Textos

 
Selección y traducción de Roberto Bernal

 
Presentamos seis poemas de Vetas y naturalezas, segundo título de poesía del prestigiado poeta, ensayista y traductor italiano Valerio Magrelli (Roma, Italia, 1957), publicado en 1987, siete años después de la aparición de su célebre Ora serrata retinae.

El traductor

 
 
Se abren como hojas
los días, pálidos
como cortinas
y algunos empujados
por el viento,
por la luz
que crece detrás de ellos
o en su interior,
inclinados y ligeros
sólo para ser admirados.

 
S’aprono come foglie
i giorni, pallidi
come tendaggi
ad uno ad uno spinti
dal vento,
dalla luce
che cresce dietro ad essi
o al loro interno,
leggeri e curvi
solo per essere ammirati.

 

Estas notas sobre los días
son migas
para encontrar el sendero
a lo largo del bosque de los años.
Pero vendrán los pinzones
a borrar las huellas,
a picotear migas,
a seguir el rastro,
para comerse el camino,
para devorarte.

 
Queste note nei giorni
sono briciole
per ritrovare il sentiero
lungo il bosco degli anni.
Ma verranno i fringuelli
a cancellare le tracce,
a beccare molliche,
a seguire la pista,
a mangiare la strada,
a divorarti.

 

No tener nada que escribir
genera esa tristeza infantil, infinita,
de quien no encuentra hospedaje
en un país extranjero.
Se busca en todas partes,
cada lugar está ya ocupado,
probamos en otro lugar y, mientras tanto,
se hace tarde y no hay nada.
¿Dónde iremos a dormir?

 
Non avere da scrivere nulla
dà quella pena infantile, infinita,
di chi non trova alloggio
in un paese straniero.
Si cerca ovunque,
ogni posto è già occupato,
provate altrove e intanto
si fa tardi e non c’è verso.
Dove andremo a dormire?

 

Cómo es triste aprender demasiado tarde un idioma.
Cerraron las puertas
y quedamos fuera, con algunas piezas en la mano,
rotas. Pregunté para qué sirve,
cómo funciona, si está bien articulada,
pero es inútil saber una cosa a la vez. Falta
el molde, la presión, el fuego.
Y encuentras solamente
las palabras que no conoces
o que ya has olvidado.
Me temo que el alemán perdió los nombres
y verbos que todavía recuerdo.
Tal vez soy una fisura
que se abrió en sus diccionarios.

 
Quanto è triste imparare troppo tardi una lingua.
Hanno chiuso le porte
e resti fuori con qualche pezzo in mano,
rotto. Domandi a cosa serve,
come funziona, se è montato bene,
ma è inutile sapere una cosa per volta. Manca
lo stampo, la pressione, il fuoco.
E incontri solamente
le parole che non conosci
o hai già dimenticato.
Io temo che il tedesco abbia perduto i nomi
e i verbi che so ricordare.
Forse sono una falla
che si spalanca nei suoi dizionari.

 

Me acariciaba la cara
pensando que era la suya
y palpaba los rasgos,
las marcas, los puntos que atendía
cada momento cuando la miraba.
Por apenas un instante yo
era ella y soñé mientras
pensaba en mí. ¿Dónde
estaba en ese momento? En el Tíbet
los sacerdotes secan los cadáveres
y con los huesos fabrican
flautas. Pero ahora mis huesos
eran suyos. ¿Con quién
debería tocar mi planto
fúnebre?

 
Mi accarezzavo il viso
pensando fosse il suo
e ne sentivo i tratti,
i segni, i punti che guardavo
ogni momento quando la guardavo.
Per un attimo appena io
ero lei e mi sognavo mentre
pensavo a me. Dov’ero
adesso? In Tibet
i sacerdoti essicano i cadaveri
e con le ossa fabbricano
flauti. Ma ora le mie ossa
erano sue. Con chi
dovrei suonare la mia nenia
funebre?

 

Mi corazón está astillado,
rasgando
la superficie deslumbrante
y dura del recubrimiento, esa capa
fría, metalizada,
brillante, producto delicado
de la pintura al fuego.

Estoy solo como un clavo
junto a su sombra.
Solo como una bala
que no tiene tiempo
de proyectar sombra.

Cruzo suspendido en el aire
a unos 180 kilómetros por hora.
Pasó sobre las cosas
rozándolas,
tocándolas apenas,
pero ahora lejos,
ya demasiado lejos
para oír el ruido que hace
al caer.

 
Il mio cuore è scheggiato,
scalfita
la superficie scintillante
e dura dello smalto, quel manto
freddo, metallizzato,
lucido, delicato prodotto
della verniciatura a fuoco.

Sto solo come un chiodo
insieme alla sua ombra.
Solo come un proiettile
che non fa in tempo
a proiettare ombra.

Filare sospeso a mezz’aria
sui 180 all’ora.
Passare sulle cose
sfiorandole,
toccandole appena,
ma già lontano,
già troppo lontano
per sentire il rumore che fanno
cadendo.

 

 
París

El Sena amaneció sereno. La quietud de su agua me renueva. Ser agua que siempre va, que siempre viene. Ser quietud vaivén de las corrientes. Mantener mi cuerpo eucalipto morado. Pecho rosa tallo con espinas. Hacer nadar las palabras ausencia y presencia.
 
Hablar pájaro que canta. Imaginar gaviota que vuela y llama. Renacer primavera.
 
El Sena lleva en su cauce las desilusiones de fin de semana, pero agua que mira el espejo refleja la llegada de la espera. Con ella, más tiempo.
 
 
 
Hablándole a Rodin

 
Hay una línea divisoria entre
las dos almas que unen los cuerpos.
 
Un suspiro convertido en fisura de luz, quiebre de lo permanente.
 
Hay una delicadeza en el mármol blanco que desnuda la mano de los amantes que fuimos.
 
Invisible el que crea el fuego de la piedra.

*
 
La ventana abre el reflejo que transpone al árbol.
 
