01800 Emergencia poética
Si estás desencantado de lo lírico:
marca 1.
Si te deslindas del juego oblicuo
que todo lo designa como enigma:
marca 2.
Si deseas producir un corto
en el circuito de la metáfora:
marca 3.
Si solo esperas que decaiga por agotamiento
la alusión:
cuelga.
Si buscas la fractura del sentido:
digita todos los números al mismo tiempo.
Si vienes de explorar los límites del lenguaje:
marca cero.
Si quieres volver al habla cotidiana:
permanece en la línea.
Saltando sobre la tumba de T.W. Adorno
Y cuando parecía que no,
que ya no más, que nunca,
que había tocado fondo,
que tanta infamia y sangre
acabarían por averiar
el aparato de su enunciación,
las permutaciones de su fichero,
allí estaba el poema,
elástico y bien dispuesto
para domesticar el horror,
para socializar lo intolerable,
para articular la catástrofe
en la turbia inocencia
de sus traslaciones,
para lenificar el grito
en el fingimiento
de los vislumbres oblicuos,
para anunciar con su vuelo
las palabras sustitutivas
y lamer las heridas
con su trapo remojado
en astucia, en agua bendita
metafórica,
llevando a un nuevo límite
sus ansias de sutura,
su afán de alivio y denuncia
—de bálsamo y cicatriz—,
con todas esa ínfulas
de hacerse cargo,
de pulir con la lengua
el espejo negro
del reconocimiento,
ampliando en cada verso
el arco de su vejamen,
la vieja terquedad
de su irredención.
A finales de 2019 Efraín Velasco, Daniel Flores y Ricardo Pinto comenzaron una colaboración en un proyecto al concluir el primer año de la pandemia.
Un filo de luz es un libro-objeto de poesía y gráfica donde buscamos un espacio físico para relacionar las palabras y las imágenes; esto da pie a la convivencia y lectura tanto de la poesía como de las estampas. Está acompañado de un prólogo de Julián Herbert.
Su organización posee dos formatos: un libro-bisagra y uno de acordeón que se intercalan, generando una experiencia de significados. Conformado y cosido a mano, resguardado en una caja de madera, Un filo de luz fue trabajado con estampas de fotopolímero estampadas en calcografía y los textos fueron impresos con técnica serigráfica.
—sombras propias colectivo
Videopoema sin audio a continuación:
Traducción de Antonio Rivero Taravillo
[14]
Una Hermana en nuestra casa tengo,
y otra por un seto separada.
Aunque solo está inscrita una,
me pertenecen ambas.
Una siguió el camino que seguí – y llevó
mi vestido de años anteriores –
la otra, como un pájaro el nido
construyó en nuestros corazones.
No cantaba como nosotros,
otra melodía tuvo–
a sí misma se hacía música
como el Abejorro en junio.
El Hoy queda lejano de la Infancia –
pero colinas arriba y abajo –
para acortar las millas
apreté fuerte su mano –
Y aún su tarareo
pasado tanto tiempo
a la Mariposa hace dolo;
todavía en sus ojos
yacen las violetas
por tantos mayos descompuestas.
Yo derramé el rocío –
pero me llevé la mañana –
elegí esta estrella diferente
de entre los números de la vasta noche –
Sue – ¡para siempre!
[35]
Nadie conoce esta pequeña Rosa –
pudo haber sido un peregrino
si para dártela a ti no la hubiese
cogido del camino.
Solo la echará en falta una Abeja –
una Mariposa solamente,
que rauda va tras largo viaje –
para yacer en su vientre –
solo preguntará un Pájaro –
solo una Brisa suspirará –
ah Pequeña Rosa – ¡qué fácil
para ti es expirar!
[50]
Aún no se lo he dicho a mi jardín –
para que eso no me venza.
No tengo ahora fuerzas suficientes
para contárselo a la Abeja –
No lo mencionaré en la calle,
pues me mirarían las tiendas –
que alguien tan tímida – tan ignorante
a morir se atreva.
Las laderas no deben saberlo –
por las que tanto paseé –
ni le diré a los bosques tan gratos
el día en que me iré –
ni lo balbucearé en la mesa
ni distraídamente al caminar
daré a entender que en el Enigma
alguien hoy se internará.
[54]
Si yo muriera,
y vivieras tú –
y el tiempo siguiera borboteando –
y luciera la mañana –
y el mediodía ardiera –
como siempre ha hecho –
si los Pájaros anidaran tan temprano
y las Abejas siguieran tan ajetreadas –
¡una se podría marchar cuando le plazca
de la empresa de abajo!
Es dulce saber que las acciones aguantarán
cuando yazgamos con las Margaritas ya –
que continuará el Comercio –
y los Negocios con igual actividad –
Hace tranquila la partida
y el alma serena –
¡que caballeros tan briosos
dirijan la agradable escena!
[120]
Si esto es “apagarse”
¡oh, dejad que de inmediato me “apague”!
Si esto es “morir”
¡enterradme en un sudario rojo!
Si esto es “dormir”,
en una noche así
¡con cuánto orgullo cerrar los ojos!
¡Buenas noches, gentiles Camaradas!
¡Cree el Pavo Real que es su óbito!
[130]
Son los días en que las Aves vuelven –
solo unas pocas – un Pájaro o dos –
para volver la mirada atrás.
Son los días en que los cielos reabren
los viejos – viejos sofismas estivales –
un error azul y oro.
Oh, impostura que no puedes engañar a la Abeja –
induce casi a que crea
tu plausibilidad.
Hasta que hileras de semillas dan testimonio
y suavemente en un aire alterado
una tímida hoja va rápido.
Oh Sacramento de los días de verano,
oh Última Comunión en la Neblina –
dejad que se una una niña.
¡A compartir tus sagrados emblemas –
a tomar tu consagrado pan
y tu vino inmortal!
[137]
Las Flores – Bien – Si alguien consigue
definir el éxtasis con el cual las flores –
mitad trance – mitad pena –
humillan a los hombres:
si alguien da con la fuente
que mana contracorriente –
yo le daré las Margaritas todas
que en la ladera crecen.
Demasiado patetismo en sus rostros
para un pecho sencillo como el mío –
cruzando en redor de la purpúrea línea
las Mariposas de Santo Domingo –
poseen un sistema estético
muy superior al mío.
[162]
Mi Río corre a ti – ¡Mar Azul!
¿Me darás la bienvenida tú?
Mi Río aguarda respuesta –
Mar – míralo con benevolencia –
Te llevaré Arroyos
de rincones remotos –
¡Di – Mar – que Me recibes tú!
[254]
La “Esperanza” es eso con plumas –
que se posa en el alma –
y canta la melodía sin la letra –
y nunca jamás – se para –
Y la más dulce – en el Vendaval – se oye –
y la tempestad ha de ser feroz –
que pueda abatir al Pajarillo –
que a tantos dio calor.
La he oído en la tierra más gélida –
y en la costa más lejana –
aunque, nunca, ni en el mayor Apuro,
me pidió – una migaja.
