No. 61 / Agosto 2013 |
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Metáfora y ausencia
Atanor. Notas sobre poesía Por Francisco Segovia
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Pero hay algo más, y más importante. En “las perlas de tu boca” no hay mención de los dientes. Sin embargo, los dientes están ahí de algún modo. Están, estando ausentes (como Dios, diría Murena). Y las perlas están en un trance parecido: no son ya perlas definidas (perlas en el sentido de su definición) sino perlas en el trance de los dientes. Su Ser se ha transmutado en Participar. No tienen más ser que el de participar en el ser de otro… Sentido, amor, fe… El tránsito, el trance… Westphalen : Respuestas sin preguntas (México, 15/06/2012)~“El surrealismo abolió el como”, decía André Breton. Uno pude saltarse alevosamente la idea central de la frase (a saber, que el surrealismo hacía metáforas sin hacer comparaciones) y centrarse con cierta mala fe sólo en su aspecto formal: el surrealismo abolió el adverbio como, pero sobre todo abolió la conjunción… Dejando la mera comparación (“los dientes son como perlas”), la metáfora se vuelve poética al eliminar el nexo entre dientes y perlas. El poeta ya ni siquiera afirma que “los dientes son perlas” sino que dice, directamente, “las perlas de tu boca”… ¿Qué quiso decir Vallejo, por ejemplo, con estos versos: Hay varias cosas interesantes en este breve párrafo de Westphalen. Por ejemplo, que admita en principio como legítimas las preguntas (¿qué, cuál, cómo?), aunque luego aclare que éstas no pueden responderse en la lógica común, porque no son afirmaciones hechas en esa lógica sino un modo de expresión; es decir, que quieren decir algo más que lo que significan “en buena lógica”. Esto da por supuesto que las frases que se dicen en ese modo de expresión no podrían acomodarse como respuestas de ninguna pregunta lógica —y acaso de ninguna pregunta en absoluto. Dicho de otro modo, que son el anti-diccionario, lo contrario de las definiciones léxicas. Yo podría, por ejemplo, definir sangre como “líquido de color púrpura que circula por las arterias y venas de los animales superiores” y luego preguntar: ¿qué es ese líquido de color púrpura que circula por arterias y por venas? La respuesta a esta pregunta sería sangre. Este paso de la definición a la adivinanza no ocurre en la poesía. Si la poesía es en algún sentido respuesta, es respuesta a una pregunta que no puede formularse. Por decirlo “voltibocabajeando” unas palabras de Walt Whitman: yo levanto respuestas para las cuales no hay pregunta… Babel : metáfora y traducción (México, 16/01/2013)~ ¿Se recortan las palabras contra fondos diferentes, según su lengua? ¿No son lo mismo el silencio del español y el silencio del japonés? ¿Puede decirse que un silencio es metáfora de otro, como una lengua es metáfora de otra? No sé si uno se calla en su propio idioma o se simplemente se calla, universalmente. En cualquier caso, es extraño que a nadie se le haya ocurrido (aunque quizás Murena lo intuyó) que la mejor traducción de metáfora (meta + foros, ‘llevar más allá’) sea traducción (trans + ducere, ‘llevar más allá’). Esto confirma mi idea del año pasado sobre la necesidad de que, si hay una lengua, haya al menos otra. Si es verdad que una lengua es reflejo de lo que expresa (signo de otra cosa), en ese reflejo habrá que ver una metáfora. Se pude debatir de qué son metáforas las metáforas en que se expresa una lengua. Algunos dirán que una lengua es metáfora del mundo en su sentido más amplio; otros, que de ese silencio contra el que se recortan las palabras (silencio que es trasunto de la Unidad perdida, como diría seguramente Murena y han soñado tantos y tantos etimólogos); metáfora, en suma, de la lengua de Adán, ésa que se hablaba antes de Babel. Si prestamos atención a lo que dicen los mitos, veremos que no sólo suponen que las lenguas de hoy no son más que pálidas metáforas de la lengua divina o la lengua originaria sino, sobre todo, que para que una lengua exista debe existir, o haber existido, al menos otra lengua. Esto es así porque cualquier definición de lengua implica (aunque esto casi nunca se explicite) su traductibilidad. Una lengua intraducible no sería una lengua. (Y, así, sólo estaremos seguros de que los delfines tienen una lengua cuando hayamos podio traducirla. Y si algún día logramos comunicarnos con los extraterrestres, será porque su lengua es lengua como la nuestra; esto es, lengua metafórica…). De algún modo, toda comprensión es una traducción. Más aún: todo entendimiento es traducción… Traducción y creación(México, 16/01/2013)~ La traducción literal es imposible. No es más que un sueño abstracto, a su manera monstruoso. De ahí, quizás, el desprecio moderno por “la tiranía del original”; es decir, por la tiranía de un texto que no se concibe como traducción de otra cosa… Con todo, a esta posición cabría hacerle un reparo: también el original traduce. Pero, si el original también traduce ¿qué traduce? ¿Cuál es el original del original? Los poetas han dicho, desde antiguo, que ellos copian o traducen las palabras de la Musa. Pero esas palabras, aun siendo palabras, no parecen dichas a la luz pública: sólo las escucha el poeta (que por algo es un loco, un inspirado, un entusiasta)… Así, el creador es dueño de un original que sólo él posee o atestigua. El traductor, en cambio, se enfrenta a un original que no posee sólo él sino que se ha hecho público. Dicho de otro modo, el poeta está ante las palabras de la Musa, que son palabras que no se han dicho antes; el traductor, en cambio, se enfrenta a algo ya dicho, a algo sabido de antemano. Valéry apuntaba a esto cuando decía que una obra no se termina sino que simplemente se abandona. En cierto sentido, él traducía y volvía a traducir las palabras de la Musa, hasta que lo vencía el cansancio, o el aburrimiento. Pero, muerto él, las palabras de la Musa se extinguieron. Ella le hablaba a él, nada más, como en secreto; a nosotros, en cambio, es Valéry mismo quien nos habla, y en voz alta. Si su obra es definitiva no es porque esté acabada sino porque, al final, no tuvo más remedio que abandonarla para siempre. Fue la muerte quien la volvió definitiva. Valéry se llevó a la tumba el original que traducía, y sólo nos dejó su traducción. Pero sus traductores no podrán llevarse a la tumba las palabras de Valéry sino que éstas se han quedado aquí, entre nosotros, para que las tomen nuevos traductores…
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