La vida es así
[Ganimedes]
no te culpo del pasado
úrgeme lamer de nuevo el vacío
la altura
que no devuelva nada más
que una mordida zodiacal sobre la espalda
trazos
mella la erradumbre
nadie saciará la sed que guardas en el pecho
habrá que aguantar vara
que la noche fallezca en algún punto
y que la duda pare de vaciarnos el cuerpo
como quien está libre de culpa
por un rato
volar otra vez entre las sábanas
sin saber
que en otro lado del mundo
te invocan
aprendemos a sentir la desolación como una gota de agua
un levantamiento en la piel
ronquido
humo
o como quien pretende tapar el sol con un dedito
llevar las copas y la incertidumbre a cuestas
y por más que una quiera
no puede sacarse el anzuelo
resbala
del mandil
y la cintura
un florecido silogismo entre los muslos
tranquilo
no te voy a molestar
de antemano el deseo es arena fundida
o notas altas
cuando
cigarro en mano
vuelves a los cielos
y quisiera arrebatarte lo que es mío
aquel beso agudo y mi nombre que se quedaron en tus ojos
cuando nos amamos llenos de urbe
pero ni cascajo ni saliva dejan mancha
lo nuestro
sólo fue casualidad
una chapuza
vértigos y boca de memoria
que amarte es un juego de manos
y el fuego no arde sobre las tierras ingenuas
rasga
estruja
saborea
este y otros nombres
la misma hora
el mismo boulevard
esa tan tuya sombra que sabe a motel
y dando vueltas por tu mente
regresa cada quien a su lugar
yo
doscientos pesos de propina
tú
un trago más
y al fondo de tu copa
mi corazón deshecho en el bolsillo
Ora sí que ve y escúpele el osico a tu abuela
[Cassandra]
la culpa no cruza donde suda la noche
y un crisantemo
se quiebra bajo el zapato
de su gracia
de la merma
que se cuela el alma
si de repente
alzamos la voz
entre las ruinas
como si de un espectro se tratara
el amor
pretendida tutela
juramento de barro
se escancia sobre la breña y la zarza
que los altos bautizan horma
y desfila por aquí por allá
con lo almizcle de la carne
o eso dicen
deshecha entre los besos
que de pronto ofrecen una vida posible
una vida de estrellas forjadas al calor de la esperanza
me sentía muerta en vida
al llegar a ti
de mucho cargar mi espalda hecha pedazos
tanto deseaban mis manos
un gajo de futuro
que dispuesta
posaba para la potencia
con la que te desvistes
y construimos entonces una pileta de seda
nos lamimos la mellada curvatura del amor
nos hundíamos noche adentro
la sal y la carencia
pasaban las horas
corazón
te esperaba como nieve al sol de abril
a que digno
zurcieras sobre mi cuello una promesa
y descubrieras sobre la palma de mi mano
el futuro que nos alcanza a medio trago
a cualquier hora
pero el tiempo nos aplasta la cara
y no me importa
no me importa que perfumes narciso mis palabras
no me importa
conocerte la tragedia que guardas de la luz
aunque vuelvas
con la lengua gastada
prefiero pudrirme a ser mendiga y colecta de tus caridades
vete
azorríllale el amor a quien tú quieras
que no te necesito
a ti ni al helado artificio de tu canción tiniebla
necesito amor
necesito sentir vibrar mi cuerpo
no despertarme abandonada
aún y cuando todo futuro
lo descubra en una copa
así que
comper
no van a jugarle el dedo en la boca
aunque de azúcar te vistas
a quien desde hace años
sabe que el asco
es el maestro de la vida
Afrontar bien mi derrota y brindarte
[Aquiles]
zarpa tu balsa entre mis brazos
amor me pregunto
constante
qué existió
antes de ti
qué caricias incendiaron las aguas del mundo
incluso antes de que los míos cayeran despedazados
sobre la nausea
me crispa la porosidad
de una promesa rota
tanto destino
para que la mirada de los dioses
se olvide de cerrar este panteón
y encuentre su cumbre entre la guerra
qué nos sofoca
entre la niebla y un beso
valdrá la pena tanta sangre derramada
sobre la cresta de tus pasos
qué será
entonces
de la sed que nos vuelve chicharrón la entraña
nuestra carne sobre sus cuatro alcances
como el puñal que agujerea el broncíneo peto acorazado de su víctima
no bastaron videntes
huesos
ni oráculos fugaces
la vida salada
para sangrar la deuda
anduve cauteloso el tejido de tu piel
ese clavel que muele la sombra
amor como el nuestro
para encontrar tu cuerpo vacío
a la espera de la caída del sol
sobre un lecho de tierra
laurel y terciopelo
una mano de sol desamparado cinchó tu voz y sus latidos
como si el amor entre los hombres fuera un chiste
membrana u oropel
condición que nos transforma
y nos posee
en boca viva
zarpa tu balsa entre mis brazos
amor
y no queda
y no me queda
y no me queda más
que perderme en un abismo de tristezas
me pregunto constante
qué existió antes de ti
qué nos resta después de la noche y la matanza
cuántos más hemos de partir vueltos silencio
Si no sonríen no son nais
[Cástor & Pólux]
no es posible que se pueda querer más
cuánto es lo que quieres
decenas de crines tan largas como mi lengua
supongo que por aquella coz que nos separa
tampoco es que el sopor haya cambiado
crees que existe algo más allá del firmamento
no
entonces qué quieres cuando quieres más
amiga mientras quede una esperanza
vomité mi nombre camino a acá
no queda nada más que esta cáscara helada de dos filos
según algunos expertos nos quedan seis años antes de que se derrita la noche
hemos de morir vez tra vez para que existas
no es como si no murieras cuando te desnudas frente al espejo
dónde chingados se consigue aquí alguna copilla
recorrimos la noche a galope nocturno enriquecidos
tu consejo no me aleja del dolor
extraño el aire solano de las cabalgatas en la sierra
ah ya sé de dónde se enciende la herida del cielo
enquista nuestra sien con el neón de las estrellas
son cosas del amor
qué son estas plumas que te cercenan las piernas
quizás la casa la rutina
no lo sé
de qué color es el vestido que rompiste aquella tarde
hay que guardar el dinero de la renta
mamá conserva en un frasco nuestras primeras palabras
no me importa
tú me quieres
a ratos desearía lamer la punta de un revólver caliente
depende cuántas luces olvidamos encendidas en la estancia
papá planeó que se pudriera nuestro cactus y se escapara el perro
abandóname se me corrió el rímel
los pasillos de esta casa sofocarán estas caderas si acaso intentamos huir
a quién se le ocurrió eso de mutilar a los caballos con las herraduras
es verdad que colgaste nuestro rostro en la puerta del baño
tantos placeres hemos de negar porque tiramos el salero en plena infancia
será que la culpa es una vereda llena de espinas
a qué olerán las azucenas después del amor
te dije que me toca está noche dormir contra la pared
y si él se va
solíamos creer que los truenos perseguían a los relámpagos para detenerlos
un vaso no nos rinde para tanta muerte
y qué pedo con el descubrimiento de la pólvora
órale vas
al tiro con el ángulo del puño que te florece en el abdomen
habrá que domarnos las ansias antes de volver a casa
sírvanme un chisguetío más
mañana me toca estar arriba
el espejo encandila estas raíces
la belleza es una enfermedad de la vista
y mis tamales de jalapeño
mal de sangre
la siento por las noches rechaza mi presencia
te quiero pero necesito espacio
cilíndrica tiniebla esta pasión que nos desborda la culpa de tu muerte
hermano
el show aún ni comienza y ya quiero quitarme la peluca
Lo que dijo nunca
[Polifemo]
podría amar a nadie
de no haber mascado el lado sierpe de la cama
de no haber confiado
en un presagio acaudalado
en la certeza
como un puñal sobre la tierra al filo del agua
habría disfrutado un frenesí de huesos
trastocados por el hedor de la sangre
que descarnan los rebaños cuesta adentro
pero se extiende el frío
una caverna
se derrumba con el zumbido de una flor llena de escamas
yo no nací para amar
nadie nació para mí
en esta platina cenagosa del anoche
su voz resuena como un timbal ofrendoroso
último pistilo del deseo
entre las páginas de un hado antiguo tan antiguo
es verdad:
el hombre escapa al compromiso divino por naturaleza
¿cuántas esfinges
han de rendirse ante el alba
para que tal error mortal sea evidencia y cataclismo de su nombre?
