junio 2025 / Inéditos

Un alfabeto nuevo, apenas un código



Primer conjuro

Dime cómo:
del fondo
del más allá
de una experiencia de contagio
   buscando sin encontrar
   buscando algo, rompiéndome
   las manos, las neuronas
   buscando en esa forma
   o en el camino de regreso

Si las ancestras conjuraban
para que sus ciclos completasen
algo:
la cosecha, las curaciones,
el fondo de ese abismo que las
más niñas mencionan como amor.
Si en mi cuerpo existe una fuerza
capaz de encajar cuchillos en la tierra
y cortar las lluvias.
Si sangro y reviento cada vez que sangro
aunque sean las últimas migajas
de esa fertilidad tan valorada.
Si construimos tras Juana Belén, esa república federal de las mujeres
pese a los edictos y las prohibiciones
al sofisticado, enrarecido
juego de palabras aristotélico
que impide, que manda
pese a Schöpenhauer o un cercano no cercano Melchor de las Epístolas.
Mejor lanzo la llama, arma de lenguaje, ese que busco
en ese más allá a donde me has recomendado ir.
¿Cómo se llega?
Te pregunto con mi guía de ciudades cenicientas:
¿Cómo?
mientras forzamos puertas clausuradas, desbrozando esos jardines
húmedos, herbosos, entre catarinas, orugas,
o peores paisajes: nidos de alimañas.
Búscate veinte minutos
Minutos para reconstruir y descender a ese sótano pro alergias
a vapulear esa no acción.
Baja y busca entre los restos de las cosas
ya me dirás qué herrumbre y herramienta

            pero es que mira
            tenemos que prender el fuego
            Tenemos que prenderle fuego
                                                     al fuego.

Los colores de los vestidos que me gustan dicen tanto de las bocas silenciadas

Manos textileras. Alguna vez visité una tienda de telas que parecía detenida en el tiempo, en los anaqueles estaban las telas enrolladas cuyos diseños y tramas cromáticas me remitían a otros cuerpos, movimientos sinuosos de los cuerpos de mujeres andando las calles. Manos de mujeres trabajadoras, entintando hilos, manejando máquinas, trabajando el telar. La indumentaria de las mujeres que fabrican los vestidos que otras portaremos son colores oscuros, sucios, dolidos.

Los colores y la rueca. Mis cuentos de infancia tenían elementos de costura, vestuarios.
Siempre me obsesioné por aquellos que mencionaban los instru­mentos, aquel huso de la durmiente, la rueca o acciones propias como el hilar tareas del tejido, las largas trenzas.
Algo en la fabricación de los textiles implica una condena pero también hay una sutil rebelión. Las sábanas anudadas son el escape.

El poder de elaborar las telas. El poder de fabricar el textil y más tarde de fabricar el atuendo. No hay nada más perfecto que cubrir la piel con una tela hilada por una misma, nada más poderoso que confeccionar el vestido propio.
Y sin embargo las costureras, las textileras siempre han estado al margen, por su oficio, por sus cuerpos.

Mujeres en el borde de las telas. Alguna vez tuve entre mis manos una tela africana pintada y diseñada por mujeres, los hilos entreverados del algodón, el diseño sutil y los colores rosa pálido, guinda, rojo, negro; los dibujos, flores, grecas, líneas curvas. Y lenguaje: una frase suajili cuyo significado es misterioso, no por lo que dice sino precisamente porque no sé qué son esas palabras, no hay forma de saberlo. Los vestidos como el lenguaje dicen cosas que son interpretadas de una cierta forma. Los vesti­dos rasgados a la fuerza, arrancados, son palabras pisoteadas, un lenguaje fallido o grito y luego silencio.
La vestimenta es política, la vestimenta dice de la procedencia, habla economía, habla ostentación, habla pobreza, habla en género de quien la porta, se desdice, agrede o agrada.

La vestimenta y su poder infinito. Elijo un vestido de textilera, eli­jo un vestido de trabajadora, elijo un vestido que dice en su hilar de subversiones, versiones del dolor de aquellas cuyos cuerpos abandonan sin indumentaria, cuyos vestidos fueron arrastrados con los cuerpos que las portaban, elijo el vestido de luto pero también de quien no ceja.

Una tela que resiste. Una tela de años, que no cede al paso del tiempo, que se hereda de generación en generación, un vestido portado por abuelas, madres, hijas, nietas. Un vestido que habla de secretos e intimidad, de tablas y hollín, de cocinas y también de manos rasposas y tareas.

Elijo ese vestido común, ese uniforme de trabajadora.
A ella le debo mis vestidos.

Instrucciones del patrón

Lo primero que debes hacer es
extender la tela
y encoger el cuerpo

Desproveer tus sentidos animales,
volverte
una rápida secuencia
Olvidar saliva, tripas, fluidos.
Desapegarte del hambre o de la necesidad
de orinar.

Tu pulcritud será ensamblar las piezas
la audacia está en tus manos.

Así,
engrane en el sistema
serás la mujermáquina que sueña libertad de moneda.

Códigos

Mi madre tomó mis manos,
haciendo un hueco que recibe
me dio un alfabeto nuevo, apenas un código.

Los dedos en el teclado, palabras al hilo
índices, anulares, meñiques, cordiales
danzas que detonan zonas
nuevas, otras versiones, de los hechos y los dichos.

Lo dicho-escrito, desde la lengua madre
con la que velas por las mías,
haciendo camino como una forma
de nombrar, rescatas de la borradura
los mínimos hilos, las cuentas,
las formas secretas de componer
historias de mujeres tras vajillas,
historias de hilos salados
hilos que enredas en las teclas, los carretes.
Una forma de decir lo que otros
invadieron.
Acá nuestros cuerpos rozan, respiran
nuestra versión de vivir
nuestra versión de asir las flores
conocer las plantas
adorar caminos abiertos
que abrimos tras los pasos juntas.
Acá vamos tomadas de las manos
cantando, furiosas, en la fatiga
de lo que siempre resiste sin quebrarse.

* Poemas pertenecientes a Las trabajadoras, Ciudad de México, Heredad, 2024 (Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores).


Autor

Mónica Nepote

Guadalajara, Jalisco 1970. Escritora y editora. Autora de libros de poemas como Hechos Diversos y La voz es mi pastor. Su práctica de escritura cruza la exploración de formatos y códigos visuales, electrónicos y performáticos. Escribió la columna "Las repúblicas de lo salvaje" en la revista electrónica Este País. Por su libro de poemas Las trabajadoras obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores en 2024.

junio 2025