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Por Iván Cruz Osorio |
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El paso de los vientos La primero que vino a mi mente después de leer Al frío de los cuatro vientos fueron dos preguntas: ¿a dónde nos llevan estos poemas, si es que nos llevan a algún lugar? Y después, estos poemas, que marcan rumbos, ¿nos alientan al movimiento o a la parálisis? En estos días, en este tiempo, nuestro tiempo, donde hay un espacio muy grande para lo inútil, para la mercantilización de lo inútil en los medios masivos de comunicación, desde bebidas energéticas, aditamentos deportivos, zapatos, ipods, laptops, hasta políticos que prometen rumbos, direcciones, lugares y momentos mejores que nuestra desalentadora realidad, sería imposible encontrar un nicho que nos sugiriera que nuestro estado actual es la parálisis. Todo lo que hoy quieren vendernos implica movimiento, incluso podríamos decir que nosotros, al desplazarnos de un lado a otro de nuestras ciudades, estamos en constante movimiento. Pero, ¿en realidad es así?, ¿en verdad estamos yendo a algún lugar?, ¿la cotidianidad nos lleva a otros lugares?, ¿mover los pies o subirse a un camión o a un avión y sentarse significa avanzar? Todo esto ya lo había advertido Constantino Kavafis en su poema “La ciudad” y lo explicaba de esta forma:
En este tono de parálisis, de constante movimiento en círculos, incluso de derrota nos ubica Al frío de los cuatro vientos, y es que en realidad los poemas aquí presentados no nos llevan a ningún lugar y finalmente nos hacen ver que el único movimiento posible es la parálisis. Así, si buscamos movernos hacia el norte, punto de ubicación por excelencia, Luis Paniagua (1979) nos dice:
Es inevitable, tras leer este fragmento, traer a la memoria el mismo tono de inmovilidad, que se puede sentir en los versos de Kavafis. Y cada autor pese a que sus poemas hablan de movimiento, de caminos, de caminatas concluyen en el mismo estado de inmovilidad, así si intentamos ir al sur, Moisés Vaca nos dice:
Pareciera como si el camino fuera una curva infinita, y nos limitáramos a dar vueltas en círculos, hasta ahora, después de dos puntos cardinales: el norte y el sur, no hemos avanzado, de esta forma Al frío de los cuatro vientos se convierte en un solo camino, en un solo transito con una misma suerte, la imposibilidad de llegar a algún lado, lo cual es reafirmado por Luis Téllez Tejeda (1983), que después de su búsqueda en el este concluye:
Quizá este poema sea el más trágico y uno de los mejor logrados del libro, ya que sintetiza el objeto del viaje, de la caminata: el destino del viajero es encontrarse con nuevos viajes, que un lugar desemboca en otro, que el sur acarreará otro sur, que llegar al norte nos dará como resultado que hay un norte aún más lejano, que la vida, que los pasos no le alcanzaran al viajero para cumplir su misión, que en realidad sólo ha abierto un laberinto y que ante él se abren otros. Me detengo en la sección “Este” escrita por Luis Téllez porque sin lugar a dudas es quien nos ha mostrado a los lectores que el camino, que el este no tiene razón de ser, que ningún camino nos llevará a nada y es mejor perderse por completo que tratar de ubicar un centro o un punto de partida. En cambio Alberto Trejo (1982) ubica a la tierra del oeste como un lugar de destrucción, de tempestad, de muerte, a diferencia del resto de los autores, Trejo se compromete a darle corporeidad y carácter a su punto cardinal: “Sé que de las aves muertas/ los gusanos han bordado la tierra del oeste”. La tierra del oeste, sin embargo, podría ser cualquier tierra, podría ser el sur, el norte, el este, podría ser cualquier lugar de nuestro país, del mundo; Trejo construye esta tierra con imágenes temibles, imágenes que atemorizan como nuestro propio mundo puede hacerlo:
El acierto de Trejo con su tierra del oeste consiste en que corporiza ese punto ambiguo con las características fatales de nuestro mundo y nuestro tiempo, en consecuencia en esta sección del libro podemos percibir momentos de desolación, de nostalgia, de derrota que armonizan con el tono del resto de las secciones. Al frío de los cuatro vientos es un libro de poemas que profundiza en un problema puntual de nuestro tiempo, en nuestra incapacidad de avanzar, de movernos, con estos poemas descubrimos que el movimiento físico no implica el avance mental, el avance espiritual, el avance reflexivo y humano. Este libro nos enfrenta a la mercantilización de lo inútil, de aquello que nos promete avanzar y que en realidad termina deteniéndonos aún más. Con Al frío de los cuatro vientos sus autores reafirman con paso seguro su vocación poética y nos auguran, más que poemas que rediman a la poesía mexicana actual, poemas que sirvan en la vida diaria a sus lectores. |
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