nadie
por ejemplo
arribó a mis costas
para surtirse de lo que con tantas lunas
he dispuesto ante mis dientes;
el hombre deja un desgarro irreparable
donde embarca
nadie ha destruido esa fractal inesquinada
máscara que el zodiaco sembró entre todas sus ramas
o por lo menos
eso es lo que mis manos recuerdan
antes que nadie dejara regada
mi lengua y mis lamentos
la luz de mis ojos
en dos o tres sábanas
la ceguera es tan parecida al amor
al pasado que por reciente
no deja de hundirnos la vista entre fantasmas
he rogado tanto que su barca se torne salada
he soñado
he tenido paciencia
de verdad
pero sólo el eco
anhelaba tanto
un amor que no llegó
y dejé que ese navío sembrara las aguas inquietas de meditaciones
y contuve
esta impotencia bruta
que sólo me desgarra las entrañas
hoy mi soledad deja como ofrenda
la piel del abandono
la casa de piedra
ojalá que lo divino sepa abrazar a nadie
allá
donde la marea incendie nuestra porción de ámbar
allá
donde lo esperan sus perros con la lengua seca
* Poemas pertenecientes al libro Lxs Olímpicxs (UANL, 2024).
Versiones al español y nota introductoria de María Auxiliadora Álvarez.
Elaine Fowler-Palencia
En la obra de Elaine Fowler-Palencia (Lexington, Kentucky, 1946) destacan los temas de la familia, la identidad y la cultura, pero sobre éstos se erigen las obsesiones y los destinos del dolor y el sacrificio, el miedo y la valentía, la salud y la enfermedad, la muerte y la memoria. Otras formas indirectas de secuencias progresivas avanzan de la imagen al símbolo y del símbolo al arquetipo, desarrollándose por las vías de la urgencia, la potencia o la recurrencia. Una voz “historiografiada” se deja escuchar en estos poemas como emisora voluntaria de una fallida identidad comunitaria, erosionando las bases del canto (“a mí mismo”) cultural local, y subvirtiendo el viejo y ficticio optimismo de los griegos. Este poderoso yo poético del Midwest estadounidense devela la falacia democrática de la segunda mitad del siglo XX y los albores del XXI, y da lugar a una firme e ineludible postura contracultural. Su objetivo es hacer llegar a sus congéneres el recordatorio del fin incorporado en el principio, al modo del “arte de la tacha” de Burri, Tàpies o Dubuffet. Los poemas intimistas y punzantes de Fowler-Palencia nos remiten históricamente a la idea del destino como tragedia, al mostrar los estragos del capitalismo salvaje en el panorama físico y mental de la América profunda.
Leyendo a Wendell Berry en el aeropuerto de Minneapolis-St. Paul
Tienes razón en lo que dices
sobre la revolución industrial.
Es cierto que los monocultivos de soya y de maíz
allanan y envenenan la tierra,
The Land of Ten Thousand Lakes,
como pasa en Kentucky y en otras partes.
Pero, como descendiente de sencillos granjeros,
asentados a lo largo de la carretera Great Wagon Road
y sus afluentes en la región Appalachia
no puedo, como tú, pasar por alto el daño colateral
remanente de cada Edad de Oro.
Déjame contarte de nuestra pequeña granja familiar,
de las mujeres que se consumieron dando a luz
a incontables labradores de la tierra.
Una de mis abuelas, convertida en bestia de carga,
habría preferido no haberse casado nunca.
Mi otra abuela enloqueció por el trabajo demoledor
y la carencia de recursos médicos.
Mi tío abuelo fue un sencillo granjero
que se dio un tiro en la cara,
dejando una esposa y un bebé.
Otro tío, también sencillo granjero,
alcoholizado por su circunstancia,
murió por una corneada de toro.
Otro tío abuelo perteneció al Ku Klux Klan
y trató a sus animales con crueldad.
Los peones, crédulos y engañados,
lucharon a favor de los ricos en todas sus guerras.
El código moral de su antigua religión
les obligó a cultivar la tierra,
pero también a expulsar a aquellos que eran diferentes.
Tus elogiados amish1 son gente correcta
si ignoras cómo se las arreglan para manipular,
cuando les conviene, la combustión interna de las máquinas.
Ellos se enorgullecen de su escasa educación,
mientras yo sé que fue la sed de educación
lo que impulsó a mis padres a abandonar sus pequeñas granjas
colgando aquellos globos de luces de sus mentes
que les permitían comprender
y enseñarme a mí a comprender
distintas clases de personas y maneras de vivir
más allá de la vida en los pequeños monocultivos
tan enaltecidos por ti.
Nuestra cotidianidad
Permanezco por varios días
recostada sobre la cama, la silla, el sofá,
agotada hasta la raíz de los dientes
incorporada solamente por la comida, la lavandería,
tus gritos, las noticias de la noche.
En el estudio, inclinado sobre su trabajo
tu padre se siente aturdido
por el mismo martilleo
—de nuestra cotidianidad—
años de dormir con el oído abierto
a tus giros equinos y los resoplidos
de sostener tu cuerpo
y tratando de encontrar tu mente
para adaptarnos a nosotros mismos
al círculo de tiza de la soledad
que tus necesidades han dibujado
a nuestro alrededor.
Algunos días lo único que me mantiene de pie
es la fe de que no hay intencionalidad
en ningún lugar del universo
excepto en lo que es humano.
El escoger vivir de esta manera
es nuestra única dignidad.
Y así,
sosteniéndote entre los dos
caminamos sobre los campos en otoño
nuestros rostros bañados por el sol poniente
tú, la arena sagrada de nuestros huesos.
Conduciendo cerca de la frontera entre Kentucky y Virginia, a principios de otoño
El pasado late en mí como un segundo corazón.
El asfalto sigue subiendo la montaña.
El viñedo ha recubierto las señales de tráfico y un autobús escolar
ha ahogado el arroyo y está escalando la carretera
por un cable eléctrico.
En una curva cerrada se encuentra el Mercado de Pulgas, donde venden
cerdos, gallinas, conejos, cacerolas de hierro, urnas funerarias,
pasteles en forma de cono, libros dañados por inundaciones, harina de maíz y armas de fuego.
Yo ya no soy de aquí.
Las pequeñas iglesias blancas en las hondonadas se cruzan de brazos
y parecen avergonzadas de lo pequeños que son sus cementerios.
Los camiones de carbón rugen en las curvas como tiburones atacando un bote de remos.
En un museo local hay una exposición de la Guerra Civil,
aparecen fotografías de soldados
en el depósito de las cartas muertas, nunca entregadas.
Muertos dos veces entonces, aquellos jóvenes de ojos pálidos.
El camino sigue subiendo la montaña.
La niebla humea en los barrancos.
En otro museo silencioso yacen otras cartas
encontradas junto a los cuerpos de mineros atrapados.
Recuerda que te amo y no te preocupes por nada. Me fui a dormir.
Muchachos, sean buenos y hagan lo que hagan no se conviertan en mineros.
La noche cae como un bosque que se desploma bajo un viento rectilíneo.
Las luces de la prisión en la cima de la montaña
tapan las estrellas.
Reading Wendell Berry in the Minneapolis-St. Paul Airport
You are right
about the Industrial Revolution.
And yes, the corn and soybean monoculture
flattens and poisons
the Land of Ten Thousand Lakes
as it does Kentucky and elsewhere.
Yet as a descendant of small farmers
all up and down the Great Wagon Road
and its tributaries into Appalachia
I resist your ignoring the collateral damage
of every Golden Age.
Let me tell you of my family’s small farm women
worn out by producing more farmhands
my grandmother who wished she’d never married
rather than be a beast of burden
the other grandmother who lost her mind
to punishing work and lack of medical care
my small farmer great uncle who shot himself
in the face, leaving a wife and baby
my small farmer uncle who died a drunk
gored by a bull
the great uncle who joined the Klan
the grandfather who was cruel to his animals
the regiments of supposedly wise Folk
suckered by ignorance into every rich man’s war
the brutal moral code of their Old Time Religion
that may have brought the crops in
but cast out those who were different.
