marzo 2025 / Traducciones

Las infinitas incógnitas: dos poetas estadounidenses

 
Versiones al español y nota introductoria de María Auxiliadora Álvarez.

Elaine Fowler-Palencia

En la obra de Elaine Fowler-Palencia (Lexington, Kentucky, 1946) destacan los temas de la familia, la identidad y la cultura, pero sobre éstos se erigen las obsesiones y los destinos del dolor y el sacrificio, el miedo y la valentía, la salud y la enfermedad, la muerte y la memoria. Otras formas indirectas de secuencias progresivas avanzan de la imagen al símbolo y del símbolo al arquetipo, desarrollándose por las vías de la urgencia, la potencia o la recurrencia. Una voz “historiografiada” se deja escuchar en estos poemas como emisora voluntaria de una fallida identidad comunitaria, erosionando las bases del canto (“a mí mismo”) cultural local, y subvirtiendo el viejo y ficticio optimismo de los griegos. Este poderoso yo poético del Midwest estadounidense devela la falacia democrática de la segunda mitad del siglo XX y los albores del XXI, y da lugar a una firme e ineludible postura contracultural. Su objetivo es hacer llegar a sus congéneres el recordatorio del fin incorporado en el principio, al modo del “arte de la tacha” de Burri, Tàpies o Dubuffet. Los poemas intimistas y punzantes de Fowler-Palencia nos remiten históricamente a la idea del destino como tragedia, al mostrar los estragos del capitalismo salvaje en el panorama físico y mental de la América profunda.

 
 
Leyendo a Wendell Berry en el aeropuerto de Minneapolis-St. Paul

Tienes razón en lo que dices
sobre la revolución industrial.
Es cierto que los monocultivos de soya y de maíz
allanan y envenenan la tierra,
The Land of Ten Thousand Lakes,
como pasa en Kentucky y en otras partes.
Pero, como descendiente de sencillos granjeros,
asentados a lo largo de la carretera Great Wagon Road
y sus afluentes en la región Appalachia
no puedo, como tú, pasar por alto el daño colateral
remanente de cada Edad de Oro.
Déjame contarte de nuestra pequeña granja familiar,
de las mujeres que se consumieron dando a luz
a incontables labradores de la tierra.
Una de mis abuelas, convertida en bestia de carga,
habría preferido no haberse casado nunca.
Mi otra abuela enloqueció por el trabajo demoledor
y la carencia de recursos médicos.
Mi tío abuelo fue un sencillo granjero
que se dio un tiro en la cara,
dejando una esposa y un bebé.
Otro tío, también sencillo granjero,
alcoholizado por su circunstancia,
murió por una corneada de toro.
Otro tío abuelo perteneció al Ku Klux Klan
y trató a sus animales con crueldad.
Los peones, crédulos y engañados,
lucharon a favor de los ricos en todas sus guerras.
El código moral de su antigua religión
les obligó a cultivar la tierra,
pero también a expulsar a aquellos que eran diferentes.
Tus elogiados amish1 son gente correcta
si ignoras cómo se las arreglan para manipular,
cuando les conviene, la combustión interna de las máquinas.
Ellos se enorgullecen de su escasa educación,
mientras yo sé que fue la sed de educación
lo que impulsó a mis padres a abandonar sus pequeñas granjas
colgando aquellos globos de luces de sus mentes
que les permitían comprender
y enseñarme a mí a comprender
distintas clases de personas y maneras de vivir
más allá de la vida en los pequeños monocultivos
tan enaltecidos por ti.

 
 
Nuestra cotidianidad

Permanezco por varios días
recostada sobre la cama, la silla, el sofá,
agotada hasta la raíz de los dientes
incorporada solamente por la comida, la lavandería,
tus gritos, las noticias de la noche.
En el estudio, inclinado sobre su trabajo
tu padre se siente aturdido
por el mismo martilleo
—de nuestra cotidianidad—
años de dormir con el oído abierto
a tus giros equinos y los resoplidos
de sostener tu cuerpo
y tratando de encontrar tu mente
para adaptarnos a nosotros mismos
al círculo de tiza de la soledad
que tus necesidades han dibujado
a nuestro alrededor.
Algunos días lo único que me mantiene de pie
es la fe de que no hay intencionalidad
en ningún lugar del universo
excepto en lo que es humano.
El escoger vivir de esta manera
es nuestra única dignidad.
Y así,
sosteniéndote entre los dos
caminamos sobre los campos en otoño
nuestros rostros bañados por el sol poniente
tú, la arena sagrada de nuestros huesos.

