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No. 72 / Septiembre 2014 |
Espejo espejo Bastaría la urraca, aquí blanca, allí negra: ¿Dónde es aquí y allí? Bastaría la urraca, si solo se tratara de ornitologías. O de faunas y floras. Bien, aquí la clemátide, allí la madreselva. ¿Dónde aquí, dónde allí? Aquí el ciervo y el lobo; allí la llama y el guanaco; aquí el ñandú, allí la ardilla y la cigüeña, allí la ruta de las migraciones. Bastarían sin duda, ¿pero cómo pueden bastar cuando no bastan? Ni siquiera unos pocos, menudos mas solemnes actos definitivos: aquí el nacer, allí el morir o viceversa. La tumba aquí del padre, allí su cuna; allí la densa ternura del hermano, aquí su suave, persistente memoria. Y aquí y allí, bello y odioso e insondable, el océano grande, callado como bestia que ruge para adentro. A esta orilla, los hijos; el hijo a aquella orilla; a ambas orillas, los amigos, y las cosas del alma, ya las antiguas, ya las incipientes. A esta orilla el amor, como una mancha luminosa en el pozo del pecho; la amada, a la otra orilla, entretejiendo la ansiedad y las urgencias del retorno. ¿Y dónde el animal desollado? ¿Dónde la media res derecha o bien izquierda? ¿Dónde el doble coleóptero que vuela apareado consigo? ¿Dónde las fuentes breves y variadas de la alegría sostenida? ¿Dónde la dura cantera del dolor, y dónde la agonía? ¿Dónde, en qué orilla, lo que estaba en los libros, y dónde lo que estaba y está en la vida? ¿Dónde los heroísmos y las cobardías, la afirmación y la renuncia, el coraje y el miedo? ¿En dónde lo escindido flagrante que con diestros, sinuosos costurones no se cierra de prisa? ¿Dónde la flor del verbo, mitad luz, mitad sombra? ¿Dónde el caballo de la infancia? ¿Dónde la espera serena y a la vez agitada de la nieve? No más preguntas; bastaría la urraca blanca o negra. Bastaría el espejo caligráfico en dos mitades roto. Bastaría la sombra de la sombra. Bastaría la lágrima unitiva, mitad de cuarzo y mitad de hoguera. O bastaría ver la comadreja y su trabajo apresurado del agujero en tierra —¿en qué tierra?— al borde mismo de mis viejos zapatos, o bien de mi descalzo de uñas frías, tenuemente moradas. Isel Rivero
Historia Seria
Te dejaré atrás, pero tú serás mi viuda
El Duque de Wellington En el Hotel Wellington de Madrid Hay una Bahía y posiblemente un Golfo de Wellington Wellington es el nombre de unas botas camperas Wellington es también el nombre de una receta Estatuas ecuestres Pero Wellington es solo un hombre Borbones, Habsburgos, Tudores, Romanovs, Nuestra breve historia
Ana Becciú Quiero asesinar a la que salió al mundo con la cara del amor, y no saqueó, pero comprendió el estado de afuera en que los demás creen cultivar un reino. Yo, a quien a veces llamo ella, porque a partir de ahora asisto a su reconocimiento, y que no es la otra porque no ha sido escindida, sino que es la que convive, la que no se guarece, la que habla. Y ella, a quien no daré un nombre porque ya ha muerto, y es el ángel que habita detrás de todos los ojos que he visto. El amor, siempre el amor, quiero que ese sea un relato de amor para que lo lean las niñas, las joyas del alba, las niñas, las que un día serán abandonadas y las que un día serán abandonadoras. Las niñas a quienes otras mujeres llamarán mujeres, para que sepan de dónde proviene esta pasión por descubrir, por colocar sobre la tierra la cara del ángel. Es la huella del judío errante que pasa por debajo de la piel, todavía: abrigo busca. Las que como ella viajan deslumbradas, son las más expuestas al dolor de abandonar: la partida es el signo predominante de sus vidas. La veo pasar envuelta en eso que emana de sus ojos. Ella, la que busca sin cesar, ¿cómo vincularla al escándalo de un permanecer? Ama lo que por esencia es perecedero, vive a merced de su pérdida. Criatura condenada a la marginalidad por su condición de sola. Eso es lo que es. Y viaja con los ojos fijos en la herida que abrió su nacimiento. El amor es su éxtasis. Ama desmesuradamente. Pero lo que ama está en ella misma, de ahí su desesperación. Encuentra en otro cuerpo leve alivio para su sed. La rodea una espesa maraña de calles, ciudades, noches que abren bajo la concha de la noche sus bolsas llenas de aroma oscuro. Como el personaje del poema que leía Nadja, da vueltas alrededor del bosque, pero no puede entrar, no entra. Exige del bosque su condición de espacio abierto a lo maravilloso. En el umbral se ha dormido. Nadie podría despertarla. Si un pedido de clemencia cabe en sus manos, una deliberada, inútil ironía desborda su mirada. ……………………………………………………………………………………………………….. La noche va siendo cosa
Mario Merlino rumpere tota poesia habrá que romper estos poemas difundir la media lengua en las escuelas habrá que habrá que habrá que habrá que desterrar de todos modos y serán los fragmentos de los poemas rotos asista a la fiesta de los poemas rotos
palabra: crudo inverosímil …y las noticias de catástrofes con regusto a sur luego orinan al día siguiente moderación esquemática para no agotar el presente palabra: descaro y palo la incógnita asimétrica incuba mas para sus adentros un martes se repite a lo ancho de la semana hace florecer
Magdalena Chocano
toda palabra en cualquier orilla los oídos existen en la proscrita materia sin parentela entre los seres es la desgajada
Mario Campaña
Como signos premonitorios Despierto entero en el espacio vacío de la escisión Las siluetas que descubro contemplando la noche 21 Patria de mi aislamiento: sitio No tengo alternativas contra el silencio ¿Se extingue la palabra en el vacío?
Andrés Fisher Deconstrucciones ferroviarias II La posibilidad de aprehender el paisaje en su totalidad no debería constituir una limitación en la cognición del conjunto, al menos porque: i. la visión fragmentaria de la realidad ayuda a cuestionarla, a modularla: a psicoactivarla. ii. la superposición azarosa de secuencias de un encuadre es tan válida como la quietud de un plano general. iii. el hijo de la obsesión y el paisaje hereda los mejores rasgos de la mixtura; del mestizaje que mantiene el movimiento: la tensión de esta especie de tránsito errático a medio camino entre el exceso y la carencia.
Julio Espinosa Guerra NN
A partir del golpe de estado de 1973, la política de exterminio i. Un viejo que se muere Toda humanidad ii. Letra repetida Letra repetida
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