Su tronco se duplica en el lente de la cámara
y mi cara se transforma en mármol rosado
 
para estar al lado de los otros.
 
Colección de rostros:
vidas y cuerpos inmutables al tiempo amante.
 
 
 
Boca de Uchire

El sol siempre es el mismo a esta hora en Boca de Uchire. Los cangrejos han tomado cuerpo de hombre, de pescador de orilla. Cavar es mi propio ejercicio de retorno a la infancia. Horas de labor indagando la arena, los residuos de la desidia de otros. Los restos de quien ya no soy. A pocos metros, de niña dibujo corazones con un palo de madera. Mientras el final de la curva roza la esquina de la otra mitad, media figura se ha borrado. Se me hace imposible representar el amor en la inmediatez de las olas. Insisto, porque un corazón tiene que estar completo. Presente, mi ideal a medias. Totalidad, certeza de olas. La brisa le pega a él, durmiente frente al mar, que me interroga mis bordes, mi límite, la finitud de mi vientre. Reto al tiempo que reposa en mis pies. Comienzo de año y fin de otro. 

De la incertidumbre nace la más fuerte convicción de encuentro.
 
 
 
Confesión I

Si digo que estoy dispuesta a soportar el peso de tu sombra
 
no me creas.
Aún busco la manera de sobrellevar la mía propia.
 
 
 
Confesión II

Soy débil
como la telaraña
que tienen los libros que nunca has leído.
 
Soy débil
como la cáscara del huevo que rompes todas las mañanas para hacer el desayuno.
 
Soy débil
como la palabra misma que se quiebra en la garganta del herido.
 
Reconocer la debilidad que pende del alma es más duro que reconocer la fortaleza.
 
No hagas un arco con estos hilos para lanzar la piedra. Teje, en cambio, una mano que acobije.
 
 
 
Tormenta

I

No trae la tormenta
levedad en sus ritmos acelerados
ni espera la ola que agita esta calma un espacio sin luz.
 
En esta distancia que existe
entre mi cuerpo y tu hora,
mareas altas y un suelo que me absorbe.
 
 
 
II

Soy la isla que te alberga en medio de la pérdida. De día,
transformo tus ausencias.
De noche,
 
hago de mi cuerpo cementerio.
 
 
 
III

No hay tiempo lineal entre una tormenta y su calma. Entre ellas se conjuran pasado y futuro.
 
 
 
IV

Entre yo y el otro dos líneas paralelas:
 
la realidad del hallazgo y
la fantasía de lo perdido.
 
 
 
El yo; el otro

No hay cuerpos en la noche húmeda de ausencia.
Ni ojos atravesando el ruido que nos separa.

;
Enlazo lo paralelo de nuestros mundos sin que los nudos se rocen.
La espera deja de ser la causa para ser el fin.

;
La cuerda por la cual cruzar la oscuridad paraliza el miedo.
Desgarro cada centímetro de tu duda.

;
Le tengo fobia a los pozos, a la negra angustia de lo incierto.
Sé que el encuentro de nuestras manos sellará el temor que habitamos.
 
 

 
Andrés Cisnegro, Llegada del Malnacido/ Undesirable Arrival, Christopher Perkins (trad.), Nueva York, Artepoética Press, 2022, 128 pp.
 

 
En mi primera lectura de Llegada del Malnacido (Artepoética Press, Nueva York, 2022), de Andrés Cisnegro (Ciudad de México, 1979), me encontré buscando en mí una nostalgia; en la siguiente lectura, mi hallazgo fue que dicha búsqueda terminó siendo la de una nostalgia por algo que extrañamente no he experimentado a plenitud, algo así como una “nostalgia fantasma”. Quizá esa experiencia la puedo tratar de reconocer en algún sueño, parecido a algo que te cuentan con tanta sinceridad que crees que existe o existió en una era dorada, hoy perdida.

Hay también, por supuesto y conectado con aquello, una relación visceral con las “patrias”: por un lado, ésa de las fronteras territoriales, de los mapas, los libros y la infancia, y por otro, la patria de la poesía, ésa que habitamos con más gozo y dolor, y en la que quiero construir ese estadio que propone Cisnegro, lleno de poesía y no de pobreza. Una patria en la que quiero también discutir la realidad, las distintas realidades, desde ese otro contexto: el que nos provee la ciudadanía alucinante del lenguaje.

Y —no puede ser de otra manera— en Llegada del Malnacido está también, muy clara, la poesía de crítica social, tan menospreciada en México y que sigue siendo tan necesaria, e incluso indispensable, en estos días. Llegada del Malnacido es reconocer la poesía en el grito, el grito que es pueblo, voz fúnebre y también rama y revolución. Y la nada, porque también la nada grita. Una voz que no se subordina al amo de la sintaxis ni a la corona como símbolo: la voz de la poesía y también del Malnacido: lengua compartida en dos patrias. Y a la vez, una tercera —el inglés—, que Christopher Perkins traslada con pericia.

Aquí, la palabra, el lenguaje, el poema, no pueden darse el lujo de descansar en el oropel de las tradiciones, en el efectismo de la mesa de novedades. Es un libro que, de entrada, nos hará preguntarnos: qué hay que buscar que no se encuentre ya en el noticiero, en la primera plana de diario de su preferencia, en la charla “seria” del oficinista.

La cotidianidad terrible está en estos lugares, sí, pero en el poema encontraremos, junto a esos terrores, las sutilezas que conectan con nosotros de maneras misteriosas, Por eso en el poema, en una poética y un volumen como los de Llegada del Malnacido, lo terrible nos es familiar y, sobre todo, desconcertante. Como si lo experimentáramos por primera vez; como si el camino por el que anduvo este ente común y extraño, para llegar aquí, lo conociéramos tanto y a la vez fuera como si no lo hubiésemos visto nunca: los aires, las vías, los pozos profundos.

