Muestra de Trato con el viento. 22 voces de la poesía brasileña contemporánea. Selección y traducción de Jesús Montoya. Prólogo de Valentina Figuera Martínez (Colombia, Editorial Escarabajo, 2024).
Josely Vianna Baptista
¿Lo ves?
En lo alto de esta escarpa hay conchas,
restos de sal en las grietas,
asteroides marinos.
Un canto no se forja
como una roca incandescente
que se dobla sobre sí misma,
sin artificios.
Una sílaba no guarda en sí
sedimentos de mares extintos.
¿Qué aguas filtra, por ejemplo,
la palabra chulun?
¿Ves el enorme arco de piedra
que se encorvó bajo el peso del basalto?
Sedimentos de mareas innumerables
están en el origen de estos farallones
de areniscas castaño-enrojecidas.
La palabra más leve
no se pulveriza en areniscas arcaicas.
Ni se enarbola cazadora,
siempre de lanza en ristre
para arponear la arcilla
en márgenes fértiles de formas.
Intenta marcar con una astilla
de tiza, de creta, de greda –o barro blanco–
el camino de retorno de un laberinto
que nunca deja de cambiar su trazado.
¿No ves el derrotero de los ríos
corriendo hacia el oeste,
el sol sombrío arboreciendo
reveses en el runrún de los arroyos?
¿Acaso la palabra llayllay
guarda el murmullo de los ríos trenzados
que corren en desfiladeros, sobre pedruscos?
¿Ves esos relevos donde afloran
laderas y vetas pétreas?
Grano por grano, de arena,
polen, polverío o materia fósil,
surgieron sobre deltas creados
por el acervo de muchos ríos entrelazados.
¿Oyes el viento en las fisuras,
entre las grietas de la gruta?
Você vê?
No alto dessa escarpa há conchas,
restos de sal nas brechas,
asteróides marinhos.
Um canto não se forja
como uma rocha incandescente
que se dobra sobre si mesma,
sem artifícios.
Uma sílaba não guarda em si
sedimentos de mares extintos.
Que águas filtra, por exemplo,
a palavra chulun?
Vê o enorme arco de pedra
que se vergou sob o peso do basalto?
Sedimentos de marés inumeráveis
estão na origem desses afloramentos
de arenitos castanho-avermelhados.
A palavra mais leve
não se pulveriza em arenitos arcaicos.
Nem se arvora em caçadora,
sempre de lança em riste
para arpoar argila
em margens férteis de formas.
Tente marcar com uma lasca
de giz, de creta, de greda – ou barro branco –
o caminho de retorno de um labirinto
que nunca para de mudar seu traçado.
Não vê o roteiro dos rios
correndo para o oeste?
O sol sombrio arborescendo avessos
no burburinho dos arroios?
Por acaso a palavra llaillai
guarda o murmúrio dos rios em treliça
que correm em desfiladeiros, sobre lajeados?
Vê esses relevos onde afloram
escarpas e veios pétreos?
Grão por grão, de areia,
pólen, poeira ou matéria fóssil,
surgiram sobre deltas criados
pelo acervo de muitos rios entrelaçados.
Ouve o vento nas fendas,
entre as falhas da furna?
Eliane Potiguara
Y Brasil no se calla
En esta boca explayada
Se esconden escarnio y dolor
Estrangulados en sudor.
Por esta boca explayada,
Maldecidas y amazonas,
Vuelan mitos, largos sueños,
Espanta las mañanas.
Buscando las palabras,
Exprime, del silencio aflicto,
Roncos rayos coloridos.
Tanto misterio extraño trae
La cabocla que pregunta
En un mirar que hasta censura
Y escapa a la sensatez
Y tu risa que contagia
En las arrugas del inicio del ojo
Explota una alegría escondida
En tu tierra voraz
Zamba rubro-brasileña
Brama tu tambor tunante
Brama tu tierra de cohetes
Brama con tu gente entera
Y brilla un tiempo verdadero.
E o Brasil não cala
Nessa boca escancarada
Se escondem escárnio e dor
Estrangulados no suor.
Por essa boca escarnada,
Praguejada de cunhãs,
Voam mitos, longos sonhos,
Estarrece as manhãs.
Procurando as palavras,
Espreme, do silêncio aflito,
Roucos raios coloridos.
Tão mistério estranho traz
A cabocla que pergunta
Num olhar que até censura
E escapa à sensatez
E teu riso contagiante
Na ruga do pé do olho
Explode uma alegria escondida
Em tua terra voraz
Cabocla rubro-brasileira
Berra teu batuque brejeiro
Berra tua terra fogueteira
Berra com tua gente inteira
O brilha de um tempo verdadeiro.
Los guardianes observan
Yo oro
Tú vibras
Él realiza
Nosotros aceptamos
Vosotros curáis
¡Ellos te esperan!
Y suena la maraca…
Y continúa sonando…
Y bate, y bate, y bate…
En las manos de las señoras
Que te van a curar.
Os giardiões espreitam
Eu oro
Tu vibras
Ele realiza
Nós aceitamos
Vós curais
Eles te aguardam!
E o chocalho toca…
E continua a tocar…
E bate, e bate, e bate…
Nas mãos das senhoras
Que vão te curar.
Marcos Siscar
Oda a la fiebre
80% de los poetas son psicóticos, 80% de los novelistas son depresivos, 87% de los dramaturgos tienen problemas emocionales, dice investigación. ¿La poesía es el vómito del cuerpo o su inestable disciplina? Baudelaire pasó la vida, atorado, bajo el tapón del tedio. El alivio del depresivo era la “convalecencia”, en un día claro, atrás de los vidrios de un café. Convaleciente es aquel que experimenta un nuevo interés por la vida. Pessoa, o quien quiera que mirase por sus ojos, veía la calle de la buhardilla de un restaurante grasiento y le imaginaba enrojecidas pasiones, salvajes, ajenas. La incalculable sinceridad sólo fue posible gracias a la rumiación lenta del deseo, a la fiebre cultivada. Del punto de vista de la enfermedad, la química del medicamento es la literalidad forzada de los sentidos, así como la química del opio es su metáfora inducida. ¿Cómo puede la poesía tener alguna razón? Para lo que hay de inviolable en el sentido común e indiscutible de la medicina, no hay remedio. Apenas poesía. Infección, inflamación, crecimiento defectuoso. La incurable fiebre de lo real denuncia la mística de la salud a todo costo. Del punto de vista de la enfermedad, el desafío es la vida. Encontrar vitalidad en el deseo. Sentir la piel erizarse al contacto con la muerte. Hacer obra de la evidencia de su olvido.
Ode à febre
80% dos poetas são psicóticos, 80,5% dos romancistas são depressivos, 87,5% dos dramaturgos têm problemas emocionais, diz a pesquisa. A poesia é o vômito do corpo ou sua instável disciplina? Baudelaire passou a vida entalado sob a tampa do tédio. O alívio do depressivo era “convalescência”, num dia claro, atrás dos vidros de um café. Convalescente é aquele que experimenta um novo interesse pela vida. Pessoa, ou quem quer que olhasse por seus olhos, via a rua da mansarda de um restaurante ensebado e imaginava-lhe paixões coradas, alheias, animais. A incalculável sinceridade só foi possível graças à ruminação lenta do desejo, à febre cultivada. Do ponto de vista da doença, a química do medicamento é a literalização forçada dos sentidos, assim como a química do ópio é sua metaforização induzida. Como pode a poesia ter alguma razão? Para o que há de inviolável no bom senso e indiscutível na medicina, não há remédio. Apenas poesia. Infecção, inflação, crescimento defectivo. A incurável febre do real denuncia a mística da saúde a todo custo. Do ponto de vista da doença, o desafio é a vida. Encontrar vitalidade no desejo. Sentir a pele arrepiar-se ao contato com a morte. Fazer obra da evidência de seu esquecimento.
Gallo
¿Cómo no decirlo? Salvaje, casi mudo, y ya una compulsión órfica lo denuncia. ¿Cómo darle forma a aquello que garabatea? Convertido en animal, pellizca, con los ojos hundidos en el suelo, frenético, interesado en el resto, fresco, por el precioso centelleo. ¿Qué promete en su voz proyectada por surcos de ronco? La materia soñada más tarde se devuelve en ondas de vómito. Triste no se diría, ni compulsivo. La atención dividida, un ojo, después otro, alternadamente se divisa. Los ojos ondeándose en círculos concéntricos. El pescuezo avanza, a sacudones, teatro involuntario de la serpiente. No es de montaña ni del monte; es cría de un terreno que de repente irrumpe, extraño, dentro de casa, y espía. Camina como cría de sí. Y se infla, blanco, amarillo, violeta, inflado al rayar el día. Y cuando vuelve a sus cabales, ¿es el animal? En seguida, nada, pellizcar, o el resto apenas, plumas. Como quien buscó saberse en círculo, uróboro, anda, y solo encuentra indicios. Si le restaran plumas en el pico, giraría aún, revuelto, circunscrito. Del sosiego o de la búsqueda, solo queda el resto. Inútil, pinto, manchado, persiguiendo el resto de otro. No se teje solitario una mañana. Pero difícil es el día en que estaremos juntos. ¿Cómo convertirse en animal del otro? El animal del otro es un grito. El grito del animal es otro. El animal es el grito de otro. El cantar ya distante, que apenas llega, se deshila. Es la madrugada y la ciudad las que cosen su tejido translúcido. Solitario y variopinto, se desvaría. ¿Esto es libertad? Por la tercera vez se calla. ¿Cómo no decirlo? Eso, finalmente se traga el día. Y finalmente se convierte en una cresta, solo una flor de ornamento.
Galo
Como não dizer? Selvagem, quase mudo, e já uma compulsão órfica o denuncia. Como dar forma àquilo que rabisca? Convertido em bicho, cisca, com os olhos fundos no chão, nervoso, interessado pelo resto, fosco, pelo precioso corisco. O que se promete na voz projetada por sulcos de ronco? A matéria sonhada mais tarde se devolve em ondas de vômito. Triste não se diria, nem compulsivo. A atenção dividida, um olho, depois o outro, alternadamente se divisa. Os olhos arredondam-se em círculos concêntricos. O pescoço progride, por solavancos, teatro involuntário da serpente. Não é bicho de mato, nem bicho de monte. É cria de terreiro que de repente irrompe, estranho, dentro de casa, e espia. Caminha como cria de si mesmo. Inflama-se, branco, amarelo, violeta, enfunado como o raiar do dia. E quando volta a si, é o bicho? Em seguida, nada, a ciscar, ou o resto apenas, penas. Como quem procurou saber-se em círculo, uróboro, anda, e só encontra indícios. Se restaram-lhe penas no bico, é que gira ainda, revoluto, circunscrito. Do sossego ou da procura, apenas o resto fica. Inútil, malhado, carijó, perseguindo o risco de um outro. Não se tece sozinho uma manhã. Mas difícil é o dia em que estaremos juntos. Como converter-se no bicho do outro? O bicho do outro é o grito. O grito do bicho é outro. O bicho é grito de um outro. O cantar já distante, mal chega, se desfia. É madrugada e a cidade cose seu tecido translúcido. Sozinho e vário, ele desvaria. Liberdade é isso? Pela terceira vez se cala. Como não dizer? Isso, ele engole o dia. E finalmente se converte em crista, apenas, uma flor de ornamento.
Lívia Lemos Duarte
5.
Tal vez sea interesante después de los ciclos
construir encrucijadas con plantas aéreas
este es el motivo del querer
a partir de lo inverso de un pétalo, léase:
la posología, cuando descubro que no habla
sobre mi partida: una claraboya abierta
en ella, los pechos de criaturas subterráneas están a la vista
chorreando líquido por las tetas de las hembras
una cicatriz una hoja
corte lácteo y blanco
la imperfección del remedio
de efecto sublingual:
o el mecanismo de defensa inmaduro
que se deja llevar por las manos
y en ellas se remienda
siendo suculento fruto
que no se abre por sí mismo cuando se está maduro
y posee pocas semillas o solo una
por aborto.
5.
Talvez interesse depois dos ciclos
construir encruzilhadas com plantas aéreas
esse é o motivo do querer
a partir do inverso de uma pétala, leia-se:
a posologia, quando descubro que não fala
sobre a minha partida: uma claraboia aberta
nela, os peitos de criaturas subterrâneas estão à mostra
jorrando líquido pelas tetas das fêmeas
uma cicatriz na folha
corte lácteo e branco
a imperfeição do remédio
de efeito sublingual:
ou o mecanismo de defesa imaturo
que se deixa levar pelas mãos
e nelas remenda-se
sendo fruto suculento
que não se abre por si quando maduro
e possui poucas sementes ou só uma
por aborto.
11.
Es necesario masticar la hoja
sentir el rechinar de la planta
en el epicentro de la lengua
chupar la saliva
deshidratarse la encía.
Es necesario tragarse la hoja
saborear su sangre
amargo
ocre de herrumbre
y hemoglobina.
Es necesario secarse la boca
con las hojas muertas
de los árboles derrumbados
como los ojos de los animales heridos
que respiran lentamente
abatidos
en posición
de adiós.
Es necesario tragarse la arcilla
el resultado de la hoja masticada
en conjunto con la saliva
el óxido hidratado
en una masa astringente.
Es necesario digerir la hoja
y después ir, aunque.
11.
É preciso mastigar a folha
sentir o ranger da planta
no epicentro da língua
sugar a saliva
desidratar a gengiva.
É preciso engolir a folha
saborear o seu sangue
amargo
ocre de ferrugem
e hemoglobina.
É preciso secar a boca
com as folhas mortas
de árvores derrubadas
como os olhos dos animais feridos
que respiram lentamente
abatidos
em posição de adeus.
É preciso tragar a argila
o resultado da folha mastigada
junto com a saliva
o óxido hidratado
em massa adstringente
É preciso digerir a folha
e depois
ir, embora.