[258]
Hay cierto Sesgo de luz,
en la tarde invernal –
que oprime, como el Peso
de Melodías de Catedral –
herido por el Cielo, nos da –
no hallamos ninguna cicatriz,
sino diferencia interna, donde
los Significados, son así –
Es el Sello de la Desesperación –
ninguno puede enseñarlo – nadie –
una aflicción imperial
enviada desde el Aire –
Cuando llega, el Paisaje escucha – las Sombras
– la respiración contienen–
cuando se va, es como la Distancia
en la mirada de la Muerte –
[280]
Sentí un Funeral, en mi Cerebro,
y de aquí para allá los Dolientes
pisaban – y pisaban – hasta parecer
que el Sentido se hacía presente–
y cuando estuvieron todos sentados,
un Servicio religioso, como un Tambor –
redobló – redobló – hasta que creí
que el Pensamiento se me entumeció –
y entonces los oí levantar una Caja
y crujir hasta mi Alma atravesar
con esas mismas Botas de Plomo, otra vez,
el Espacio – comenzó a doblar,
como si los Cielos todos fueran una Campana,
y el Ser solo un Oído,
y yo, en Silencio, alguna Raza extraña
náufraga, solitaria, aquí mismo–
y luego una Tabla de la Razón
se rompió, y yo caí, caí –
y al hundirme iba golpeando Mundos,
y Terminé sabiendo – al fin –
[288]
¡Yo soy Nadie! ¿Quién eres tú?
¿Eres – También – tú Nadie?
¿Entonces Somos dos?
¡No lo digas! ¡Lo pregonarían – ya sabes!
¡Menudo tostón – ser – Alguien!
Qué cosa tan pública – como una Rana –
¡Decir el nombre de una – junio entero –
a una admiradora charca!
[326]
No sé bailar de Puntillas –
Nadie me ha enseñado –
Pero a menudo, en mi mente,
un regocijo se abre paso:
tener conocimientos de Ballet –
con Piruetas lo manifestaría
que harían palidecer a un Elenco
y rabiar a la primera bailarina.
Y aunque no tuviese un Vestido de Seda,
ni un Tirabuzón, en el Cabello,
ni saltara ante el Público – como los Pájaros,
una Garra por el Cielo,
ni agitara mi figura cual Pelotas de Plumas,
ni sobre ruedas de nieve me deje ir
hasta desaparecer de la vista, en el sonido,
la Sala me pide un bis –
y aunque nadie conozca que conozco el Arte
que menciono – Aquí – qué fácil cosa –
y ningún Cartel me enorgullezca –
está tan lleno como la Ópera –
[419]
Nos acostumbramos a lo Oscuro –
cuando la Luz se apaga –
como al alzar la Lámpara la Vecina
para ver su Marcha –
un Momento – pisamos inseguras –
porque la noche es nueva –
luego – ajustamos la Visión a lo Oscuro –
siguiendo el camino – erectas –
así sucede – con la Oscuridad mayor –
los anocheceres – del Cerebro –
cuando ninguna Luna emite un signo –
o Estrella – sale – dentro –
los más Valientes – andan a tientas
con un Árbol se dan alguna vez
en plena Frente – pero
conforme aprenden a ver –
la Oscuridad se altera –
o algo en la vista
se ajusta a la Medianoche – y camina –
casi recta la Vida.
[431]
¡Llegar – yo! ¡Mi deslumbrado rostro
en un lugar tan luminoso!
¡Oír – yo! ¡Mi oído extranjero
los sonidos – allí – de Recibimiento!
Olvidan los santos
nuestros pies avergonzados –
Mi Festividad tiene
que ser que Ellos – me recuerden
mi Paraíso – el renombre
de que pronuncien Ellos – mi nombre.
[441]
Esta es mi carta al Mundo
que a mí no me escribió Jamás –
sencillas Nuevas que contó Naturaleza –
con delicada Majestad.
Su Mensaje se encomienda a manos
que no logro avistar.
Por Amor a ella, dulces paisanos
Me juzgan con bondad
[458]
Como ojos que contemplaron Páramos –
Incrédulos de sus Imposiciones
pero Vacíos – y constantes Yermos –
diversificados por la Noche –
solo Infinitos de Nada –
tan lejos como podía distinguir
así miraba el rostro al que yo miré
así me miraba él – a Mí –
No le ofrecí Auxilio –
porque la Causa era mía –
el suplicio de una Estipulación
tan desesperada – como divina –
ninguna sería Reina
sin la Otra, y por lo mismo
ninguna sería absuelta –
Aunque reinemos – morimos –
[466]
Habito en la Posibilidad –
una Casa más hermosa que la Prosa –
más abundante en Ventanas –
en Puertas – más copiosa –
[581]
Hallé palabras para cada idea
que tuve – con una salvedad –
y esa una – me desafía –
cual mano que intentara el Sol pintar
Para las Razas – nutridas en lo Oscuro
¿la tuya cómo – empezaría?
¿Mostrarse puede en la Cochinilla la Llama –
o en el Añil – el Mediodía?
[631]
Nos casamos un verano – querida –
tu Visión – fue en junio –
y cuando tu breve vida se frustró,
me cansé – de la mía – al punto.
Y sorprendida en las Sombras –
donde me fuiste a dejar –
por alguien que portaba una Luz –
también – recibí – la Señal.
Es cierto – Nuestros Futuros divergieron
orientada al sol – tu Morada ––
Los Océanos y el Norte han de estar –
a cada lado de mi casa
Es cierto, Tu Jardín floreció primero,
pues el mío – se sembró – en la Helada –
Pese a todo, un Verano, fuimos Reinas –
pero tú – en junio fuiste coronada –
[632]
El Cerebro – es más amplio que el Cielo –
pues – el uno el otro contendrá –
fácilmente – pon uno al lado del otro –
– y a Ti – además –
El Cerebro es más profundo que el Océano
pues – sostenlos – Azul contra Azul juntos–
el uno al otro absorberá
como hacen las esponjas – con los cubos –
El Cerebro tiene el peso de Dios –
pues – sopésalos – Libra con Libra
diferirán – si es que lo hacen –
como el Sonido de la Sílaba –
[707]
La Gracia que – Yo misma – podría no obtener –
Conferidla a mi flor –
Refractada no más que un Semblante –
Pues – la habito Yo –
[712]
Pues no pude parar para la Muerte –
Ella para mí accedió a parar –
la carroza solo nos llevaba a nosotras –
y a la Inmortalidad.
Fuimos despacio – no tenía ella prisa
y yo había apartado
mis labores y placeres por la Cortesía
que me había mostrado –
pasamos por la Escuela, donde los Niños
bregaban en el Recreo – junto a la Fuente –
dejamos atrás Campos de Grano Avizor –
dejamos atrás el Sol poniente –
o más bien – Él Nos dejó atrás. –
Tembloroso y helado el rocío caía–
pues solo de Gasa era mi Vestido –
solo de Tul era – mi Esclavina –
Nos detuvimos ante una Casa que semejaba
una Protuberancia del Terreno –
apenas se veía el Tejado –
la Cornisa – en el Suelo. –
Han transcurrido – siglos – y no obstante
parece todo más corto que aquel Día
en que entendí que las Cabezas de los Caballos
a la Eternidad se dirigían –
[864]
El Petirrojo por la Miga
no devuelve ni una sílaba.