No es el viaje por un camino secreto, ni tampoco una ruta sinuosa a causa del bache sintáctico o del símbolo oscuro. Si no es sencillo el camino que nos cuenta a su llegada este Malnacido, es por su claridad deslumbrante, por la exigencia al lector para que detenga los ojos y vea sin distracciones retóricas.

Pero al final, de nuevo, esa sensación extraña: no sabemos claramente qué o a quién hay que rescatar; no nos muestra el paraíso perdido porque no lo conoce, no lo conocemos, pero lo intuimos entre el murmullo y el silencio, entre aullidos.

Lo que es claro en esta búsqueda desconcertante es que hay que despertar, abrir algo más que los ojos para no ser tragados, para que el mundo no se trague a sí mismo. El Malnacido trae su camino con él; lo trae para ser recorrido, conocido, descubierto y reconocido por nosotros en un ciclo que parece interminable.

Este camino es la militancia del maldito a través de la palabra, pero no sólo entendiendo a la palabra como la más eficaz de las armas, si se me permite el lugar común —y me permitirán uno más grave: la palabra como alivio.

Pero, como en toda poesía que surte su efecto eficaz, ésta sólo cumple su función al aproximarse; tiene que dejarnos con cierta sed o inquietud de buscar resonancias, el resto de la experiencia, en uno mismo. La sola palabra del poeta o la sola reflexión intrínseca del potencial lector serían insuficientes; se necesitan mutuamente.

No me parece, entonces, algo casual esta insistencia de la voz poética en cuestionar una y otra vez, de forma directa y sin adornos, a su interlocutor, a quien le exige no darle la razón a las constantes epifanías que se van develando poema a poema (como aquella que sé que no me soltará nunca: “la verdad es un instante que no hace libre a nadie”). No. El Malnacido no se conforma y por ello le exige, a quien tenga enfrente, generar cuestionamientos propios y a partir de ello mirar juntos el horror humano, la violencia que no cabe en sí misma y pluraliza; el dolor como una mercancía, un cuerpo o un país amputado, que quiere reordenarse a partir del enfrentamiento con la más brutal realidad; la violencia como identidad nacional, nueva en muchos sentidos pero, en otros, irreconocible.

Pienso en Wisława Szymborska, que dijo alguna vez: “cuando escribo, me hace un guiño Homero”. En muchos sentidos estas odiseas del camino del maldito son tan antiguas como la propia tradición —poética, política o cultural— de nosotros occidentales. Las guerras, las violencias, los dolores están, por supuesto, en este maravilloso libro. (Y si repienso esa cita de Szymborska, desde la propia Ilíada.) Como si la violencia fuera, irónicamente, algo tan propio para nosotros como el amor.

Troya se desmoronó, México se está desmoronando. Y en medio de tanto espanto, con la convicción de la legítima defensa, a punto de soltar otro puñetazo —eso que llaman poesía, dice Andrés Cisnegro—, quizá sea el único ataque honesto en esta guerra infinita.

 
Nota introductoria y versiones de Lucía Cornejo

 
Un miércoles por la tarde, una mujer dobla su ropa mientras escucha “Las cuatro estaciones” de Vivaldi. Un miércoles, miles de mujeres viajan lejos de Corea hacia lo indecible. Un día como cualquier otro es en el que el que poema “Comfort” se sitúa para marcar el paso del tiempo: “On Wednesdays, it rains (…) for the children they bore. For the children/ they could not bear. For the children/ they were (…)” [“Los miércoles llueve (…) por los niños que llevaban. Por los niños/ que no podían llevar. Por los niños/ que fueron (…)”] El poema entrelaza vivencias distintas.

Para Emily Jungmin Yoon, el poema es un lugar donde relatos y experiencias vitales diferentes pueden adquirir resonancia colectiva. En él, la existencia individual de la voz poética se conecta y tensiona con la historia de una comunidad que le precede. A Cruelty Special to Our Species, publicado por Ecco en 2018, emerge de conexiones así. Una propuesta poética donde la identidad, el paso del tiempo y la conciencia histórica emergen de textualidades marcadas por el azar, el dolor y la crueldad. La autora concibe al ejercicio poético, pues, no meramente como espacio introspectivo para la voz individual o la búsqueda de la experiencia estética, sino como un lugar que arroja luz sobre las formas en que se habitan comunidades, nacionalidades y, con ello, lenguas distintas. Nacida en Busan, Corea, Jungmin Yoon se pregunta por ese pasado doloroso que resuena y determina su rol actual como mujer y migrante en Estados Unidos. La identidad aquí, al menos la individual, es una pregunta sin respuesta en el corazón del libro. Ser mujer migrante en Estados Unidos es percibir similitudes entre palabras en coreano y palabras en inglés; ser mujer es indisociable de las experiencias de las “comfort women” del imperio japonés durante el siglo XX. Los hilos comunes entre tiempos pueden ser múltiples, pero todos comparten el tamiz de la violencia de género y el racismo.  

Sin embargo, la ternura y el asombro no dejan de ser parte de las escenas cotidianas y memorias de niñez que habitan estos poemas. Más bien, estos sentires urden cercanías insospechadas con la violencia latente del colonialismo en sus diversas dimensiones. Ambos poemas aquí presentados de manera bilingüe, “Bell Theory” y “News”, se mueven del dato histórico a las experiencias personales a través de figuras como la metáfora, la polisemia y el juego sonoro. La obra de Emily Jungmin Yoon traspone formas textuales como la nota periodística y el dato duro. En un diálogo con su libro anterior, la plaquette Ordinary Misfortunes (Tupelo Press, 2017), su poesía supone retos creativos y epistémicos para la práctica traductora; da lugar a un encuentro íntimo con la sonoridad del inglés, el coreano y la propia lengua materna, imbuida también de borramientos, posibilidades y silencios históricos.   

 

Teoría de la campana

Cuando se reían de mí por hablar mal inglés, yo tocaba mi garganta.
Que decía labios cuando mis labios decían años y año tras año
yo pronunciaba mal una palabra nueva y otras gargantas reían.
Elevador. Biblioteca. Campanas vibrando en sus bocas.

