Indira Isel Torres Cruz (Colima, 1984)
Confesión*
Le robé a mi padre dos mil quinientos pesos se los robé con mentiras y él los puso en mi mano Soy una perra bíblica
pero púdrete pensamiento púdrete y déjame sola En esta furia tan reseca y fértil es un sinónimo palabra de mierda palabra del tiempo arrepentido cómo me arrepiento cómo me arrepiento me trueno los dedos para sostenerme por lo menos sosteniéndome yo tan llena del inicio y del espacio
vas a ver cómo dejo que me amarren las manos
Las botas
Mi madre me pegaba porque no usaba los zapatos negros que ella quería yo sólo deseaba usar mis botas con cabetes cafés subir montañas escalar rincones dar por hecho que los pies son un pulpo terrestre una epifanía Fui al salón de las sillas rotas y las sombras matutinas me esperaba Juan Manuel el chico destinado para ser médico habíamos acordado besarnos pegar nuestras lenguas no quería hacerlo pero Janet, la chica de ojos verdes insistía en que yo lo necesitaba me preguntaba para mí misma ¿Este es el camino que tengo que elegir? me troné los dedos de la mano y pude ver que el meñique no quiso tronar fui al salón donde habíamos acordado y allí estaba Juan Manuel con otro amigo no dijimos mucho se acercó, me abrazó y me puso su lengua lo interrumpí cerrando mi boca Juan Manuel arrugó la frente y un tanto tieso se dio la vuelta yo me quedé viendo mis botas con cabetes cafés luego me las quité y me quedé pensando en mis dedos flacos y en mis uñas largas bien podrían arar la tierra mis uñas largas como zurcos de limones y hojas amarillas bien podría besar a cualquier niño y sentir lo mismo o bien, me podrían salir dos lenguas por no sentir la lengua de Juan Manuel Janet me dijo que era muy probable que eso me pasara en la noche Lo único que había descubierto es que sentía unas ganas tremendas por darle una patada a esa niña que me asustaba, no sé, quizá bolear mis botas y acariciar mis dedos meñiques o esperar la noche y tentar mi lengua bífida.
Lloramos
Mamá lloró en la mañana por mi abuela Emma que se había enfermado y estaba internada en el Hospital Regional mamá gritó de nuevo −¡Cierras los ojos y con eso crees que ya la hiciste! Me salí de la casa aventé la puerta y fui a buscar a la abuela le dije que mi madre lloraba por ella me vio seria, con su nariz roja y chata vio el suelo alzó la ceja y contestó arrogante como suele hablar −qué ridícula es tu madre− le di un beso y me despedí rápido volví a casa tomé la ruta veintidós por el camino el sol se me pegó en la frente y yo tenía ganas de seguir el otro camino de las bugambilias de llegar y decirle a mi madre que es verdad que cierro los ojos y todo resiste que es igual que la abuela, que en todo se parecen que estufa y lumbre y que cuchara y olla hacen el mismo caldo que ambas son la misma carne en el mismo hueso de tuétano y nervio.
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