Paulo Ferraz
¿Y si me amputasen la lengua
para Fábio Aristimunho Vargas
y si me amputasen la lengua, no esta — este músculo que traigo en la boca a debatirse salivado entre dientes y paladar, banderola suelta al viento, serpiente semiviva, babosa absurda, madre de algarabías —, sino aquella, la que comanda los movimientos, la otra, ajena a la carne, esa que sostiene el viento y extrae su melodía, la que dota a la serpiente con la savia de la palabra, la que otorga a la babosa la levedad del pájaro?
perdería la carne, el músculo, la banderola, la serpiente, la babosa, pues ella, la lengua, mi lengua, continuaría en mí, pero, ¿y si me la amputasen, esta lengua, hija de mi primer llanto, esta, señora de mí, ojera que me separó del otro?, ¿y si me amputasen la lengua, si me robasen el último suspiro en mi lengua, mi anti-llanto?, ¿cómo morir, si muerto ya estaría, amputado de mi lengua, amputado de mí?
E se me amputassem a língua
para Fábio Aristimunho Vargas
e se me amputassem a língua, não esta — este músculo que trago na boca a se debater salivado entre dentes e palato,bandeirola solta ao vento, serpente semiviva, lesma absurda, mãe da algaravia —, mas aquela, a que comanda os movimentos, a outra, alheia à carne, a que segura o vento e lhe extrai a melodia, a que dota a serpente com a seiva da palavra, a que confere à lesma a leveza do pássaro?
perderia a carne, o músculo, a bandeirola, a serpente, a lesma, pois ela, a língua, a minha língua, continuaria em mim, mas e se me amputassem essa língua? Essa, a que é filha do meu primeiro choro, essa, senhora de mim, a oleira que me separou do outro? e se me amputassem a língua, se me roubassem o último suspiro em minha língua, meu antichoro? como morrer, se morto já estaria, amputado de minha língua, amputado de mim?
Paulo Ferraz, autor de Guapira
para Torquato Neto e Arnaldo Baptista
Todos los poemas
tienen destinatarios,
incluso cuando
no son delicados,
pues se esconden
detrás de una imagen
común entre otras
raras y atrayentes,
en el habla oblicua
de un personaje
que no debería ni
tan siquiera haber
entrado a esta his-
toria. Los amores,
amigos, actrices de
cine, se ocultan
en la pausa de la co-
ma. Pero el tiempo ha
de pagar los rostros, ras-
tros e indicios, incluso
mi nombre. Imagino
una biblioteca —
mejor que una libre—
ría de libros usados
—los dedos recorriendo
lomos, pasando
por Pablo Neruda,
Paul Éluard, Verlaine,
Paulo Bomfim y antes
de llegar a Paulo Hen-
riques, a Leminski o
a Paulo Mendes Campos,
¿acaso, en ese momento,
se detendrán en mí?
Paulo Ferraz, autor de Guapira
para Torquato Neto e Arnaldo Baptista
Todos os poemas
têm destinatários,
inclusive quando
não são dedicados,
pois eles se escondem
por trás de uma imagem
corriqueira entre outras
raras e atraentes,
na fala enviesada
de uma personagem
que não deveria se-
quer haver entrado
na história. Os amores,
amigos, atriz de
cinema se ocultam
na pausa da vírgu-
la. Mas o tempo há de a-
pagar rostos, rastros
e indícios, meu nome in-
clusive. Imagino
numa biblioteca –
melhor que num sebo
dedos percorrendo
lombadas, passando
por Pablo Neruda
Paul Éluard, Verlaine,
Paulo Bomfim e antes
de chegar a Paulo Hen-
riques, a Leminski ou
Paulo Mendes Campos,
acaso, nessa hora,
pararão em mim?
Miriam Alves
Señora de los Soles
Soy
llama
lama
magma moldeado
endurecido
Soy
naturalidad
viento enfriamiento de los tiempos
Amo
olvidar
mi rostro
¡no debo!
Sangro
de rojo
de negro
el llanto de los días
¿Olvidar?
¡No debo!
Soy
el azul infinito
donde el grito Arroboboi raya un arcoíris
Soles me guían
Soy luz
aura de la incandescencia carmesí, negra
Soy piedra
Bruta gema diamante engarzado en la roca sólida
Erguí la voz, la cabeza, la espada
La palabra basta resonó
estalló las paredes divisorias.
Senhora dos Sóis
Sou
chama
lama
magma moldado
endurecido
Sou
naturalidade
vento esfriamento dos tempos
Esquecer
meu rosto
gosto
não posso!
Sangro
em vermelho
em preto
o choro de todos os dias
Esquecer?
Não posso!
Sou
o azul infinito
onde o grito Arroboboi risca um arco-íris
Sóis me guiam
Sou luz
aura da incandescência rubra, negra
Sou pedra
bruta gema diamante engastada na rocha sólida
Ergui voz, cabeça, espada
A palavra basta ressoou
estourou as paredes divisórias.
Partida de nacimiento
Nací en Brasil
negra salida del útero de la noche
coronada por la fuerza de Oyá guerrera de Obbá
en las manos de Oggun
cargando en la piel la fuerza ancestral
trillada en la fuerza de Omolú
Con Eshu practiqué la antropofagia del sobrevivir
mastiqué la cultura europea
tragué espinas de racismo científico
junto con algunos sapos de la democracia racial
y del racismo cordial
Me bañé en las aguas de Oshun,
y vi resaltar el brillo de las estrellas en mi piel noche
vomité excesos
bebí té de hierbas de Jurema de la nación Tupinambá
En el tropicalismo de mis versos
residen mis afro-palabras
mis afro-culturas.
Certidão de nascimento
Nasci no Brasil
negra saída do útero da noite
coroada pela força de Iansã guerreira nagô
nas mãos a espada de Ogum
carregando na pele senda ancestral
trilhada nas forças de Omolu
Com Exu pratiquei a antropofagia da sobrevivência
mastiguei cultura europeia
engoli espinhos do racismo científico
junto com alguns sapos da democracia racial
e do racismo cordial
Banhei-me sim nas águas de Oxum
e vi ressaltar o brilho das estrelas na minha pele noite
regurgitei excessos
bebi chá das folhas de Jurema da nação Tupinambá
No tropicalismo dos meus versos
residem as minhas afropalavras
minhas afroculturas.
¿Qué hago para amansar mi agapornis?
Toca el koto
con el pico
y me distraen
sus colores
de mango
o salamandra
que chupa un mango
o quema un libro
para calentarse,
un libro caliente:
once mil formas
de chupar un mango
sin pelarlo,
Hermes en la portada
balanceando
un baloncesto
con el dedo,
Hermes Trotamundos
mete el balón en la cesta
con un tiro de 3 puntos,
Hermes Trismesgisto
3 veces campeón
en las míticas canchas de Harlem
frente a los tamales Lupita:
Hot Tamales
Hot Books,
bestiarios medievales
en la vitrina.
Animaux sans vertèbres / ANIMAUX APATHIQUES
La carrera de Jean Baptiste Lamarck
dio un giro de tuerca
en 1793
cuando fue nombrado maestro de
“insectos, gusanos
y animales microscópicos”
en el Muséum National
d’Histoire Naturelle,
a pesar de
no saber nada
sobre el tema.
Impávido, Lamarck
se dispuso a clasificar organismos
que los demás naturalistas
consideraban
una total pérdida de tiempo.
No entran por leña
al bosque del sueño
sin el permiso del Conde.
Si al dormir
hay puerta al crimen
le ponen candado.
Si al despertar
hay ventana al misterio
le ponen
cortinas floreadas.
Su predador
los mata sin ganas
o decide mejor
dejarlos ahí
para que mueran
de causas naturales.
Vendí a mis hijos
Al principio la oferta me pareció
bastante mala
así que seguí caminando
a través de las nubes de perfume
que los guardias sueltan
dejando caer una cápsula
con un gesto
que acentúa su trasero
y me hace sentir nostalgia
de playa
y filtro solar.
Luego comenzaron las llamadas
a media noche
y pude apreciar
a través de la niebla
de las pastillas
que me recetaron para no
soñar que el cielo
es una gran semilla de loto
llena de ojos que buscan las llaves
del baúl donde guardo
dónde estaba
sí, la oferta,
pude apreciarla
poco a poco,
pude ver miles
de detalles
cientos de miles
de pequeños agujeros
en perfecta disposición geométrica
como una colmena
o una terrible enfermedad de la piel
que convierte una mano
en un panal de avispas.
Vendo la máquina contestadora que mató a George Last
Hola, si escuchas esto es porque
el mapa está sangrando sobre la alfombra.
Dentro del mapa
el pasado que nos une
está delimitado
por la carroña de un dios
que usa lentes oscuros.
Aquí es donde ofertan su alma
en un garaje
afuera de Tulsa.
Su alma es un costal
lleno de mundos ahogados
que alguien dejó frente a la estatua
del primer hombre
que murió de cáncer.
Casandra
vende frascos
con vinagre y la cabeza
de la primera mujer
que reinó
sin tener cuerpo.
¿Sabías que la luna huele
a queso necrótico?
¿Qué botón aprieto para dejar de grabar?
Esta alfombra es lo único que no quiere matarme.
Esta máquina
es lo único que amo.
Quod est superius est sicut quod inferius,
et quod inferius est sicut quod est superius.
En el cielo hay
uñas negras
rasgando una pizarra.
Tres cabezas
Durante el sitio de Caffa tres cabezas
son catapultadas sobre una muralla.
La primera aterriza en lo alto de una escalinata.
La segunda se estrella contra el trasero
de un corcel blanco que jala un carro
—perfumes y sedas—
en dirección al castillo.
La tercera cae en una fuente decorada con serpientes marinas
frente al mercado de esclavos.
Las tres cabezas comienzan a cantar
la canción de la peste
cuando el reloj de sol
apunta con su sombra contra el templo
como quien jugando
apunta una daga
contra el ojo de un amigo.
Escultura mental
Ensamblar, a modo de mosaico tridimensional
todos los trozos, todos los fragmentos, las esquirlas
que quedaron después de que Miguel Ángel
terminara de esculpir el David.
Imaginar el bloque resultante,
todo mármol y grietas y pegamento,
en cuyo centro hay un David de aire.
Inhumación
Cavamos el pozo
para sepultarlo.
Bajamos el cajón
y donde nunca antes
hubo aire libre
llegó volando
una mariposa.
Dudó como olfateando,
se posó en la madera barnizada
y después de un tenue
aplauso de alas
remontó vuelo otra vez.
Lo cubrimos de terrones húmedos
lo dejamos con los otros muertos
y nos fuimos
como quien deja un hijo
en el jardín de infantes
Sororidad
A fines de los años ochenta, el Tigre era más barrial y pintoresco que hoy. Y parte de la cultura lugareña eran sin duda los cuatro o cinco prostíbulos que todavía sobrevivían al avance de la normalización.
Con mi mujer teníamos un arreglo muy sencillo, yo me ocupaba de la casa y los niños por la mañana, preparaba el almuerzo, y después de almorzar juntos yo me dedicaba a dar clases, algunos días en Tigre y los otros días la recorrida de alumnos diplomáticos, empresarios etc. por Zona Norte y Capital.
A la mañana lo primero era llevar a mi hijo Juan al colegio. Después íbamos a la plaza con mi hija Sonia, de dos años. Volviendo de la plaza, hacíamos las compras. Nada de supermercados: el mercadito de JorDan para el pan fiambre etc. y la carnicería/verdulería del Gringo y el Mersa. Ambos comercios, en una de las esquinas del Hospital de Tigre.
Y en la otra esquina estaba uno de los prostíbulos de los que hablé más arriba. Usualmente, 11 hs, 11.30 cuando estábamos en la carnicería, típicamente se cruzaban las putas en chancletas a comprar cosas para su desayuno. Proliferaban los chistes de carnicero y verdulero. Todos los días alusiones diversas a chorizos, tripas, ubre, pepino, banana, zanahoria, berenjena.
A la entrada del prostíbulo había una estatua de yeso, una copia berreta de la Venus de Milo, para colmo remozada con una capa de esmalte sintético color base de maquillaje.
Volviendo a casa yo le preguntaba a Sonia “¿Hizo frío anoche?” y ella miraba a la estatua de la Venus. “¡Sí!” o “¡No!” respondía, según la Venus tuviese o no puesto un saquito de lana gris que las putas le ponían en las noches de helada. Me imagino ese momento, la iniciativa de esas mujeres decidiendo salir a abrigar a la diosa, y me resulta de una ternura infinita. No lo puedo recordar sin que se me humedezcan los ojos.
Canto 121 (fragmento)
Y después del silencio y del viento
otra vez lo gárrulo, que es lo que mejor me sale
galimatías y esplendor
Casa grande e senzala
the house n-word, (I am not your n-word)
SATCHMO, Miles, Malcolm X, Baldwin
Casa grande é senzala
(sui, xvii)
el final de las grandes mansiones y estirpes
soy un judío budista y te bendigo
prejuicios provincianos,
las sombras no tienen ojos
y en este país
gris,
ni sombra tenemos:
los locos están afuera
enumeración caótica sd/ Borges
यदेषां शरेष्ठं यदरिप्रमासीत्प्रेणा तदेषां निहितं गुहाविः ||
सक्तुमिव-तित-उना पुनन्तो यत्र धीरा मनसा वाचमक्रत |
el fiordo de Lamborghini es el fiordo de Balzac
no me causa gracia que los hombres se maten
Estoy afligido por ti, Jonatán, hermano mío; tú me has sido muy estimado.
Tu amor fue para mí más maravilloso que el amor de las mujeres.
