right hand, there, in love I burne,
Let mee goe forward, therein danger is.
If to the left, suspition hinders blisse;
Let mee turne back, shame cryes I ought returne:
Nor faint, though crosses my fortunes kiss,
Stand still is harder, allthough sure to mourne.
Thus let mee take the right, or left hand way,
Goe forward, or stand still, or back retire:
I must these doubts indure without allay
Or helpe, but trauell finde for my best hire.
Yet that which most my troubled sense doth move,
Is to leave all, and take the threed of Love.
2
Is to leave all, and take the threed of Love,
Which line straite leades unto the soules content,
Where choice delights with pleasures wings doe move,
And idle fant’sie neuer roome had lent.
When chaste thoughts guide us, then our minds are bent
To take that good which ills from us remove:
Light of true love brings fruite which none repent;
But constant Lovers seeke and wish to prove.
Love is the shining Starre of blessings light,
The fervent fire of zeale, the roote of peace,
The lasting lampe, fed with the oyle of right,
Image of Faith, and wombe for ioyes increase.
Love is true Vertue, and his ends delight,
His flames are joyes, his bands true Lovers might.
3
His flames are joyes, his bandes true Lovers might,
No stain is there, but pure, as purest white,
Where no cloud can appaere to dimme his light,
Nor spot defile, but shame will soon requite.
Heere are affections, tryde by Loves just might
As Gold by fire, and black discern’d by white;
Error by truth, and darknes knowne by light,
Where Faith is vallu’d, for Love to requite.
Please him, and serve him, glory in his might
And firme hee’le be, as Innocency white,
Cleere as th’ayre, warme as Sun’s beames, as day light
Just as Truth, constant as Fate, joy’d to requite.
Then love obey, strive to observe his might
And be in his brave Court a glorious light.
4
And be in his brave Court a glorious light
Shine in the eyes of Faith, and Constancy
Maintaine the fires of Love, still burning bright,
Not slightly sparkling, but light flaming be.
Never to slake till earth no Starres can see,
Till Sun, and Moone doe leave to us darke night,
And secound Chaos once againe doe free
Us, and the World from all devisions spight,
Till then affections which his followers are,
Governe our hearts, and proove his powers gaine,
To taste this pleasing sting, seeke with all care
For happy smarting is it with small paine.
Such as although it pierce your tender heart,
And burne, yet burning you will love the smart.
5
And burne, yet burning you will love the smart,
When you shall feele the waight of true desire,
So pleasing, as you would not wish your part
Of burthen showld be missing from that fire.
But faithfull and unfaigned heate aspire
Which sinne abollisheth, and doth impart
Salves to all feare, with vertues which inspire
Soules with divine love; which showes his chaste art.
And guide he is to joyings, open eyes
He hath to happinesse, and best can learne
Us, meanes how to deserve, this he descries,
Who blinde, yet doth our hiden’st thoughts discerne.
Thus we may gaine since living in blest Love,
He may our profitt, and our Tutor proove.
6
He may our Prophett, and our Tutor proove,
In whom alone we doe this power finde,
To joine two hearts as in one frame to moove
Two bodies, but one soule to rule the minde
Eyes which must care to one deare Object binde,
Eares to each others speach as if above
All else, they sweete, and learned were; this kind
Content of Lovers witnesseth true love.
It doth inrich the wits, and make you see
That in your selfe which you knew not before,
Forceing you to admire such guifts showld be
Hid from your knowledge, yet in you the store.
Millions of these adorne the throane of Love,
How blest bee they then, who his favours prove?
7
How bless’d bee they, then, who his favors prove,
A life whereof the birth is just desire?
Breeding sweete flame, which harts inuite to move,
In these lov’d eyes which kindle Cupids fire,
And nurse his longings with his thoughts intire,
Fix’t on the heat of wishes form’d by Love,
Yet whereas fire destroyes, this doth aspire,
Increase, and foster all delights above.
Love will a Painter make you, such, as you
Shall able be to draw, your onely deare,
More lively, perfect, lasting, and more true
Then rarest Workeman, and to you more neere.
These be the least, then all must needs confesse,
He that shuns Love, doth love himselfe the lesse.
8
He that shuns Love, doth love himselfe the lesse,
And cursed he whose spirit, not admires
The worth of Love, where endlesse blessednes
Raignes, & commands, maintain’d by heav’nly fires.