Pero inscribe el nombre de la Dama
en Crónica de Plata.
[988]
La Definición de la Belleza es –
que no hay Definición alguna –
el Análisis del Cielo es más fácil,
Pues Ella y el Cielo son Una.
[1090]
Tengo miedo de poseer un Cuerpo –
Miedo tengo de poseer un Alma –
profunda – precaria – Propiedad –
posesión, obligada –
Doble Hacienda – vinculada a placer
a una desprevenida Heredera –
Duque en un instante de Inmortalidad
y Dios, como Frontera.
[1381]
Supongo que llegará un día
ayudad a que llegue
en que atestará el Pájaro el Árbol
y la Abeja prospere –
Supongo que llegará un día
un poco demoradlo
en que el Maíz se vista de Seda
y de chintz el manzano
Creo que vendrá el Momento
en que reirá el Arrendajo
en su nueva Casa blanca la Tierra
también se detendrá un rato –
[1484]
Hallaremos el Cubo del Arco Iris,
nadie lo dude.
Pero el Arco de la conjetura de un Amante
el descubrimiento elude.
[1530]
Una Punzada es más conspicua en Primavera
en contraste con las criaturas que su canto elevan
no todas aves – sino Mentes –
y Vientos – resplandores menudos
cuando aquello que cantaron ha muerto
a quién le importa el son de un Azulejo –
Ay, la Resurrección tuvo
que esperar hasta que una lápida movieron –
[1687]
El brillo de un Acto heroico
qué extraña iluminación
la lenta mecha de lo Posible se enciende
por la Imaginación.
[1755]
Para una pradera se necesita
un trébol y una abeja,
un trébol, y una abeja,
y ensoñación.
Sirve sola la ensoñación
si hay pocas abejas.
[1775]
La tierra tiene muchas teclas.
Donde la melodía no existe
es en la península ignota. La Belleza
en la Naturaleza vive.
Pero testigo de su suelo,
y de su mar testigo,
su mayor elegía
es para mí el grillo.
Versiones del francés al español de Françoise Roy
Boris Gamaleya, nacido en 1930 y fallecido en 2019, es un poeta originario de la isla de Reunión, en el océano Índico. Fue crítico literario, lingüista, activista social e investigador de las tradiciones folclóricas y orales de su país. De padre ucraniano y madre criolla de origen reunionés, publicó en lengua gala una decena de poemarios, una obra de teatro y un libro de literatura infantil. Por haber participado desde joven en el movimiento de independencia nacional y gracias su pertenencia al Partido Comunista, fue desterrado de la isla por las autoridades coloniales. Su obra clave, Vali pour une reine morte, publicada en 1973, ha sido equiparada a las novelas fundacionales de Jacques Roumain y Aimé Césaire para la literatura caribeña.
— Françoise Roy
Vía Láctea sobre el río Des Pluies
Tantas ciudades del mal iluminan la noche
detrás de los arbustos se enfurecen tantos mastines
las velas de puro óvalo semilla de bulbo
todavía te dan como al cielo un corazón de rosas
El precio por marchitarse: la jauría pasa por el centro
y esto —dilo en voz baja— es la corriente que quema
y resucita en Dios mi angustia eufórica
vago molino de piedra un gallo granula un canto
Oh Virgen el ser querido asciende de nuevo sus barrancos
hacia la estrella que tirita en el venero
el corazón late como puede desde la primera lágrima
y el grano se memoriza en pasado conmocionado
Voie Lactée sur la rivière Des Pluies
Tant de villes du mal illuminent la nuit
derrière les buissons tant de dogues enragent
les bougies de pur ovale graine de bulbe
te font encore ainsi qu’au ciel un cœur de roses
Le prix pour dépérir — la meute passe au centre
ceci — dis-le tout bas — est le courant qui brûle
et ressuscite en Dieu mon angoisse euphorique
vague moulin de pierre un coq granule un chant
ô Vierge l’être cher remonte ses ravines
vers l’étoile qui frissonne à la source
le cœur bat comme il peut dès la première larme
et grain se mémorise en passé éperdu
Lección para el oficio de las tinieblas según Couperin
Alas dormidas de las estrellas
galos brazos arrancados de los bosques
la noche de las islas saca a sus pueblos al espacio
úvula en grano de nieve entre mar y sirena
con las facciones de Kali espero a que pase Judith
será que le toca lejos de aquí a esta mano soñadora
plantar mi cráneo en su barra de luna
coral a contraluz sobre la espuma de nuestros conflictos
por la isla del mundo según el antojo de los voluntarios
Leçon pour l’office des ténèbres selon Couperin
Ailes endormies des étoiles
coqs bras arrachés des forêts
la nuit des îles sort ses peuples dans l’espace
luette en grain de neige entre mer et sirène
sous les traits de Kali j’attends que Judith passe
y a-t-il loin d’ici à cette main qui rêve
de planter mon crâne sur sa barre de lune
corail à contre jour sur l’écume de nos conflits
à travers l’île-monde au gré des bénévoles
Sobre la felicidad de las santas turbulencias
Tú
Transfiguración en el seguimiento del sueño… Fruto mañana del árbol… Rayo de sol que entró en la casa tranquila… Eres ese fresco día de junio… Vienes de una dulce estación del alma… Mis manos no son más que una sombra, tu pura imagen… Y durante mucho tiempo nuestros cara a cara se intercambian la película del mundo que un pensamiento cuestionable ha dejado de preocupar…
Las palabras pomposas del léxico, hartas de discutir, hacen la meme… Y las cosas que escondían arriesgan un ojo hacia la libertad… Teatral, espetas todavía “¿Así que durante el día ya no reconocemos a los nuestros?” Te desdramatizo.
Yo
En su repliegue montañoso, el alma respira como nunca…
Todo lo has mejorado. Tu infancia acepta formar parte de mi viaje. Yo también te respiro más de lo que te toco. Y crees en la virtud talismánica de una palabra capaz de recomponerte enteramente sobre este telón de fondo con las migajas de un desastre general. Dejemos que floten las trampas como minas para los navíos de guerra metafísicos.
Por la belleza formal de nuestro parecido, ya lo sabes, empieza tú de nuevo el inventario de los signos que nos encantaban…
Sur le bonheur des saintes turbulences
Toi
Transfiguration dans le suivi du rêve… fruit matin de l’arbre… Rayon de soleil entré dans la maison tranquille… Tu es ce jour frais de juin… Tu viens d’une saison douce de l’âme… Mes mains ne sont plus qu’une ombre, ta pure image… Et nos face à face longuement se passent le film du monde qu’a cessé d’inquiéter une pensée contestable…
Les grands mots du lexique, fatigués de discuter font dodo… Et les choses qu’ils cachaient risquent un œil vers la liberté… Théâtral, tu lances encore « Alors le jour on ne reconnaît plus les siens ? » Je te dédramatise.