¡Cómo han caído los valientes, y perecido las armas de guerra!
yadeṣāṃ śreṣṭhaṃ yadaripramāsītpreṇā tadeṣāṃ nihitaṃ ghuhāviḥ ||
saktumiva-tita-unā punanto yatra dhīrā manasā vācamakrata |
también es cierto que no tienen
idea del chasco que se van a
llevar, esto es occidente
señoras y señores, la mierda
mercantil en todo su esplendor
Their most excellent and spotless secret
was laid bare through love,
When the wise ones formed Language with their mind,
purifying it like grain with a winnowing fan,
y ni hablar de Enkidu, the f-word,
tarea para el hogar: Gilgamesh, cómo no se me ocurrió
[y los orixás orichas Exú Echú
Xangó Changó Oxúm Ochún Ορφέας Orfeu negro]
& Manuel Belgrano
& 安寧
los próximos 120 cantos: cuando encuentren
como sin duda encontrarán
el cadáver de Safo
Xilawá
No lejos de los khartu habitan los furuni,
también llamados xilawá [gentes esbeltas]
En esta tribu, la educación se diferencia
claramente según dos géneros.
A los muchachos xilawá
se les enseñan tres formas de danza:
la danza propiamente dicha,
que incluye el acto sexual,
y la caza,
y la guerra.
A las muchachas xilawá
les enseñan a tejer en el telar
y cada hebra, cada fibra,
cada color de cada hebra
cada uno de los cuatro colores
representa un motivo para casarse:
el ocre representa la seguridad de un techo y un lecho
el casi-blanco representa el placer del amor
el rojizo, el dolor del parto y la promesa de hijos
y el negro la libertad de la viudez.

Fotografía de Ítalo Tavares
Fragmento del prólogo y versiones de Shadi Rohana, las cuales forman parte de la antología Contra el apagón. Voces de Gaza durante el genocidio, recientemente publicada por el FCE. El Periódico de Poesía de la UNAM agradece al traductor y al sello editorial este adelanto.
Para el pueblo palestino, todo no comenzó el 7 de octubre de 2023. Tampoco para los israelíes.
“Un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”, decían en lenguas europeas desde mediados del siglo XIX. Pero no es que en aquella tierra, hoy llamada Palestina, no hubiera gente. Siempre hubo personas labrando, cosechando el trigo, almacenando el aceite y las aceitunas para el invierno, rezando a sus dioses —a varios o al Único—, contando cuentos, celebrando bodas y, en épocas más recientes, construyendo una modernidad a su manera. Lo que no hubo para aquellos ojos que enunciaron aquella frase fue un pueblo, un colectivo con historia, que buscaba ser libre e independiente en su propio territorio.
O tal vez sí se dieron cuenta —y lo más probable es que sí lo hiciesen, pues ignorar la existencia del pueblo palestino es imposible—, lo que fue un motivo para preocuparse.
Tanta ha sido la preocupación, que hubo que volver al pueblo palestino un pueblo intraducible.
—Shadi Rohana
Hiba Abu Nada (1991-2023)
Fue poeta, cuentista y novelista. Nació el 24 de junio del 1991 en una familia de refugiados originarios de la aldea de Bayt Yirya, arrasada por las tropas israelíes durante la Nakba de 1948. Publicó su primera novela, El oxígeno no es para los muertos, en los Emiratos Árabes en 2017. Murió durante un bombardeo israelí, junto a su familia, el 20 de octubre del 2023 en su casa de Jan Yunis, ciudad al sur de la Franja.
Los siguientes textos provienen de su página de Facebook.
10 de octubre de 2023, 8:56 de la noche
1
Con mis obligatorias oraciones
y con mi plegaria, la del Buen Consejo, te protejo.
Cuando del general sale la orden,
y antes de que ésta se convierta en algara, erijo una fortaleza inmediata
para cada minarete, para cada barrio.
Te protejo, te prometo,
con la sonrisa de algún chiquillo capaz de cambiar la ruta del cohete antes de que se estrelle.
2
Mientras los pequeños duermen como duermen los polluelos abrazados en el nido,
te protejo.
No caminan ellos hacia el sueño; es la muerte quien los conduce de noche hacia su morada.
Las lágrimas de sus madres palomas, aparecerán mañana
y detrás de cada tumba volarán.
3
Protejo al padre de los pequeños, quien tras cada bombardeo
se dedica a reforzar
la torre que se inclina;
quien dice a la visita de la muerte “ten piedad de mí, espera,
ven tarde, un poco más tarde”.
“Ellos me enseñaron a amar mi vida. Concédeles una muerte bella,
tan bella como solo ellos son”.
4
Te protejo de una herida, de nuestra muerte certera desde que fuimos tragados, asediados, por una ballena.
En el norte, a cada bombardeo, nuestras calles rezan el rosario y oran por las mezquitas
y por nuestras casas.
Y en el sur de la Franja otras calles responden,
por temor a Dios, obedecen, y lanzan su llamado.
Uthman Hussein (1963)
Poeta nacido en la ciudad de Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Fundó la Asociación Ashtar para la Cultura y las Artes y dirigió su revista literaria. Entre sus poemarios se encuentran Rafah: Abecedario, distancia y memoria (junto con Jalid Yum’a, 1992) y El guardia de la víctima (2023).
El siguiente fragmento proviene de su página en Facebook.
22 de diciembre de 2023, 2:41 de la tarde
Durante 60 años, sólo me había ido de Rafah pocas veces, por unos años, de forma esporádica. La conozco en su tumulto y en su tranquilidad. La caminaba a hurtadillas, según la exigencia del momento. Pero hoy en día visito la ciudad de vez en cuando, pues soy un desplazado fuera de ella. Me dirijo a sus entrañas como si no la conociera. Paseo por sus dos calles principales y por algunas de sus calles secundarias. Esas calles, a pesar de su modestia, albergan alrededor de dos millones de personas que han sido desplazadas de los campos de refugiados y las ciudades que conforman el planeta Gaza. Esta cantidad enorme de perdidos, distribuidos en dos calles principales y algunas calles secundarias, comienza desde las primeras horas de la mañana a avanzar hacia sí misma, llenando tres cruces: Al-Awda, Al-Sharqui y Al-Nayama. Su número crece según avanza el día, y llega el momento en que sólo te puedes mover alrededor de tu eje. En las esquinas de los cruces de la ciudad se paran los vendedores con sus pocos productos de latas típicas para momentos de desastres naturales y guerras. Rafah abraza a los desplazados, y sus brazos no paran de extenderse.

Claudia Hernández de Valle-Arizpe, Gato por liebre, Universidad Autónoma Metropolitana (Col. La Lengua que Habito), Ciudad de México, 2024, 83 pp.
Se dice que, en la España del Siglo de Oro, los comensales estaban tan acostumbrados a que se les diera burro en vez de ternera, gato por liebre, que practicaban una suerte de ritual, el cual consistía en que, previo a la degustación, recitaran frente al plato: “Si eres cabrito, mantente frito; si eres gato, salta del plato”; por supuesto, el animal ni se inmutaba. Gato por liebre es un muy buen título, pero la expresión puede hacernos pensar que el libro habla de situaciones de engaño; en realidad, se trata más bien de puntas de iceberg: son poemas sobre esas cosas con las que interactuamos día a día y sobre las que sabemos solamente una ínfima parte. Cosas banales en apariencia, que en realidad tienen mucho peso y que pueden, incluso, ser peligrosas.
Pero ¿qué le da coherencia a estas “cosas”? ¿Cómo podríamos definir conceptualmente este libro? Una idea que podría ser útil (me perdonarán porque está muy de moda) sería la de pensar Gato por liebre como un gabinete de curiosidades, como una colección de objetos extraordinarios o que a simple vista no lo son, pero cuyos usos pueden serlo. Hay piedras bezoares, búcaros, aceite de ballena, colmillos, cuernos y pieles, tintes naturales; plantas como la salicornia, la orquídea o el marañón. Materia mineral, animal, vegetal, digna de ser coleccionada, no tanto por su valor estético sino por el valor social que ha podido adquirir en distintos contextos.
Todo esto parece muy heterogéneo, pero, como toda colección, hay un hilo conductor: las tácticas que pone en práctica el ser humano, en diferentes tiempos y geografías, para transformar la materia y sacarle provecho. Tácticas que suelen tener que ver con el control del cuerpo humano, con la gestión de la fertilidad, de la enfermedad e incluso de la digestión. Prefiero hablar de tácticas y no de estrategias (que se desarrollan bajo un marco de poder e implican cierta planeación), siguiendo a Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano (1980). Para el filósofo francés, las tácticas de resistencia permiten un uso “desviado” de los objetos y de los códigos gracias a la perspicacia, muchas veces anónima, de los individuos. A la autora de Gato por liebre le interesan esos “otros usos” que permiten que la materia simple se transforme en algo más complejo, en una materia intervenida por mano humana, digna de ser observada y coleccionada. Pero lo interesante de esta colección es que deja espacio para aquello que escapa al control humano, como la insospechada toxicidad de ciertas sustancias.
De hecho, no se trata solamente de la curiosidad de la autora por entender los procesos de transformación de la materia y sus usos sociales, sino que, a través de la lectura de los poemas, se va haciendo visible una suerte de elogio a la curiosidad de los otros. Lo dice en las primeras páginas del libro: “Los días son largos/ para quienes se conforman. Para el que busca,/ un relámpago” (p. 15). Esta doble curiosidad produce objetos que se van descubriendo capa por capa y adquiriendo una sorprendente profundidad. Ejemplo de ello es el búcaro en el poema “Comedoras de barro” (p. 16-17):
I
Que es vicio, dicen, debilidad,
peligrosa costumbre.
¿Quién fue la primera?
¿Morder y triturar
la arcilla
fue instinto gremial
o solitario impulso?
Abre los labios
y no le basta el beso
ni saliva que lo entibie;
pide hincar los dientes:
su tejido mineral
contra el objeto.
II
“Las he visto tragar arena y ceniza”,
divulgó Montaigne escandalizado.
Detrás de puertas y cortinas
acechaba, en su tiempo libre,
esos y otros hábitos mujeriles.
Que la palidez me regale el hígado
por más daño que yo le inflija,
habrán dicho, ya anémicas,
las comedoras de barro.
Este poema aborda una interesante práctica que se representó en la pintura y la literatura del Siglo de Oro: la de comer vasijas de barro, conocidas como barros o búcaros, ya sea en polvo o, de plano, a mordiscos. Un hábito presentado por Quevedo o Lope de Vega como cercano a la adicción y exclusivamente femenino. El objetivo de las comedoras de barro era, según estos autores, perder peso y verse pálidas, y así alcanzar cierto ideal de belleza muy de la época. En realidad existían, según otro tipo de fuentes como las epistolares y médicas, intenciones de mayor peso, como la de provocarse una anemia que a su vez derivaría en la ausencia de menstruación y, por tanto, como se llegó a creer, en la imposibilidad para estas mujeres de quedar embarazadas. Incluso se ha argumentado que algunas de ellas habrían ingerido búcaros con la intención de abortar. Tal idea la encontramos en un poema titulado, precisamente, “Búcaro (abortivo)” (p. 19-20).
Con cada preñez
cambia mi cuerpo,
mi cerebro.
Sobre muros
crecen ramas y hojas que abro
para indagar su savia
que esconde un remedio.
No beberé mercurio ni aceite.
Acaso un veneno de plantas.
Será punzante el dolor,
y este miedo, herencia:
un negro mar; un vino oscuro
a quedarse.
Que termine la congestión
de cabras en la noche
y se disuelva,
bajo el poder cantábrico
del tejo,
la cara del no nacido.
Sea yo misma quien lo haga,
no con rudas infusiones,
sino a punta de morder arcilla
y
“con la abnegada castidad de un búcaro”,
regrese mi sangre mansa.
Gracias a la lectura de este poema queda muy claro el proceso de la autora, que va revelando capas de significado a partir de un objeto. Lo interesante aquí es que salimos de la frivolidad, de la mirada masculina de Montaigne o de los poetas misóginos del barroco, que reducen esta práctica a los objetivos ligados con la belleza. Se trata de un ejemplo de agencia femenina, de una capacidad para actuar ante una situación tan importante como la de un embarazo no deseado, capacidad que se lee en ese “Sea yo misma quien lo haga” (p. 20).
El poema “Contraceptivo” abre diciendo: “Háblame de la ‘cabeza de negro’. Me emociona su historia” (p. 22). Aquí, la autora aborda uno de los orígenes de la pastilla anticonceptiva a base de progesterona, sintetizada por Russell Marker a partir de la diosgenina que contienen los tubérculos del género Dioscorea, encontrados en Veracruz, donde la planta crecía en abundancia. Pero lo que me interesa comentar es ese “me emociona su historia”, pues es uno de los méritos del libro: el conmoverse ante el descubrimiento de ciertas conexiones, en este caso entre un anticonceptivo de farmacia y una planta acuática, documentada en el Códice Florentino por Bernardino de Sahagún, y cuyo rizoma oscuro, lleno de chipotes, resultó en esa desafortunada asociación con una cabeza de negro.
Cito ahora una parte de “Desvelando capas” (p. 33):
Azurita por lapislázuli,
agua por turquesa,
qué importan trueques
y engaños,
si todo es roca o mineral,
carbonato y cobre: iridiscencia.
Y unos versos más adelante (p. 34):
Digamos que
al admirar el ropaje más noble
en un cuadro,
se ignoran, bajo el azul de Prusia,
las burdas capas de yeso,
el aliento del carbón
y la azurita.