Your vaunted Amish are right
if you ignore how they manage to accommodate
the internal combustion engine as needed
and privilege lack of higher learning
when in fact the thirst for learning
was what pulled my parents off small farms
and hung globe lights in their minds
allowing them to understand
and to teach me to understand
more kinds of people and more ways of life
than those in the small farm monoculture
of which you sing.
The Dailiness of It
For days I have lain
across bed, couch, chair
weary to the roots of my teeth
roused only by food, laundry
your shouts, the evening news.
In the study, bowed over his work
your father sits stunned
by the same hammer—
the dailiness of it—
years of sleeping with one ear open
to your equine turns and snuffles
of maintaining your body
and trying to find your mind
of fitting ourselves
in the chalk circle of solitude
your needs have drawn around us.
Some days all that keeps me going
is the faith that there is no
intentionality
anywhere in the universe
except what is human
our choice to live this way
being the only dignity.
And so
supporting you between us
we walk on through autumn fields
our faces bathed by the setting sun
you the holy sand in our bones.
Driving Near the Kentucky/Virginia Border, Early Autumn
The past beats in me like a second heart.
The blacktop goes up and up the mountain.
Kudzu has smothered the road signs and a school bus.
It has choked the creek and is rappelling across the road
On an electrical wire.
In a hairpin bend nestles the Big Flea, selling
Pigs, chickens, rabbits, iron skillets, funerary urns,
Funnel cakes, water-damaged paperbacks, cornmeal, and guns.
I’m not from around here anymore.
The little white churches in the hollows cross their arms
And look ashamed of how small their cemeteries are.
Coal trucks roar around the turns like sharks charging a rowboat.
In a local museum there is a Civil War exhibit,
Soldiers’ photographs discovered
In the dead letter office, never delivered.
Twice dead, then, those pale-eyed young men.
The road goes up and up the mountain.
Mist smokes in the ravines.
In another silent museum lie letters
Found next to the bodies of trapped miners.
Remember I love you and don’t worry. I just went to sleep.
Boys be good and whatever you do don’t become miners.
Night falls like a forest keeling over in a straight-line wind.
The lights of the prison on top of the mountain
Take out the stars.

*
Keith Tuma
En la prosa poética del último libro (inédito) de Keith Tuma (Akron, Ohio, 1957), Estudios sobre el mundo no natural, la obsesión por la precisión se agudiza hasta colmar todas las medidas formales y mentales, tanto como se despliega el afán (también moral) de la integración poética de los aspectos científicos de nuestra existencia; una factura que signa la vanguardia poética del siglo XX, acendrada en lo que va del siglo XXI. Si recordamos la aleación biológica necesaria para la producción de la vida, el desajuste de esta aleación, como la enfermedad o la muerte, representa el non plus ultra del reino de la biología, el ejercicio de su supremacía y la apoteosis de su poder total. ¿Cómo se va haciendo un lugar el mundo “no natural” en el pensar? La química también necesita trascender. El mundo biológico y mineral se apropia del proceso mental y se interpone intempestivamente entre el conocimiento y el entendimiento. De esta realidad no natural se nutren las “-ologías” (materia de estudio) que conforman el libro, no las eulogías (materia de elogio), no las elegías (materia de luto), sino la materia del análisis, despejando, una por una, las infinitas incógnitas de un tipo de conocimiento especializado que no acabará jamás.
Dendrología*
Hay una masa de nieve derretida en el patio trasero, debajo de los árboles. Estoy esperando que el perrito Moose huela lo que quiera oler y haga sus necesidades, como dicen algunos. Está perdido en el descubrimiento. Nuestros dos pinos blancos, casi gemelos, y el roble y el tulipán se ciernen altos y antiguos, más viejos que la casa, más viejos que yo. En la oscuridad y la tranquilidad, no tengo nada pendiente, aunque quiero que Moose termine ya para poder protegerme del frío. Al final de una semana de temperaturas bajo cero, las ramas cubren el suelo, esperando que llegue un día más cálido para recogerlas y arrojarlas a la pila de leña que he colocado entre las madreselvas que forman un límite natural en la parte trasera del terreno, ocultando la casa de piedra que alguna vez fue la vivienda principal de esta granja. Una frontera natural, se dice como si tal cosa pudiera existir. Nos referimos a cualquier cosa que no sea una valla. Mientras Moose husmeaba, levanté la mirada justo a tiempo de ver una rama negra cayendo del árbol de tulipán. Creo que estos árboles no sólo son viejos, sino que se están desmoronando. Es peligroso detenerse debajo de ellos. La rama golpea el pasto descongelándose con un ruido sordo. Entonces veo que no es una rama sino una ardilla. Qué cosa tan singular, pienso. Soy demasiado mayor para creer en un mundo natural, pero es más difícil renunciar al talento. La ardilla tarda un segundo en recomponerse y correr de regreso al árbol.
* Dendrología: rama de la botánica que estudia la historia de los árboles y los arbustos.
Tecnología
Allison y yo salimos a las 5 a.m. para llegar a tiempo a su cita en el Hospital General de Massachusetts, tratando de evitar el tráfico que congestiona la carretera al norte de la ciudad. Le habían hecho una resonancia magnética cerebral la semana anterior, pero no encontró el informe con los resultados en línea. El retraso tenía algo que ver con el feriado del 4 de julio, pensó. O tal vez querían darle la mala noticia en persona. Ella estaba tomando su segundo fármaco de prueba. En el Centro Ambulatorio de Yawkey, completó los requerimientos preliminares habituales (como orinar en un vaso) y luego nos llevaron a una oficina de esquina a esperar que la enfermera encargada le efectuara la prueba. La enfermera tenía ocho meses de embarazo y era toda sonrisas. Allison se sentó sobre el papel extendido en la camilla de examinación y yo tomé la silla al lado del escritorio. La enfermera puso su pequeño teléfono plegable sobre el escritorio y dijo que el oncólogo del cerebro se comunicaría con nosotros. El tamaño del teléfono parecía tan desproporcionado como el móvil gigante que el personaje de James Garner sostiene contra su oreja en Barbarians at the Gate. Pronto obtuvimos la noticia telefónicamente. El fármaco había fallado. Iría al centro de cuidados paliativos. Yo tenía dudas sobre la posibilidad de probar otra vez Enhertu, aquel medicamento milagroso, pero no, ya no había opciones viables. Allison estaba callada. El médico se disculpó dos veces por no estar presente y luego llegó el momento de irnos. La enfermera nos deseó lo mejor: “¡Qué bueno verte de nuevo!” En el camino de regreso, Allison quería escuchar El amor en los tiempos del cólera, su audiolibro favorito, pero yo le hablé del día en que nació. Su asiento de bebé encajaba mejor en el espacio delantero de nuestro Renault, por lo que ella viajó a casa desde el hospital en Portland, Oregón, al lado mío. “Hemos hecho esto muchas veces”, le dije, “de Portland a Portland. Ahora llegarás a ser mayor que yo”. Ella tenía la misma sonrisa. Luego hablamos sobre dónde detenernos para almorzar.
Fenología*
Por unos días, las flores de la peonía rosada son más grandes que mi puño, casi la mitad de mi cabeza. Poco después, la flor cae sobre el camino empedrado, donde alguien puede pisarla por descuido. Es demasiado bella para su propio bien, demasiado suntuosa. Esa es la verdad desde Keith hasta Keats; córtala para un florero. Hay más apoyo en los arbustos, en las familias, aunque no en la mía. Sólo tenemos una planta al lado del garaje y sólo una hija, que también se está muriendo. ¿Quién querría leer un miserable poema sobre eso? Tal vez los dioses lo harían si se lo pido amablemente o si lo grito. Los dioses aman más a los que mueren jóvenes, pero ¿qué saben ellos? Algunos dicen que Peony es de Paeon, que murió cuando su maestro Asclepio pensó que se había vuelto demasiado hermoso. Zeus lo convirtió en flor para salvarlo de las consecuencias de esa observación. Buen trabajo, Zeus.