Cómo decir azalea. Cómo decir forsythia.
Mejor di campanas doradas. Di soy del ESL. En clase de francés
un niño de apellido Kring me llamó belle.
Me llamó por mi nombre coreano, pronunciándolo mal.
Lo dijo en voz alta, llamando la atención hacia mi alien.1

(Toqué el globo que se movía en mi garganta, un hemisferio hundiéndose.)

Me habló desde otro lado del patio rodeado de campanas doradas.
Quise escapar y ser amada al mismo tiempo. Por Kring.
Como decir: niños en un jardín. ¿A dónde vas? Nos estamos riendo contigo.

La campana que vibra en nuestra garganta cuando reímos se llama úvula. De uva.
Una teoría: esta campana-uva, propia de nuestra especie, se relaciona con el habla.
Nos separa de los animales. Kring me miró y dijo
Oye, ¿y tú comes perros? y yo quería terminar con mi pequeña vida.
Volver a nacer como un golden retriever de Norteamérica.
Recostarme, amada, en un patio rodeado de campanas doradas.

Hoy en día, en un país donde los perros son más queridos
que un niño extranjero, un candidato del senado de Oregon le dice no
a los refugiados. Dice, hace años, los refugiados vietnamitas comían perros,
cosechaban las mascotas de otra gente. Cosechar de cosechar uvas.
Cosechar de cosechar un campo de arroz dorado. Como lo hace la gente
de los países arroceros. Como en los mundos de la gente come-perros.

Hace años, en el Japón de 1923, la frase jῡgoen gojissen se usaba
para diferenciar a los coreanos: di 15 yen 50 sen. Los colonizados que usan el caos
del terremoto de Kanto para envenenar las aguas, abren fuego: una crueldad propia
             de nuestra especie.
Una crueldad propia de nuestra especie: cómo decir jῡgo, cómo decir gojit,
cómo jῡgo suena como morir en coreano, cómo gojit suena como mentir:
mentía, mentía, leía, azalea, leía.

Voy a la biblioteca, mentí, hace años, en un campo rodeado de forsitia.

 
Bell Theory

When I was laughed at for my clumsy English, I touched my throat.
Which said ear when my ear said year and year after year
I pronounced a new thing wrong and other throats laughed.
Elevator. Library. Vibrating bells in their mouths.

How to say azalea. How to say forsythia.
Say instead golden bells. Say I’m in ESL. In French class
a boy whose last name is Kring called me belle.
Called me by my Korean name, pronouncing it wrong.
Called it loudly, called attention to my alien.

(I touched the globe moving in my throat, a hemisphere sinking.)

Called me across the field lined with golden bells.
I wanted to run and be loved at the same time. By Kring.
As in ring of people. Where are you going? We’re laughing with you.

The bell in our throat that rings with laughter is called uvula. From uva: grape.
A theory: special to our species, this grape-bell has to do with speech.
Which separates us from animals. Kring looked at me and said
Just curious, do you eat dogs? and I wanted to end my small life.
Be reborn a golden retriever of North America.
Lie on a field lined with golden bells, loved.

Today, in a country where dogs are more cherished
than a foreign child, an Oregon Senate candidate says no
to refugees. Says, years ago, Vietnamese refugees ate dogs,
harvested other people’s pets. Harvest as in harvest grapes.
Harvest as in harvest a field of golden rice. As do people
from rice countries. As in people-eat-dog worlds.

Years ago, 1923 Japan, the phrase jūgoen gojissen is used
to set apart Koreans: say 15 yen 50 sen. The colonized who use the chaos
of the Kanto Earthquake to poison waters, set fire: a cruelty special to
             our species.
A cruelty special to our species — how to say jūgo, how to say gojit,
how jūgo sounds like die in Korean, how gojit sounds like lie — 
lie, lie, library, azalea, library.

I’m going to the library, I lied, years ago, on a field lined with forsythia.

 
 
 
Noticias

Para las víctimas del desastre del MV Sewol
sucedido el 16 de abril de 2014

Hay un artículo sobre cómo comer manzanas.
            Pero yo estoy comiendo una pera y pienso
            que pera en coreano es homónimo de barco o bote
                        y estómago, en cómo se hundió el Sewol, en cómo sewol
                        quiere decir más allá del mundo y es homónimo de tiempo
                        que pasa o vida. La mayoría de los pasajeros eran estudiantes jóvenes  
                        que iban en un viaje escolar:les dijeron que esperaran en el estómago del Sewol
                        mientras el capitán y la tripulación huían. Los buzos sacan cuerpos, encuentran
                        a dos jóvenes entrelazados por chalecos salvavidas. Los coreanos llevan listones
                        amarillos, desentierran a los jóvenes muertos de la sal de la vida que pasa
                        demasiado rápido. Una carta pegada a una botella encima de los muros
                        de sus libros de prepa: Te he amado por un año. Sewol, ¿cómo amaba yo
                        a los diecisiete? ¿cómo deshacía el nudo en mi estómago? Nutrida
                        con lágrimas, la semilla hizo crecer vides por mis venas, y yo tosí
                        pétalos. Me rendí y grité: ¡yo amo, yo amo! Y viví. Estoy harta
            de las rebanadas de pera sonrientes. La forma correcta de comer
una manzana es de arriba a abajo, engullirlo todo. No desperdiciar nada más
que las semillas. Un homónimo de corazón es perdón. Lo siento,
le digo al corazón de la pera, a las semillas en el vientre hundido.

