septiembre 2024 / Inéditos

Al centro de unas cuantas casas desiertas

 
Y bailo

In the daytime
You wil find me by your side
Tryin’ to do my best
And tryin’ to make things right…

“Sky and Sand”,
Paul Kalkbrenner

 
Un hombre que no conozco
me pide lumbre,
       lumbre,
y no sabe que soy ceniza
       pura ceniza.
Camino por el piso estrellado de las calles (ambarinas y nocturnas).

La espina
que atraviesa mi muslo
es el deseo extinto.

El tiempo
desgastó la carne y las palabras.
—Ninguna flor sobrevive a tanta agua—

Emerge de mí
un árbol negro
sin hojas y sin frutos.
Me habita.

¿Cuántas veces he de contar mi vida?
¿Una, cien mil, ninguna?

Tras la puerta
el tedio.
La corbata como soga,
monedas dispersas en la hierba.

Soy solo, como decía mi abuelo.
Negro desde el inicio “Negrete, para servirles”.
Mis maneras de Todo o Nada (pero sin estilo). 
La misericordia de mi nombre.

Entro al bar y el rojo me envuelve.
—¿Vienes solo?
—Siempre.

No soporto el gesto displicente,
la exhalación de hastío.
La ortiga que me arranca la sonrisa.

¿Eso es música?

Delicadas envolturas del decoro.
Páramo quebrado… sólido.
Cuarenta y tres arrugas mi rostro.
Manos que se hunden en la tela.
Beats que podrían ser mi voz.

Y bailo.

Encorvado me muevo Fragmentos de un rostro joven que se acaba Pronto me abandonarán las piernas Mis ojos de lamento y mi boca que sonríe Tengo la espalda dolida de un hombre dolido.
Mi baile no cesa.
Contemplación piadosa de los otros que me invita a no volver.
Trago el vidrio molido de mis dientes porque no sé gritar.
Mitigo la sombra.
Conozco la raíz, su dolor.

Evito la consumación del resultado (perpetuar la especie).

Y yo danzo.

No hay forma de volver por esa misma senda.
La descendencia como maravillosa carga.
Lazo perpetuo que me ahorca:

Nadie

nada

heredará mis libros.



Flores  I

Todo es alegría
hasta que alguien pierde
un ojo
un diente
una mano
lo que lo habita.

Todo es luminoso
hasta que alguien se pierde
en la noche
en la tarde
en la mañana
en el otro.



Unión

(A él y a mí)
nos unen
el dolor y la envidia,
los azotes entre las paredes
que solían ser brutales.

Le robé la atención de mi madre
y su respuesta fue despiadada 
(mi espalda curva es su legado).  
Su odio ensombreció mi diminuta cara.

Recogí este gesto de mi infancia,
mis sonrisas —escasas— no ayudan,
y con un grotesco desamparo,
transito ya sin raíces.

Desigual competencia:
yo no sabía pelear.

No me educó.

De la vida, conmigo
      se desquitó.



Semblanza

Soy del Valle Árido
y quiero perdurar en una espina,
al centro de unas cuantas casas desiertas.

Contra mi rostro
retumba el odio,
un puñado de luz
me ciega.

Oculto mi propia historia,
así
me salvo
y los salvo de mi angustia.
Por eso hablo de calles y de nombres.

Mi estampa envilece a todo el pueblo.

Ayer me preguntaron:
—¿Cómo le haces para llorar así, hacia adentro?
Callé, pero debí responder:
—Pienso en una casa inacabada.

Me perderé en el olvido
mientras canto.

(Después de un mes todos somos ordinarios).

Estoy hecho de ramas,
de semillas secas;
soy pura tierra infértil,
un hombre solo que no espera a nadie,
fervor cristero que continúa,
una cruz dorada para mi madre.

Pero esta es mi habitual tendencia a exagerar.
No tengo ningún derecho…
ni siquiera a pedir disculpas.
La tierra me engulle
y crece en mi vientre la rabia.

Lo perdí todo, salvo la penumbra,
después volvieron los colores: el negro y el rojo.

Tengo las manos sobre mi pecho y la muerte en los ojos.

Y sí, Vicente, “los verdaderos poemas son incendios”.
Y sí, Anne, soy un hombre corriendo en llamas a través de mi casa.

Este pulso mío, empeñado en ir de más a menos,
de menos a menos.

Un fuego verde me muestra el camino,
el olor de la tragedia.

Vivo
aquí
mi íntima descarga de dolor
sin el prestigio del mármol.

Me arrastro por esta costra de tierra.

Ahórrenme la vergüenza de caer muerto en la calle…
como mi tío.

Ya no empaño los espejos.
Ningún tumulto llora por un muerto sin deudas.

Y como no puedo contarlo todo,
el secreto se marchita aquí, adentro.

¿Por qué las nubes no me matan?

Quienes me salvan ahora,
solo se preparan
para destruirme después.

Probé la miel y después el vinagre.



Say Your Stupid Line

No tengo tiempo para la tristeza,
siento vergüenza por lo que soy.
        Hablo en voz alta
        y con los labios cerrados.
Algunos me escuchan, 
más no logran entenderme.
    Escupo el agua porque no la merezco.
    Me hirieron tanto…
TANTO TANTO
que sigo deseando el bien a todos.
Say your stupid line: hay un pueblo en mí, 
seco y pedregoso,
el aire es tan sólido y negro
que desconcierta mi aliento.
TANTO TANTO
Esa gota que no cae nunca.
El sonido de las nubes que se estrellan:
Unas contra otras contra otras contra otras…



Peso

Desde niño un delgado hilo
sostiene las piedras que llevo conmigo,
mi vida no pesa.
¿Entonces por qué este cansancio?
Mi padre pesaba el azúcar y la sal
en una báscula que no servía
y yo nunca dije nada.
Aún soy el diminuto cómplice
en una tienda de pueblo,
que mira con angustia la viga,
sabiendo que se romperá.



Granada

Mi infancia
es una mancha
de granada
en mi playera:
no se quita,
lo rojo
no se quita.



Informe

Esta casa aún sigue anclada al reproche.

Las puertas a veces no me dejan entrar
me miran y se traban, escupen llaves.

La sala sigue siendo mi dormitorio
se niega a dejarme subir a la recámara.

La cama casi siempre se hunde de tu lado
me acecha y me arrastra hasta el borde.

Las cortinas ahora convertidas en manjar
de los diminutos y temibles peces de plata.

Los cajones arrojan pequeños balines
que se rehúsan a quedarse en el riel.

Las toallas aún no secan, no sirven
permanecen nuevas y nadie las cura.

El horno atrofiado tampoco adorna
dentro mantiene un desvalido plato sin fondo.

La planta de plástico que compramos
se seca lentamente y aún la riego.

La pared continúa perforada y humedecida
es el recuerdo de los llantos que colgamos.

Y estos colores deslavados de la fachada
alientan el olvido, descascarán el recuerdo.

Este reproche aún sigue anclado a la casa.



Autor

Christian Negrete

/ Pachuca de Soto, Hidalgo, 1980. Poeta. Licenciado en Derecho y especialista en Derecho Penal por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en Justicia Electoral por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y en Procuración de Justicia Electoral; maestro en Justicia Federal por el Instituto Nacional de Ciencias Penales y en Derecho Civil y Mercantil por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ganador del Premio Estatal de Cuento Ricardo Garibay 2017 con el libro La oscilación de la memoria y autor del libro Acércate a la lumbre (2018). Becario del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico en Hidalgo (PECDA) 2018, en la categoría de Creadores con Trayectoria, con el proyecto Lex et oblivio.

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