herrumbre que amenaza nuestra fórmula de amor
y de odio, de rebelión y de reconciliación, de fe
y de negación.
Roman Jakobson
Como eco de la voz vanguardista de José Juan Tablada y de los movimientos de vanguardia europeos, surge en México, en el año de 1921, con la escandalosa publicación de su primer manifiesto, el movimiento estridentista. Este documento firmado por un solo hombre, Manuel Maples Arce, gritaba a todo pulmón “muera el cura Hidalgo, Chopin a la silla eléctrica, viva el mole de guajolote” y se reconocía hermano de los futurismos italiano y ruso y del dadaísmo internacionalista. El ruido que provocó no sólo rompió ventanas y abrió puertas herméticamente cerradas, sino que anunció una nueva literatura y una total renovación estética.
Leyendo hoy día los manifiestos, los poemas, las revistas, los libros que publicaron durante los años de su apogeo (1921-1927), nos encontramos frente a una literatura nueva, renovadora, visiblemente orientada hacia el futuro. Sus temas emergían casi exclusivamente de la ciudad, de las nuevas formas de vida humana, de la relación del hombre con la técnica, de los últimos inventos. Más allá de las fronteras de la palabra escrita se preocuparon con insistencia por la pintura y dan a la fotografía el rango de arte. En el estridentismo estaba presente el espíritu que caracterizaría a los surrealistas y no sólo eso, sino que coincidían en varios postulados: despertar al sol a la hora en punto, desempacar las palabras, alas para el hombre y su pensamiento, luchar contra las dictaduras y contra quienes se aterrorizan por tener que pensar. Los poemas de Maples Arce, Luis Quintanilla, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo; los textos de prosa narrativa o doctrinaria, densa y polémica de Arqueles Vela, donde tantas veces brilla el absurdo; los dibujos e ilustraciones de Charlot, Alva de la Canal, Méndez, Revueltas; las esculturas de Germán Cueto; las fotografías de Tina Modotti y Edward Weston, expuestos en un café que servía de sala de reunión y galería de arte o en las páginas de sus revistas Irradiador y Horizonte, toda su producción nació de un trabajo de crítica y experimentación, que en última instancia manejaba los elementos renovadores que acompañaron a la Revolución mexicana. Maples Arce definía al estridentismo como “la única expresión intelectual de la Revolución”, afirmando, además: “La Revolución Mexicana me apasionó, sentí su honda significación y traté de imprimirle un sentido estético, sacrificando todo sufragio político a la autenticidad poética” (Maples, 1967, p. 188).
Tal como el surrealismo quiso ponerse “al servicio de la revolución”, el estridentismo se puso al servicio de la gesta mexicana. Plenamente conscientes de su papel revolucionario, los estridentistas fueron el último grito de la lucha social de 1910 que ya agonizaba en manos del Estado. No es casual que Maples Arce, fundador y cabeza del movimiento, fuera veracruzano, que en Xalapa se asentara durante su periodo más alto de combate y agitación y que en Veracruz se diera la última gran batalla de la Revolución mexicana: la huelga inquilinaria. Aunque como dije antes, el punto neurálgico del estridentismo se ubicó en la provinciana ciudad de Xalapa, sus voces llegaron a la capital y a otras provincias mexicanas, y por medio del contacto epistolar y del intercambio de publicaciones alcanzaron los oídos de numerosas editoriales del mundo, sobre todo de los que estaban también en el campo de la vanguardia. “El estridentismo no es una escuela, ni una mafia intelectual, como las que aquí se estilan. El estridentismo es una razón de estrategia. Un gesto. Una irrupción”.
Si el posmodernismo —con González Martínez— había colocado al búho en el lugar del cisne modernista, los estridentes dan un salto cualitativo al imponer el pájaro mecánico —el aeroplano— como símbolo o emblema de su estética.
Como a los demás vanguardistas europeos y americanos, a los estridentistas les vino chico el arte tradicional; la retórica y las técnicas anteriores les parecían ligadas al pasado e inhábiles, insuficientes para expresar su mundo, sus emociones. En su segundo manifiesto explican el valor de la técnica en una obra de arte y sostienen que la misma “está destinada a llenar una función espiritual en un momento determinado”. Por eso, cuando los medios de expresión (es decir, la técnica) “son inhábiles o insuficientes para traducir nuestras emociones personales —única y elemental finalidad estética— es necesario, y esto contra toda la fuerza estacionaria y afirmaciones rastacueras de la crítica oficial, cortar la corriente y desnucar los swichs” (Actual, No. 2, enero 1923).
