Conozco un paraíso
donde no hay manzanas
lo habita un árbol
que se alimenta de sangre
y esperma de unicornio.
Regurgita frutos negros
redondos como el lomo
de un aleph
-relumbrantes
caderas de guadaña
o astillas
de empinada laringe-
que retornan
siempre
al punto de partida
Líquidos guijarros
convocando la reunión
en paradójica sinergia
-horizontales
racimos
en franco desafío
a la gravedad-
a veces indómitos
transigen
al calor de la mano
que cercena sus pedúnculos
para dejarlos ahí,
como al descuido
por si alguno los ve
¿quién puede saberlo?
Serán degustado
tal vez
por un iluso caminante
que salive por sus jugos.
Y aunque muchos
gusten de beber
claro y amanzanado
Nadie sabe
que la hiel
que macera
sus desnudos huesos
se diluye indefensa
al tacto imprevisto
de una retina
sin vela ni astrolabio.
Ahí
en esa
afrutada indefensión
de pupilas siempre abiertas
yace con el sexo al sol
la más dulce y terrible
de las claridades.
A esos
frutos inciertos
yo los nombro
Palabras
como nombrar
el pan, la sal o el agua
y saturo las llagas
con su migas
y su fiero mineral.
Los nombro
en concilio de labios
y ritual
matraqueo de lengua
y pongo la rótula
en el suelo
y me persigno
ante su relativa verdad
esa verdad
que los locos
guardan bajo el sobaco
mientras aprietan
el nudo
que resiste a la razón
Los deletreo
y cedo todas
mis agrietadas costillas
al navegante
que comparta
el alienado
crujir de una mordida
destinada
desde antes
desde siempre
desde el más allá
al esférico
y filigranado
exilio del perdedor
que utópico
transgrede
su destino
cobijado entre versos
El poeta
Para Domingo Acosta Felipe
El poeta tendría que estar solo
para que a nadie moleste
con su palabra espina
tendría que ser un ave que cante
de vez en cuando
y levante el vuelo
para no acosar el oído
de los árboles que erguidos
levantan la cabeza
justamente porque no pueden
mover un pie…
El poetatendría que ser un árbol,
una calle, alguna piedra…
Pero su destino es ser voz que llora
la inmovilidad del árbol,
el melancólico rostro
de la calle Madero a las 3 de la mañana
huérfana inclusode borrachos;
su trabajo es parir una entintada queja
y esbozar la tibia añoranza
de la piedra que contempla el vuelo
casi inmaterial de un ave;
su función es dibujar la punta ardorosa
de una espina enamorada que se aleja del dolor
para no lastimar la mano temblorosa
sudorosa luminosa
de algún despistado sibarita
que se aferra con uñas y palabras
a ese bicho escurridizo que se llama vida.
Poesía
el silencio,
el taller, la parcela,
la emoción,
el hierro, la semilla,
el papel,
el yunque, la tierra,
la palabra,
el mazo, la hoz,
el poema,
la forja, la flor.