 
News

For the victims of the
MV Sewol disaster of April 16, 2014

There is an article on how to eat an apple.
            But I am eating a pear and thinking
            pear in Korean is a homonym for ship or boat
                        and stomach, how MV Sewol sank, how sewol
                        means beyond the world and homonymous with
                        the passing time or life. It carried mostly young students
                        on a school trip, told to wait in the stomach of Sewol while
                        the captain and crew fled. Divers pull bodies, find a boy and a girl
                        strapped together by life vests. Koreans wear yellow ribbons, unbury
                        the young dead from the salts of too-quick passing life. A letter pasted
                        on a bottle atop the walls of their high school reads: I have loved you
                        for a year. Sewol, how did I love at seventeen? Lull the clot
                        in my stomach? Watered with tears, the pit grew vines
                        around my veins, and I coughed petals. I surrendered
                        and cried, I love, I love! and lived. I am sick
            of the smiling slices of pear. The right way to eat
an apple is: top to bottom, swallow everything. Waste nothing
except seeds. A homonym for apple is apology. I am sorry,
I say to the pear’s core, to the seeds in the sunken belly.

 


1 El término “alien” remite a las “Alien Land Laws”, una serie de medidas legadas discriminatorias, redactadas con lenguaje excluyente en Estados Unidos a partir de 1913. Dirigidas a migrantes asiáticos, estas leyes les prohibían ser propietarios de terrenos y viviendas. “Alien” se utilizaba como un término genérico para no nombrar específicamente a ningún grupo racial. Fuente: https://encyclopedia.densho.org/ [N. de la trad.]

 
la inspiración   como el estilo
es una mancha a lo lejos que parece vibrar
es una boca sobre la luz del sol
una cabellera ondulante bajo el agua
aparece cuando te tiendes sobre una cama blanquísima
y la arena raspa
cuando las libretas vagan
como estrellas muertas en universos de ropa
cuando la letra es un fantasma
que no toca el recuadro de tiza
ni deja de resbalar hacia otros mundos

la inspiración como el estilo
es un bulto bajo la piel
que arde
que pica
que un buen día se vuelve roca
entonces puedes lanzarlo
y mirar cómo se hunde   sin reparos

 
 
antimonumento

*
vuelvo a los monumentos
o quizá son ellos los que vienen otra vez
irrumpen en la casa
comen y dejan trastes sucios
nos sugieren vestir cierta ropa sin bolsillos
usar palabras extrañas
esperar en poses incómodas

hemos deseado trenes y las miradas de los trenes
hemos deseado ser poderosas inmaculadas
o simples vagabundas
nos hemos visto como reinas como hetairas
como bolas de fuego
nos hemos desgreñado   odiado
acabamos con la histeria y el culo al aire
con el cuerpo deshecho
hemos creído en el cielo en la casa
en la envidia del pene
no
sin embargo
nos deslizamos como por un plano inclinado
hacia la trampa
no del teléfono
sino del amor

 
 
**
vienen con sus látigos de piedra
carros de fuego
leones águilas
y todo tipo de animales que les parecen gallardos
pero no nos meten miedo
si vemos una de esas caudas por las que tanto han llorado
pensamos que quizá deberíamos lamernos los pezones
y poner más hielos en el congelador

 
 
***
me cago en los monumentos
y la caca me cae en la cara porque cago
como dice mi padre
más alto que el culo
lo cual no me interesa
porque sé que toda victoria es pírrica
y por cada monumento de triunfo
hay dos o tres antimonumentos de masilla
entre los dientes del pueblo

 
 
ya no hay estilo, amor mío
nos hundimos en el miedo
y esas gotas raras
nos descomponen la voz
pero igual sueñas
y no te rompes
o sueñas que te rompes
y que te lleva la ola
la arena está muy lejos
imposible volver a la costa
imposible no hundirse

no hay más estilo
que surcar de perrito
los mares

 
 
arde (fragmentos)

en esta casa besada por el fuego
se enrosca una saliva de cráteres
un moco lento avanza entre rocas
una gota gorda está a punto de explotar
de arañar el agua del fuego con su estornudo

un remolino famélico avanza por la enana de sus ojos
por las rendijas camina la sombra que a veces nos sigue
tocándolo todo
mesa / banco / árbol / lengua
deja una mugre fantasma
microscópicas manchas de café
invisibles madejas de pelo muerto
inexistentes colonias de moho
trazan otro itinerario
que la carcoma de su lección inaugural

 
 
si todo es un plagio
prefiero plagiar a un gato.

entre cajas de cartón
aguardar la noche

cruzar precipicios
como quien va de la estancia a la cocina

dar la muerte
o morir sin aspavientos

cagar en jardines recién podados
y no tener más amo
que el sueño

 
 
los banqueros traman sus pesadillas
pero las soñamos nosotros.
aquí desfiguramos el día
y la noche cuelga
como un delantal
para limpiarse la grasa
                                       de los dedos

 
 
hallamos pocas cosas
no quedan cubitos de hielo en el refrigerador
hay compresas frías
por si el golpe resulta demasiado doloroso
busco alguna colilla fumable
y encuentro una imagen salvaje de mí misma
preferiría comer papas fritas con salsa cátsup
tomar cerveza con limón
preferiría no tener que usar el tronco común del espino
ni el sonido del espanto
pero hallamos aves muertas alrededor del sol
y viajamos treinta o mil kilómetros
para olvidar que volamos en círculos
que volverán nuestros huesos al desierto
y nos perderemos sin duda
en altamar

 
 
así es
en esta casa mecida por el fuego
recuerdan los dormidos
amontonados unos contra otros
niños con los zapatos puestos
hechas nudo las manos
ahorcados   desmembrados
o con un tercer ojo de plomo
rimbauds polifemos
ciegos niñas muertos
chiquillas con la falda sobre la barriga
zapatitos de tacón bajo
mochilas           uñas recién pintadas
señoras de tenis y pantaloncillos cortos
salvadoreños con atuendo de viaje
chamarras, gorras, calcetines
gordos, flacas, chicos, altos
no sueltan la amarra de la tierra
vienen lentamente
hacia nosotros tienden los brazos
y son hongo, fruta y pasto nuestros
que los devoramos

 
 
mis pisadas sobre el musgo
suenan a pólvora mojada
las repeticiones pop y las enumeraciones postpunk
saben a anuncio de benetton
los poemas son manuales de objetos perdidos

en esta casta oficina
tantos rostros empapelan las paredes
que no hay sitio para más ausencia

a lo lejos retumban los cuetes de san judas
y los reguetones de sus devotos nos adiestran
en la separación de hombres y mujeres
los ritmos acéfalos
el trabajo por horas
el sexo artrópodo
pero nadie nos instruye acerca del hundimiento
nadie     abre fuego

 
 
pensamos que ahogarnos en un mar helado
sería bueno
que dejarlo todo
sería mejor
pero saber de poesía      
una o dos cosas
sería realmente       mucho mejor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Entre verde y azul

Para Josselyn

Sigues recogiendo la mesa
limpiando los estragos de una cena.