* Fenología: ciencia que estudia la influencia del clima en el desarrollo de la vida animal y vegetal.
Teleología*
Llovió durante todo el verano, una lluvia intensa que corría por las alcantarillas y cubría las ventanas del apartamento en Lewiston. Para lo que suele ser un agosto seco, este fue un anuncio del calentamiento global. Nadie querría estar afuera entonces, pero una mañana temprano, mientras paseaba a los perros, me pareció ver mis primeros visones, dos de ellos chillando lejos de los bosques de Maine, persiguiéndose entre sí sobre los charcos. Bajo toda esa agua, se tardaron una eternidad en sellar el asfalto del estacionamiento del edificio y la lluvia no pudo combatir los vapores venenosos, como si el cáncer que estaba matando a Allison no fuera suficiente. Como todos los demás, las enfermeras del centro de cuidados paliativos tenían que estacionarse en la calle arriba de la colina, y aunque habían prometido que tardarían dos días resultaron tardar cinco antes de que los contratistas pintaran las líneas finales. El estacionamiento no estaba en mal estado y yo no podía imaginar ningún otro propósito que el estético para semejante alteración, pero la decisión no había sido mía. Había sido la decisión de la junta de condominio. Sabía que yo no les agradaba, el hombre del carro con las placas de Ohio. Un día el director de la junta me dijo que no permitiera que mis perros hicieran sus necesidades en el césped detrás de los buzones del correo. «Es una nueva regla», dijo. “No viviré aquí por mucho tiempo”, respondí. «Mi hija se está muriendo arriba». Eso terminó nuestra conversación. Debería haberle dicho: «El final es el punto de partida». Vimos cómo le quitaban a Allison una cosa tras otra: el equilibrio, el habla y luego, después de tres días de respirar húmedo y entrecortado, el mismo aliento. Pero durante uno o dos minutos antes de que muriera todo estuvo en calma y pude rezar por ella y despedirme. Vi su sorpresa por lo que vio o a quién vio llegar junto a ella sólo por un segundo antes de que su cabeza cayera hacia un lado.
*Teleología: rama del conocimiento que estudia los finales, las razones de los finales y la explicación de las causalidades.
Dendrology*
It’s a mush of melting snow in the backyard under the trees. I’m waiting for the little dog Moose to smell what he wants to smell and do his business, as some call it. He’s lost in discovery. Our two white pines, twins almost, and the oak and tulip tree loom tall and ancient, older than the house, older than me. It’s dark and quiet and I have nothing that needs doing, though I want Moose to be done so I can get out of the cold. After a week of sub-zero temperatures, branches litter the ground, waiting for a warmer day to be gathered and tossed into the woodpile I’ve established among the honeysuckle that forms a natural border at the back of the lot, hiding the stone building that once was the farmhouse for this land. A natural border, we say, as if there were such a thing. We mean anything other than a fence. As Moose noses around I happen to look up in time to see a black branch falling from the tulip tree. These trees aren’t only old, I think, they’re falling apart. It’s dangerous to be under them. The branch hits the thawing turf with a thud. Then I see that it’s not a branch but a squirrel. That’s a first, I think. I’m too old to believe in a natural world, but it’s harder to give up on talent. It takes the squirrel a second to regroup and run back to the tree.
* Dendrology: The study of trees; the department of botany which treats of trees.
Technology
Allison and I left at 5 a.m. to be on time for her appointment at Mass General, trying to miss the traffic that chokes the road north of the city. She’d had her brain MRI the previous week but didn’t see the report online. The delay had something to do with the Fourth of July, she thought. Either that or they wanted to give her the bad news in person. She was taking her second trial drug. At the Yawkey Outpatient Center, she completed the usual preliminaries—urinating into a cup—and we were led to a corner office to wait for the Nurse Practitioner administering the trial. She was eight months pregnant and all smiles. Allison sat on the paper spread across the examination table and I took the chair beside the desk. The nurse put her tiny flip phone on the desk and said the brain oncologist would call. It looked as out of proportion as the giant mobile phone James Garner’s character holds to his ear in Barbarians at the Gate. Soon we had the news thanks to it. The drug had failed. It would be hospice. I asked about trying the miracle drug Enhertu again, but no, there were no viable options. Allison was quiet. The doctor apologized twice for not being there, and then it was time to go. The nurse wished us well: “It’s good to see you again!” On the way back Allison wanted to listen to Love in the Time of Cholera, her favorite book, but I talked over it about the day she was born. Her car seat fit best in the passenger seat of our Renault, so she rode home from the hospital in Portland, Oregon beside me. “We’ve done this a lot,” I said, “from Portland to Portland. Now you get to be older than me.” She had the same smile. Then we talked about where to stop for lunch.
Phenology*
For a few days the blossoms of the pink peony are bigger than my fist, nearly half as large as my head. Soon after, the flower droops towards the stone path, where the careless might trample it. It’s too beautiful for its own good, too sumptuous. That’s the truth from Keith to Keats; cut it for a vase. There’s more support in shrubs, in families though not in mine. We have only the one plant beside the garage, and only one daughter, also dying. Who would want to read a miserable poem about that? Maybe the gods would if I ask nicely, or if I cry out. The gods love best those who die young, but what do they know? Some say Peony is from Paeon, who died when his teacher Asclepius thought he had become too beautiful. Zeus turned him into a flower to save him from the consequences of that observation. Good job, Zeus.
* Phenology: The field of science concerned with cyclic and seasonal natural phenomena, esp. in relation to climate and plant and animal life.
Teleology*
All summer it rained, a heavy rain that ran over the gutters and coated the windows of the Lewiston condo. In what is usually a dry August, it was an advertisement for global warming. Nobody wanted to be out in it, but one early morning while walking the dogs I thought I saw my first minks, two of them squealing far out of the Maine woods, chasing one another into puddles. With all of that water, seal-coating the condo’s parking lot took forever, and the rain couldn’t beat back the poisonous fumes, as if the cancer that was killing Allison wasn’t enough. Like everybody else, the hospice nurses had to park on the street up the hill, and what was promised to be two days turned out to be five before the contractors painted the lines. The parking lot wasn’t in bad shape, and I could imagine no purpose other than aesthetic for such disruption, but it wasn’t my decision. It was the condo board’s call. I knew they didn’t like me, the man with Ohio plates. One day the director of the board told me not to allow my dogs to do their business in the grass behind the mailboxes. “It’s a new rule,” he said. “I’m not living here long term,” I replied. “My daughter is dying upstairs.” That ended our conversation. I should have told him, “The end is where we start from.” We watched as one thing after another was taken away from Allison: her balance, her speech, and then, after three days of breathing wet and ragged, breath itself. But for a minute or two before she died all was calm and I was able to pray for her and say goodbye. I saw her surprise at who or what had arrived to meet her just for a second before her head rolled to the side.
*Teleology: The branch of knowledge or study dealing with ends or final causes; the study of phenomena which may be explained in terms of intention or design.
* Poemas pertenecientes al libro Dos poetas norteamericanos. Elaine Fowler-Palencia y Keith Tuma, prólogos y traducciones de María Auxiliadora Álvarez (UANL, 2024).
1 La comunidad amish menonita forma parte de una iglesia cristiana originada en Europa en el siglo XVII y traspasada a Norteamérica a inicios del siglo XVIII.