Para alcanzar sus finalidades estéticas les es necesario trabajar de otra manera las materias primas del arte, utilizar otros instrumentos y hasta cambiar la materia misma: en la plástica se acercan al cubismo y la abstracción, en la poesía intentarán la transformación de la imagen. Si el futurismo italiano planeaba sobre todo la renovación —e incluso la destrucción de la sintaxis y la morfología, y la introducción de signos de diferentes sistemas (como los de la música y las matemáticas)—, los estridentistas centran sus esfuerzos en la semántica poética. La imagen se convertirá en su quilla renovadora. Aunque es indiscutible que otros aspectos de la semántica poética (como el léxico y su relación con la sintaxis) también son importantes para ellos, es en los procedimientos de significación poética, en las imágenes, en donde radica la esencia del cambio que nuestro movimiento de vanguardia se propuso.
En su prólogo al Índice de la nueva poesía americana de 1925, antología vanguardista en la que el estridentismo está representado por Maples Arce y List Arzubide, Borges da a la metáfora una importancia crucial dentro de los principios estéticos de la vanguardia hispanoamericana, coincidiendo con los estridentistas, principios que, en el caso de nuestros vanguardistas, tanto se han afanado en soslayar o incluso negar la mayor parte de nuestros historiadores y críticos literarios.
De una vez por todas es necesario afirmar que la esencia del cambio, lo novedoso de esta nueva poesía no radica en los objetos a los que hace referencia, en el mundo moderno que describen —aviones, máquinas, ciudades futuristas, obreros—, sino en las imágenes que utilizan para describirlo. Lo que se propusieron conscientemente fue renovar la naturaleza de la imagen, el mecanismo que sustenta la significación poética.
Maples Arce, máximo representante del movimiento, no sólo se dedicó a redactar escandalosos manifiestos o a asumir actitudes radicales y a veces agresivas frente al ambiente cultural y los gurús literarios de su momento, sino que sentó las bases teóricas que sustentan el arte y la poesía estridentistas. En Soberana juventud, segundo volumen de sus memorias, nos narra:
Y más adelante:
Asimismo, en un polémico artículo publicado en El Universal Ilustrado nos da aún más claves para conocer sus intenciones y preocupaciones estéticas y para desentrañar y comprender la poesía del movimiento:
O, dicho en otras palabras, la poesía estridentista se propone tres tipos de imágenes. La primera, a la que Maples denomina simple es la liga con la poesía anterior y no presenta ningún aspecto novedoso; la segunda corresponde a la imagen simultánea utilizada, también en ese momento por creacionistas y ultraístas, por el futurismo y el montaje cinematográfico; imágenes que están en la base de la estética cubista. La culminación de estas imágenes que podremos llamar compuestas, simultáneas, equivalentistas o cubistas, puede verse en el Ulises de James Joyce y en La tierra baldía de T. S. Eliot, obras aparecidas en 1922, año también de la publicación de Andamios interiores de Maples. Coincidencias de lucidez perceptiva y necesidades de la expresión. Expresión de las necesidades.
Apollinaire afirmaba: “El cubismo es el arte de pintar conjuntos nuevos con elementos tomados no de la realidad de visión, sino de la realidad de concepción” (Caracciolo, 1974, p. 51). Las imágenes cubistas niegan la representatividad fotográfica de la realidad, buscan la unidad de sujeto-objeto, eluden el artificio de la perspectiva, presentan simultáneamente perfiles que establecen desde puntos de observación móviles. En pocas palabras, proponen la liberación total del mundo objetivo tal como lo perciben nuestros sentidos (p. 44). Lo anterior puede ejemplificarse con los siguientes versos de Maples Arce:
Refractado en las lunas sombrías de los espejos.
O en estos otros de List Arzubide:
sus ojos se evaporan en mi consolación
y en la sombra combada ventana a lo invisible
mis manos de infinito alcanzaron el sol.
