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Neil Young en su autobiografía: |
Música y poesía |
Por Jorge Fondebrider
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No. 62 / Septiembre 2013 |
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Música y poesía
Sé que el punto de vista de mi amigo Pedro Serrano –quien, de hecho, amagó con regalarme este libro (aunque mi mujer le ganó de mano)– es otro. Está en su derecho y yo en el mío. Me permito, por eso, poner a consideración del lector de esta columna lo único que Neil Young dice en todo su libro sobre el arte de componer canciones y corresponde a los primeros párrafos del Capítulo XXI, que traduzco a continuación: “¿Se preguntaron alguna vez qué es lo que implica escribir una canción? Ojalá pudiera decirles cuáles son los ingredientes exactos, pero no se me ocurre nada específico. Me parece que las canciones son un producto de la experiencia y de un alineamiento cósmico de circunstancias. Vale decir, quién es uno y cómo se siente en cierto momento. “No he escrito una canción desde que dejé de fumar yerba en enero de 2011, de modo que actualmente estamos en medio de un gran experimento químico. “Cuando escribo una canción, la cosa empieza con una sensación. Oigo algo en mi cabeza o lo siento en mi corazón. Puede que sea entonces cuando agarro la guitarra y empiezo a tocarla sin pensar. Así es como empiezan un montón de canciones. Cuando uno hace eso, no piensa. Así que uno se limita a empezar a tocar y surge algo nuevo. ¿De dónde viene? ¿Qué importa? Hay que seguir y seguir. Es lo que yo hago. Nunca juzgo lo que sale. Me limito a creer en eso. Llegó como un don cuando agarré mi instrumento y salió de mí a través del hecho de tocar un instrumento. Los acordes y la melodía se limitaron a aparecer. No es entonces momento de interrogaciones o análisis. Es el momento de conocer la canción, que no hay que cambiar hasta no conocerla. Es como una animal salvaje, una cosa viviente. Hay que tener cuidado de no espantarla. Ése es mi método, o, al menos, uno de mis métodos. “Estaba pensando que estoy poniéndome mucha presión para escribir una canción. Eso nunca funciona. Las canciones son conejos y les gusta salir de sus agujeros cuando uno no las mira, de manera que, si uno se queda ahí esperando, van a meterse en su madriguera y salir en algún otro lugar lejos de uno. Hacerlo así jamás funciona. Cuando más hablemos sobre esto, peor es. Así que mejor cambiemos de tema.” Sí, mejor cambiemos de tema, no sea cosa que uno quiera dejar de escuchar para siempre discos maravillosos como After the Goldrush (1970) u On the Beach (1974), o temas fantásticos como “Cinnamon Girl”, “Helpless”, “Cowgirl in the Sand”, “Sugar Mountain”, “Comes a Time”, “Harvest Moon” y tantos otros. Así que ya saben, si lo ven a Neil, no le pregunten ni por autos ni por trenes eléctricos. Limítense a convídarle porro.
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Publicaciones anteriores de esta columna:
No. 16 – Escribir, traducir y componer: usos de la literatura en la música
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