31/12
siempre tan ventosa esta vereda
dice una señora a otra
en la puerta del caserón
cuelgan luces de colores
titilan
se aferran unas a otras
como un amuleto
se funden
en un abrazo eléctrico con la casa
que un poco trémula
contiene a sus humanos
en la calle vacía
sólo quedamos
los árboles danzarines y yo
los vientos crujientes
me dicen
todo va a estar de maravillas
Las minucias del tiempo
No importa
si llueve como torrentes
si el cielo tira para abajo
mucha agua junta
no importa
si hay de esos soles
que abren sin pruritos ni tapujos
la tierra en dos o más partes
en estas veredas
los árboles tienen una cualidad
que los hace permanecer
iguales a sí mismos
un talante
que trasciende
las minucias del tiempo
La hora dorada
ésta es la hora dorada
me decías
bordeábamos las vías a pie
de la mano
junto a las tipas y los eucaliptos
ésta es la hora dorada
cuando el atardecer se desmaya
un manto tejido
con puntitos brillantes
arropa los follajes
ésta es la hora dorada
durante unos momentos
me dejo consumir
amorosamente
Ovejas
¿por qué no viniste a mi vagón?
no
no nos han presentado formalmente
ni de elegante sport
no hemos estrechado manos
ni hemos compartido lecho
¿y qué?
camino al tren
pronto a zarpar de Retiro
dejé miguitas de pan
espanté a las palomas
—siempre tengo un gato en mi bolsillo—
hoy no llevo perfume
quise facilitarte las cosas
te esperé en el tercer vagón
conté ovejas ruludas que saltan cercos
los relojes me ponen nerviosa
vos no viniste
¿qué hago con tantas ovejas
apiñadas entre los pasajeros?
Epifanía
Escucho un tema de Peter Frampton
sentada en el subte
pienso en mi hermano
digo lo tengo que perdonar
porque él no sabía
lo que me estaba haciendo
y todo eso se me ocurre
mirando un peine azul
sucio
tirado en el piso del vagón
Algo de estoico tienen los árboles
pierden sus hojas sin quererlo
las renuevan sin desearlo
viven indefinidamente
una tortura
por cierto
con un poco de suerte
se dejan trepar
por una niña que advierte
cuán estoicos
son los árboles
Moléculas
excusas para verte otra vez:
devolvernos las cosas prestadas
excepto los intangibles
como un roce voluntario e intencional
con el propósito de que pongas
los ojos en blanco
o el caminito de moléculas
que vas dejando atrás
después de cebar un mate
Cuando hierve el agua para el té
algunas palabras que salen de la boca
son monstruos marinos
fagocitan bichos invisibles
algas minúsculas
botellas olvidadas con mensajes adentro
degluten llaves y candados
diarios y zapatos viejos caídos a las olas
algunas palabras que salen de la boca
pegotean el aire que nos permite respirar
la distancia necesaria entre nosotros
algunas palabras que salen de la boca
se evaporan
con el pitido de la pava
cuando hierve el agua para el té
¿Dónde vive su verdad?
en el tren
leo a un poeta peruano
le preguntan
cuál es el secreto del poema
dónde vive su verdad
cada vez que llego a la respuesta
me distraen
los caramelos y los chicos de adelante
me despistan
el policía y su arma
el cielo que se desploma
sobre los árboles
* Poemas pertenecientes a Las cosas tal y como son (Barnacle, 2022).

Aquí puede verse la entrada anterior de este dossier.

Versiones al español de Mario Domínguez Parra
Place Bernard-Halpern
Nunca combatí en Las Ardenas
me quedo en vela con vino
que adquiere la ciudadanía desde el teclado;
el derecho de las listas funerarias que se añade
al solucionario
se hace aún más;
lo despreciable se convierte en algo aún más;
más y más;
al servicio de obras de literatura formidables
venganzas que insuflaste en grupos escépticos
donde la virtud de la voz
nunca se seca.
La esencia atraviesa la edad de los niños.
Los relieves de la nieve ocupan la música de la desaparición de las fricciones.
Santo, en mi espalda nunca te llevé
porque los jurados de la fe siempre están a sueldo.
A la luz concentrada de la campana de la cocina
he malgastado otro amanecer
escribiendo mientras exista
un cierto residuo –
la ilusión de que todo
se borró a causa de
mi lugar vacío en la cama revela
algún tipo de vigilia.
El tiempo del mundo me late en la sien
metódicamente.
Te enseño a decir
la muerte aún no ha empezado a usarse
el grano de sal caro, barato el salitre.
En relación con nada
Ríete sin más
cuando llores será tarde
los cigarrillos cogen sabor escribiendo
no escribiendo
aquí en algún papel
más allá
hay algunas cosas que significan
en ti
ambigüedades que dejan entrar
diríase que lo bueno es un vestido suave
con batik de Indonesia
las personas se arrodillan como personas
y corren igual que en los sueños
me río me zarandeo porque estoy solo
en relación con nada.
Augurio
Guillotina que brilla bajo una cúpula.
Forma de una mano al coger un huevo.
Sobre todo
deshereda. Termina.
Estoy en esto.
Aunque todo lo sepas no es luz.
Yo trabajo la mitad del universo.
Augurio.
Pero no conocido.
Por la espalda.
Cúpula la forma de una mano para la cúpula.
El huevo insaciable.
En un santiamén uno mismo.
Las disputas producen muertos.
Se ven obligados en el futuro.
Roller Needle Point
La diferencia entre lo que sabe el poeta
y lo que sabe el lector
es común.
Mi padre cuando leyó
Mi padre cuando leyó mis poemas
vale.
Mi padre no caminó nunca por mis
avenidas, no obtuvo una forma
cual bola de helado por el miedo.
Todo avanza en orden.
Idoneidad de las búsquedas.
Homenajes.
Diríase que el mundo se acaba.
Los “el otro día” exhalan y nos esperan.
Se rasgan como papel las páginas de los árboles.
* Poemas pertenecientes a El sebo de la mosca. Poemas dispersos (1996-2012), publicado por Mantis Editores (2024).

He recibido orejas y miedos
Al poeta Juan Sánchez Peláez
Mi padre aparece en el Cuira con el frío en los huesos, y la piel seca como hojas de topochos cuando juega a la cebada en el cielo. A nadie le preocupa ahora dónde está mi padre. Él vive en un lugar anterior a la muerte. A veces voy a su río a beber un vaso de agua o le escribo un padrenuestro. Lo lastimoso, su carne impasible al borde del verbo.
*
He recibido orejas y miedos.
En una tarde calurosa como ala de cuervo
he soñado mi espanto.
La tos recoge sol y tormenta
dentro de la copa de mi madre; dibuja signos y cábalas
en el cuarto vacío de mi padre.
Entonces,
por qué el adiós,
por qué las flores,
y la piel una fogata con el temor
de quien muerde el fruto del cordero.
Albahaca purísima
V
Todo es verde sobre las montañas.
Cuando los perros van a misa,
¿quién reza en mi entrepierna?
Los niños tienen los ojos cerrados.
Así son los que viven en la Vuelta del Gato,
como si colgaran de los árboles.
Se tiene frío.
El mar se muda a otra playa;
hay confusión en las palabras.
El cuerpo anestesiado era el mío;
por eso vine a recorrer estas calles.
Todos estamos abrigados
dentro de este auto oliva
el oliva del ángel
que con su voz de madera,
a los nueve años me dijo:
―Estás rota
Aún lo sigue diciendo.
Adobe
Nos paramos en la puerta del mercado
a esperar que dejara de llover.
Ella con la cara hundida en el hueco de la mano
veía pasar naranjas, raíces,
zamuros, tabaqueras,
sillas rotas, mariposas, hormigas de marfil,
todo resumido en cinco monedas.
Era una caliente mañana de enero,
y sin embargo llovía.
Podíamos cambiar la suerte por verduras.
Los zapatos con tacones de un metro
son los mejores pasadas las seis de la tarde.
Ella decía a los hombres
que era más alta que ellos.
Alguien sacude sus brazos velludos
y flacos en el mercado.
Ella entra en un descuido a contar
con cada uno de sus dedos su amor disperso.
El terciopelo comienza a despegarse
de los zapatos. Un mendigo de ojos azules
se le acerca.
No podía convertirse en hierbas.
Mientras, ella veía en los sabios ojos de él,
sus buenas costumbres.
Él comía su sopa de pescado con papas,
siempre lo mismo,
y sacudir las penas de los hombros.
Afuera seguía la lluvia.
Escuchábamos el ruido
de la quebrada crecida.
El mendigo abrochaba todos los botones,
desde el principio hasta el fin.
Trataba de escondernos a todas.
No podíamos movernos éramos de adobe.
Lo mejor era desear
que el mendigo se fuera a la corteza del mundo.
Nuestra gloria está en el río.