Lo que encontramos aquí son precisamente las capas que hay debajo de lo visible. Los poemas de Gato por liebre dan profundidad, cuerpo y complejidad a la superficie; eso que tiene la poesía de dar peso a eventos cotidianos; todo lo contrario de comer huitlacoche (presente aquí en el poema “Ustilago maydis”) y no indagar para descubrir sus otros usos, tomarse una pastilla anticonceptiva de forma automática, mirar un cuadro atendiendo al significado de la representación sin preguntarse por el significado de la materia, es decir de los tintes, de los microorganismos que viven y han quedado atrapados entre pinceladas y veladuras. Lo dice muy bien Hernández de Valle-Arizpe en “Aceite de semilla”: “porque, francamente, ¿quién piensa, ante su belleza, que estas flores esconden antioxidantes?” (p. 44). En efecto, no es fácil ver más allá de la belleza, interesarse por esos “usos lúgubres” que en algún momento menciona la autora. Pero esta es una poesía que, precisamente, trasciende la observación de la belleza.
En la primera parte del poema “Bezoar” (p. 35-36), el guanaco que come pasto y arcilla, formando una piedra que se convertiría en amuleto y medicina, recuerda a las mujeres comedoras de barro:
A mayor edad del guanaco,
mayor tamaño de piedra:
más cal y magnesio,
más materia vegetal ya descompuesta
De hecho, en la parte III, el bezoar lo produce una mujer que come pelo, y dice la autora: “¡Es su vástago!” (p. 38). Abortos, anticonceptivos, vástagos de pelo, enfermos de sífilis, de peste; es decir, el interés por el cuerpo, los cuerpos y las soluciones que van encontrando las personas y sociedades para domarlos, curarlos: el tubérculo veracruzano transformado en anticonceptivo, el palo santo como remedio para la sífilis, algún fragmento del cuerpo de una vaca que ha servido para fabricar un hilo quirúrgico.
Pero, ya lo decía al principio, no todo son remedios. En “Verde Sheele”, la autora aborda el pigmento del mismo nombre, producto de la mezcla de diferentes sustancias con cobre y arsénico, utilizado hasta mediados del siglo XIX, presente en papeles pintados, velas, tejidos, y de gran toxicidad. Tóxico como la cubierta del marañón, poderosa fruta objeto de otro poema. Más adelante, en el poema “Radón” (p. 53), leemos:
Lo que huele fuerte y sabe feo,
alerta.
Lo que se propaga turbulento
hace huir, o intentarlo,
pero ciertos tóxicos –escondidas bestias–
suben incoloros e insípidos
al abandonar su guarida.
Así, sabiéndolo o sin saberlo, se intoxican las comedoras de barro, los que vivían rodeados de muros pintados de verde, los que habitan sobre subsuelos contaminados con el imperceptible radón. Y una vez más pensamos: ¿qué vida habrá tenido ese jarrón de barro que hoy descansa en la vitrina de un museo? ¿Qué se esconde detrás del agradable tono de ese muro o bajo los cimientos de un hospital, de una escuela?
Lo resumen muy bien estos versos del poema “Añil tendedero” (p. 40):
Hoy pervive en pastilla,
sobrecito o líquido,
tan banal,
ese tesoro que siglos antes
transportaban los barcos.
Cito también unos versos de “Tintoreros de Europa” (p. 41):
Del prestigio de un color saben las guerras,
la cerámica, el vestido. También, de su mala fama.
Ese “saben” es muy elocuente. No es casual que la cerámica y el vestido sean sujeto activo de un verbo tan humano como “saber”; decía yo que la autora va haciendo visibles capas de usos y significados detrás del objeto, pero además revela la agencia de los objetos, su capacidad para actuar, pues, como diría el historiador del arte Daniel Arasse a propósito de algunas pinturas emblemáticas —pero válido también para cosas más banales—, los objetos piensan (aunque sea de manera no verbal) y siguen pensando siglos después de su fabricación. Incluso podríamos decir que el propio poema tiene un valor epistemológico, pues piensa y produce una forma de conocimiento.
Así, Gato por liebre es un libro que no sólo se interesa por los demás, por las soluciones que han ido encontrando las personas para darle uso a las cosas y por las dificultades y sorpresas con las que se encuentran en el camino, sino que manifiesta un interés por la cosa misma, por el objeto. Un interés por la cultura material que recuerda la labor del historiador del arte; no del historiador que se interesa por eventos históricos, rupturas y vidas de grandes personajes, sino del que busca reconstituir la vida de los objetos. Con la particularidad de que, en este caso, los objetos son entendidos en un sentido amplio, que no sólo incluye objetos “terminados” sino objetos vegetales, animales, minerales, sustancias vivas, que tienen en común una gran capacidad de transformación.
En definitiva, los poemas de Gato por liebre hacen pensar en todas esas prácticas a través de las cuales quienes dan uso a los objetos logran apropiarse el espacio. En este libro, la autora va desenterrando las formas subrepticias que adopta la creatividad táctica, habilidosa y escurridiza de grupos e individuos. Si lo planteamos en términos foucaultianos, estos procedimientos y artimañas de los seres humanos son los que van componiendo, poco a poco, la red de una antidisciplina.
Versión y nota introductoria de Marta López Luaces
Ann Lauterbach (Nueva York, Estados Unidos, 1942) es, hoy día, una de las figuras más destacadas de la escena poética estadounidense y, en particular, de la neoyorquina —ciudad donde nació y a la que regresó en 1979—. Ha recibido los mayores honores de las artes de su país, entre los que se destacan las becas de la fundación MacArthur, la beca Guggenheim, la fundación Ingram Merrill y de la New York State Foundation for the Arts. En 2012 la Universidad de Chicago la nombró poeta distinguida (Sherry Distinguished Poet) y Bard College, en el Estado de Nueva York, la nombró David and Ruth Schwab Professor of Languages and Literature. Entre sus obras se destacan: Many Times, But Then, Before Recollection, Clamor, And For Example y On a Stair, títulos publicados por el sello Penguin. También ha escrito libros de ensayos como Night Sky: Writings on the Poetics of Experience, publicados asimismo por Penguin.
La autora, en varias ocasiones, ha comentado su teoría de los fragmentos y cómo cada uno de ellos resulta, a la vez, un todo que crea otra entidad. Es una poesía que a través de la mirada fragmentada desestabiliza la realidad. De este modo nos pide una lectura activa que recomponga, a través de las múltiples imágenes, una cotidianidad siempre cambiante. De ahí la necesidad de un tono poético distante que nace a partir del poliritmo. Así es como retorna la voz lírica, manteniendo una distancia emocional con esos recuerdos y retazos de realidad.
Lauterbach ha dicho que las imágenes poéticas no se crean a través de la descripción, sino se formulan a través de espigar la información que nos llega del mundo para luego yuxtaponerla y recrearla en el poema. Los siguientes poemas provienen del libro Y por ejemplo (And For Example), publicado por la editorial Contrabando (Valencia, España, 2024), en el que la poeta transpone sucesos y objetos cotidianos, sometiéndolos a una mirada oblicua y extraña, para vislumbrar aquello que la rutina oculta tras sí. Las palabras parecen actuar de forma autónoma en la creación de imágenes tales, que nos obligan a revisar nuestro concepto de realidad. Así se produce la ambigüedad del significado, lo que hace de la metáfora la base del lenguaje poético de Ann Lauterbach.
Lo previo
1.
Al borde de un solar vacante, desear eso. Codiciar lo que traería el mediodía.
Un encargo que la imaginación puede hacer circular.
Algo en que pasar el tiempo después de las fiestas; alguna acción desenfrenada.
Después de las fiestas y de todo eso, aún estamos hambrientos. Algo digno de ser una noticia: no tan dócil.
En la película era evidente
no había nada que decir. Eso es lo único que se podía decir. Sólo derrame, sólo exceso
como uno de los modos del aburrimiento. Sus pechos y las largas piernas todas engalanadas; los labios
beso con formato. Su
boca excitada por el vacío.
Las calles despojadas y engañadas con basura pero sin ningún perfume específico en el aire azul.
Algo que hacer después de regresar el viernes.
Podías sentir que te alejabas
de aquello que te pertenecía. Nadie supo cómo llamar a lo siguiente, sólo
que vendría y sería lo mismo.
Lo mismo y el silencio, una semejanza anónima. Querer decir esto no es lo mismo que
esto no es lo mismo que esto.
Caminar por el puente, un suspenso ficticio.
Se entregan las cosas, demasiadas
para poder guardarlas con seguridad, continuar como en un himnario
palabra por palabra. Armonía mancillada por el desuso; melodía tapiada. El cercado
asumido necesita reparaciones.
2.
Tomar el rumbo hacia la calamidad búsqueda sin captura
aquí toma esta barra de gran influencia
esta chaqueta, este libro, este terciopelo extraño
accesorios dejados allí
fuera de la pantalla a cierta distancia
suspendidos de una sola cadena triste resistencia de la escena
una cosa común
no una lista, no un emblema, no se requiere que
lo financie una mirada segura
la brillante mirada del niño en el aire brillante
su compañero tal vez venga con sus gatos (gatos no muy fiables en el techo de la iglesia)
un viento débil y una navegación catastrófica
3.
¿Si esto fuera un discurso, un discurso
podría provocar la X mencionada anteriormente cuyo resultado sería esto?
Sólo estaban jugando.
La máscara sin rostro, sin lágrimas reales
bajo la obligatoria sonrisa. Cualquier cosa real. Algunos ejemplos podrían ser las pisadas siguiendo lo real.
El dibujó una hebra en la pared, no una arquitectura, así que cuando reflexionamos sólo se agacha, cambia. Se agacha, cambia, el ruido normal, los niños gritando en el crepúsculo, cansados por el sol.
Esperan a que se les diga que entren. He dicho que ahora. He dicho, ahora esperan a que se les diga que entren.
Qué se basa en qué goces
qué se pierde en lo que tú mismo haces—
el vallado necesita reparaciones. El bote sin vela. Muchos turistas.
The Prior
1.
Edge of a lot vacant, wishing for that. Covetous of what the afternoon would bring.
An errand the mind might run. Something to do after the holiday; a spree. After the holiday and all, still hungry.
Something worthy of news: that not tame.
In the film it was evident
there was nothing to tell. You could tell that. Only spillage, only excess
as a form of boredom. Her breasts and tall legs all decked out; lips formatted kiss. His
mouth aroused by vacancy. Streets tricked out in garbage but no particular scent in blue air.
Something to do after the ride back on Friday.
You could tell you were moving away from what you owned. No one knew what to call the next one, only
that it would come and it would be the same. Same and silent, an anonymous likeness.
Wanting to say this is not the same
this is not the same as this.
Walking across the bridge, a fictive suspense.
Things are delivered, too many
too keep safely, to follow as the hymnal word for word. Tune sullied by disuse; chimes bricked up. The assumed enclosure in need of repair.
2.
Striking out into the calamity quest without caption
here take this highly influential ingot this jacket, book, odd velvet
props left out over there
kept offscreen at any distance
hung from a single chain sad stamina of the scene
a common thing
not a list, not an emblem, not required
financed by a steady gaze
the boy’s bright gaze in the bright air
his mate might come with her cats (unrealiable cats on the church roof)
aslack wind and a catastrophic sail
Ditto said the boy, the Dante, learning.
3.
If this were speech, a speech
could it elicit the X mentioned above of which this might be the result?
They were only playing.
Mask without face, no real tears
under the obligatory smile. Real anything. Examples could be footsteps following the real. He drew a thread on a wall, not architecture,
so when we looked back only bending, shifting.
Bending, shifting, usual noise, kids yelling in twilight, tired from the sun.
They are waiting to be told to come in. I said now.
I said now they are waiting to be told to come in.
What is it based on what pleasure
what lost in what of your own making—
enclosure needs repair.
Boat without sail. Many tourists.
La escena cambia
Las cosas habitadas se recuerdan tiesas.
Hay; ahí está. Y ahora vira, pide que lo localicen o lo descubran, los brazos alzados—
si lo hubiese sabido lo hubiese dicho. Lo estoy acercando a ti, actúo en tu nombre.
Por favor entiende. Lo que se dijo fue
en respuesta a lo que se había olvidado, la rubia que vino de visita ayer ha muerto, fue
entonces. Ella fue una incursión en lo que él ya conocía, al verla. Al verla, quiso su nombre.
¿Tina? ¿Daisy? La loca
repitió en el pasillo — ¿Oyes eso? ¡Una loca! —en donde el hedor esperaba
la consumación. Estaba disponible como una lista.
Al otro lado de la catedral la lista estaba en un pasillo,
en algún espejismo despojado de lo próximo, próximo.
Otra ocupa una visión afín
mientras un niño recoge una concha y desea que su cavidad lo absorba.
Margarita está feliz de haberse casado de haberse hecho pareja de noviembre
en las islas bajas la luz moteada con la cronología. Tina ha muerto. Cómo fue que él llegó a llamarla derramada como si fuera sal. No era sal.
Lo venerado, la anulación pagana, la diversión con consecuencias: bun, bun.
Intenta hablar sobre eso en tus sueños cuando no haya nadie alrededor para oírlo.
Una vez ella creyó ser un estandarte sobre una estatua
en uno de esos parques de los que tanto se escribe.
Yo solía vivir frente a ese parque. Entonces todas las cosas se absorbieron en una, como un continente,
arraigado en adagios, representado en sellos.
Ella pasea con una gran seguridad de que esto es lo posterior que ellos
intentaban imaginarse, cuando decían que sería así. Algunos
están sentados en otro lado
en un reino donde las multas para poder irse son muy altas. El reino es pequeño y no tiene rey.
The Scene Shifts
Things inhabited recalled as stark. There is; there it is. And now swerve, asking to be
located or found out, arms lifted—
had he known he would have said so. I am nearing it for you, on your behalf.
Please follow. What was said was
in answer to what was forgotten, the blond who visited yesterday is dead, was
then. She was an incursion on what he knew, seeing her.
Seeing her, he wanted her name Tina? Daisy? The mad woman. repeated in the hall —Hear that? A mad woman! — where the stench awaited consummation. It was available like a list.
Across from the cathedral the list was in a hall,
in some stripped mirage of next, next.
Another sits in a kindred reverie as a child picks up a shell
and wishes to be absorbed into its socket.