 
 
Conduciendo cerca de la frontera entre Kentucky y Virginia, a principios de otoño

El pasado late en mí como un segundo corazón.
El asfalto sigue subiendo la montaña.
El viñedo ha recubierto las señales de tráfico y un autobús escolar
ha ahogado el arroyo y está escalando la carretera
por un cable eléctrico.
En una curva cerrada se encuentra el Mercado de Pulgas, donde venden
cerdos, gallinas, conejos, cacerolas de hierro, urnas funerarias,
pasteles en forma de cono, libros dañados por inundaciones, harina de maíz y armas de fuego.
Yo ya no soy de aquí.   
Las pequeñas iglesias blancas en las hondonadas se cruzan de brazos
y parecen avergonzadas de lo pequeños que son sus cementerios.
Los camiones de carbón rugen en las curvas como tiburones atacando un bote de remos.
En un museo local hay una exposición de la Guerra Civil,
aparecen fotografías de soldados
en el depósito de las cartas muertas, nunca entregadas.
Muertos dos veces entonces, aquellos jóvenes de ojos pálidos.
El camino sigue subiendo la montaña.
La niebla humea en los barrancos.
En otro museo silencioso yacen otras cartas
encontradas junto a los cuerpos de mineros atrapados.
Recuerda que te amo y no te preocupes por nada. Me fui a dormir.
Muchachos, sean buenos y hagan lo que hagan no se conviertan en mineros.
La noche cae como un bosque que se desploma bajo un viento rectilíneo.
Las luces de la prisión en la cima de la montaña
tapan las estrellas.




Reading Wendell Berry in the Minneapolis-St. Paul Airport

You are right
about the Industrial Revolution.
And yes, the corn and soybean monoculture
flattens and poisons
the Land of Ten Thousand Lakes
as it does Kentucky and elsewhere.
Yet as a descendant of small farmers 
all up and down the Great Wagon Road
and its tributaries into Appalachia
I resist your ignoring the collateral damage 
of every Golden Age.
Let me tell you of my family’s small farm women
worn out by producing more farmhands
my grandmother who wished she’d never married
rather than be a beast of burden
the other grandmother who lost her mind 
to punishing work and lack of medical care
my small farmer great uncle who shot himself
in the face, leaving a wife and baby
my small farmer uncle who died a drunk
gored by a bull
the great uncle who joined the Klan
the grandfather who was cruel to his animals
the regiments of supposedly wise Folk
suckered by ignorance into every rich man’s war
the brutal moral code of their Old Time Religion
that may have brought the crops in
but cast out those who were different.
Your vaunted Amish are right
if you ignore how they manage to accommodate
the internal combustion engine as needed
and privilege lack of higher learning
when in fact the thirst for learning
was what pulled my parents off small farms
and hung globe lights in their minds
allowing them to understand
and to teach me to understand
more kinds of people and more ways of life             
than those in the small farm monoculture
of which you sing. 

 
 
The Dailiness of It

For days I have lain
across bed, couch, chair
weary to the roots of my teeth
roused only by food, laundry
your shouts, the evening news.
In the study, bowed over his work
your father sits stunned
by the same hammer—
the dailiness of it—
years of sleeping with one ear open
to your equine turns and snuffles
of maintaining your body
and trying to find your mind
of fitting ourselves
in the chalk circle of solitude
your needs have drawn around us.
Some days all that keeps me going
is the faith that there is no
intentionality
anywhere in the universe
except what is human
our choice to live this way
being the only dignity.
And so
supporting you between us
we walk on through autumn fields
our faces bathed by the setting sun
you the holy sand in our bones.

 
 
Driving Near the Kentucky/Virginia Border, Early Autumn

The past beats in me like a second heart.
The blacktop goes up and up the mountain.
Kudzu has smothered the road signs and a school bus.
It has choked the creek and is rappelling across the road
On an electrical wire.
In a hairpin bend nestles the Big Flea, selling
Pigs, chickens, rabbits, iron skillets, funerary urns,
Funnel cakes, water-damaged paperbacks, cornmeal, and guns.
I’m not from around here anymore.
The little white churches in the hollows cross their arms
And look ashamed of how small their cemeteries are.
Coal trucks roar around the turns like sharks charging a rowboat.
In a local museum there is a Civil War exhibit,
Soldiers’ photographs discovered
In the dead letter office, never delivered.
Twice dead, then, those pale-eyed young men.
The road goes up and up the mountain.
Mist smokes in the ravines.
In another silent museum lie letters
Found next to the bodies of trapped miners.
Remember I love you and don’t worry. I just went to sleep.
Boys be good and whatever you do don’t become miners.
Night falls like a forest keeling over in a straight-line wind.
The lights of the prison on top of the mountain
Take out the stars.