El tercer tipo de imagen estridentista que Maples Arce propone también está estrechamente vinculado con las artes plásticas, pero ya no con el cubismo, sino con el arte abstracto. Decía Maples Arce: “La poesía debe ser poesía pura de emociones imaginales sin situación objetiva”. Y también: “…yo utilizo imágenes dobles de redacciones y coordinaciones intraobjetivas, tomando en cuenta la similaridad y superposición de imágenes, lo que yo hago puede llamarse abstraccionismo” (Schneider, 1970, p. 53). También con estos postulados los estridentistas coinciden con sus contemporáneos vanguardistas: Marinetti buscaba ampliar al máximo los límites permisibles de las analogías, Reverdy afirmaba: L’image est une création pure de l’esprit en el número 13 de la revista de vanguardia Nord-Sud. También en 1922, en Prisma de Buenos Aires, los ultraístas declaraban: “Cada verso de nuestros poemas posee su vida individual y representa una visión inédita”.
Estas imágenes vanguardistas que podemos denominar abstractas no requieren, para descifrarse, de un referente. En las imágenes cubistas el mundo se expresa mediante un rompimiento de las leyes naturales, pero siempre se puede recuperar la realidad que ha sido fragmentada y vuelta a armar de una manera distinta, plasmándola estéticamente. En las imágenes que Maples Arce llama indirectas o abstractas, la realidad no cuenta, lo expresado dinámicamente no posee un correlato objetivo.
Y la luna sin cuerda me oprime en las vidrieras.
Estos versos de Maples no nos remiten a la “realidad” sino que crean la suya propia, inédita, intraducible. Lo mismo podríamos decir de los siguientes versos de Luis Quintanilla:
naciendo en el mar
¡pero son unos helados de vainilla
con jarabe azul!
Con estas imágenes los poetas estridentistas se “emparejan” con los principios creacionistas de Vicente Huidobro:
Os diré qué entiendo por poema creado. Es un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como fenómeno singular, aparte y distinto de los demás fenómenos. Dicho poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde algo, ni es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni porque describe hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y no admite términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.
Nada se le parece en el mundo externo; hace real lo que no existe, es decir, se hace realidad así mismo. Crea lo maravilloso y le da vida propia. Crea situaciones imaginarias que jamás podrán existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el poema para que existan en alguna parte (Collazos, 1977, pp. 126-127).
Estos tipos de imágenes nuevas revolucionaron a la poesía y a la literatura universal; y en esto radica la importancia de los poetas estridentistas: en habernos llevado con su poesía a caminar las mismas sendas renovadoras. Sin la obra de los estridentistas la historia del arte mexicano, en particular de la poesía, tendría un gran hueco y resultarían inexplicables muchas obras posteriores.
Si hasta aquí hemos mencionado aspectos coincidentes entre los vanguardistas mexicanos y otros movimientos similares, veamos ahora algunos aspectos que los distinguen notablemente. En primer lugar hay que asentar que los estridentistas siempre se preocuparon por un elemento trascendental que los hizo ir más a fondo en sus búsquedas, pero que también representó una limitante en el camino de la experimentación: siempre intentaron organizar emocionalmente —aun rompiendo con la lógica— los conjuntos abigarrados y en ocasiones casi caóticos de sus imágenes poéticas; en busca de un sentido profundo, de un “ritmo interior” (como ellos mismos lo llamaban) que articulara los elementos dispersos y que, en última instancia, trascendiera y diera sentido a las innovaciones formales.
En una entrevista, List Arzubide afirmó que la intención de los poemas estridentistas era crear una “música de ideas”, dirigirse al lector de la misma manera que la música se dirige a su receptor: transmitir un sentido y una emoción profundas —sentimiento y emoción que les dieron origen y que las sustentan— sin dirigirse directamente ni al sentimiento, ni al pensamiento.
Así, poemas que aparentemente son sólo la reunión de una serie más o menos complicada y más o menos caótica de los tres tipos de imágenes mencionados, poseen un orden interno, están organizados por una intención emotiva, articulados por un “ritmo interior” y un “profundo sentido imaginal”, para volver a utilizar sus propias palabras. Tal es el caso de:
Prisma
Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.
El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!
Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
sus palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.
Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.
¡Y la locura de Edison a manos de la lluvia!
El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines suben como la champaña
y mientras las ojeras sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman.
La estrella del recuerdo
naufragada en el agua
del silencio.
Tú y yo
coincidimos
en la noche terrible,
meditación temática
deshojada en jardines.
Locomotoras, gritos,
arsenales, telégrafos.
El amor y la vida
son hoy sindicalistas,
y todo se dilata en círculos concéntricos.
