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XXII Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad. |
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No. 41 / Julio-agosto 2011 |
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Domingo. Resaca. El libre albedrío Asumirse como océano donde pueden acontecer grandes olas y bancos de peces en realidad muy solitarios. El verde más sobrenatural lo perderá todo porque en definitiva el Sol es quien manda. El ejercicio de la libertad no existe pero habrá que disimular —un hallazgo que a menudo sucede en la compra, en el baño—. Lo posible es entonces manejar el volumen o tiempo que convienen la exposición, el esponjado, la séptima dermis. La resaca, por ejemplo, desviste la conciencia y acontecen cosas así: Desde mi ventana el vuelo del primer polen permite anticipar abril y germino en la falda o infelicidad de esa mujer que carga niña, periódico, domingo. Luego subo al tren que toda calle propone hacia el pasado y concluyo que la desgracia fue siempre el descrédito del amor tras lo cual queda el paso a la ternura, el resfriado, la finitud con su ausencia de liguero Si no se aguanta la intensidad tres recados aseguran la poda de una vida. Mucho más estimulante que el cuero, la cópula visible o anidar en la secretaria es saberse mortal y pretender compañía Por mi parte prefiero negociar con la luz y recomiendo la elegancia como férula y techo. Pero hay mil maneras de ponerle la letra a este crimen. En algunas latitudes se limitan a bailar.
La historia del joven príncipe que sale de palacio
Y hay una forma de aburrimiento Aquí premian el final de la juventud con un ático. Con tiempo y una habitación más Los que tienen hijos acceden a formas netas de desesperación. Los del hemisferio Sur no tienen problemas con lo abstracto.
Qué tensión luminosa en la piel Milagro, pero sencillo, de la fruta como punta de rama. Inversión del hastío y los lunes, todo es símbolo de gozo: Revelación también del parecido y la miniatura. Qué decirte; has nacido. Resta el calendario
Más que al crecimiento aspira a variar las formas de tu cordura. Agárrate a ese cuerpo que mirando hacia su trópico te mantiene bien caliente. Para todos los que trabajan la función del cielo es de viernes a domingo. Detenerse, contemplar el paso de las nubes aún es punto de partida. Madre naturaleza pero padre mercado. Hemos trocado el deseo por las ganas. Estamos listos, mediáticos, estamos muertos de escaparate y caballo sin llanura. Al final lo aberrante no es la obviedad de la belleza sino la crónica de nuestra ceguera, todos tan capaces de procrear, por otra parte hay que mantener la conciencia de la cruceta y una botella en cada mano ama cuanto puedas, come muy despacio efectúa un único disparo provechoso para tus semejantes y no, no es este un texto resignado, es el diptongo de la sonrisa y la calma cuando el vaso se viste medio lleno porque ve a su sed regresar.
Sofisticado. Algo que recuerda a las reducciones de la alta cocina. Apenas tres escenarios: un despacho, el nocturno con cansancio y los fines de semana, marítima estafa del azul ante la orilla, el desprestigio de los juramentos infantiles. Es verdad que todos los senderos conducían a este volcado diario en ponerse de pie; treinta y cinco toneladas de afectuosa normalidad y de cine. A medio camino dos proyectiles le convencieron de la moral como fungible: un viaje a Latinoamérica del que quiso regresar intacto y la excelencia del sepulcro en los recitales de poesía. Mientras el tiempo que insiste en su rizado fracaso, este rumor tectónico graduándose una y otra vez en su amenaza. En ocasiones la soledad, escandalosa y ciega, el muerto reciente y su plazo para estar sufriendo. Lo preocupante no es la mano diminuta que sujeta un globo sino los ojos que anticipan el telón del cielo y bueno, podrían esforzarse más pero hace tiempo que ni el dolor es unitario, —segunda pérdida ancilar, tras los dientes de leche y el astrolabio del drama. Aquí el origen de la religión y la farmacología. A este paso, piensa, somatizaremos flores desde las anginas o el caso de aquella mujer que aplastó a su bebé, alguien había mojado el suelo. Claramente: a más puro el amor más estentórea la carcajada. Por qué razón la gente mirará fósiles en los museos. Por qué parece un cuento la indolencia de los dioses mitológicos. |
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