 

*

 

Keith Tuma

En la prosa poética del último libro (inédito) de Keith Tuma (Akron, Ohio, 1957), Estudios sobre el mundo no natural, la obsesión por la precisión se agudiza hasta colmar todas las medidas formales y mentales, tanto como se despliega el afán (también moral) de la integración poética de los aspectos científicos de nuestra existencia; una factura que signa la vanguardia poética del siglo XX, acendrada en lo que va del siglo XXI. Si recordamos la aleación biológica necesaria para la producción de la vida, el desajuste de esta aleación, como la enfermedad o la muerte, representa el non plus ultra del reino de la biología, el ejercicio de su supremacía y la apoteosis de su poder total. ¿Cómo se va haciendo un lugar el mundo “no natural” en el pensar? La química también necesita trascender. El mundo biológico y mineral se apropia del proceso mental y se interpone intempestivamente entre el conocimiento y el entendimiento. De esta realidad no natural se nutren las “-ologías” (materia de estudio) que conforman el libro, no las eulogías (materia de elogio), no las elegías (materia de luto), sino la materia del análisis, despejando, una por una, las infinitas incógnitas de un tipo de conocimiento especializado que no acabará jamás.

 
 
Dendrología*

Hay una masa de nieve derretida en el patio trasero, debajo de los árboles. Estoy esperando que el perrito Moose huela lo que quiera oler y haga sus necesidades, como dicen algunos. Está perdido en el descubrimiento. Nuestros dos pinos blancos, casi gemelos, y el roble y el tulipán se ciernen altos y antiguos, más viejos que la casa, más viejos que yo. En la oscuridad y la tranquilidad, no tengo nada pendiente, aunque quiero que Moose termine ya para poder protegerme del frío. Al final de una semana de temperaturas bajo cero, las ramas cubren el suelo, esperando que llegue un día más cálido para recogerlas y arrojarlas a la pila de leña que he colocado entre las madreselvas que forman un límite natural en la parte trasera del terreno, ocultando la casa de piedra que alguna vez fue la vivienda principal de esta granja. Una frontera natural, se dice como si tal cosa pudiera existir. Nos referimos a cualquier cosa que no sea una valla. Mientras Moose husmeaba, levanté la mirada justo a tiempo de ver una rama negra cayendo del árbol de tulipán. Creo que estos árboles no sólo son viejos, sino que se están desmoronando. Es peligroso detenerse debajo de ellos. La rama golpea el pasto descongelándose con un ruido sordo. Entonces veo que no es una rama sino una ardilla. Qué cosa tan singular, pienso. Soy demasiado mayor para creer en un mundo natural, pero es más difícil renunciar al talento. La ardilla tarda un segundo en recomponerse y correr de regreso al árbol.

* Dendrología: rama de la botánica que estudia la historia de los árboles y los arbustos.

 
 
Tecnología

Allison y yo salimos a las 5 a.m. para llegar a tiempo a su cita en el Hospital General de Massachusetts, tratando de evitar el tráfico que congestiona la carretera al norte de la ciudad. Le habían hecho una resonancia magnética cerebral la semana anterior, pero no encontró el informe con los resultados en línea. El retraso tenía algo que ver con el feriado del 4 de julio, pensó. O tal vez querían darle la mala noticia en persona. Ella estaba tomando su segundo fármaco de prueba. En el Centro Ambulatorio de Yawkey, completó los requerimientos preliminares habituales (como orinar en un vaso) y luego nos llevaron a una oficina de esquina a esperar que la enfermera encargada le efectuara la prueba. La enfermera tenía ocho meses de embarazo y era toda sonrisas. Allison se sentó sobre el papel extendido en la camilla de examinación y yo tomé la silla al lado del escritorio. La enfermera puso su pequeño teléfono plegable sobre el escritorio y dijo que el oncólogo del cerebro se comunicaría con nosotros. El tamaño del teléfono parecía tan desproporcionado como el móvil gigante que el personaje de James Garner sostiene contra su oreja en Barbarians at the Gate. Pronto obtuvimos la noticia telefónicamente. El fármaco había fallado.  Iría al centro de cuidados paliativos. Yo tenía dudas sobre la posibilidad de probar otra vez Enhertu, aquel medicamento milagroso, pero no, ya no había opciones viables. Allison estaba callada. El médico se disculpó dos veces por no estar presente y luego llegó el momento de irnos. La enfermera nos deseó lo mejor: “¡Qué bueno verte de nuevo!” En el camino de regreso, Allison quería escuchar El amor en los tiempos del cólera, su audiolibro favorito, pero yo le hablé del día en que nació. Su asiento de bebé encajaba mejor en el espacio delantero de nuestro Renault, por lo que ella viajó a casa desde el hospital en Portland, Oregón, al lado mío. “Hemos hecho esto muchas veces”, le dije, “de Portland a Portland. Ahora llegarás a ser mayor que yo”. Ella tenía la misma sonrisa. Luego hablamos sobre dónde detenernos para almorzar.