Daisy is happy to have
married to have coupled with November
in the low island light speckled with chronology. Tina is dead. What it was he came to call her spilled as if it were salt. It was not salt.
The revered, the pagan annulment, the lark with consequences: boom, boom.
Try talking of it in your sleep
when there’s no one around to hear.
Once she thought she was a banner above a statue
in one of those parks you read about.
I used to live across from that park. Then all things became absorbed into one, like a continent,
rooted in adages, portrayed on stamps. She is walking around with a sure sense that this is the later they were
trying to imagine when they said it would be like this. Some
are sitting elsewhere
in a kingdom with stiff fines for leaving. The kingdom is small and has no king.
Lo tácito
Mira qué torpe, con qué siniestra facilidad deseamos lo adverso.
El tren no cambiará de carril.
Sin un espía competente, cualquier secuencia plomada así.
Mira cómo pongo el ojo en tu perfil
y anuncio el deseo de aplicar mi deseo eso es, concluir.
Podríamos ser ex-amantes, alejados, y no conocer ni siquiera nuestros dedos, olvidar
qué amplia es la lengua en su propia idioma. Una ceremonia nos declararía.
Tendríamos la sensación de que un reloj se hubiese caído al río. Habría esos
pájaros, esos rojos brillantes,
al acecho por los pequeños arbustos cerca del agua. Habría entusiasmo, como los de muchos días
plegados en un paseo, una terraza o una fuente.
Puedes decir que vivo ahora
en este árbol de la familia, y esa casa debe
desaparecer porque amé demasiado, a menudo, dos veces o para todo la vida.
Mujer cuchara, eterno reloj, hombre volcándose en perpetuidad.
Una intranquilidad. Webern, opus cinco.
The tacit
Look how torpid, how in uncanny knack we desire aversion.
The train will not switch tracks.
Nor any able spy, any sequence thus plumbed.
Look how I eye your profile
and announce a wish to apply my wish that is, to conclude.
We could be former, estranged, then not know even our fingers, forget
how ample the tongue is in its own language. A ceremony would then pronounce us.
There would be a sense a watch had fallen into a river. There would be those
birds, the ones with red flashing,
chasing in low bushes by water. There would be enthusiasm, as of many days
folded into one promenade, one terrace or font.
You could say I live now
in this avuncular tree, and that house must vanish because I loved once too often, or twice or for life.
Woman spoon, timeless clock, man capsizing in perpetuity.
An uneasiness. Webern’s Opus five.
Anas platyrhynchos domesticus
La primera vez que vi morir tenía cinco años.
Jugaba, perseguía patitos.
Una tabla cayó sobre uno de ellos.
Me acerqué.
El pato echaba aire por el pico
y algo latía en su garganta.
Pensé que iba a escupir su corazón.
Lo tomé con suavidad,
entrelazando mis dedos con sus alas,
hasta que se quedó vacío de sí mismo.
Darle un sitio a su cuerpo
fue lo único que supe hacer por él.
Lo cargué hasta la casa
y mi padre no entendió
que llevaba la muerte entre mis manos.
También me costó entenderlo:
sólo estábamos jugando.
Tamandua mexicana
Un cachorro entra en el cuerpo de su madre
para cubrirse del frío.
Lleva muchos días haciendo lo mismo.
No sabe la muerte, pero la intuye
en la rigidez, la temperatura, los ojos abiertos.
Mientras, la descomposición trabaja:
las enzimas van rompiendo los tejidos
y la vida se fragmenta
en formas más pequeñas y más fuertes.
Porque no es cierto lo que dicen:
la muerte no se lo lleva todo.
Los cuerpos sólo se traducen,
vuelven a sitios en los que no recuerdan haber estado.
Ajeno a cualquier explicación,
un cachorro se cobija
en el recuerdo de un pulso;
habita en lo putrefacto, pero vivo.
No es cierto que la muerte se lo lleva todo.
Un cuerpo vacío
puede ser, también,
una casa.
Tyto alba
I
Como dentro de un aparador,
vemos caer la tarde a través de la ventana del hospital.
Una herida en el cielo,
el corte en alguna de sus venas principales,
trajo sus matices
hasta nuestros ojos.
No son venas, sino arterias
dice mi madre, mientras sonríe
y presume el conocimiento adquirido
luego de tantos médicos, catéteres
y términos difíciles de repetir.
No son venas, sino arterias:
el conducto más rápido hacia el vacío.
El sueño emerge de su boca
y se lleva las palabras hacia adentro.
Me deja con el ansia
de no recordar cómo suena su voz
bajo el frío.
II
A veces, en medio de la noche,
se oye un grito ahogado, como de recién nacido.
Recuerdo, entonces, a mi abuela:
No te espantes, hija.
Es el xooch’ dando su ronda.
Y ponía unas tijeras, o los machetes
en forma de cruz bajo las hamacas,
para protegernos del mal.
Me quedaré despierta hasta que te duermas.
Aún con miedo, yo hundía mi cabeza
en su cuerpo para no escuchar el mal presagio.
Me dormía, al fin, mientras ella rezaba.
Los vecinos, poco a poco, murieron todos
de diferentes formas o afecciones.
Las noticias llegaban a la mañana siguiente.
La ciencia dice que, a pesar de su mala fama,
las lechuzas blancas son inofensivas.
No me confío.
Es difícil acostumbrarse a los cantos de la muerte.
III
Mi madre duerme o dormita
bajo la luz cenital en la cama 237.
Las huellas de un eco se secan en el corredor.
Junto a la luz cenital
mi voz también duerme o dormita.
Mi lengua se cobija a sí misma
como un gato que busca, en medio de la noche,
algo de calor en el marco de una puerta.
Observo un hábitat ajeno.
Animales blancos van por los pasillos
y persiguen la muerte.
Su quejido nocturno
se mete en los sueños de los enfermos.
Es el xoo’ch dando su ronda.
Entonces me mantengo en alarma quieta.
Cuido que el presagio
no se pose a los pies de su cama
mientras ella no pueda defenderse.
* Poemas pertenecientes a Lugar de taxidermia (Esdrújula, 2023).
Esto no es una guerra (V)
y pensar que allá afuera
estaban pasando cosas indecibles
los cuerpos
empezaron a caer a pedazos
como si fueran piñatas batidas por el odio
un millar de nombres
se han ido quedando
sin la carne que los dibuja
la tristeza absorbe todo
hasta el deseo
¿para qué tratar de taparse los oídos con la lengua?
los besos pueden ser una aventura
pero también callan la rabia
el grito lo espantan
¿en eso pensabas cuando dijiste
amarnos
esloquemenosurge
en medio del desastre
nadienuncaseenamoraenunaguerra?
¿nadie nunca?
Preguntas en el cuarto (II)
¿quién podría señalar
el momento exacto en el que
se rompe
una pareja?
tendríamos que fijarnos en los detalles
un frío que ya no
cicatrizó un gesto
de resignación
en medio de un abrazo un error
que ya no se dejó pasar
sino que empezó
a pesar como una tumba y la inminencia
sobre todo la inminencia
de estar siempre en una encrucijada
es una consecuencia lógica:
abjurar de lo que una vez quisimos tanto
la desconfianza
siempre halla su camino
¿qué más hay que decir?
¿que amarnos fue siempre una guerra perdida?
es delirante querer ser una isla de felicidad
en medio de un país desplomado
creer en las noches que pasábamos juntxs
y asegurar que haber memorizado el mapa de nuestro
cuerpo
serviría
para nunca extraviarnos
pero
¿si en vez de haber hecho el amor
nos hubiéramos puesto a hacer la vida
(allá lejos)?
¿cómo volver ahora a lo que fuimos antes de nosotrxs?
¿Qué es este amor? (V)
nada como estar bajo la lluvia
conmúsicaydesnudo
se puede bailar
pero también se puede
estar quieto
se puede abrir la boca
para sentir que el agua helada
se hunde en la garganta
se puede escuchar
cómo se deforma la belleza bajo los pies
y queda un charco
—nube de asfalto e infinito—
¿qué es este amor
que brota por todas las cosas
después de ver llover?
¿qué es este amor
por un mar que se derrite
cadencioso y vertical
sobre la tierra?
¿no se parece el golpe de estas innumerables idénticas gotas
al tajo de la repetición
de los días en el calendario?
por fortuna
la lluvia cesa
y sólo queda
la carne reluciente por el agua
Reflejos (II)
a lo mejor un solo día
fuimos almas
translúcidas y esplendorosas
que no tuvieron peso ni sombra
enajenadas en la belleza en el rumor
de ese cuerpo que teníamos en frente
pero nos dolía
mirarnos de esa manera
cuando llegábamos a casa y teníamos comida de sobra en
el refrigerador
focos de sobra para dar luz
a nuestrxs cuerpxs oscuros
agua de sobra para dejar que corriera
mientras hacíamos el amor y llorábamos
por no sé qué paradójica alegría
en la regadera
¿no es ridículo ponerlo en estos términos?
a veces nos mirábamos
como si fuéramos el mundo
y queríamos correr para salvarnos
encontrar el botón que pusiera fin
a todas las tristezas provocadas por
el capitalismo y el patriarcado
contarnos de nuevo
eseotrocuentodelfuturo
¿para qué llamar tragedia
a la comodidad de dos personas
discutiendo en un cuarto bajo llave?
sigue siendo ridículo el esfuerzo
porque sólo podíamos hacer el amor
una vez más
quizá con otra postura
tal vez incluso con más fervor
como si esa fuera
la voluntad de dios
pero nada de lo que nacía entre nosotrxs
estaba vivo
Déjenme que mienta un poco (II)
como si fuera algo tan importante
y tan insólito
caminábamos de la mano
en una playa del mediterráneo
y con un gesto
—mitad sonrisa mitad señal
de un lenguaje que nacía—
nos pusimos a especular sobre el día último
de los últimos tiempos
cuando los cadáveres volverán de su fosa
cuando lxs ahogadxs recobrarán su forma
¿qué verdades se escucharán en esa marcha de
resucitadxs?
seremos más lxs muertxs que lxs vivxs
seremos más lxs alegres que lxs temerosxs
no habrá riendas
ni habrá desasosiego
sólo la rabia de estar otra vez
y ser oídxs
¿te imaginas cuántos cuerpos volverán del mediterráneo?
no habrá tierra que lxs contenga
y empezarán a volar
como ángeles sofocados por el cielo
no habrás más lanzas
no habrá
más niñxs ocultxs en el bosque
ni más pateras
no habrá más
deseos de huir
ni de llegar
de día y de noche
todo será viento y luz
un océano intencional
—¡qué monotonía!—
moviéndose despacio
hacia el infinito
* Poemas pertenecientes a Todo lo que es cuerpo es agua en tránsito (Valparaíso Ediciones, 2024).
Nota preliminar y traducciones de Alejandro Bekes
Quien se asoma a la vida mortal de Giacomo Leopardi (Recanati, Italia, 1798 – Nápoles, Italia, 1837), a su niñez y adolescencia aplicadas sin tregua a estudios de una desproporcionada exigencia, no puede menos que sentir asombro y consternación ante la inextricable mezcla de genialidad precoz y de radical invalidez (invalidez provocada o agravada por el aislamiento, por el cerrado ambiente familiar y por su condición física) de cara a las cosas más llanas de la vida, o que a la mayoría le parecen más llanas; su condición de virtual prisionero que sólo puede escaparse escribiendo versos, versos propios, en medio de las incontables traducciones y notas eruditas que pueblan las “páginas transpiradas”, le sudate carte, de que le habla a su querida Silvia, ya fantasma, en uno de sus más hermosos poemas. Al mismo tiempo, la extrañeza o el desconcierto del lector se disipan al más ligero contacto con el maravilloso canto que es su poesía. Se diría, fantaseando un poco, que los átomos que pueden dar a este mundo hastiado una voz única no llegan a unirse sino en torno a una falta; una falta abismal. Una falta: a la vez una falla, un error y un vacío, una íntima ausencia, un hueco que haga de caja de resonancia a la cuerda destinada a vibrar. La explicación no alcanza, es claro; pero los talentos básicos del poeta: una percepción de sutileza exquisita, la inteligencia superior, la fantasía, la voluntad constructiva, la intensidad, la inventiva verbal, y sobre todo un oído y un dominio apasionado del lenguaje, están en Leopardi en su más alto grado, más allá de toda ponderación. Es evidente, casi hasta el escándalo, que traducirlo es profanarlo; aun así, la cercanía fraterna de su lengua, la belleza alcanzada sin esfuerzo visible, la incurable tristeza, parecen llamar “con gemido indecible” a quien ha contraído el hábito dudoso de traducir. Aquí estoy yo ahora, prologando bien o mal los pocos poemas suyos para los que he ido buscando por décadas un avatar castellano. Porque siempre en esto hay amor, y como en todo amor, también riesgo. El traductor lo siente en cada necesaria y penosa decisión que asume al poner la mano, que se siente torpe y pesada, sobre la delicadeza infinita del texto, sobre la intangibilidad tácita de la confidencia única, de la piedad musical.
El propio Leopardi, hallándose en Bolonia en 1826, escribió este resumen de su juventud, mostrándose en tercera persona, en una carta a su amigo Carlo Pèpoli:
Te mando las noticias poco notables de mi vida… Hijo del conde Monaldo Leopardi de Recanati, ciudad de la Marca de Ancona, y de la marquesa Adelaida Antici, de la misma ciudad, el 29 de junio de 1798, en Recanati. Ha vivido siempre en la patria hasta la edad de 24 años.
Preceptores no tuvo sino para los primeros rudimentos, que aprendió de pedagogos, mantenidos expresamente en casa por su padre. En cambio, tuvo a su disposición una rica biblioteca, reunida por el padre, hombre muy amante de las letras.