Este es un poema central del libro Andamios interiores de Maples Arce. En él se conjugan metáforas, metonimias, sinestesias, en juegos ópticos y auditivos, mezclando imágenes cubistas y abstractas, juegos de simultaneidad y equivalencia, en un equilibrio que nace del fondo del poema, del sentimiento que le dio vida y lo sustenta. “Prisma” nos entrega (Bonifaz Nuño, 1981, p. 17) “una coherente y completa imagen del mundo”, mediante una serie de imágenes aparentemente desorganizadas, trascendiendo la lógica, lo puramente racional.
Lo mismo podríamos decir de “Esquina” de Germán List Arzubide, poema que da nombre a su libro publicado en 1923 y prologado por Maples Arce:
Esquina
Un discurso de Wagner
bajo la batuta del
ALTO —Y— ADELANTE
La calle se ha venido toda tras de nosotros
y la sonrisa aquella se voló de mis manos.
El sol te ha desnudado.
La ciencia se perfuma de malas intenciones
y al margen de la moda
se ha musicado el tráfico.
10.000 para mañana
con la última quiebra
han bajado las lágrimas.
Lazaró-Lazaró
El viaje a Marte al fin se hará en camión.
Contra los Académicos de mañana
se ha levantado en armas.
Ahora los relojes adivinan la suerte
mientras las hojas secas usan ventilador
y sobre la sonrisa final de los retratos
se ha detenido un sueño 1902.
El cielo está agotado en los últimos discos
los escaparates hablan del amor libre
su nombre es un relámpago de tarjeta postal.
Si no estuviera triste…
Se vende y se canta por 5 centavos
A Villa lo inventaron
los que odiaban al gringo
¿sabe usted para dónde se ha mudado el correo?
Para hablar en inglés es necesario
cortarse la mitad de la lengua.
Los teléfonos sordomudos
han aprendido a hablar por señas.
¿Quién halará los cables
que arrastran los eléctricos?
Los periódicos pagados
callan el asesinato de los perros.
La oratoria es el arte de saquear los bolsillos
y el recuerdo se vende en papel recortado
el trabajo es un grito amarillo
¿será un juego de bolsa lo del tiempo barato?
En todas las ventanas ya se venden cigarros.
Sobre la incubadora
asoleada
están piando las horas.
Aquel amor lejano
era de la Secreta.
Todas las pantorrillas
viven de exhibición
y mientras los eléctricos
murmuran de mi pena
con sus banderas rojas
van pasando mis novias en manifestación.1
Vale anotar que, a pesar de que el título del libro podría catalogarse como cubista, guiarnos por él para analizar sus imágenes sería una pista falsa pues, como podemos ver en este poema, la mayoría de ellas pertenecen al tipo abstraccionista. Las imágenes de Esquina están, además, matizadas por una característica muy personal del estilo de List, el humor, que ya Maples comenta en su prólogo:
Mención especial merece Luis Quintanilla por su particularísimo estilo que lo distingue dentro de los poetas del movimiento, del cual formó parte sólo de manera tangencial; así como por el hecho de que su poesía permanece prácticamente en el olvido a pesar de poseer una calidad innegable.
La tristeza del gigante
Torre Eiffel
o hija mía
el corazón
acaba de romperse contra mi pecho
y mis arterias se hinchan como ríos coléricos
Sentado sobre el Popocatépetl
con la frente bañada de aire puro
las nubes reposan sobre la lluvia
y mi cabeza sobre las nubes
mesas de mármol morado y negro
¡Qué solo estoy
en el CAFÉ DE LA SERENIDAD!
Abandonada
La montaña solloza como mujer encinta
y en vano dos confetis caen
constantemente
uno tras otro
sol y luna
plata y oro
La kermess
está muerta
Hay volcanes
naciendo en el mar
¡pero son unos helados de vainilla
con jarabe azul!
SUFRO ¿quién podría matarme?
Mi cara está húmeda
y oigo a las olas blanquear las rocas
Mi cabeza sigue obsesionada
con las sacudidas de las alas negras
Dos riachuelos brotaban de sus ojos verdes
¿Y SI ESTO SIGUE ME DESPLOMARÉ SOBRE EL MUNDO!
Así lloraba el gigante
al ver allá abajo
¡tan pequeños a los hombres!
En este poema advertimos que a pesar de sus características individuales que lo acercan al absurdo, al dadaísmo de Tzara o al surrealismo (Schneider, 1970: 74-75), en la poesía de Quintanilla se cumplen también los postulados de los estridentistas. Se encuentran en “La tristeza del gigante” los tres tipos de imágenes y también el “ritmo interno” que las articula.