Moi
Dans son repli de montagne, l’âme respire comme jamais…
Tu as tout bonifié. Ton enfance accepte d’être de mon voyage. Je te respire toi aussi plus que je ne te touche. Et tu crois en la vertu talismanique d’une parole capable de te recomposer tout entière sur cette toile de fond à partir des miettes d’un désastre général. Laissons les écueils flotter comme des mines pour les avisos métaphysiques.
Par la beauté formelle de nos ressemblances, tu le sais, recommence l’inventaire des signes qui nous enchantaient…
Affeti Musicali
Regatas glissando
las aves
formadas en triángulo
salen a ver en el horizonte una isla exhalando el último suspiro
echó un ojo afuera y es un infierno
son las ganas de trazar la misma historia
al anochecer el gallo cubre de arena sus extremos
y en su voz todo se vuelve negro
en la séptima mañana
¿eres tú la que llegó primero
imagen
articulada
y flama marina
o bien, coma
que voltea sobre las olas
su espalda de luna?
¿Será vuelo?
¿Será naufragio?
Affeti Musicali
Régates glissando
les oiseaux
en triangle
vont voir à l’horizon une île rendre l’âme
elle a jeté un coup d’œil dehors c’est l’enfer
c’est l’envie de tracer la même histoire
au soir le coq ensable ses extrêmes
et dans sa voix tout devient noir au septième matin
est-ce bien toi arrivée la première
image
articulée
flamme marine ?
ou virgule
qui vire sur la houle
son dos de lune ?
envol ?
naufrage ?
Faetón cae
Furia:
botón de nácar
para qué me sirves
el fuego ciñe
el cuerpo de la arena
es verdad el padre
es verdad el siglo
el hambre que supo
conjugar
mi cuerpo
el vértigo es solo
este vestigio
no mires
la nada es más valiente
quiero un tiempo
sin incendios
ni ruinas graves
la magia árida
de tener un sol
y frío
y estaciones
nada es más tibio
que el sudor abstemio
que la saliva
blanda
de mi viuda
mi papá me prestó su nave
soy ceniza
si el antebrazo febril
si el manto terrestre
seré tiempo
sin tumba
seré tumba
sin barro
mi primer
coeficiente
de deseo
quise
saber vivir
y conjugarme
con tenedor en mano
y hambre en boca
y no supe
hasta ahora
que el verbo
más explícito
del tiempo
es el pasado
[EDC]
Penélope
(Toma 1)
Lleva años así, dicen. Años
ya sin cáscara, enjutos.
Trabajando en la misma tela
demorada, sus manos
han aprendido a moverse
como peces sin ojos, sin
necesidad de que algo
las guíe. Años tejiendo
un larguísimo tapiz,
escena tras escena,
a puerta cerrada. Años,
demasiados,
hilando figuras con el escrúpulo
de quien ensarta venas
en un cuerpo, con el cariño
demacrado de quien trata
a un huérfano. Desteje
cada noche la tela, dicen.
Pero se equivocan.
La tela se alarga y se alarga
igual que todos estos
años flacos, sumando
nuevas figuras a su
historia sorda: hombres
echados que apenas
se alimentan de flores,
gigantes de un solo ojo
de madera, criaturas brutales,
mitad mujer, mitad pájaro,
boquiabiertas. Marineros
perdidos, ahogados, devorados,
convertidos en cerdos. Y,
en medio de todo, Odiseo
navegando preciso y cansado
hasta llegar a las costas
desmemoriadas de su isla,
disfrazándose de mendigo
para entrar a su propia casa,
traspasando la puerta justo ahora.
[ASH]
Penélope manda a Ulises a dormir al sillón
He escrito este poema antes lo he
borrado Ulises: no pensé que volverías
pasaron años y pretendientes y años
la noche me devuelve al principio
todos los días son días de resurrección
mi vista está cansada mi vida luego invertí
en una buena máquina de coser Ulises
nunca creí en ti solo creí en tu ausencia
cada día era una puntada con la aguja de oro
cada noche me rompo me retracto
tu distancia se tornó dócil como un perro viejo
aprendí tantas cosas con los ojos cerrados
antes que antes conjugué los verbos en plural
el principio está en alguna parte pero no
me reconoce solo humedecimos nuestros dedos
y empezamos Ulises no contaba
con tu regreso no contaba te mandé
a dormir al sillón no me arrepiento antes
el presente estaba hecho de materiales oscuros
oblicuos viejos automóviles en las afueras
azoteas como manos abiertas aquí
estamos señor que sea tu voluntad
después te fuiste todos los días
repetí la cicatriz cuánto me amaron
los que no me conocieron un día
comencé a sanar y a morir al mismo tiempo
fingí esperarte pero las palabras son puntadas
son sutura pero cada noche siete puntos ciegos
y un barco quise tejer un mapa quise
tejer un mar la ruta y la pérdida
el camino y la errancia
quise escribir un mapa para traerte a mi puerta
para mantenerte lejos quise escribir la brecha
para compensar la brecha pero
el amor: esta forma de neurastenia
patrocinada por la televisión abierta
Ulises mi tiempo compartido el nudo
elemental de la palabra la estela
y la estática de tu voz que atraviesa
largas distancias cuando llamas
la salvia rancia del árbol que
plantamos juntos nuestra sal nuestra saliva
nuestros veinte dedos pero Ulises
pusiste tierra y palabras de por medio
te curaste en salud pusiste
pies en polvorosa con una mano detrás
y otra adelante tocas la puerta del regreso
yo que pasé mi vida deshaciendo mi vida
puedo decirte esto: tal vez regresaste
pero volver volver es imposible
[EDC]
Cadmo
Ya sé qué hacer.
A veces solo basta una piedra.
Una piedra bien lanzada,
en el momento preciso, con
la fuerza justa. Tócala:
es rabia compacta, madrugada
que se adensa y cabe en la mano.
Con ella puedes desencajar
una mandíbula, quebrar una cabeza.
Después de todo, una cabeza es un fruto inútil.
Esto fue lo primero que aprendí
en la academia, cuando todavía era un cadete.
Todos los frutos tienen algo
que ofrecernos. Su carne es astuta:
nos nutre, ofrece su peso dulce a la lengua,
sabe seducirnos. Pero no la cabeza. No puedes
alimentarte de una cabeza. No puedes sembrar
una cabeza. Y los pensamientos que hay en ella
son semillas ásperas, solamente sirven
para perturbar el orden. Si intentas masticar
un pensamiento, te romperás las muelas.
Entonces, mejor reventarla con una
piedra. Hacer saltar la sangre como
un conejo asustado. Sostén la piedra.
Sopésala. Pasa tus dedos por su borde
andrajoso: es dentada la piedra, puro diente.
Es el colmillo sin remordimiento de la tierra.
Está erizada, tiene hambre. Con ella puedes
quebrar un fémur, una espalda. Ensillar
la muerte a una nuca. Me están buscando
para matarme. Me están buscando por todas
partes, desde hace días, desde que
falló el golpe. Y los otros generales
no saben en quién confiar, le temen
a las sombras de los árboles, al
sabor de los frutos. Puedo oler desde
aquí su miedo ácido, puedo escucharles
el pulso de presa esquinada. Bastará
que lance la piedra entre ellos.