En esta biblioteca pasó la mayor parte de su vida, tanto como se lo permitió su salud, destruida por sus estudios; los que comenzó independientemente de los preceptores a la edad de diez años, y que continuó luego siempre sin reposo, haciendo de ellos su única ocupación.
Aprendida, sin maestro, la lengua griega, se entregó seriamente a los estudios filológicos, en los que perseveró por siete años; hasta que, dañada la vista, y obligado a pasar un año entero (1819) sin leer, se dedicó a pensar y si aficionó naturalmente a la filosofía; a la cual, así como a la literatura que le es congenial, ha estado casi exclusivamente atento hasta el presente.
Con 24 años fue a Roma, donde rechazó la prelatura y las esperanzas de un ascenso rápido, que le ofrecía el cardenal Consalvi, gracias a las vivas instancias hechas en su favor por el consejero Niebuhr, por entonces enviado extraordinario de la Corte de Prusia en Roma.
Vuelto a la patria, de allí pasó a Bolonia, etcétera.
Sigue a esto un listado de sus obras publicadas hasta la fecha. Este viaje a Bolonia y a Milán era la segunda de sus “fugas” (la primera, como él dice, la había hecho a Roma, en 1822). Desde mucho antes, en su temprana adolescencia, Giacomo mantenía correspondencia con los más célebres eruditos de Italia y trataba con ellos de igual a igual. Lo distinto, sin embargo, es que en cierto momento empieza a escribir poesía propia y se revela como un poeta absolutamente original.
A fines de ese mismo 1826 Leopardi regresó a Recanati, donde pasó un lúgubre invierno, atormentado, según solía, por el frío, pero también por una persistente fatiga de sus ojos, que apenas le permitía leer. Trabajó, sin embargo, corrigiendo las pruebas de sus Operette Morali y redactando un índice temático para su diario, el Zibaldone dei pensieri. La familia y allegados lo recibieron con cierta admiración, pues ahora publicaba en revistas bien reputadas de Milán y Florencia; pero estos éxitos le daban otro pie para salir de la cárcel doméstica. Antes de finalizar el otoño de 1827, Giacomo, desoyendo el mandato paterno, resolvió mudarse a Pisa, donde, le habían dicho, los inviernos eran benignos.
Ríos de tinta ha hecho fluir la tenaz tiranía de Monaldo sobre su hijo superdotado y enfermo. Un fragmento de la correspondencia entre padre e hijo, que tomo prestado de la biografía escrita por Antonio Colinas, ilustra mejor que cualquier teoría cómo eran las cosas. Leopardi se había instalado en Pisa a su entero gusto, feliz con el clima de la ciudad, que le permitía trabajar hasta tarde con las ventanas abiertas y pasear a sus anchas, para descanso de su vista y de su cuerpo maltrecho. Giacomo le escribe a su padre a principios de noviembre, explicándole sus razones para alejarse de Recanati. El padre le responde, recriminándole “su continuo ir y venir” y ofreciéndole, si vuelve a la ciudad natal, una habitación con todas las comodidades para pasar el invierno “sin sentirlo”. Giacomo responde:
Cuando pueda vivir en Recanati con salud suficiente y con la posibilidad de ocuparme del estudio sólo como de un pasatiempo, no tardaré ni siquiera un momento en volar allí; renunciando a la gloria, y al placer, y a las ventajas de vivir en un lugar donde sea apreciado, buscado y cortejado, en vez de despreciado y fugitivo (como lo he sido obligadamente en Recanati, algo que ha dañado para siempre mi carácter), me estableceré allí para vivir a su lado y no alejarme nunca jamás.
Pasa de Pisa a Florencia a comienzos de ese verano; sin embargo, enfermo y deprimido, asediado por la idea del suicidio, tras rechazar la insistencia afectuosa de sus amigos toscanos para que se quede con ellos, así como una oferta de incorporarse a la Universidad de Bonn, resuelve volver a Recanati para ver a los suyos antes de morir. No muere, sin embargo; y aun en la postración que le acarrea el retorno a la mezquina ciudad de su nacimiento, para la que no ahorra ningún desprecio, logra componer algunos de sus poemas más memorables y hermosos: “Le ricordanze”, “La quiete dopo la tempesta”, “Il sabato del villaggio”, “Il passero solitario” y el “Canto notturno di un pastore errante dell’Asia”. La idea de este último le fue sugerida por unas líneas del barón de Meyerdorff, autor de un relato de viajes, donde se lee que, en ciertos pueblos de Oriente, algunos pastores “pasan la noche sentados sobre una piedra, mirando la luna e improvisando, sobre palabras muy tristes, cantos que no lo son menos”. Su hermana Paolina, que lo asiste en sus momentos más penosos, copia con amor los versos de Giacomo.
Repuesto y lleno de renovados proyectos, en la primavera de 1830 acepta la hospitalidad de sus amigos toscanos y parte rumbo a Florencia. El conde Montaldo no acude a despedir a su hijo, a quien no volverá a ver nunca. Desde Florencia le escribe a Paolina: “…Que sepan los recanateses, que vean con los ojos del cuerpo —que son los únicos que tienen— que el jorobado de los Leopardi sirve para algo en un mundo en el que Recanati ni siquiera es conocida por su nombre”.
En la patria de Dante se reencuentra con Antonio Ranieri, joven napolitano de familia noble, que lo acompañará en este último período de su existencia, y se enamora de Fanny Targioni, mujer casada que no habrá de corresponderle (enamorada de Antonio, que a su vez no le corresponde). En abril de 1831 se publica en la misma Florencia la primera edición de los Canti de Giacomo Leopardi, que tuvo un gran eco. Transcribo las palabras que su amigo Vincenzo Gioberti le escribe desde Turín:
Esta obra se busca aquí y es leída con ardor por los jóvenes y por todos aquellos que están capacitados para pensar y sentir. Y todos, después de la lectura, coinciden conmigo en decir que son los más hermosos versos líricos que se han escrito en Italia después de Petrarca […] En mi opinión, habéis dejado atrás al Tasso del Aminta y a todos cuantos han intentado traspasar a la poesía italiana la originaria serenidad y pureza de la poesía griega.
Al parecer, la estrecha amistad con Ranieri alejó a Leopardi de sus amigos florentinos. En octubre de 1831 parten ambos a Roma. La estancia en la ciudad duró poco, sin embargo; retornan a Florencia a comienzos del año siguiente, faltos de dinero y atraídos por el odore di femmina que exhalaban la ya nombrada Fanny y una actriz a la que perseguía Ranieri. Todo fue decepción para Leopardi, quien poco a poco comprende que no hay ninguna esperanza de amor para él y escribe los desolados versos de Amore e morte y de A se stesso, cuya conclusión famosa no puede expresar mejor lo que se llama nihilismo, pero que encierra, además, una acusación directa contra Dios, “el horrendo poder que, oculto, en común daño impera”.
El destino último del poeta no será su tierra natal (que era para él, según decía, lo mismo que una tumba) sino Nápoles, la tierra de su amigo, adonde llega en 1833 precedido por su creciente fama. Allí pasará los cuatro años finales, marcados al final por el sufrimiento más extremo, en una larga y despiadada agonía. El poeta August von Platen, que lo visitó en 1834, se espantó de verlo, y dijo de él que llevaba “una de las vidas más miserables que se pueda imaginar”. También apuntó que su gran cordialidad y su vasta cultura disipaban enseguida la mala impresión inicial. En 1835 se publicó en Nápoles una segunda edición, ampliada, de sus Canti. Los lectores admiraban al poeta, pero cuando se paseaba por las calles los niños lo perseguían con burlas y hasta con piedras. También allí escribirá sus dos últimos grandes poemas, “Il tramonto della luna” y “La ginestra o il fiore del deserto” (“La retama o la flor del desierto”).
Giacomo Leopardi murió en Nápoles el 14 de junio de 1837, poco antes de cumplir 39 años.
La noche del día de fiesta
Dulce y clara es la noche y calla el viento,
y baña los tejados y los huertos
lenta la luna, revelando, lejos,
serenas las montañas. Oh mi amada,
ya callan los senderos, rara brilla
por los balcones la nocturna lámpara:
tú duermes; dócil sueño te retiene
en tu cuarto tranquilo, y no te muerde
ningún pesar; no sabes ya, ni piensas
en la herida que abriste aquí en mi pecho.
Tú duermes: yo este cielo, que benigno
quiere mostrarse, a saludar me asomo,
y a la naturaleza omnipotente,
que me entregó a la angustia. Aun la esperanza
te niego, dice, aun la esperanza; y nada
te hará brillar los ojos sino el llanto.
Distinto fue este día; ahora descansas
de divertirte; y quizá en sueños vuelven
cuantos de ti gustaron hoy y cuantos
te gustaron; no yo, que ya no espero
que en mí tú pienses. Y pregunto en tanto
cuánto más viviré, y aquí por tierra
me arrojo, y grito, y tiemblo. ¡Horrendos días
aun en tan verde edad! Ay, por la calle,
no lejos, oigo el solitario canto
del artesano que regresa, tarde,
tras los placeres, a su pobre albergue;
y con fuerza me oprime el corazón
pensar cómo en el mundo todo pasa,
casi sin dejar huella. Así se ha ido
el día festivo, y al festivo el día
vulgar le sigue, y se nos lleva el tiempo
todo humano acaecer. ¿Dónde está el eco
de los pueblos que fueron? ¿Dónde el grito
de los claros ancestros y el imperio
de Roma y de sus armas y el fragor
que anduvo por la tierra y el océano?
Todo es paz y silencio, el mundo todo
reposa y ya de aquellos no se habla.
En mi primera edad, cuando se espera
ansiosamente el día de fiesta, luego
que había pasado, yo angustiado, en vela,
me agitaba en el lecho; y ya muy tarde,
un canto que se oía en el sendero
alejarse muriendo poco a poco
me oprimía igualmente el corazón.
La sera del dì di festa
Dolce e chiara è la notte e senza vento,
E queta sovra i tetti e in mezzo agli orti
Posa la luna, e di lontan rivela
Serena ogni montagna. O donna mia,
Già tace ogni sentiero, e pei balconi
Rara traluce la notturna lampa:
Tu dormi, che t’accolse agevol sonno
Nelle tue chete stanze; e non ti morde
Cura nessuna; e già non sai nè pensi
Quanta piaga m’apristi in mezzo al petto.
Tu dormi: io questo ciel, che sì benigno
Appare in vista, a salutar m’affaccio,
E l’antica natura onnipossente,
Che mi fece all’affanno. A te la speme
Nego, mi disse, anche la speme; e d’altro
Non brillin gli occhi tuoi se non di pianto.
Questo dì fu solenne: or da’ trastulli
Prendi riposo; e forse ti rimembra
In sogno a quanti oggi piacesti, e quanti
Piacquero a te: non io, non già, ch’io speri,
Al pensier ti ricorro. Intanto io chieggo
Quanto a viver mi resti, e qui per terra
Mi getto, e grido, e fremo. Oh giorni orrendi
In così verde etate! Ahi, per la via
Odo non lunge il solitario canto
Dell’artigian, che riede a tarda notte,
Dopo i sollazzi, al suo povero ostello;
E fieramente mi si stringe il core,
A pensar come tutto al mondo passa,
E quasi orma non lascia. Ecco è fuggito
Il dì festivo, ed al festivo il giorno
Volgar succede, e se ne porta il tempo
Ogni umano accidente. Or dov’è il suono
Di que’ popoli antichi? or dov’è il grido
De’ nostri avi famosi, e il grande impero
Di quella Roma, e l’armi, e il fragorio
Che n’andò per la terra e l’oceano?
Tutto è pace e silenzio, e tutto posa
Il mondo, e più di lor non si ragiona.
Nella mia prima età, quando s’aspetta
Bramosamente il dì festivo, or poscia
Ch’egli era spento, io doloroso, in veglia,
Premea le piume; ed alla tarda notte
Un canto che s’udia per li sentieri
Lontanando morire a poco a poco,
Già similmente mi stringeva il core.
A la luna
Luna llena de gracia, yo recuerdo
que hace ya un año, sobre esta colina,
con angustia venía a contemplarte:
dabas entonces sobre aquella selva
como haces hoy, que toda me la aclaras.
Mas nebuloso y trémulo del llanto
que bajo el párpado nacía, a mis ojos
tu rostro aparecía, que penosa
era mi vida: y es, no cambia estilo,
oh amada luna. Y aun así me agrada
la remembranza, y evocar el tiempo
de mi dolor. ¡Oh, cómo grato ocurre
en la edad juvenil, pues larga fluye
aún la esperanza y la memoria es breve,
el recordar de las pasadas cosas,
aun cuando es triste y la aflicción perdura!
Alla luna
O graziosa luna, io mi rammento
Che, or volge l’anno, sovra questo colle
Io venia pien d’angoscia a rimirarti:
E tu pendevi allor su quella selva
Siccome or fai, che tutta la rischiari.
Ma nebuloso e tremulo dal pianto
Che mi sorgea sul ciglio, alle mie luci
Il tuo volto apparia, che travagliosa
Era mia vita: ed è, nè cangia stile,
O mia diletta luna. E pur mi giova
La ricordanza, e il noverar l’etate
Del mio dolore. Oh come grato occorre
Nel tempo giovanil, quando ancor lungo
La speme e breve ha la memoria il corso,
Il rimembrar delle passate cose,
Ancor che triste, e che l’affanno duri!
A Silvia
Silvia, ¿recuerdas todavía
el tiempo aquel de tu vida mortal
cuando resplandecía la belleza
en tus rientes ojos fugitivos,
y ascendías, alegre y pensativa,
tu umbral de juventud?
Sonaban los tranquilos
cuartos, la calle en torno,
con tu perpetuo canto
mientras atenta a la obra femenina
te sentabas, contenta
del vago porvenir con que soñabas.
Era el mayo oloroso: y tú solías
así llevar tus días.
