IGNORO LO QUE PENDE EN MÍ si un rayo un búfalo muerto o un jardín de estacas a punto de clavarse
le huyo a la noche al sol de los paganos me alimento con el pan que nadie quiere me embriago con el silencio que el hombre ignora
duermo sobre el ombligo de una acémila muerta que es mi nombre escarbo su pelambre aromada por desollados frutos de pureza
no poseo un rostro definido mi piel está hecha del cuero de muchos animales mis órganos son los frutos de alguna mandrágora venenosa mi historia es el tartamudeo de cada dios inexistente mis ojos son humo y humo azul mi lengua
todo canto que llega a mis oídos se convierte en plaga no conozco padres soy la consecuencia de varios apareamientos probablemente la marea que sube y baja en mi cabeza es producto de aquél entre un salmón y una loba
no sé dónde permanecer si en la tierra en el agua o en la atmósfera que tiene la expresión de un enorme ahogado que licua el universo
mi nombre está detrás de todos los nombres pergeñando sus vestidos tratando de descifrar cómo dignamente deben morir las especies como yo
no sé si por mi rostro corre azufre o las resonantes palabras de los muertos
por tantos siglos antes de los siglos algo parecido a la sed y la ondulación de la abeja me ha desgarrado la nuca
animal de ceniza esteparia sangre coágulos de cieno mal zurcido
mi sombra ha abandonado los espejos y desaforada ríe en el dintel de las cosas
el sol de aluminio ha caído anidándose en mis vísceras la eternidad y sus hierros se han desplomado sobre mis hombros el hombre de lata golpea y golpea su ciego tambor bacante busca entre sus despojos un charco limpio para alzar un torrente de fuegos de sílfides de escamas intenta anudar las corrientes en un solo verbo con manos impropias hasta para amar a las piedras
no ha de herirme no ha de verme aunque lo embista con una antorcha viva en sus ojos
pero sus hilos como máquinas jadeos de un ángel desvanecido al ras de mis talones el reptil que adivina el paisaje y delinea la frontera las escalas los descensos el cebo atorado en la garganta la soledad desde la primera culpa el obituario
he de retirarme de aquí como un ciego que arroja el bastón he de cubrir con cal mis señales saltar sobre esas cabezas soleadas que no voltean la noche ese amor de caucho removiendo la polvareda
«DE NIÑO TE ENSEÑARON las variedades del fuego
los que aparentan ser mar y anidan multitudes de arena
los que te incineran entre sueños y hacen que tu corazón amanezca colmado de febriles bendiciones
pero quién te enseñó a encender tu propio fuego?
quién te advirtió de los que huelen a sándalo y te fulminan la lengua?»
ACASO EL REY ES ESTE CON EL QUE CONVIVO comparto la piel y una guarnición de indeseables retratos?
agita en mí un cencerro llagado de mendicantes voces una carcajada que me hace bailar sobre ellas sobornar una llameante identidad de gladiadores que engullen a sus enemigos en una burda ceremonia de sílice al final de la batalla
acaso es este ombligo el que me une al mazo del primer Rey? a sus innobles conjuros a la forma de enviar a la mazmorra a sus hermanos?
y esta ciudad el reino poblado de reyes que compran almas cabalgan sobre sus ciervos rancios arlequines estériles gnomos que discursan acerca del pecado con una navaja ceñida a la yugular?
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