Solo eso. Y esperar.
Una piedra es la infancia del sol.
Incandescente. Y no saben
que ahora mismo tengo una
en la mano.
[ASH]
* Poemas pertenecientes a El libro de las transformaciones, de próxima publicación en Pre-Textos.

Versión al español de Belangela Tarazona.
Un moretón. La pausa antes de que él te besara, su cara ladeada, un síncope, el golpe leve tras uno duro, o la supresión de una vocal entre dos consonantes, como en “hipócrita”. El abatimiento antes de que él te tomara la mano en la pista de baile, el espacio entre sus dientes, un error, un escondite, lugar para cambios, desmayo.
Su madre baja los afiches, los coloca con el reverso hacia arriba. Las bisagras de los marcos se ríen del espacio, hacen muecas. Ella corre las cortinas temprano en la mañana. No soporta mirar el día, de nuevo. Y los niños juegan en silencio, ruidosamente. Pelean. La madre vuelve la mirada hacia sí misma o hacia un lado. No puede sostener la mirada, como un cinturón en el cráneo. El vientre un puño, cerrado.
Entonces tratas de escribirle un saludo. Una carta, un mensaje de texto. Pero te estancas, te distraes, gesticulas, arrojas letras, las equivocadas fuera de la página, abres huecos, haces listas, borras:
Llave estranguladora
Tempestad
Sus rayas, dibujos, un boceto
paciencia, paciencia, paciencia, paciencia
paciencia, paciencia
paciencia
paciencia
¿Cómo aprendió a rasgar a un ser por la espalda?
El cuidado de una nueva amiga
10.000 pizzas o 10 toneladas de grava a su domicilio
El ruido incesante del teléfono todo el día, semanas, años, décadas
Su pinga en la boca
De rodillas
Tratas de dejarlo. Te escondes y te dejas crecer el cabello, maduras, sanas entre las piernas, vellosas. Un zorro o un conejo. Un animal perdido duerme, descansa. Una carpa se extiende sobre ti. Hibernas. Te estancas, colapsas y tropiezas. Cierras con llave, te acuestas en una gaveta. Pasas el seguro y tiras la llave. El vello te crece en las piernas, las axilas, y haces trenzas alrededor de las orejas, cubres los ojos y la boca. Te quedas en casa toda la noche, de madrugada te acuestas en la gaveta y esperas a que pase, porque tú prefieres estar abajo. Por debajo. “Porque va a pasar”, dice uno. Desaparece. Disminuye, se revela de otras formas, imprevistas, un delta.
Et blåt mærke. Opholdet inden han kyssede dig, hans ansigt på skrå, en synkope, et ubetonet slag trukket sammen med et betonet, eller et bortfald af en vokal mellem to konsonanter, som i „cykler”. En nedsynkning før han tog din hånd pa et dansegulv, mellemrummet mellem hans fortænder, en fejl, et skjul, sted for forandring, besvimelse.
Hendes mor tager plakaterne ned, vender dem med bagsiden udad. Hængslerne i skifterammerne griner ud i rummet, skærer ansigter. Hun trækker gardinerne for vinduerne tidligt om formiddagen. Hun kan ikke holde ud at se på dagen, der er der igen. Og børnene leger stille, larmende. De slås. Hendes mors blik vender indad eller ud til siden. Hun kan ikke se nogen i øjnene, som et bælte om kraniet. Underlivet en næve, knyttet.
Så du forsøger at skrive ham en hilsen. Et brev, en sms. Men du går i stå, falder i staver, laver fagter, vælter bogstaver, de forkerte ud over siden, klipper huller, skriver lister, sletter:
Kvælertag
Tordenvejr
Hans streg, tegninger, en skitse
tålmodighed, tålmodighed, tålmodighed, tålmodighed
tålmodighed, tålmodighed
tålmodighed
tålmodighed
Hvordan vidste han, hvordan man flækker et menneske bagfra?
En ny venindes omsorg
10.000 pizzaer eller 10 ton granitskærver til hans adresse
Telefonkimen uophørligt i døgndrift, uger, årevis, dekader
Hans pik i munden
På knæ
Du prøver at holde op. Du gemmer dig og lader håret vokse, vokse til, vokse sammen mellem benene, loddent. En ræv eller kanin. Et forvildet dyr sover, slumrer. Et telt rejser sig over dig. Du går i hi. Går i frø. Falder sammen og over. Lukker, lægger dig i en skuffe. Du låser og kaster nøglen væk. Hårene vokser på benene, under armene, og du laver fletninger og binder om ørerne, for øjnene og munden. Du bliver hjemme hele natten, tidligt på morgenen ligger du i en skuffe og venter på, at det går over, for du vil hellere være under. Under. „For det går over”, siger man. Det går under. Det går over, åbner sig på andre måder, uforudsete, et delta.
* Fragmentos pertenecientes a Sprækker [Grietas] (2019).


David Huerta falleció el 3 de octubre de 2022. Poeta fundamental de la lengua española; excepcional pensador, divulgador y traductor de poesía —y editor de la última época impresa del PdP—, Huerta dejó, a su muerte, un vacío en la vida cultural y literaria de México, entre sus amigos y lectores (una y la misma cosa). Recordamos al autor de Incurable con este par de testimonios de amistad y admiración.
—La Redacción
Conocí a David el 22 de abril de 1999, cuando ya era “el maistro Huerta”, como a veces se decía para burlarse de sí mismo: el David de Versión e Incurable, del Pen Club, del Premio de Poesía Carlos Pellicer, de los talleres en la Casa del Lago. Lo conocí en una de esas aulas pequeñas enmarcadas por jacarandas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. No suelo retener las fechas con tanta exactitud, pero ese día quedó fijo en mi memoria por un motivo particular. Era la primera clase de su curso; ahora no recuerdo bien de qué, tal vez de lectura de poesía, tal vez de comentario de textos. Lo que sí recuerdo fue el ruido que iba acercándose por el pasillo, nada extraño en una facultad tan bulliciosa y en un momento tan agitado para la vida universitaria; el ruido que iba creciendo y haciéndose tangible hasta convertirse en una mano que abrió la puerta del aula y que, en varias voces, anunciaron el inicio de lo que se habría de convertir en una larga huelga estudiantil. Tuvimos que abandonar la facultad —creo que fue en esa ocasión cuando Gonzalo Celorio se parapetó con más imprudencia que tino dentro de la dirección, mientras nosotros salíamos en grupo—. Una vez afuera, el maestro, el gran poeta, nos propuso a los pocos y atónitos alumnos que continuáramos no con la clase, porque habría ido en contra del espíritu de la huelga, sino con la plática en una cafetería cerca de la universidad. Pude conocer así, antes que su amor por la literatura y el conocimiento, la absoluta disponibilidad y la generosidad que lo caracterizaban. Decliné la oferta, explicando que me habría gustado enterarme mejor de lo que iba a pasar en la facultad y con el movimiento estudiantil, porque, hasta entonces y hasta poco después, compartía los principios que animaban al Consejo General de Huelga. David lo comprendió y me pidió que intercambiáramos nuestros números de teléfono para que lo pusiera al corriente. Así conocí también una de las tantas facetas de su compromiso social. De la huelga y su desenlace quedé muy decepcionado; de ese primer encuentro, en cambio, nació una amistad, un cariño en serio, de los buenos, arraigado y conservado a lo largo de estos que ahora parecen injustamente pocos años.
