julio 2024 / Inéditos

En medio del jardín que estamos viendo

 

(Anthem, Arizona)

Venimos hasta aquí
porque la sangre por doquier
es siempre inmóvil
y de los doce que somos
ninguno
se atrevió a confesarse.

¿Para qué
       (me lo pregunto)
guardamos en la caja del recuerdo
las cosas de un pasado
tan remoto?

También
       (si estoy de humor)
me lo respondo:

a nosotros
       (que somos casi nada)
el odio
que guardamos hace tiempo
nos hace sentir
que somos justos.

El pasado sólo habita
lo que somos incapaces de llenar
con el presente.

Por eso hemos venido de tan lejos
y hemos de volver siendo los mismos:

la distancia no aligera nuestras fallas.

 
 
Dada mi actual situación económica
me rehúso a ser raíz de cualquier árbol

—mucho menos del frondoso framboyán
que toda la familia
venera con locura

        —es (por supuesto) una metáfora:
        me refiero a la imagen petrificada de parientes
        que llevan tanto tiempo muertos
        que apenas los recuerdo,
        me refiero al epíteto
        que nos gusta llevar en el cuello
        (para que nadie nos confunda):

        ni hemos sufrido tanto ni,
        remotamente,
        somos tan especiales
        y la economía no está para estos lujos.

 
 
Vamos de dos en dos.
De dos en dos pasamos
frente al altar de nuestros miedos

—el día de hoy parece
que la muerte lleva las de ganar
pero yo pienso también en otras cosas:

  1. El arco del deseo
    se extiende y más se tensa.
  2. Los traumas de la infancia
    levantan ya su tienda
    en medio del jardín que estamos siendo.
  3. La silenciosa forma que tenemos
    de defraudar a los demás,
    de equivocarnos.

 
 
No me he contado nunca entre valientes.

Si un día (por ejemplo)
un toro corriera en la autopista
embistiendo sin más contra los autos,
yo no sería
el que lo detuviera.

—tal vez en la distancia escribiría
un verso cauteloso que dijera:
hay un toro corriendo en la autopista.

 
 

Una piedra en el camino, en el zapato, una piedra en el riñón es poca cosa. Su nombre es Pedro y es la piedra sobre la que fundaré mi cuerpo: iglesia de la indiferencia. Vendrán los peregrinos a rezar y a hacer ofrendas, vendrán para rezar por la salvación de, por la misericordia. Poca cosa, casi nada. Tierra comprimida por el tiempo, sodio. Y si la pisas demasiado, si te tropiezas otra vez, capaz que se te rompe. Poca cosa.

 
 
Quien esté libre de pecado que lance la primera. Quien no haya contado sus secretos a espaldas de nadie. Quien lleve bien escritas las cuentas, los conteos de azúcares, de grasas, carbohidratos. Y el sodio que te escucha y te regala el arma, la forma más precisa para que digas yo, para que seas, de una vez y para siempre, tu propio juez y tu verdugo.

 
 
Siempre me dio miedo que el dolor fuera otra cosa. No lo que su nombre representa. No la imposibilidad de ver la luz o de subir las escaleras. Otra cosa, oculta para mí que desconozco su nombre golem, su nombre Dios, su nombre sílabas impronunciables, su arbitrario nombre manual de medicina, página de internet, palabra que mi tía nunca se atrevió a pronunciar.

 
 
Este dolor no es un sacrificio. Si alguien me aventara a la jaula en que descansan, hambrientos, mis leones, ninguno se postraría para lamerse las heridas. Este dolor no santifica a nadie. No expía culpas ni redime los pecados. Si de mi dependiera, si mis manos tuvieran facultad de señalar a otro, de conjurar un nombre y condenar, no pensaría dos veces antes de ponerlo, justo y definitivo, en tu riñón izquierdo. Te lo regalo.

 
* Poemas pertenecientes a Así las cosas: (Casa Bonsái, 2024).
 


Autor

Sergio D. Lara

/ Cuernavaca, Morelos, 1992. Poeta y editor. Ha publicado Ciudades bajo la lluvia (ritual para conjurarte) (2011) y Génesis (Apuntes para una teoría sobre la imagen y el sonido) (2013). Muestras de su trabajo aparecen en diversas antologías, entre ellas Astronave, panorámica de poesía mexicana (1985-1993) (2013) y Poetas parricidas (generación entre siglos) (2014). Ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Josué Mirlo en 2013.

julio 2024