Yo, dejando un momento
el grato estudio y las cansadas páginas
donde mi edad temprana
gastaba y aun de mí la mejor parte,
por los balcones del paterno albergue
al sonar de tu voz ponía el oído
y a tu mano veloz
que recorría la empeñosa tela.
Veía el sereno cielo
y las calles doradas y los huertos
y el mar a la distancia y aquí el monte.
Lengua mortal no dice
lo que el pecho sentía.
¡Qué pensamientos suaves,
qué armoniosa esperanza, oh Silvia mía!
¡Cómo entonces veíamos
la vida y el destino!
Cuando revivo la ilusión aquella,
una emoción me oprime
desconsolada, acerba,
y torno a padecer mi desventura.
¿Por qué, naturaleza,
por qué, naturaleza, tú no cumples
aquello que prometes? ¿Por qué engañas
de tal modo a tus hijos?
Sin que el invierno aun agostara el pasto,
ya tú, de un ciego mal vencida y rota,
morías, tierna amiga. No pudiste
ver la flor de tus años:
no te acarició el alma el dulce elogio
de tus cabellos negros,
o del mirar esquivo enamorado,
ni en los días festivos tus amigas
del amor te hablarían.
También moría mi esperanza dulce
poco después: también a mí el destino,
me negó, y a mis años,
la juventud. ¡Ay, cómo,
cómo te fuiste, amada compañera
de mi niñez, y tú, ilusión llorada!
¿Es éste el mundo aquel? ¿Éstos los goces,
el amor, los afanes, los sucesos
de los que tanto conversamos juntos?
Al surgir la verdad
caíste, desdichada: y con la mano
la muerte fría y la desnuda tumba
mostrabas a lo lejos.
A Silvia
Silvia, rimembri ancora
Quel tempo della tua vita mortale,
Quando beltà splendea
Negli occhi tuoi ridenti e fuggitivi,
E tu, lieta e pensosa, il limitare
Di gioventù salivi?
Sonavan le quiete
Stanze, e le vie d’intorno,
Al tuo perpetuo canto,
Allor che all’opre femminili intenta
Sedevi, assai contenta
Di quel vago avvenir che in mente avevi.
Era il maggio odoroso: e tu solevi
Così menare il giorno.
Io gli studi leggiadri
Talor lasciando e le sudate carte,
Ove il tempo mio primo
E di me si spendea la miglior parte,
D’in su i veroni del paterno ostello
Porgea gli orecchi al suon della tua voce,
Dd alla man veloce
Che percorrea la faticosa tela.
Mirava il ciel sereno,
Le vie dorate e gli orti,
E quinci il mar da lungi, e quindi il monte.
Lingua mortal non dice
Quel ch’io sentiva in seno.
Che pensieri soavi,
Che speranze, che cori, o Silvia mia!
Quale allor ci apparia
La vita umana e il fato!
Quando sovviemmi di cotanta speme,
Un affetto mi preme
Acerbo e sconsolato,
E tornami a doler di mia sventura.
O natura, o natura,
Perché non rendi poi
Quel che prometti allor? perché di tanto
Inganni i figli tuoi?
Tu pria che l’erbe inaridisse il verno,
Da chiuso morbo combattuta e vinta,
Perivi, o tenerella. E non vedevi
Il fior degli anni tuoi;
Non ti molceva il core
La dolce lode or delle negre chiome,
Or degli sguardi innamorati e schivi;
Né teco le compagne ai dì festivi
Ragionavan d’amore.
Anche perìa fra poco
La speranza mia dolce: agli anni miei
Anche negaro i fati
La giovinezza. Ahi come,
Come passata sei,
Cara compagna dell’età mia nova,
Mia lacrimata speme!
Questo è quel mondo? questi
I diletti, l’amor, l’opre, gli eventi,
Onde cotanto ragionammo insieme?
Questa la sorte delle umane genti?
All’apparir del vero
Tu, misera, cadesti: e con la mano
La fredda morte ed una tomba ignuda
Mostravi di lontano.
1828
Canto nocturno de un pastor errante del Asia
¿Qué haces, luna, en el cielo? ¿Qué haces, dime,
oh silenciosa luna?
Surges, crepuscular, y los desiertos
vas contemplando; luego allá te escondes.
¿Aún no estás satisfecha
de retomar tu rumbo sempiterno?
¿Aún no te apartas, aún estás curiosa
de mirar estos valles?
Se parece a tu vida
la vida del pastor.
Se alza al primer albor,
mueve el rebaño por el campo y ve
rebaños, fuente y hierbas;
y a la tarde, cansado, se recoge:
otra cosa no espera.
Dime, luna: ¿qué vale
al pastor esta vida
y a vosotros la vuestra? ¿Adónde tiende
el breve vagar mío
y tu curso inmortal?
Viejo blanco y enfermo,
harapiento y descalzo,
con un pesado fardo en las espaldas,
por montaña y por valle,
por roca aguda y grietas y honda arena,
al viento, a la tormenta, y cuando abrasa
la hora, y cuando hiela,
divaga, corre, anhela,
torrentes cruza y charcos,
cae y resurge y más y más se apura
sin reposo ni alivio,
mísero, ensangrentado; hasta que llega
allá adonde el camino
y adonde tanto fatigar se vuelve:
hórrido abismo inmenso
donde, al precipitarse, todo olvida.
Luna virgen: y tal
es la vida mortal.
Nace el hombre a fatigas
y es con riesgo de muerte el nacimiento.
Prueba pena y tormento
antes que nada; y al principio mismo
lo toman padre y madre
a consolarlo por haber nacido.
Cuando creciendo viene
lo sostiene uno u otro y así siempre
con actos, con palabras
quieren forjarle el ánimo
y consolarlo de la humana suerte:
otro oficio más grato
no conciben los padres por su prole.
Pero ¿a qué dar al sol
y tener en la vida
a quien consuelo de ella necesita?
Si vida es desventura,
¿por qué tanto nos dura?
Pero así es, luna, de hecho,
nuestro estado mortal.
Mas tú mortal no eres:
tal vez de mi decir poco te atañe.
Tú, solitaria, eterna peregrina,
que vas tan pensativa, acaso entiendes
de este vivir terreno
lo que es el padecer y el suspirar,
lo que es este morir, este supremo
palidecer del rostro,
el adiós a la tierra, adiós a toda
acostumbrada, amante compañía.
Tú de cierto comprendes
el porqué de las cosas, ves el fruto
del alba y del ocaso,
del callado, infinito andar del tiempo.
Tú sabes, cierto, a cuál dulce amor suyo
ríe la primavera,
a quién sirve el ardor y qué procura
con su hielo el invierno.
Mil cosas sabes tú, miles descubres
que a la simpleza del pastor se ocultan.
Si a menudo te miro
tan muda estar sobre el desierto llano
que con el cielo en su girar confina;
o bien con mi majada
trashumando seguirme paso a paso,
y cuando miro el cielo alto de estrellas,
digo entre mí pensando:
¿A qué tantos candiles?
¿Qué hace el aire infinito, y la profunda
infinita quietud? ¿Y qué nos dice
la inmensa soledad? Y yo, ¿qué soy?
Conmigo así razono: y de la estancia
desmedida y soberbia,
y de tanta familia innumerable,
de tanto afán y tanto movimiento
de las cosas del cielo y de la tierra
que sin reposo giran
para tornar al punto de partida,
fin alguno, algún fruto
adivinar no sé. Mas ciertamente
tú, doncella inmortal, todo lo sabes.
Esto conozco y siento,
que de tu eterno giro
y de mi esencia frágil
tendrá bien o contento
otro, que para mí es un mal la vida.
Rebaño mío que feliz reposas
porque creo que ignoras tu miseria,
¡con qué envidia te miro!
No sólo porque vas
casi libre de afanes
y de penuria y daño
y de extremo temor pronto te olvidas,
sino porque jamás tedio has sentido.
Con sentarte a la sombra y sobre el pasto
estás contento y quieto
y gran parte del año
consumes sin disgusto en tal estado.
Yo en la hierba, a la sombra, aun reposando
un fastidio me embarga
la mente, y su aguijón tanto me punza
que allí quieto estoy lejos más que nunca
de encontrar paz o asilo.
Y eso que nada anhelo
y no tengo hasta aquí causa de llanto.
No sé decir; pero te sé dichoso.
Y yo gozo aun muy poco,
rebaño, y no me quejo de esto sólo.
Si hablar supieras, te preguntaría:
Dime, ¿por qué yaciendo
a su gusto y ocioso
todo animal disfruta,
mientras que el tedio asalta mi reposo?
Si tuviera yo alas
quizá para volar sobre las nubes
y nombrar las estrellas una a una
o como el trueno errar de cumbre en cumbre,
sería más feliz, dulce rebaño,
sería más feliz, cándida luna.
O quizá desvarío
viendo lo que la suerte en otros hace.
Quizá, sea cual sea
su estado o forma, y en cubil o cuna,
funesto el día natal es a quien nace.
Canto notturno di un pastore errante dell’Asia
Che fai tu, luna, in ciel? dimmi, che fai,
Silenziosa luna?
Sorgi la sera, e vai,
Contemplando i deserti; indi ti posi.
Ancor non sei tu paga
Di riandare i sempiterni calli?
Ancor non prendi a schivo, ancor sei vaga
Di mirar queste valli?
Somiglia alla tua vita
La vita del pastore.
Sorge in sul primo albore
Move la greggia oltre pel campo, e vede
Greggi, fontane ed erbe;
Poi stanco si riposa in su la sera:
Altro mai non ispera.
Dimmi, o luna: a che vale
Al pastor la sua vita,
La vostra vita a voi? dimmi: ove tende
Questo vagar mio breve,
Il tuo corso immortale?
Vecchierel bianco, infermo,
Mezzo vestito e scalzo,
Con gravissimo fascio in su le spalle,
Per montagna e per valle,
Per sassi acuti, ed alta rena, e fratte,
Al vento, alla tempesta, e quando avvampa
L’ora, e quando poi gela,
Corre via, corre, anela,
Varca torrenti e stagni,
Cade, risorge, e più e più s’affretta,
Senza posa o ristoro,
Lacero, sanguinoso; infin ch’arriva
Colà dove la via
E dove il tanto affaticar fu volto:
Abisso orrido, immenso,
Ov’ei precipitando, il tutto obblia.
Vergine luna, tale
È la vita mortale.
Nasce l’uomo a fatica,
Ed è rischio di morte il nascimento.
Prova pena e tormento
Per prima cosa; e in sul principio stesso
La madre e il genitore
Il prende a consolar dell’esser nato.
Poi che crescendo viene,
L’uno e l’altro il sostiene, e via pur sempre
Con atti e con parole
Studiasi fargli core,
E consolarlo dell’umano stato:
Altro ufficio più grato
Non si fa da parenti alla lor prole.
Ma perchè dare al sole,
Perchè reggere in vita
Chi poi di quella consolar convenga?
Se la vita è sventura,
Perchè da noi si dura?
Intatta luna, tale
È lo stato mortale.
Ma tu mortal non sei,
E forse del mio dir poco ti cale.
Pur tu, solinga, eterna peregrina,
Che sì pensosa sei, tu forse intendi,
Questo viver terreno,
Il patir nostro, il sospirar, che sia;
Che sia questo morir, questo supremo
Scolorar del sembiante,
E perir dalla terra, e venir meno
Ad ogni usata, amante compagnia.
E tu certo comprendi
Il perchè delle cose, e vedi il frutto
Del mattin, della sera,
Del tacito, infinito andar del tempo.
Tu sai, tu certo, a qual suo dolce amore
Rida la primavera,
A chi giovi l’ardore, e che procacci
Il verno co’ suoi ghiacci.
Mille cose sai tu, mille discopri,
Che son celate al semplice pastore.
Spesso quand’io ti miro
Star così muta in sul deserto piano,
Che, in suo giro lontano, al ciel confina;
Ovver con la mia greggia
Seguirmi viaggiando a mano a mano;
E quando miro in cielo arder le stelle;
Dico fra me pensando:
A che tante facelle?
Che fa l’aria infinita, e quel profondo
Infinito Seren? che vuol dir questa
Solitudine immensa? ed io che sono?
Così meco ragiono: e della stanza
Smisurata e superba,
E dell’innumerabile famiglia;
Poi di tanto adoprar, di tanti moti
D’ogni celeste, ogni terrena cosa,
Girando senza posa,
Per tornar sempre là donde son mosse;
Uso alcuno, alcun frutto
Indovinar non so. Ma tu per certo,
Giovinetta immortal, conosci il tutto.
Questo io conosco e sento,
Che degli eterni giri,
Che dell’esser mio frale,
Qualche bene o contento
Avrà fors’altri; a me la vita è male.
O greggia mia che posi, oh te beata,
Che la miseria tua, credo, non sai!
Quanta invidia ti porto!
Non sol perchè d’affanno
Quasi libera vai;
Ch’ogni stento, ogni danno,
Ogni estremo timor subito scordi;
Ma più perchè giammai tedio non provi.
Quando tu siedi all’ombra, sovra l’erbe,
Tu se’ queta e contenta;
E gran parte dell’anno
Senza noia consumi in quello stato.
Ed io pur seggo sovra l’erbe, all’ombra,
E un fastidio m’ingombra
La mente, ed uno spron quasi mi punge
Sì che, sedendo, più che mai son lunge
Da trovar pace o loco.
E pur nulla non bramo,
E non ho fino a qui cagion di pianto.
Quel che tu goda o quanto,
Non so già dir; ma fortunata sei.
Ed io godo ancor poco,
O greggia mia, nè di ciò sol mi lagno.
Se tu parlar sapessi, io chiederei:
Dimmi: perchè giacendo
A bell’agio, ozioso,
S’appaga ogni animale;
Me, s’io giaccio in riposo, il tedio assale?
