Rigoberto Paredes
(Honduras, 1948)
Frente en 3D
I
Las aulas al aire libre, sin puertas ni ventanas.
Las pizarras de ladrillo y cemento,
pintadas unas, con buen o mal gusto,
y otras sin pintar, bien o mal repelladas.
La luz es del solazo de mediodía,
y la oscurana, de la medianoche:
todo el mundo ojo-al-Cristo,
juntos y revueltos
como profesores, como alumnos
enseñando-aprendiendo por igual
las primeras letras
en los cursos intensivos de la Resistencia,
esta gran campaña nacional de alfabetización.
II
Quien tenga oídos, que oiga, ¡escuche!:
porque estas primeras letras
también entran con música.
Karla y los Pavel, Polache y el de Mezapa
se tercian sus guitarras,
afinan sus gargantas
y, mano en la clavija, apuntan
y el mejor tono da certeramente así:
la nota en do de pechos consonantes
y en re de sostenida Resistencia.
La segunda descarga
sale de la báquica flauta de Mariano
y del violín de Sergio.
Y esos allá, detrás de su armadura militar,
esos allá con su música de balas,
y nosotros aquí, cantando
nos tienen miedo porque no tenemos miedo
III
Ah, y las mujeres, todas, todas
avanzando a carterazo limpio
entre fusiles y toletes,
gritando a voz en cuello
sus canciones de cuna a la Resistencia.
Unas, con sus hijos de pan en mano,
otras, olorosas a limpio o a nido de amor,
y aquellas, las muy entradas en años,
las abuelas, nietas legítimas
de doña Josefa y la profe Visitación.
Ah, las mujeres, ellas
las de antes y después del veintiocho.
Letra para un himno
De algo que bien pudiera llegar a ser un país;
de un país que no puede ser, todavía,
estoy hablando.
Falta mucho, todo
lo que un país quiere tener:
un nombre, un nombre propio de país;
tierras, mares y cielos del país;
muertos, vivos por un país;
belleza, poetas y animalitos
a salvo en su país.
Un país que no duela sin querer.
Un país que no duela.
Otro país.
Un país que no puede ser, todavía,
es mi país.