No sé bien cómo fue, si me llamó él o viceversa, pero comenzamos a reunirnos de vez en cuando para platicar sobre cualquier argumento que tuviera que ver de alguna manera con la literatura: desde el arte de los encuadernadores de la Ciudad de México, como el maestro Canela, hasta la influencia de fray Luis de León en las canciones de The Mars Volta. Cada vez quedaba asombrado por su curiosidad, su conocimiento, su sensibilidad y sentido del humor. Poco a poco, y mientras crecía mi gratitud, David se iba inventando pequeñas ocasiones para que colaborara con él: un ciclo sobre Rulfo en el Cenart, unas clases sobre Quevedo en la Preparatoria Popular Mártires de Tlatelolco, un cursillo sobre literatura barroca en la Fundación Octavio Paz… Después me embarcó a su lado, y con una tripulación de primer orden (Francisco Martínez Negrete, Eduardo Uribe y Lourdes Ladrón de Guevara), en esa estupenda aventura que fue la renovación del Periódico de Poesía de la UNAM. La mole de trabajo era enorme, pero se creó un ambiente tan ameno entre todos nosotros que no se notaba: nos gustaba lo que hacíamos y lo hacíamos con ganas. Viví esos años sintiéndome un alumno afortunado en compañía de una eminencia. Era un gozo escuchar sus agudas observaciones a favor o en contra de lo que habríamos publicado, y era todo un privilegio compartir mi pobre opinión con él y con el resto del equipo editorial. Gracias a sus inclinaciones, el Periódico de Poesía se enriqueció y robusteció, sin menospreciar las pautas que habían señalado sus antecesores, mezclando el aprecio por cuestiones exquisitamente eruditas con las tendencias de la poesía contemporánea en diversas latitudes, e indagando por los senderos de las contaminaciones y los diálogos entre el quehacer poético y otras manifestaciones artísticas. Para confirmarlo, están los preciosos trece números que publicó durante seis años la Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM; se trata de los últimos números en papel (y que se pueden consultar en línea).
Fue entonces cuando conocí también a Verónica Murguía, su esposa, en el departamento repleto de libros que compartían a dos o tres cuadras del Parque Hundido, y mi admiración creció exponencialmente. El orden cósmico adquirió claridad de golpe: el mejor roto para la mejor descosida. Gracias a ella echó raíces el cariño, y a partir de ese momento David y Verónica entraron a formar parte de esas pocas personas en las que pienso inmediatamente cada vez que tiembla fuerte en la Ciudad de México. Es lo que le habría recordado este sábado 8 de octubre de 2022, después de haberle cantado las suyas, las del rey David, por teléfono. Ahora, carajo, no encuentro las palabras para despedirme.
—Pablo Lombó Mulliert
“El café del día siguiente”. Así se llamaba mi encuentro virtual con David Huerta, que casi cada mes se celebraba un sábado o domingo por la noche de México y que tenía lugar la mañana del día siguiente aquí en la India. El fenómeno que dio el nombre a la charla era, para mí, una auténtica celebración de la poesía. Como dos niños solíamos mostrarnos la oscuridad y la luz, el espectáculo simultáneo del ayer y del hoy que nos hacía permanecer en un mañana venidero.
Luego de escribir el primer párrafo empieza la contrariedad: la del uso del tiempo verbal (el pretérito imperfecto) que muestra la cicatriz de la inaceptable crueldad del hecho —se nos fue David Huerta—. Una ausencia que me dejó tan aturdido como si recibiese un golpe fuerte en el oído o la cabeza.
En 2016 descubrí la poesía davideña (un adjetivo que inventé para definir su singularidad en mi memoria); ocurrió en un momento difícil de mi vida en el que llevaba más de un año sin escribir nada. Fue gracias a la mítica antología Medusario, donde también descubrí la poesía de Coral Bracho; sin saberlo, había abierto la puerta de la nueva poesía mexicana en la biblioteca del Instituto Cervantes de Nueva Delhi. Rastreando las estanterías, encontré más joyas como la antología de José Lezama Lima que Huerta preparó y prologó. Hechizado por el comercio electrónico del siglo XXI, un mes después me llegó La mancha en el espejo, su poesía reunida, y me obligó a ser incurablemente davideño. Empecé a leer y admirar la obra poética de uno de los últimos grandes de la poesía universal.
Una vez le pregunté si nuestra época nos daba más oportunidades para los textos complejos o experimentales, sobre todo en materia de poesía. Me respondió con claridad que escribir una palabra en la hoja en blanco era ya lo más experimental. Hablamos bastante del tema y descubrí con asombro que, como varios de sus poemarios (Incurable o Versión) —los cuales inauguran caminos en una época donde olvidamos con frecuencia que el pensamiento ocupa la mayor parte de la lengua—, la poesía de Huerta nos otorga ese deber: el de pensar, el de indagar en el pensamiento.
Quizá este sea, en nuestro siglo, el punto central para la poesía, que ha sido siempre un arte para la “inmensa minoría” de la que hablaba Juan Ramón Jiménez. Algo fundamental ha cambiado en las últimas dos décadas: la participación directa de aquella minoría. Nosotros, los lectores de poesía, también escribimos; la escena es “la típica (…) de cualquier encuentro poético donde los enfermos de un mismo mal comparten sus padecimientos”, como dijo el coreano Ko Un. Pero ese fenómeno abre otra posibilidad: la de los textos complejos, ya que el lector de poesía tal vez no busca una comunicación fácil. Una poesía de pensamiento profundo puede y debe florecer; la prueba está en ciertos libros destacados de poesía que empezaron a publicarse desde mediados del siglo XX, y entre los cuales se encuentra Incurable (1987), que rompió varias barreras y nos recuerda que cada paso del ser humano es fruto de las alturas de la imaginación.
Pero ¿qué hacía yo —un extranjero de una cultura muy distinta a la de Huerta— en esas charlas con él? Mi suerte me sorprende en ocasiones. Desde el primer correo electrónico hasta el último mensaje por WhatsApp, nunca le faltó cariño ni paciencia ante mis inquietudes. En nuestros encuentros virtuales, David me hizo romper muchos prejuicios de lectura, por ejemplo, sobre Octavio Paz en torno a Ezra Pound o sobre Auden, a quien aprendí a apreciar. Huerta tenía mucha curiosidad en el gran poema épico de la India, el Mahabharata; un día le mostré la primera traducción al bengalí, hecha en el siglo XIX, de aquella obra magna: más de tres mil páginas en diez tomos de gran formato. Vi un rostro iluminado por su sonrisa. Mostrar el poema extenso más antiguo de India a uno de los principales autores contemporáneos del poema extenso, ha sido uno de los mayores y más inexplicables placeres que he tenido.
