No. 73 / Octubre 2014 |
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Arte Poética
“Ser es una ceremonia incesante”, me soplan al oído mientras uno se desliza, inmóvil, durante el sueño. ¿Quién habla? ¿Quién escribe a través de nosotros como en un rapto, día tras día, apareciendo y desapareciendo en una ceremonia incesante? Sospecho que la luz y la oscuridad de la vida no dejan de palpitar en estas escrituras. Vida en palabras: eso es todo. Un trabajo de buzo en las profundidades del yo: no sólo individual sino también colectivo. Aquel difuso y deslumbrante yo de nuestra especie. El Arte de la Palabra es una investigación o iluminación de algunas zonas oscuras que no están a la vista. El poeta Oswald de Andrade dice en su texto “3 de mayo”: “Aprendí con mi hijo de diez años/ Que poesía es el descubrimiento/ De las cosas que no se ven”. El personaje único de estos poemas, entonces, o casi único (porque no hay nada único en esta vida), no es más que la especie humana, como ocurre secular y ecuménicamente. El esquivo, paradojal y equívoco ser humano: esa criatura que puede llegar a ser múltiple en su grandeza y en su miseria. |
Hernán Lavín Cerda:
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