La promesa fue clara. De nuevo la estera
avivada por el fuego,
y el amor devolviéndose al deseo.
Ese día de enero,
ella continuaba mirando la lluvia,
y el aroma del primer beso.
Que el río responda
Tienes grietas al atardecer
Nube amarilla que recorre los días
pastoreando el amor
El cielo vive dentro de tus aguas
cielo de madera caja de armario
capaz de encerrarnos y llevarnos lejos
muy lejos hasta el mar
Las hormigas dejan sus huellas al paso
La arena es estéril aunque hagas el amor en su centro
por eso la expulsas de tu cauce
Sol en el agua luna en la arena
Fortalecer el espíritu sin prescindir de Afrodita
Río fruta viva sin excluir la pasión ni el deseo
nuestra gloria está en tu ser de río
y somos testigos
de ese huevo de oro que yace en el fondo de tus aguas
Eres un abanico haces un guiño y nos llamas
Es el sueño dentro del sueño
donde la mujer limpia su pureza
Río vigoroso
alimento de nuestras venas
poderosa agua dulce hecha roca
Apiádate de nosotros
Hada tierra
¿Cómo duele el vientre de una mujer
que no ha parido?
Mi rostro mojado por el mar
oculto entre los pechos de mi madre
Tristeza o fatiga en el centro del cielo
y una melancólica hora que acobarda
Las manos enrojecidas de tanto trabajar la tierra
El sabor a parir llega a través de la placenta
Agrio como la orina de una cabra
La tierra bosteza siempre igual
Lo distinto es cómo tocamos el vientre
con los ojos
la carne en los huesos
la semilla en la vejez
y a veces con las manos
Difícil hallar la llave materna ¿Me comprendes?
Vivir tiene sentido y estar muerto también
Para quedarse callada
A las mujeres que están en cautiverio
Hemos tejido la piel a fuerza de llanto
Apenas oyen el canto del búho
el agua sobra y el hambre también
Las muchachas corren de un lado a otro
temen a la voz de los soldados
¡Son tan jóvenes!
algunas perdieron a sus madres
otras fueron apartadas de sus muñecas
y de su pedacito de tierra
La advertencia no fue oída
Ellas no quisieron esconderse
cuando pasaron los camiones
Pobres inocentes mostraron su olor
a jazmín y canela recién molida
Los hombres se fueron acercando
todo les parecía muy dulce
ante tanto resentimiento
Una voz murmuraba al final del día
que las niñas fueron llevadas
a un campamento
en la lejanía de un valle
“Le cambiaron los nombres
Tatuaron un número en sus pezones”
El resguardo recoge lo ido
Se oyeron disparos ruidos alaridos
El viento movía la arena de un lado a otro
Todos perdieron el rostro entre tanta polvareda
No se sabe si fue en la mañana o en la noche
(el tiempo se puso del lado de la sombra)
cuando a la niña de trece años
le pintaron los labios cortaron sus cabellos
la sentaron en una esquinita del cuarto.
Pie de limón en un restaurante chino
El olor a limón blanco como tu piel
Tus canas y la mirada parcialmente en el aire
La blancura del Ávila recién caída la lluvia
Si me enseñaras qué es lo inmaculado del cielo
abanico-río que soy
a orar entre el mar y la miel
tal vez mi destino fuera otro dentro del tuyo
Sigue el olor a limón
El deseo da vueltas en pequeños círculos
Jugamos a regalar todo el dulce
Por culpa del viento
el fuego se volvió blanco
Tu ángel de la guarda y el mío calladitos
frente al mar
Tu voz casi muda
—La imagino tibia y acobija
Nadie impedirá que tus muertos y los míos
caminen juntos al borde del cielo
Llega el mesonero con las lumpias el arroz
el pie de limón
Complacidos
los dos estamos muy cerca de la boca
de las muchas bocas que somos
El sueño de Frankenstein
El agua un vuelo para entrar al mundo
Los pájaros un cauce para salir de él
Cuando el fuego sostienenuestras almas
Todo es devorado por la tierra
—Así nace el amor
Canto para un cocodrilo
[Primera versión]
Por un atajo el deseo se transforma
Tú vienes hacia mí
como un tren sobre el mar
con un íntimo sagrado anhelo
Me dueles
Cocodrilo
Los árboles por doquier
nuestras manos recogen
flores de manzanilla
Nos sentamos juntos a mirar el Bucare
Aprieto los labios
Te escucho muda
Cocodrilo
acaricias los rizos de mi cabeza
los disimulo bien al peinarme
Llueve detrás del mar
La tierra
sigue abriendo mi boca
por eso llueve
Halagos
La Madera con sabor a miel canta:
—Definir el carácter o no hay boda
Bordados artesanales del gusto
la madre y la suegra lo piden
La desposada con matices
de champagne en las mejillas
pinceladas de duraznos en los labios
Cordeles trenzados en hilos de plata
halagos al futuro marido
Las formas las líneas y el horror
por cuenta de la novia
Nadie pregunta por el corte sirena del vestido
Ni tampoco cómo se siente
Ni por qué llora tan sola
Hace siglos llegaron las mujeres al Castillo
¿Cómo devolverlas a la tierra?
Aun predominan aplicaciones
broches bordados en plata
La seda el tul la muselina
para el escote
Oraciones a Nefertiti a la Virgen María
a Cleopatra y Afrodita
hacen las pequeñas ignorantes
que quieren ir al Castillo
Mi sugerencia vayamos todas al Castillo
aunque sea una vez en nuestras vidas
* Poemas pertenecientes a Que el río responda. Antología poética (Visor, 2025).
Aquí puede verse la entrada anterior de este dossier.
Y aunque Madres muy viajeras, muy joviales… muy desmadre.
Pasaron por mi infancia contando sus saberes
de cuidado posguerrilla, de exhumaciones muchas,
de ajonjolí en los campos, de esperanza en la palabra,
llevados y traídos de un lugar a otro
y sentí sin entender —porque entonces no hablaba hierba—
que el saber es un camino de caminos
y que ellas eran un camino.
El Acaparador de Historias dijo: herejes, revoltosas.
Y ellas, Madres andantes, tuvieron que irse.
Supe entonces: La resistencia siempre va por las orillas.
A veces en botas; otras, descalza.
Una no creería la cantidad de gente que va al podólogo
—50 millones de consultas, sólo por infecciones fúngicas—
como tampoco es creíble que sólo dos supernovas hayan explotado en toda la historia de la vía láctea
—ardieron hasta la muerte—.
Hasta la muerte también van muchas personas de un lado a otro
—once mil novecientas cuarenta y una, según el último informe sobre desplazados de la CNDH—
sin lugar.
En cuestión de números no hay lugar a interpretación.
Las Madres nos dieron un folleto que hablaba de los desplazados.
Entonces la guerra era propiamente una cosa del sur lejano
—Chiapas, Guatemala, por decir algo—
lejos de mis dedos
que deletrearon
—sin entender, se entiende—
“los desplazados son las víctimas olvidadas de la guerra”.
Personas vueltas aves sin nido:
“recoge a tus polluelos y lo que quepa entre las plumas”.
La memoria se vuelve un pulso entre los huesos.
Nadie lo dijo. Pero la guerra estaba caminando, se acercaba.
Nadie lo oye. Pero la guerra también anda en botas de soldados pobres.
En la radiografía mi pie parece la rama de un árbol.
Es la suma de treinta huesos, uno
lleva por nombre “escafoides”,
y varios comparten el apelativo “cuneiforme”.
Las falanges, formadas por dos y tres huesos, respectivamente,
tienen un trato antiguo con la lengua bélica:
formación en fila,
presta al ataque. Su derrota se remonta a la batalla de Magnesia,
bajo las órdenes de Escipión —crédito a las manos y pies de los soldados—,
desde entonces se usó la legión romana.
También fue el nombre de un partido fascista
que desencadenó matanzas al otro lado del mar,
cuyos dedos alcanzaron este pedazo de tierra.
Esta radiografía lingüística ha revelado mi pie
una pequeña, portante y discreta tecnología para la guerra;
desde otro ángulo, parece también un ala.
No sé si está por desarrollarse o caerá en el desuso.