Recoges los platos
como siempre.

Me das un beso en la frente
como todas las noches
casi puedo acostumbrarme a eso
porque vengo de entre los muertos
y en el bolsillo tengo un pedazo de hielo
sólo soy útil para ti cuando no estoy.

Me quedo
con la imagen de tus manos pequeñas
sosteniendo los platos
y de tus ojos
sosteniendo mi alma.

                                                            Y eso que apenas es martes.

 
 
Hay un poema sobre la cama de Elizabeth García

Hoy quisiera que el día fuera violeta y rojo
suave y húmedo.
Quisiera que el día fuera azul
como mortajas de deseos
que se levantan para apenas cubrirte.

Hoy quisiera también que el día fuera amarillo
con plegarias sin sordera
ni pasteles, ni levántate, ni me acuerdo.

 
 
Beatriz

Aquí falta una declaratoria
algo que suene hermoso
y aunque una palabra
defina el sonido
de una bolsa de plástico,
aún te falta un mundo por describir.

 
 
Filosofía griega

Éramos muchos
y al final nos encontramos con mitos
o mentiras
o verdades a medias
y donde fui
más que suficiente.

Hermosa
con mis zapatos griegos
en la fiesta de griegos
donde nadie fue griego,
sólo yo.

 
 
Belladona

Desde mi sitio y hasta el horizonte
un peso abrupto.
Espero la cratofanía
enredada en el rizo de tu pelo.

                Nada más
                                              (me)
                                                        importa.

¿Qué han traído las olas?

El cadáver sonriente
que produjo la desembocadura salada del tiempo.

 
 
La velocidad del olvido

Ya sea por la picazón
que produce el suetercito
o por una idea
que da vueltas y vueltas en la cabeza,
el tormento parece asomarse
en la rendija de la puerta.
 
Ya va a ser un año desde
que vi molinos en gigantes
y un poco más desde que las palabras
llegaron a su fecha de caducidad.

 
 
A room with a moose
(The panic consumes the girl)

El dolor se ha anidado
en mis huesos viejos,
y la muerte de cada grano de sal en los labios
de mi novia,
me punza como la cobardía
que tuvo mi padre de no matarme
cuando tuvo la oportunidad.

 
 
* Poemas pertenecientes al libro De la vez que caí en la trampa para osos (Exlibris Ediciones, Ciudad de México, 2023).

 
Versión al español de Petronella Zetterlund

La luz de verano que agoniza cae como un crespón diminutivo a través del ramaje de los abedules; el velo fino de la desesperación sublime del manto de la nube lingüística; una nube frágil de extinción entre el polen de los dientes de león que flota en el aire. Y el goce de estar enfermo de mortalidad indiferente. Lo dicho está no dicho, pero se ha realizado. Sólo las banalidades más atroces se realizan. Es tu habla. En ésta viene incluido el silencio. Como si a alguien le importara. Ni mucho menos a ti. Tu vida es un puto chiste ridículo. No te ríes. Pero los demás se ríen de tu figura. Me despierto. Es de noche. Es en medio de la noche, la hora del lobo. Me despierto. Es temprano. Es tarde. Estoy acostado en la cama. Respiro. Siento que respiro. Que el cuerpo respira. Desde adentro de sí mismo. Los pulmones. El corazón. Aun así, jamás puedo saber con certeza, si estoy vivo o muerto. El pasaje de la muerte podría parecerse idéntico. Jadeo. El cuerpo jadea. Primero pienso que el sueño delicado y parcial se haya interrumpido porque el cuerpo está viviendo un último infarto cortante; pero parece que no es el caso; no experimento ningún dolor físico en particular. No creo… Siento (¿no es así?) cómo el corazón palpita dentro del cuerpo, en el pecho, detrás del esternón. Palpita con intensidad, pero de alguna manera con irregularidad. Como si tosiera. Giro la cabeza y miro el reloj sobre la mesita. Escucho el tic tac suave, suave, como hacia adentro, hacia allá, escapándose. ¿O me estoy imaginando?  En la penumbra de la habitación veo el segundero que gira y gira. De repente me parece que me estoy derramando en una forma de demencia obsesiva. Que los segundos, incesantemente, se pierden. El segundero que gira precipitadamente, encerrado en la esfera del reloj, detrás de la mica sucia y rallada, como un grito ahogado. Como una locura silenciosa y resignada, encadenado a su propio eje, u ombligo. Escucho mi propia respiración. Hay algo parecido a un silbido en ella. Un gemido quejumbroso de baja frecuencia. Como si el aire que se inhala y se exhala se estuviera lastimando con algo, algún tipo de borde cortante. O un ser borroso, un ente (una forma gaseosa), el cual se encuentra en el subsuelo, herido y enterrado en vida. Pero yo respiro. El estómago se eleva y se baja silenciosamente por debajo del edredón. Dialécticamente, como si fuera al mismo tiempo un fuelle que suspira profundo y un animal durmiendo indiferentemente en una hibernación eludida. Giro la cabeza hacia el otro lado y miro a mi esposa, quien aún está dormida. Veo que se ha enroscado, como si el cuerpo instintivamente hubiera intentado formarse contra una pesadilla. Me levanto con cuidado, lo más sigilosamente que puedo. El edredón cruje, como una hoja de papel que se estruja. Atravieso el silencioso departamento, el cual parece estar a la sombra onírica extraña e indiferente de un amanecer gris: sin objetos. Me siento en el váter, intento evacuar un intestino lento, hinchado. Probablemente un tumor interior pudriéndose, pienso de rutina. O un engendro muerto que se haya quedado allí dentro, en las cavidades, en su sarcófago de calor febril, imposible de expulsar. Donde la existencia sucumbe, se habla. Eso se dice. Como si no conociéramos ningún fin. No puedes devolver el silencio. No hay punto final. Es una espera más allá de la muerte. Ahí se sigue hablando. Se sigue hablando cada vez más. Pero no del silencio. Porque el callar se tradujo al habla. Al sonido de lo vivo. Vida prosigue. La vida prosigue. Las vidas prosiguen. En todas partes. Incesantemente. Así es la única forma de la muerte. La poesía, en el intermedio, materia oscilante sin hogar. De ahí que pueda sobrevivir a su propio zoembiente letárgico. Una voz desde la oscuridad de la muerte. Una. De la nada. Hablando. Sonando. Chasqueando. Transformando la oscuridad de la muerte en la oscuridad del silencio y en silencio y abismo. Desde el cual inmediatamente surge una nueva habla. Que vuelve a transformar cierto descanso en labor fonética.