Por otra parte, en estos mismos poemas hay otra característica distintiva de la poesía estridentista, esta vez en el nivel métrico. La lengua del verso estridentista no presenta ninguna innovación importante; por el contrario, el poema de Maples está compuesto por alejandrinos clásicos —su metro preferido— divididos en hemistiquios, de manera tal que algunos versos son heptasílabos. Más de una vez las terminaciones vocálicas coinciden en rimas asonantes y el ritmo corresponde a los acentos clásicos del verso tetradecasílabo. Exactamente lo mismo sucede en el poema de List Arzubide, quien además hace un uso más claro y reiterado de la rima que a veces es consonante. Por el contrario, el poema de Quintanilla se separa en éste como en otros aspectos de los de sus compañeros pues está escrito en verso libre; este hecho lo diferencia notablemente de sus compañeros de movimiento, aunque después de una lectura atenta y sin ir demasiado lejos, encontramos que su verso tampoco propone grandes rupturas en relación a la poesía anterior. Hay que recordar que Tablada ya ha ido, para ese momento, mucho más lejos en la experimentación y la búsqueda de nuevas formas métricas.
Tampoco en el nivel sintáctico los estridentistas llevan a cabo cambios de la naturaleza de los formulados por otros movimientos de vanguardia. Las oraciones de los tres poemas son perfectas y, en general, se respetan todas las reglas gramaticales. A excepción nuevamente de “La tristeza del gigante”, que introduce una pequeña modificación al suprimir los signos de puntuación, pero tampoco en este caso la transgresión sintáctica es agresiva o audaz, ni novedosa.
Los comentarios anteriores pueden fundamentar mi afirmación inicial: la parte central y definitiva de la nueva estética que plantean los estridentistas se localiza en el nivel semántico, en la naturaleza de los procedimientos de significación poéticas, en sus imágenes.
Esta transformación y su maravillosa fuerza y juvenil entusiasmo los hacía declarar en 1923:
Y unida a su último acto como movimiento, su autodisolución, acto final que los reafirma como vanguardia: la desaparición antes que el aniquilamiento, representa su más importante herencia para nuestra poesía. Citemos a List Arzubide:
* Ensayo perteneciente al volumen Vértices actualistas del movimiento estridentista (a más de un siglo de su irrupción), Daniel Téllez (coord.), Ediciones del Lirio, México, 2024, 156 pp.

1 Cito versión inédita corregida por el autor.
2 List Arzubide. “Cuenta y Balance” en La Pajarita de Papel, segunda época, Pen Club, Centro de México, No. 27 Sesión comida del martes 7 de marzo de 1944, en el Palacio de Bellas Artes.
Bibliografía
Carcciolo Trejo, E. (1974). La poesía de Vicente Huidobro y la Vanguardia. Gredos.
Collazos, O. (1977). Los vanguardistas en América Latina. Península.
List Arzubide, G. (1923). Esquina. “Margen” (prólogo de Manuel Maples Arce. Librería Cicerón.
________________. (1926). El movimiento estridentista. Ediciones de Horizonte.
Maples Arce, M. y otros (1923). 2º. Manifiesto Estridentista. Actual No.2. Puebla.
______________. (1967). Soberana juventud. Plenitud.
______________. (1924). Respuesta a la encuesta ¿cuál es mi mejor poesía?”. El Universal Ilustrado, 28.
______________. (1981). Las semillas del tiempo. (Estudio Preliminar de Rubén Bonifaz Nuño). FCE.
Schneider, L. M. (1970). El estridentismo, una literatura de la estrategia. Ediciones de Bellas Artes.
Autor
Ester Hernández Palacios
/ Xalapa, Veracruz, 1952 - Coatepec, Veracruz, 2023. Narradora, poeta y ensayista, también fue investigadora del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias y académica de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. Licenciada en Letras Españolas por la Universidad Veracruzana, maestra en Letras Modernas por la Universidad de Toulouse-Mirail, Francia, y doctora en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Activista y defensora de los derechos humanos, escribió México 2010. Diario de una madre mutilada, por el cual recibió, en 2011, el Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor. Entre sus libros destacan Estridentismo: memoria y valoración (1983), La poesía de Jaime Sabines: análisis poético estructural de Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1984), Tablada o el crisol de las sorpresas (1994), Travesía y otros poemas (1998) y Enriqueta Ochoa: la configuración de un femenino sagrado (2019), así como varios libros de narrativa para niños, entre los que sobresalen El cromosoma de Beatriz (2015) y Las manos de la abuela (2019).