Celebro mis pies por su forma un poco pez,
su vocación tubércula, su carácter raíz,
por guardar, en algún pliegue, las caminatas de mi bisabuela por el monte,
por pensar, muchas veces, mejor que mi cabeza,
por haber salido corriendo de esa trampa una tarde ya lejana,
por cruzar desnudos el río de Xococapa,
por haberse plantado firmes cuando yo me moría de miedo,
por escuchar rumores de la tierra que no comprendo,
por sostenerme, sí, pero también por saber cuándo rendirse,
por andar lo mismo la sierra que el mármol,
por pisar fuerte aun en la barranca,
por los caminos concluidos y los abandonados,
porque solitos desandaron el nudo en que me metí una noche,
por las ciudades recorridas, los parques saltados,
los bosques merodeados y las casas bailadas,
porque en ellos continúan ciertos caminos de mis ancestros,
porque si cerrara los ojos me llevarían, sin dudarlo,
hasta el pino que sembró mi padre.
Aquí entre nos
sólo te garantizo espinas
y algunas palabras sobre la belleza
de las espinas.
Nunca aprendí lo elemental,
nunca aprendí a poner el corazón en la palma de la mano.
Pero
si el camino es largo yo lo voy a andar.
Yo he tenido de todo:
tropezones:
sí, con la misma piedra,
torceduras, por las dudas,
vacilantes luxaciones,
y por debajo de todo
siempre tuve dos pies izquierdos:
pésima para bailar,
pero rebelde hasta la coronilla.
* Poemas pertenecientes a Lengua hierba. Notas, interrupciones y ejercicios (Cooperativa Editorial Heredad, 2023).
Versiones al español de Petronella Zetterlund
Si me quedo dormida bajo el sol
vendrá la libélula
a coser mis párpados
despertarme luego con el sonido que hace
al sobrevolar la cabeza pesando mi alma.
*
Aprendo qué es un golpe duro.
¿Qué sería un golpe grande?
*
Necesito a alguien que me represente
en esta confianza que me llena, me abraza, toda.
¿Se espera de mí que sola me encargue de ella?
*
Capaz de lo más bajo.
La raíz de todo. La raíz que ruboriza.
El sustento de la voz.
¿Qué dolor trabajo yo,
escudriño yo?
*
El estado en que la mente percibe hace lo que debe.
Hurgamos el uno en el otro para sacarnos el brillo.
Si recobráramos fuerzas de algo reducido,
que ya sufrió,
ya se nombró lo pequeño.
Si recobráramos fuerzas de algo que es más pequeño que la fuerza.
*
No me volveré más nítida ni más pequeña.
Llueve un arroz negro, se remoja
y se evoca como piedras para lanzar.
En general estoy desvirtuada.
Lo introvertido es lo total.
¿Qué significa ser CALMADA?
*
Consuelo, un golpe duro.
Quedarse en el silencio.
Una idea vaga se me pasa por la cabeza.
*
Se me pasa por la cabeza la idea de vestirme con capa.
*
Es un coleccionar sin fin. Las sobrevidas incurables de los años de guerra.
En el baño, ella había guardado el papel higiénico
para volverlo a usar.
*
El poema quiere ser hermoso, igual que la plañidera
con su boca abierta.
Es imposible ponerse al lado del poema, apartarse o apartarlo.
Ensarto una cubeta en la cabeza fea del poema.
*
La simplificación, si tan sólo fuese rara y bella.
*
La desaparición, si tan sólo no causara daños.
Om jag somnar i solen
ska trollsländan komma
och sy igen mina ögonlock
väcka mig sedan med ljudet hon gör
när hon flyger över huvudet och väger min själ.
*
Lär mig vad ett dråpslag är.
Vad är ett väldigt slag?
*
Jag behöver någon som företräder mig
i denna tilltro som upptar mig, famnar mig, helt.
Förväntas jag ta hand om den allena?
*
Förmår det lägsta.
Roten till allt. Rodnande rot.
Röstens bärkraft.
Vilken sorg arbetar jag,
nagelfar jag?
*
Det uppfångande tillståndet gör vad det ska.
Vi påtar i varandra för att ta fram strålglansen.
Om vi hämtar kraft ur något som förminskats,
som redan utsatts för,
utnämnts till, det lilla.
Om vi hämtar kraft ur något som är mindre än kraften.
*
Jag blir varken tydligare eller mindre.
Ett svart ris regnar, blötläggs
och frammanas som sten att kasta.
På det hela taget är jag förvanskad.
Det introverta är det totala.
Vad innebär det att STILLAS?
*
Tröst, ett dråpslag.
Förbli i det tysta.
Det föresvävar, och föresvävar.
*
Det föresvävar mig att klä mig i mantel.
*
Det är ett evigt samlande. Krigsårens helt oläkbara överlevor.
I badrummet hade hon sparat toalettpapper
för att använda igen.
*
Dikten vill vara vacker, precis som gråterskan vill
med sin öppna mun.
Det är omöjligt att ställa sig bredvid den, att ställa sig eller den åt sidan.
Trär ett ämbar över diktens fula huvud.
*
Förenklandet, om det bara vore sällsynt och vackert.
*
Försvinnandet, om det bara vore utan åverkan.
* Poemas pertenecientes a Överlevorna (Sobrevidas, 2018).

Selección y nota introductoria de Zel Cabrera.
Novísimas. República de poetas mexicanas (Los Libros del Perro, 2024) es una antología que celebra y visibiliza el pulso contemporáneo de la poesía escrita por mujeres en México. Este proyecto reúne a voces diversas que, desde distintos territorios, estilos y sensibilidades, componen un mapa plural de la creación poética actual.
El título juega con la idea de lo nuevo y lo disruptivo, un gesto que no sólo marca la irrupción de nuevas generaciones, sino que también retoma y resignifica tradiciones poéticas desde una mirada fresca y actual. Esta “república” no responde a fronteras ni cánones rígidos: aquí conviven la intimidad, lo político, lo cotidiano y lo simbólico en un espacio donde las poetas expanden los límites del lenguaje y la imaginación.
La antología, que agrupa a autoras de distintas latitudes del país, resalta el vigor y la multiplicidad de registros, temáticas y estéticas en la poesía mexicana escrita por mujeres. Una muestra necesaria que ofrece no sólo un panorama del presente, sino también una invitación a imaginar el futuro de nuestras letras.
Ángeles Montañez
(Aguascalientes, 1997)
Jardín de petunias mexicanas
¿Ya viste cómo está creciendo el naranjo?
Me pregunta mi mamá
con sus palmas acunando
azahares de otras casas,
me pregunta y su voz
se desvanece
en silencios de domingo,
la escucho para preguntarme
si me habló ahora
o es un recuerdo
de años antes,
porque han sido tantas tardes
viendo crecer jardines y
buscando soles con
las mejillas, ecos de
mi mamá hablando
ropas y nostalgias
para secarlas con vientos
de tormentas viajantes.
*
Marlon PV
(Baja California, 1991)
Ordalía
El ritual comienza
al lamer el dedo índice
que por su contradictoria naturaleza
resulta inocencia o desenfreno
lo acomodo entre los labios
y comulgo las acciones
en el cuarto olor romero
agitarse
mezclar injurias
exhalar un aliento caliente
es esta la euforia sin sonido
trepida la piel
se tensan las partículas de este cuerpo
juego a que el alma se salga del erotismo
a que se olvide de sí
un nido peligroso se acumula en el vientre
es la hora de enfrentar a Dios
provocar el juicio
y si el castigo hace arderme entera
¡que me quemen toda!
mientras mojo cada letra
de sus fastidiosos versículos.
*
Mariana Hernández Gómez
(Chiapas, 1999)
Órbita
Separándome de este insípido lago
Soy un pez con alas que nunca evolucionaron
Floto en el vacío
Las hojas caen
Crece el polvo de olvido en las paredes
Y una plétora de luz no ocupa la memoria
El mundo ha pausado su órbita
se derrama congelante
El tiempo arrastra sus zapatos viejos
Y el desierto se desnuda con el aire
Yace en la hierba el cuerpo heterogéneo
Nacen barcos de papel en el ombligo
Navegan los sueños en este río de lirios marchitos
Vuelvo al espacio en que nació el volcán
Se esparcen las partículas y bajo los labios pálidos
se hunde una voz que no recuerda el viento.