 
 
Sensommarljuset faller som en diminutiv sorgslöja genom björkarnas lövverk; ett tunt flor av språkmolnmantelns sublima förtvivlan; ett skirt moln av förgängelse bland omkringsvävande maskrospollen. Och njutningen att vara sjuk av dödlighet utan skillnad. Sagt är osagt men verkställt. Bara de mest ohyggliga banaliteterna verkställs. Det är ditt tal. Däri ingår tigandet. Som om nån brydde sig. Allra minst du själv. Ditt liv är ett löjligt jävla skämt. Du skrattar inte. Men andra skrattar åt din figur. Jag vaknar. Det är natt. Det är mitt i natten, i vargtimmen. Jag vaknar. Det är tidigt. Det är sent. Jag ligger i sängen. Jag andas. Jag känner att jag andas. Att kroppen andas. Inifrån sig självt. Lungorna. Hjärtat. Men jag kan ändå aldrig riktigt säkert veta om jag är vid liv eller inte. Dödens passage skulle kunna te sig identiskt. Jag flämtar till. Kroppen flämtar till. Tänker först att den bräckliga och fläckvisa sömnen avbrutits för att kroppen genomgår en sista genomskärande infarkt; men så tycks det inte vara; jag erfar ingen särskild fysisk smärta. Jag tror inte det… Känner (väl ändå?) hur hjärtat slår inne i kroppen, i bröstkorgen, bakom bröstbenet. Det slår intensivt, fast på nåt vis ojämnt. Som om det hostar. Jag vrider på huvudet och tittar på nattduksbordets väckarklocka. Hör hur den tickar tyst, tyst, liksom inåt, bort, undan. Eller inbillar jag mig? Sekundvisaren, ser jag i sovrummets dunkel, går runt, runt. Tycks mig plötsligt flyta ut i ett sorts fixerat vansinne. Att sekunderna oavlåtligt går förlorade. Sekundvisaren som rusar runt, inspärrad i urtavlan, bakom det smutsrepiga plastglaset, som i ett nedtystat skrik. Som tyst resignerad galenskap, fastkedjad vid sin egen axel, eller navel. Jag hör den egna andningen. Det är som ett pip i den. Ett klagande, lågfrekvent pipande. Som att in- och utandningsluften skär sig på någonting, en skarp flik av något slag. Eller en diffus varelse, ett väsen, en gasform, som befinner sig i underjorden, blivit skadat och levande begravt. Men jag andas. Magen höjer och sänker sig ljudlöst under täcket. Som en på en och samma dialektiska gång tungt suckande bälg och likgiltigt sovande djur i undandragen dvala. Jag vrider på huvudet åt andra hållet och tittar på min fru, som alltjämt sover. Hon har krupit ihop, ser jag, som om kroppen instinktivt försökt formera sig mot en mardröm. Jag reser mig försiktigt upp, så tyst som möjligt. Täcket frasar, likt ett pappersark som knycklas ihop. Går genom den tysta lägenheten, som ter sig som i en grå dagers främmande och likgiltiga drömskugga, utan objekt. Sätter mig på toaletten, försöker tömma en trög, uppsvälld tarm. Nog en inre ruttet jäsande tumör, tänker jag rutinmässigt. Eller att ett dött missfoster blivit kvar där inne, i kaviteterna, i sin febrigt tempererade sarkofag, omöjligt att krysta ut. Där existensen går under talas det. Det sägs så. Som inte vet av något slut. Du kan inte lämna tillbaka tigandet. Ingen ändpunkt. Det är en väntan bortom döden. Då talas det vidare. Än mer vidare. Men inte om tigandet. Eftersom tigandet översattes till talande. Till levandets läten. Liv pågår. Livet pågår. Liven pågår. Överallt. Oavbrutet. Just så äro dödens enda form. Dikten däremellan oscillerande materia utan hemvist. Därför kan den överleva i sin letargiska zoembiens. En stämma ur dödens mörker. En. Av inget. Talande. Ljudande. Smackande. Omvandlar dödens mörker till tigandets mörker och tystnad och svalg. Varur det omedelbums stiger nytt tal. Som omvandlar viss vila till oavbrutet fonetiskt arbete igen.