Forse s’avess’io l’ale
Da volar su le nubi,
E noverar le stelle ad una ad una,
O come il tuono errar di giogo in giogo,
Più felice sarei, dolce mia greggia,
Più felice sarei, candida luna.
O forse erra dal vero,
Mirando all’altrui sorte, il mio pensiero:
Forse in qual forma, in quale
Stato che sia, dentro covile o cuna,
È funesto a chi nasce il dì natale.
Amor y muerte
El amado del cielo muere joven.
Menandro
Amor y Muerte, a un mismo tiempo, hermanos
los engendró la suerte.
Cosas aquí más bellas
no tiene el mundo, no hay en las estrellas.
El bien nace del uno,
nace el placer mayor
que por el mar del ser hallarse puede;
la otra, todo dolor,
todo gran mal anula.
Virgen la más hermosa,
dulce de ver, no como
se la imagina la cobarde gente,
ella al joven Amor
gusta de acompañar constantemente;
sobrevuelan los dos la mortal vía,
de todo sabio corazón consuelo;
que nunca ha sido un corazón más sabio
que golpeado de amor, nunca más fuerte,
ni por otro señor la infausta vida
despreció, ni dispuesto
estuvo a peligrar como por éste;
donde das tu socorro,
Amor, nace el coraje
o se despierta, y sabiamente obras
y no vano pensar, como acostumbra,
la humana prole alumbra.
Cuando reciente nace
del corazón profundo
un afecto amoroso, allá en el pecho,
lánguido y fatigado a un tiempo mismo,
un vago anhelo de morir se siente:
cómo, no sé, mas tal es de un potente
y verdadero amor el claro efecto.
Quizá el ojo se espanta
de este desierto entonces, ya la tierra
quizá el mortal inhabitable encuentra
desde allí, sin aquella
nueva, sola, infinita
felicidad que piensa y se figura:
mas, por esa razón, grave tormenta
presintiendo en su ser, anhela calma,
refugio espera y puerto
ante el ansia terrible
que ruge ya a su alrededor, oscura.
Después, cuando ya todo lo revuelve
tal poder formidable
y el ciego afán el corazón fulmina,
¡cuántas veces te implora
con intenso deseo,
Muerte, y te llama el angustiado amante!
¡Cuántas de noche, y cuántas,
abandonando al alba el cuerpo exhausto,
se imagina feliz si de allí nunca
volviera a levantarse
ni retornase a ver la luz amarga!
Cuántas al son de fúnebre campana
y al canto que conduce
la gente muerta al sempiterno olvido,
con suspiros ardientes
desde el fondo del pecho envidió a ése
que entre los muertos a habitar se iba.
Aun la plebe, aun el hombre
de la villa, ignorante
de la virtud que del saber deriva,
aun la doncella tímida y esquiva
a quien de muerte el nombre
solamente erizar le hace el cabello,
osa a la tumba, al fúnebre sudario,
mirar de frente, llena de constancia,
osa en hierro y veneno
meditar largamente,
y aun en su inculta mente
la gentileza del morir comprende.
Tanto a la muerte inclina
de amor la disciplina. Ocurre a veces,
si llega a tanto el sufrimiento interno
y la fuerza mortal no lo sostiene,
que el cuerpo frágil cede
a tan terrible empuje y de esta forma
por fraterno poder vence la Muerte;
o tanto incita Amor en lo profundo,
que por sí mismo el rústico villano
o la tierna doncella
con la violenta mano
ponen el cuerpo juvenil en tierra.
De ellos se ríe el mundo,
a quien paz y vejez consienta el cielo.
Al ardiente, al feliz,
al animoso ingenio,
uno u otro de ustedes les dé el Hado,
dulces señores, caros
a la humana familia,
cuyo poder ningún poder iguala
en el vasto universo ni lo alcanza,
sino la del Destino, otra pujanza.
Y tú, a quien desde el fondo de mis años
siempre alabada invoco,
bella Muerte, piadosa
sola en el mundo al terrenal tormento,
si celebrada fuiste
por mí una vez, si a tu divino estado
intenté compensar
de la oprobiosa ingratitud del vulgo,
no tardes más, inclínate
a inusitados ruegos,
cierra a la luz ahora
mis tristes ojos, reina de mis años.
Seguro me hallarás, cual sea la hora
que a mi rogar las alas tú despliegues,
alta la frente, armado
e insumiso ante el Hado,
la mano que se tiñe flagelándome
en mi sangre inocente
sin colmar de alabanzas,
sin bendecir, cual suelen
por antigua vileza los humanos;
toda vana esperanza con que el mundo
al igual que a los niños se conforta,
todo consuelo estúpido
quita de mí; ya nada, en ningún tiempo
sino a ti espero, sola;
sólo aguardo sereno
el día que doble el rostro adormecido
en tu virgíneo seno.
Amore e morte
Muor giovane colui ch’al cielo è caro.
Menandro
Fratelli, a un tempo stesso, Amore e Morte
Ingenerò la sorte.
Cose quaggiù sì belle
Altre il mondo non ha, non han le stelle.
Nasce dall’uno il bene,
Nasce il piacer maggiore
Che per lo mar dell’essere si trova;
L’altra ogni gran dolore,
Ogni gran male annulla.
Bellissima fanciulla,
Dolce a veder, non quale
La si dipinge la codarda gente,
Gode il fanciullo Amore
Accompagnar sovente;
E sorvolano insiem la via mortale,
Primi conforti d’ogni saggio core.
Nè cor fu mai più saggio
Che percosso d’amor, nè mai più forte
Sprezzò l’infausta vita,
Nè per altro signore
Come per questo a perigliar fu pronto:
Ch’ove tu porgi aita,
Amor, nasce il coraggio,
O si ridesta; e sapiente in opre,
Non in pensiero invan, siccome suole,
Divien l’umana prole.
Quando novellamente
Nasce nel cor profondo
Un amoroso affetto,
Languido e stanco insiem con esso in petto
Un desiderio di morir si sente:
Come, non so: ma tale
D’amor vero e possente è il primo effetto.
Forse gli occhi spaura
Allor questo deserto: a se la terra
Forse il mortale inabitabil fatta
Vede omai senza quella
Nova, sola, infinita
Felicità che il suo pensier figura:
Ma per cagion di lei grave procella
Presentendo in suo cor, brama quiete,
Brama raccorsi in porto
Dinanzi al fier disio,
Che già, rugghiando, intorno intorno oscura.
Poi, quando tutto avvolge
La formidabil possa,
E fulmina nel cor l’invitta cura,
Quante volte implorata
Con desiderio intenso,
Morte, sei tu dall’affannoso amante!
Quante la sera, e quante
Abbandonando all’alba il corpo stanco,
Se beato chiamò s’indi giammai
Non rilevasse il fianco,
Nè tornasse a veder l’amara luce!
E spesso al suon della funebre squilla,
Al canto che conduce
La gente morta al sempiterno obblio,
Con più sospiri ardenti
Dall’imo petto invidiò colui
Che tra gli spenti ad abitar sen giva.
Fin la negletta plebe,
L’uom della villa, ignaro
D’ogni virtù che da saper deriva,
Fin la donzella timidetta e schiva,
Che già di morte al nome
Sentì rizzar le chiome,
Osa alla tomba, alle funeree bende
Fermar lo sguardo di costanza pieno,
Osa ferro e veleno
Meditar lungamente,
E nell’indotta mente
La gentilezza del morir comprende.
Tanto alla morte inclina
D’amor la disciplina. Anco sovente,
A tal venuto il gran travaglio interno
Che sostener nol può forza mortale,
O cede il corpo frale
Ai terribili moti, e in questa forma
Pel fraterno poter Morte prevale;
O così sprona Amor là nel profondo,
Che da se stessi il villanello ignaro,
La tenera donzella
Con la man violenta
Pongon le membra giovanili in terra.
Ride ai lor casi il mondo,
A cui pace e vecchiezza il ciel consenta.
Ai fervidi, ai felici,
Agli animosi ingegni
L’uno o l’altro di voi conceda il fato,
Dolci signori, amici
All’umana famiglia,
Al cui poter nessun poter somiglia
Nell’immenso universo, e non l’avanza,
Se non quella del fato, altra possanza.
E tu, cui già dal cominciar degli anni
Sempre onorata invoco,
Bella Morte, pietosa
Tu sola al mondo dei terreni affanni,
Se celebrata mai
Fosti da me, s’al tuo divino stato
L’onte del volgo ingrato
Ricompensar tentai,
Non tardar più, t’inchina
A disusati preghi,
Chiudi alla luce omai
Questi occhi tristi, o dell’età reina.
Me certo troverai, qual si sia l’ora
Che tu le penne al mio pregar dispieghi,
Erta la fronte, armato,
E renitente al fato,
La man che flagellando si colora
Nel mio sangue innocente
Non ricolmar di lode,
Non benedir, com’usa
Per antica viltà l’umana gente;
Ogni vana speranza onde consola
Se coi fanciulli il mondo,
Ogni conforto stolto
Gittar da me; null’altro in alcun tempo
Sperar, se non te sola;
Solo aspettar sereno
Quel dì ch’io pieghi addormentato il volto
Nel tuo virgineo seno.
A sí mismo
Reposarás por siempre,
cansado corazón. Murió el engaño extremo,
que eterno me creí. Murió. Bien siento
que de bellos engaños
no ya esperanza, hasta el deseo ha muerto.
Reposarás. Bastante
palpitaste. No vale cosa alguna
tus afanes, ni es digna de suspiros
la tierra. Amargo tedio
la vida, nada más; y es fango el mundo.
Quieto ya. Desespérate
una vez más. Nuestro destino es sólo,
sólo morir. Despréciate y desprecia
tu condición, el ciego
poder que, oculto, en común daño impera,
y la infinita vanidad del todo.
A sè stesso
Or poserai per sempre,
Stanco mio cor. Perì l’inganno estremo,
Ch’eterno io mi credei. Perì. Ben sento,
In noi di cari inganni,
Non che la speme, il desiderio è spento.
Posa per sempre. Assai
Palpitasti. Non val cosa nessuna
I moti tuoi, nè di sospiri è degna
La terra. Amaro e noia
La vita, altro mai nulla; e fango è il mondo.
T’acqueta omai. Dispera
L’ultima volta. Al gener nostro il fato
Non donò che il morire. Omai disprezza
Te, la natura, il brutto
Poter che, ascoso, a comun danno impera,
E l’infinita vanità del tutto.
a adrián pomontty
vengo de unas casas que saben mis cuentos. horas donde conocí mi cobardía
las manos del delirio de la cura
no preciso otro cuerpo en la mañana,
sólo este intento por descubrir la cara ante una impaciente sonoridad desaparecida
extinguiendo la hora y el segundo exacto de la inocencia
poema
sólo tú me encuentras cuando no tengo espejos.
voy a servir la mesa para que descanses la frente, muevas entre los dedos los pedazos que fuiste, cantes en lo respirado el asunto del cuerpo. voy a servir agua para que acciones la boca; diremos que el poema es asunto de los dioses y el infierno es el reino para que encuentres el destello en una sirena de tu adentro. comeremos juntos aquella naranja y en su jugo visitaremos la casa de tus pájaros que dejamos en la noche de la muerte. poema, di tu nombre, di tu cuerpo y seremos aquellos niños que no se sueltan de la arena, tampoco se limpian la cara y creen que los fantasmas usan el esqueleto del mantel. voy agarrándome de unos peldaños mientras aquí, todo pasa en la sombra. acuéstate donde nadie ha dejado su hielo, y todos han comido pues el río es un niño y mi adentro es un espejo. pronto el frío y el destello son innobles. a dónde se dirige el grito o la plegaria. no hay certeza de estar aquí. despégome de tu incendio, tampoco comas el tedio de mis ojos no lances estos restos a los lobos.
a quién le hablo si extraigo lo que como, a quién le hablo si escupo lo que escucho
¿a quién esta memoria sabe?
no creo soportar el filamento, la audacia, la erudición, la suerte, un martillo, mis ojos, el fuego, un cuchillo, la marea
cangrejos se alimentan con mis ojos, no los culpo
deseaba este cuenco vacío, andar en un bosque perdido, saborear el llanto ajeno y verterme en una gota
quedarme ahí sin misterio, endulzar la lengua de las hormigas,
dejar el cuerpo sin camino, auscultar la niebla en vez de espíritu.
destierro lo que digo para no volver
la sal penetró la lengua, se llevó algunos demonios, instauró el lenguaje de los peces y recordé el dialecto del embrión.
desde entonces no aprendí a decir, la tarde lo ha dicho todo
beso sus amarillos y descanso.
a ti
bebo la sombra del despojo llegando a ciegas a su brecha. un poema sueña este momento
me acuesto en esta página
aprendemos del ocaso, su trayecto. pasarán las horas en este abolirse temprano
y un silencio primitivo cuestiona la totalidad del ser
abro la boca para vencer al ángel, entra hasta mi túnel, saluda mi pus y mi hambre, conversa con los fantasmas de mis cuerdas, perpetúa el esófago de humo, habita cada trozo del estómago, baja hasta el ombligo y se duerme.
¿qué importa el poema que de venir se pierde?
es asunto del vértigo saberlo en los dedos y entender que nunca estuvo ahí
se inmoviliza cuando está lejos y los ojos que uno tiene no logran comprender su morada.
es asunto de lo sólo pretender que es una casa:
lo primero es olvidar las palabras, decirlas en secreto como un mantra; atesorar del sonido, su ausencia; escudriñar en su morfología, algún atisbo.
lo segundo es verterse en el agua. esperar a que tome su rumbo alrededor del cuerpo, no juzgar nada.
respiro en la sal
es de intrusos y
ventanas amarillas en la madrugada son
la aparición de la abuela en una lamparita celeste,
lamo tu semilla
recibimos la bendición del silencio
ansiando tu cuenco
que de pura sed le amo
porque todo en mí ha resucitado.