*
Victoria Laphond
(Chihuahua, 1996)
La mujer que no fui
Sin duda lo has logrado
eres la mujer que no fuiste
así lo dirán
y poco a poco te quitarán de sus galerías
rebrotará tu carne al irse el polvo.
Es la hora perfecta.
*
Steff Torres
(Ciudad de México, 1994)
Tangas rosas
Cual paquetes secretos escogemos nuestra envoltura
a veces puntos o rayas,
colores pastel, tonos brillantes, monocromáticos
todos con el mismo fin,
llegar a nuestro centro líquido que a veces,
puede ser más o menos difícil de alcanzar
Se colocan puentes, trampas y juegos
que se sepa, en esta vida nada se arrebata.
A veces nos envolvemos en cuero, otras
de encaje, para los días más aventureros
usamos las cuerdas y el látex.
Entre espejos y luces nos volvemos divas
visitamos a Victoria y nos llevamos sus secretos
Rodeamos insurgentes y Erick Mar nos ayuda a ser otras,
cumpliendo fantasias de ser villanas o heroínas
y todo, todo para que en una esquina,
nos vendan un ramo de tangas
unitalla con forma de rosa
pa’ recordarnos que lo importante es vestir el culo.
*
Ivana Melgoza
(Ciudad de México, 1998)
Mosquito
Espero que este mosquito que se desvía con gestos frenéticos por las esquinas de mi cuarto se pose en mis rodillas.
Probablemente sólo lo vea hundir su boca en mi piel, extraer gotas diminutas de mi interior y elevarse un poco más pesado que antes por la recámara,
un poco más lento y penoso
pero vivo al fin.
Entonces sucede que se posa en mi rodilla derecha, hunde su aguijón en mi piel y busca cualquier vena como una garza que caza peces rojos en un río.
Ahora él tiene algo de mis genes, pienso,
los ordena en su cuerpo diminuto,
procesa esa información como alimento.
Ahora algo de mí se eleva,
zumba a mi alrededor
y muere por la mañana.
*
Claudia Santos
(Colima, 1998)
Tú y yo no habitamos la misma casa
Dormimos entre las mismas cuatro paredes,
pero a mí me falta espacio.
La construimos juntos,
pero yo siempre supe que no podría quedarme mucho tiempo.
¿Sientes el fuego de la chimenea? Te pregunté.
Calienta demasiado, dijimos los dos.
Y te dejé mover nuestras cosas dentro, consciente.
Si vivimos en ella juntos por la noche,
pero por el día la cohabitamos,
¿cómo puede ser “la casa”?
Si me hace sudar
y tú estás convencido de que es el único lugar donde no tienes frío,
¿cómo puede ser la misma casa?
Si yo lo que quise fue que mi hogar fueras tú,
y tú soñaste desde que me viste con meterme dentro,
¿cómo pudimos creer que para los dos esto mismo era una casa?
*
Liliana Núñez
(Guanajuato, 1994)
El hechizo de los homópteros
Mi abuela me dijo
antes de perder la vista:
“las cigarras humedecen memorias de verano
su llamado revive a seres insólitos”.
Ahora
enciendo una vela;
les muestro el camino
detrás del armario.
No cantan: estridulan.
En su abdomen suena
el llanto de un olmo.
Bajo mis pupilas
guardo un talismán:
el repelente
para malos presagios.
Después de todo
somos nuestros temores:
el rechinido justo al oscurecer.
*
Khiabet López Morales
(Guerrero, 1993)
La vida es una pantera negra
Cuando la tristeza engulle la última esperanza del alba
y la vida es una pantera negra que camina sigilosa esperando atacar
imagino mundos oscuros y salvajes
mundos de hombres que han perdido la humanidad.
¿De dónde viene ese sonido que se pierde con el denso viento?
Miro al cielo y lo siento temblar.
Camino condenada a cargar el peso de mi estirpe.
Camino con huellas de un volcán.
Camino con recuerdos mutilados por el tiempo.
Alguien navega por los ríos heridos.
Alguien mira a las estrellas y se imagina muerto.
Alguien detiene su marcha y se limpia el sudor antiguo.
*
Diana Higuera
(Morelos, 1994)
Trashumancia
El humo que soy
se exhala
para recorrer las esteras.
Desearía ser resonancia:
Mezclarme entre los cuerpos
que danzan.
Ser metálico silbido,
la persistencia del tambor.
Ir más allá.
Ser ligereza,
calma,
silencio.
Convertirme
en serpenteante cuerda,
huella en el oído.
En cambio, gaseosa,
debo resignarme:
Inflamable.
Incendio de eco,
de distancia.
El humo que soy
se inhala.
Retorno a la respiración
que me dio vida.
Vuelvo a ser carne.
*
Marjha Paulino
(Oaxaca, 1994)
La luz roja y azul
qué cosa tan horrible es ver mamá
que ya no puede uno andar afuera
la luz roja y azul alumbra la colonia
es el color de la ciudad también
no debes de salir de los límites establecidos
no pongas los ojos en lugares que no te incumben mira
pero no observes
no narres historias basadas en hechos reales
no te intereses más por los cambios del barrio
no salgas de la casa
los barrotes de la abuela son impenetrables
(o eso es lo que crees)
*
Doménica Mayáhuel
(Tamaulipas, 1993)
¡Se te queman los frijoles!
Ya son las tres de la mañana y aquí sigo
cansada, sin poder dormir.
Esperando que llegue el sueño les digo
en realidad, aguardo por un mensaje tuyo
una llamada, una señal, no de vida,
sé que lo estás, de interés posiblemente,
de remordimiento, quizá.
Me pregunto si también hay dudas que te consumen
como cuando dejas la comida en la estufa
y sales al día sabiendo que tienes un pendiente sin recordar.
Pero en cuanto te des cuenta
regresarás corriendo a apagar la flama
secando presuroso el sudor que surgió durante la travesía
para después, comer lo que con tanta incuria dejaste a la lumbre
encontrándolo ceremonialmente preparando
suave, caliente y exquisito.
Luego, recuerdo que no debería compararme con un jarro de frijoles
y no es olvido, sino indiferencia.
Y el agua se me desborda a fuerza de ebullición y coraje
sabiendo que no fue descuido y un plato te esperaba en otra mesa.
Que no te importó quemar tu casa
pues habías encontrado un hogar.
Al final, todo fuego se consume
y las brasas algún día se van a enfriar.
Espero que para entonces ya no llegues.
Y menos,
con hambre.
*
Lolbé González Arceo
(Yucatán, 1986)
Acrobacia materna
Mi madre nunca pudo tener una cartera pequeña.
En su bolso que caber el destino de una familia de burócratas.
Era malabarista o maga
y sin mirar,
sacaba de la chistera la tarjeta adecuada
según la fecha de corte.
Nos echaba la suerte a meses sin intereses.
Ponía en nuestro presente la lavadora,
la sala nueva, el comedor
y en el futuro las mensualidades congeladas.
¿Alguna vez han visto que nos llamen del banco para cobrar?
decía mirando al público.
*
Diana Soberanis Mena
(Yucatán, 1997)
El lugar a donde se fue mi madre
I
A dónde habrás ido
cuando las vigas
de tu peritoneo destrozado
echaron sin milagro
el cimiento de tu razón.
El día en que tu cordura
se perdió eternamente
mi fe quebró su espina dorsal.
Aquel lunes de enero
el miedo me habló en la recámara
doscientos tres del hospital:
tu mirada no logró reconocer
el nombre de mi vida
yo quise decir
mamá, soy tu hija
pero no sabía si estabas ahí
atascada en algún pasillo
con los restos de palabras
vacías de tu corazón…
eras un grito en pedazos,
un rasguño de clamor…
Y eras mi madre
la que siempre me salvó,
y yo era tu semilla
pero no pude…
¡No pude!
Tomarte de la mano
llevarte
hasta la puerta de la casa
y curar
tu entraña diluida.