 

 
Poeta frente al mar

Para José Luis Rivas

De perfil,
ve de frente el horizonte,
la línea que diluye
      en un solo fulgor
todos los mares y cielos de la tierra;
esa línea intemporal
      donde se funden
el amar y el mar,
donde la luz que da de lleno
se vacía
    en la templanza oscura—
y emergen desde el fondo
palabras
   y sus destinos huidizos.
Se decantan
en un ritmo de mar,
en un brillo de ola;
corren sobre las crestas
         fulgurantes,
vibrando a una
con esa luz,
ese sabor de brisa
    y sus ligeros toques en la lengua,
ese aroma encendido,
ese bogar.

 
 
Amanecer en Kalamata

Para Natalia Moreleón

Como bandadas de patos migratorios
las casas se apilan blancas
             a la orilla.

El mar
    inmóvil
 —como aceite
refleja el claroscuro de los montes.

La música de una lengua
           emerge del sueño.

Una reverberación,
hilos brillantes
        traspasan la oscuridad.

Ruido de pájaros,
un olor de tomillo—
     ya sabidos también
            y siempre nuevos.

Las casas de arriba
      son cabras dispersas por el monte.
La luz destella en los anchos olivares.

El oleaje cobra nitidez
y rompe contra las barcas
         el silencio
   abriendo el día.

 
 
Vino

A la salud de Vicente Quirarte
en su cumpleaños

Hierbas salitrosas en la arena,
pequeños caparazones—
        y la vida que corre
entre esas piedras
sigue su cauce
como los ríos que van al mar
          que no es el morir—
sino un mar de gozo inabarcable,
de mareas que suben
         inmensas de pronto
    —casi lomos de ballenas—
o lentas, plácidas,
embriagan cada resquicio de conciencia.

Ah, plenitud del día a medianoche
y de la noche bajo el sol.
Y el vino,
otro río que corre
       celebrante   
por las vetas del sueño
         en esas playas.

 
 
Jardín

Para Daniel Goldin

El sol de mediodía
enciende las violetas silvestres en sus tiestos.
La orquídea tigre curva sus racimos
            de flores diminutas.
Las heliconias se descuelgan contra el muro
   —picos de tucán—
heliconias/gelidoñas /
           golondrinas—
        entran y danzan en el jardín
y van del filodendro a las palmeras.

Un sueño invade la piel,
         eriza sus pistilos,
se entremece en sus frondas.
Brilla
   anónimo y azul
como si dibujara
una copia del mundo invisible.
Deja correr sus savias—
       hacia el sol del crepúsculo
mientras van palideciendo
los brillos opuestos de colores en lucha.
Y en medio de lo oscuro
se vuelve un torrente de luz
          un surtidor.

 
 
Café bar Las Hormigas

Para Maricarmen Férez

Las cenefas de corazones art-nouveau,
la luz del crepúsculo iluminando
         las ramas de los cedros,
el viento suave que las mece
y un deseo de navegar en otros mares
              se entremezclan.

Luces distantes.
Sombras anidando entre las hojas
mientras el ánimo
se recoge
    en su propio nido oscuro
y las ventanas reflejan
la hora indecisa
        entre el fulgor y el vuelo.

Las luces se encienden y se ocultan
tras las ramas que se mecen.
Y la noche penetra
lenta
   hasta el fondo del pecho.
Y allí se vuelve amor—
núcleo de ese instante
          enardecido.

 
* Poemas pertenecientes al libro Isla Negra (Ediciones Era, 2023).
 
 

 
RPBI

Pago por el recorrido
donde soy una
en silencio
con este cuerpo
y le pregunto a la cajera
si la consulta incluye o no la inyección.

La doctora me pregunta cómo me siento
y quisiera decirle:
como hace veintiocho años
en una incubadora con olor a humedad
(la jeringa más pequeña
buscando la vena más pequeña
que hubiera engendrado)
cuando no había aprendido
a sentir nada
y respiraba por un tubo
y las nalgadas no me hacían llorar.

Pago cincuenta pesos por el déjà vu
de una figura esmaltada como una estatua.
La visito por costumbre,
casi por hábito religioso.
Observa mi cara
y su soledad es distinta:
ya no inyecta a una desconocida.
Y nos miramos
como si hubiéramos reconocido
en la otra
al ángel gris
que siempre nos acompaña.

Sólo el aroma antiséptico
me regresa al vientre,
al vaho enceguecido de su inicio.

Cuánta soledad hay en alguien
que no tiene quien lo inyecte,
que no tiene una mano que presione
por diez segundos
con un algodón
y se atreva a tocar ese hueco
donde la luz hiere tanto
y permanece.
 
 
 
       jueves
Limpiando en viernes durante o después de un ataque de pánico

Dos sonrisas moradas,
una media luna
para dibujar el par de ojeras.
Susurras una canción
de la que no sabes la letra.
Los nervios como fantasmas en la garganta.
El estrés,
espinas de rosa que invaden el estómago.
Aquí no sucede nada.

La escoba y el trapeador
inmovilizan el polvo.
La televisión en un canal de caricaturas.
El exceso de cloro
hormigueando las extremidades de la mugre.
El celular vibra y la pierna salta,
de arriba a abajo.
Aquí no sucede nada.

Pero la voz en el teléfono pregunta
si quieres la mala o la buena noticia primero.
La bolsa de basura pesa demasiado,
de pronto,
sobrellevar la vida en jueves
pesa demasiado,
y concluyes algo sobre la infancia y la serotonina
pero lo olvidarás
después de esta llamada.

Puede haber en tu útero
una anomalía.
Puede este momento y esta reacción
ser una anomalía.
El sol ilumina la mitad de tu cuerpo
cuando abres la puerta
y sacas la basura.
Tu torso se dobla subiendo las escaleras,
pero aquí no sucede nada.
No si nadie interpreta el análisis.
No si nadie escribe por el teléfono
la palabra Urgente.
No si la sangre duele menos que la espera.
No si no tiemblas cada que orinas.

Levantas el celular que grita.
La salud es el botón de un elevador
que no lleva a ninguna parte.
El sol se despide de tus hombros,
te arrodillas
sobre la suciedad
que no has alcanzado a remover.

Presionas el botón
y pides escuchar la mala noticia primero.