Made of Vertue, joyn’d by Truth, blowne by Desires,
Strengthned by Worth, renew’d by carefulnesse,
Flaming in never changing thoughts: bryers
Of Jealousie shall heere misse welcomnesse.
Nor coldly passe in the pursutes of Love
Like one long frozen in a Sea of ice:
And yet but chastly let your passions moove,
No thought from vertuous Love your minds intice.
Never to other ends your Phant’sies place,
But where they may returne with honor’s grace.
9
But where they may returne with Honor’s grace,
Where Venus follies can no harbour winne,
But chased are, as worthlesse of the face,
Or stile of Love, who hath lasciuious beene.
Our hearts are subiect to her Sonne; where sinne
Never did dwell, or rest one minutes space;
What faults he hath in her did still beginne,
And from her breast he suck’d his fleeting pace.
If Lust be counted Love ‘tis falsely nam’d,
By wickednesse, a fairer glosse to set
Upon that Vice, which else makes men asham’d
In the owne Phrase to warrant, but beget
This Childe for Love, who ought like Monster borne
Bee from the Court of Love, and Reason torne
10
Bee from the Court of Love, and Reason torne,
For Love in Reason now doth put his trust,
Desert, and liking are together borne
Children of Love, and Reason, Parents just,
Reason adviser is, Love ruler must
Be of the State, which Crowne he long hath worne;
Yet so, as neither will in least mistrust
The government where no feare is of scorn.
Then reverence both their mights thus made of one,
But wantonesse, and all those errors shun,
Which wrongers be, Impostures, and alone
Maintainers of all follies ill begunne.
Fruit of a sowre, and unwholsome grownd
Unprofitably pleasing, and unsound.
11
Unprofitably pleasing, and unsound.
When Heaven gave liberty to fraile dull earth,
To bringe foorth plenty that in ills abound,
Which ripest, yet doe bring a certaine dearth.
A timelesse, and unseasonable birth,
Planted in ill, in worse time springing found,
Which Hemlocke like might feed a sicke-wits mirth
Where unrul’d vapours swimme in endlesse round.
Then joy we not in what we ought to shunne,
Where shady pleasures shew, but true borne fires
Are quite quench’d out, or by poore ashes won,
Awhile to keepe those coole, and wann desires.
O no, let Love his glory have, and might
Be giv’n to him, who triumphs in his right
12
Be giv’n to him who triumphs in his right;
Nor fading be, but like those blossomes faire,
Which fall for good, and lose their colours bright,
Yet dye not, but with fruit their losse repaire:
So may Love make you pale with loving care,
When sweet enjoying shall restore that light,
More cleere in beauty, then we can compare,
If not to Venus in her chosen night.
And who so give themselves in this deare kinde,
These happinesses shall attend them still,
To be supplide with joyes enrich’d in minde,
With treasures of content, and pleasures fill.
Thus love to be devine, doth here appeare,
Free from all foggs, but shining faire, and cleare.
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Free from all foggs, but shining faire, and cleare,
Wise in all good, and innocent in ill,
Where holly friendship is esteemed deare,
With Truth in love, and Justice in our Will.
In Love these titles onely have their fill
Of happy life-maintainer, and the meere
Defence of right, the punisher of skill,
And fraude, from whence directions doth appeare.
To thee then, Lord commander of all hearts,
Ruler of our affections, kinde, and just,
Great King of Love, my soule from faigned smarts,
Or thought of change, I offer to your trust,
This Crowne, my selfe, and all that I have more,
Except my heart, which you bestow’d before.
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Except my heart, which you bestow’d before,
And for a signe of Conquest gave away
As worthlesse to be kept in your choice store;
Yet one more spotlesse with you doth not stay.
The tribute which my heart doth truely pay,
Is faith untouch’d, pure thoughts discharge the score
Of debts for me, where Constancy beares sway,
And rules as Lord, unharm’d by Envies sore,
Yet other mischiefes faile not to attend,
As enimies to you, my foes must be,
Curst Jealousie doth all her forces bend
To my undoing, thus my harmes I see.
So though in Love I fervently doe burne,
In this strange Labyrinth how shall I turne?
* Poemas provenientes de Violencia e inmensidad en los siglos XVI y XVII. Algunos poetas ingleses (Víctor Manuel Mendiola, traducción y ensayo; Eva Cruz, revisión), publicado por Ediciones El Tucán de Virginia en 2023.