El año 2022 me dio dos golpes fuertes con la partida de mis dos maestros: la de Ángel Guinda y la de David Huerta, a quienes llamaba “mis dos Virgilios”. Seguramente David me hubiera dicho con su natural humor: por falta de Virgilio no llegamos a ser Dante.
—Subhro Bandopadhyay
Testigos del fenómeno ovni
Cuando mis papás salían a trabajar
o atendían asuntos médicos,
además de criar a sus propios hijos,
mi tía Hilda nos cuidaba a Yolo, a Itzel y a mí.
Ella tenía el don de ver ovnis.
Mientras regaba sus plantas colgantes
o limpiaba el alpiste
para sus periquitos,
los avistaba.
Dos veces me los señaló:
primero un punto metálico suspendido en el cielo,
después varias cabezas de alfileres a gran altura,
un enjambre de tecnología no identificada
alrededor del sol.
Los cañones de Navarone
De no ser porque tengo fotos,
no sabría cuál canción bailé en primer grado.
En cambio, siempre pude recordar
la canción que bailaron los de segundo
el ciclo que la primaria organizó un campamento
donde subí a un teleférico por primera vez
y en la noche buscamos
tesoros escondidos en las áreas verdes
de un centro vacacional.
Desde entonces,
eso ha sido más o menos mi vida,
buscar monedas doradas de chocolate en la oscuridad
con una linterna que alumbra poco.
El rock
Fuimos amigos desde antes de la gentrificación,
antes de que cambiaran los focos por lámparas vintage,
antes de que borraran el mural del fondo
y cambiaran el nombre de las pizzas en el menú.
Me gustaba acompañarte al mercado de plantas,
pasar a saludar a tu tienda de orquídeas,
ir a tu casa y poner videos en YouTube por horas.
Cuando fuimos a la Feria del Libro del IPN,
te daba risa que me tomara selfies con el Planetario de fondo,
pero de regreso lloraste cuando te leí
un poema de Gregory Corso en tu camioneta.
Fuimos amigos desde antes de la gentrificación.
Hubo rachas en que todos los martes
íbamos a comer una pizza de anchoas.
Algunas de tus fotos de perfil las tomé yo:
tú bajo la lluvia con impermeable negro,
tú con tu pug en brazos,
tú con playera de Cosmic Brujo Mutafuka en la Cineteca.
De volver algún año la pizza de anchoas al menú,
debería llevar tu nombre:
José Luis Bobadilla.
Fin del camino
Como casi nunca tenía ganas de escribir
me pregunté, como recomendaba Rilke,
en la hora más silenciosa de la noche
si moriría si no pudiera escribir.
Y mi respuesta fue no: no moriría.
Que si podría vivir sin escribir: que sí,
parar en un restaurante en medio de la nada
y no volver a escribir,
contemplar ñandús petisos a la orilla de la carretera
sin escribir.
Es por eso que este libro es una despedida.
En la más silenciosa de mis horas
me pregunté si podría vivir sin escribir.
* Poemas pertenecientes al libro Azúcar impalpable, publicado por Dharma Books en 2022.

Silvia Eugenia Castillero, La isla, Ediciones Monte Carmelo, Ciudad de México, 2022, 52 pp.
La Tierra que habitamos puede ser vista como un lugar al que nos une la costumbre. En tal caso, primero nuestra percepción —y después, nuestra expresión verbal—, de lo que ofrece este planeta, no partirá del asombro siempre renovado, siempre punzante, y será, en el mejor de los casos, descriptiva. En el otro extremo, el artista y el poeta que no da por sentado nada, lo interpreta, lo traduce, lo descifra y lo convierte en el mismo lugar distinto. Eso es lo que hace, entre otras cosas, Silvia Eugenia Castillero (Ciudad de México, 1963) en La isla, su más reciente libro.
Conforme lo fui leyendo, fue creciendo en mí la idea de la Tierra como un escenario; un espectáculo en el que animales, plantas, agua, piedras y rocas son personajes principales. El lector se enfrenta, además, no a cualquier espacio en tierra firme sino a un lugar que en la imaginería colectiva es sinónimo de refugio pero también de aventura; centro espiritual, utopía, paraíso y, a la vez, lugar de aislamiento y hasta de inocencia, por situarse lejos de las grandes ciudades corrompidas. Ligado a esto último, la isla ha sido vista también como la vuelta al origen que nos plantea un viaje interior, una aventura ligada al autoconocimiento.
Litoral de bruma, lugar desierto apenas habitado por personas pero siempre vigilado, ¿quién lo vigila? Los quince señores de la noche: “Erguidos de espalda al mar/ vinieron con la lluvia/ fueron lodo y agonía,/ grito./ Una sola vez hablaron/ de espaldas al mar/ y les fue saqueada el alma;/ allí quedaron vueltos/ sal”, pero asimismo quienes son invocados y quienes se levantaron de la mesa. El lector escucha un concierto de voces. Hablan entre sí los árboles y el viento, junto a la voz que narra, con el que está por llegar, y con quien partió para siempre. Con ellas construye la autora un sitio fantasmal donde el rostro anhelado comienza a ser cubierto por el magma.
¿De qué material estamos hechos? ¿De qué están compuestas las rocas? En este libro hechizado, transitamos de una parte del escenario de la Tierra a otro, y aunque cada una resulte distinta (un cráter donde al centro todavía late un corazón sobre la piedra, una casa con ventana sin marco y puerta sin cerradura; un lugar donde “quizá hay un plato de sopa servido/ para cuando regreses”), vamos viendo y sintiendo que se trata de un mismo lugar; el del punto de vista. ¿Quién mira desde dónde y hacia dónde? En otras palabras, el sitio del espectador ante al escenario de la Tierra, y el lugar de la tarima con el espectador enfrente; ópticas opuestas y complementarias.
¿Importa saber el punto exacto en donde nos sitúa el poema? Dos fotografías parecen darnos la clave sobre el territorio en cuestión: una isla a la que muchos quieren ir por los misterios que guarda. Remoto, tal vez inhóspito, parece un sitio ideal para expediciones. También hay vocablos propios de otra lengua. Resuenan, por ejemplo, totora y manutara. Pero Castillero no nos da las coordenadas precisas ni el nombre de la isla, y hacer eso constituye una toma de postura y una confirmación de la naturaleza misma del poema: la no obviedad, la no referencialidad, la proclama de la ambigüedad. Castillero va más lejos y crea con las palabras una zona de metamorfosis; en ello me parece que radica uno de los logros de este hermoso libro en el que los deseos pueden convertirse en piedra, y las personas, volverse islas.
Mencionaba yo al explorador, esa figura que ha cobrado renovada vigencia en la literatura así como en la fotografía, el cine y las artes. En un mundo cada vez más vertiginoso en el que reina la inmediatez, sus opuestos: la paciencia, la capacidad de observación, la tolerancia ante los accidentes, los imprevistos y la frustración que caracterizan al expedicionario, son cada vez más buscados por ciertos lectores de hoy, en libros escritos en muy distintas épocas. La isla me llevó a recordar algunos, como los diarios de viaje de Alexandra David-Néel, escritora francesa y expedicionaria en el Tíbet a finales del siglo XIX y principios del XX; Los senderos del mar. Un viaje a pie, de la española María Belmonte, sobre la costa vasca: la edad y características de sus acantilados, aves, plantas, hongos, moluscos, arenas y, sobre todo, piedras; El leopardo de las nieves, de Peter Matthiessen, un libro de 1978 en el que el naturalista norteamericano narra el esfuerzo, las penurias, pero también la fascinación y el gozo de caminar durante dos meses por las heladas y peligrosas cumbres del Himalaya. Los títulos son muchos y no se trata, en este caso, de detenerme en ellos, pero me da pie para establecer asociaciones que me parecen fascinantes. Tanto en ese tipo de relatos, crónicas y novelas como en La isla de Castillero, la naturaleza, y con especial fuerza las piedras, parecen ineludibles, además de símbolo de resistencia y de energía. La autora distingue entre piedra y roca; una piedra que es mineral que conforma una roca; una roca que es materia sólida hecha de múltiples minerales, y nos sumerge en un mundo conocido pero distinto, bajo los ojos de la expedicionaria, de la recién llegada, del siempre “recién desembarcado”, por evocar a Rimbaud en “El barco ebrio”.
La voz que nos habla en la isla se atreve a alcanzar, en un texto climático, el centro del cráter donde crecen flores blancas y donde le está reservada una experiencia sobrecogedora. Me refiero al poema “Laderas”, que cierra así: “Bajamos hasta ese ojo hirviente/ y descubrimos tu corazón/ latiendo todavía, raído sobre la piedra”. Con un eco de antiguas civilizaciones, de culturas remotas, la imagen de lo que se niega a morir se une a otra que domina el libro: evitar el olvido. Por algo dice en el mismo poema: “Fuimos ladera arriba/ como nos pediste en tu carta,/ decías que te salváramos del olvido”.
Personas y lugares, hechos cotidianos, objetos cargados de historia… Todo puede estar destinado, naturalmente, al olvido. En este libro enigmático y ciertamente alto en su tono y en su saber, la poeta deposita en los ojos de los vivos pero también de los muertos (“cuencas con lodo”, “ojo hirviente”) la gracia de mirar en medio de una “isla quebrada”; metáfora, quizá, del cuerpo humano: quebrado a medida que vive y envejece, pero también monolítico, de carne y piedra, moái.
Celebro la publicación de La isla, un libro de poesía que hace visible algo poderoso: el permiso otorgado a la naturaleza –magnífica siempre– para someternos y conducirnos al viaje interior.
Versiones del búlgaro al español de Marco Vidal González
Heterroristas
Él es tolerante y respeta
a los hombres heterosexuales,
siempre que no se le acerquen
y que no se exhiban frente a él.
Siempre que no agarren a sus mujeres de la mano
(está feo que se muestren tanto…),
y que no se enrollen ni
se besen en lugares públicos.
Siempre que cubran sus alianzas —
pues no son un chaleco salvavidas.
Producen hijos alcohólicos
así como fundamentos pseudomorales.
365 días de orgullo normal y correcto
de un arrogante y encubierto escuadrón.
Хетерористи
Той е толерантен и уважава
хетеросексуалните мъже,
стига да не се приближават
и да не парадират пред него.
Да не се държат за ръка с жени
(демонстрирането е ужасно…),
да не се натискат и да не ги
целуват на обществено място.
Да прикриват брачните си халки –
те не са спасителни пояси.
Произвеждат дете-алкохолик
както псевдо-морални устои.
365 дни правилен парад
на прикрито надменен отряд.
En el parque del Rey Borís*
Él persigue las mariposas en el parque del Rey Borís
pero no puede llevarse a su casa ninguna de ellas,
ni siquiera puede mencionarlas delante de sus padres.
Pero aún más lo torturan sus huidas secretas
y continúa gastando su tiempo
en la búsqueda del perfecto ejemplar.
Hace ya tiempo que perdió la noción de lo que busca,
solo sabe que nada puede complacerlo,
y que la mariposa más bella siempre se le escapa.
Hasta que un día repentinamente logre agarrarla
y su fatídico encuentro ponga así final
a las decepciones de la eterna caza.
La perfecta mariposa Monarca, de color vivo
con sus quitinosos e hipnotizantes repliegues
abrirá de par en par sus robustas alas sobre él,
y bajará por ellas la furia de sus venas,
por las que fluye una leche contagiosa, y su larga probóscide
le succionará los labios, hasta resecarlos.
* El parque del Rey Borís es uno de los lugares principales de cruising en Sofía. [N. del T.]
Борисова градина
Той преследва пеперудите в Борисова градина,
но не може да прибере у дома никоя от тях,
не може и дума да става пред родителите.
Все повече го измъчват тайните му бягства
и продължава да пропилява времето си
в преследване на съвършения екземпляр.
Отдавна е загубил представа какво търси,
знае само, че нищо не може да го задоволи,
и най-красивата пеперуда винаги се изплъзва.
Докато един ден внезапно го връхлети
и съдбовната им среща сложи край
на разочарованията от вечния лов.
Съвършено обагрената пеперуда Монарх
с хипнотизиращи хитинови извивки
ще разтвори мощните си крила над него,
ще се спуснат по тях мълниите на вените й,
в които тече заразно мляко, и дългият й хобот
ще се впие в устните му, за да ги пресуши.
Al profesor con amor
Al profesor con amor y agradecimiento
por las lecciones de literatura búlgara
en las que con respeto nos ha hablado
tanto de las mujeres amadas por Peyo Yavorov
como de los hombres de Aleksandar Vutimski.
Y sobre la homosexualidad como tema fundamental
en el pilar político de la literatura clásica:
sobre los búlgaros homosexuales oprimidos durante el comunismo,
los disidentes e intelectuales,
y los cristianos y mártires asesinados bajo el yugo otomano.
En los libros de texto mis padres han aprendido
que algunos búlgaros honrados han sido homosexuales
y que a su hijo también le puede ocurrir
eso de ser al mismo tiempo homosexual y respetado
y estar en posesión de una buena salud mental.
На учителя с любов
На учителя с любов и с благодарност
за уроците по българска литература,
в които с уважение е преподавал
както за любимите жени на Пейо Яворов,
така и за мъжете на Александър Вутимски.
И за хомосексуалността като важна тема
в политическия гръбнак на българската класика –
за гей-българите, премазани по комунистическо време,
също както българските дисиденти и интелектуалци,
и убитите през Османско владичество християни-страдалци.
От учебниците моите родители са научили,
че някои достойни българи са били хомосексуални,
и че синът им също може някой ден да се случи
да бъде едновременно хомосексуален и уважаван
и да живее в добро психическо здраве.