 
 
Fenología*

Por unos días, las flores de la peonía rosada son más grandes que mi puño, casi la mitad de mi cabeza. Poco después, la flor cae sobre el camino empedrado, donde alguien puede pisarla por descuido. Es demasiado bella para su propio bien, demasiado suntuosa. Esa es la verdad desde Keith hasta Keats; córtala para un florero. Hay más apoyo en los arbustos, en las familias, aunque no en la mía. Sólo tenemos una planta al lado del garaje y sólo una hija, que también se está muriendo. ¿Quién querría leer un miserable poema sobre eso? Tal vez los dioses lo harían si se lo pido amablemente o si lo grito. Los dioses aman más a los que mueren jóvenes, pero ¿qué saben ellos? Algunos dicen que Peony es de Paeon, que murió cuando su maestro Asclepio pensó que se había vuelto demasiado hermoso. Zeus lo convirtió en flor para salvarlo de las consecuencias de esa observación. Buen trabajo, Zeus.

* Fenología: ciencia que estudia la influencia del clima en el desarrollo de la vida animal y vegetal.

 
 
Teleología*

Llovió durante todo el verano, una lluvia intensa que corría por las alcantarillas y cubría las ventanas del apartamento en Lewiston. Para lo que suele ser un agosto seco, este fue un anuncio del calentamiento global. Nadie querría estar afuera entonces, pero una mañana temprano, mientras paseaba a los perros, me pareció ver mis primeros visones, dos de ellos chillando lejos de los bosques de Maine, persiguiéndose entre sí sobre los charcos. Bajo toda esa agua, se tardaron una eternidad en sellar el asfalto del estacionamiento del edificio y la lluvia no pudo combatir los vapores venenosos, como si el cáncer que estaba matando a Allison no fuera suficiente. Como todos los demás, las enfermeras del centro de cuidados paliativos tenían que estacionarse en la calle arriba de la colina, y aunque habían prometido que tardarían dos días resultaron tardar cinco antes de que los contratistas pintaran las líneas finales. El estacionamiento no estaba en mal estado y yo no podía imaginar ningún otro propósito que el estético para semejante alteración, pero la decisión no había sido mía. Había sido la decisión de la junta de condominio. Sabía que yo no les agradaba, el hombre del carro con las placas de Ohio. Un día el director de la junta me dijo que no permitiera que mis perros hicieran sus necesidades en el césped detrás de los buzones del correo. «Es una nueva regla», dijo. “No viviré aquí por mucho tiempo”, respondí. «Mi hija se está muriendo arriba». Eso terminó nuestra conversación. Debería haberle dicho: «El final es el punto de partida». Vimos cómo le quitaban a Allison una cosa tras otra: el equilibrio, el habla y luego, después de tres días de respirar húmedo y entrecortado, el mismo aliento. Pero durante uno o dos minutos antes de que muriera todo estuvo en calma y pude rezar por ella y despedirme. Vi su sorpresa por lo que vio o a quién vio llegar junto a ella sólo por un segundo antes de que su cabeza cayera hacia un lado.

*Teleología: rama del conocimiento que estudia los finales, las razones de los finales y la explicación de las causalidades.

 
 
Dendrology*

It’s a mush of melting snow in the backyard under the trees. I’m waiting for the little dog Moose to smell what he wants to smell and do his business, as some call it. He’s lost in discovery. Our two white pines, twins almost, and the oak and tulip tree loom tall and ancient, older than the house, older than me. It’s dark and quiet and I have nothing that needs doing, though I want Moose to be done so I can get out of the cold. After a week of sub-zero temperatures, branches litter the ground, waiting for a warmer day to be gathered and tossed into the woodpile I’ve established among the honeysuckle that forms a natural border at the back of the lot, hiding the stone building that once was the farmhouse for this land. A natural border, we say, as if there were such a thing. We mean anything other than a fence. As Moose noses around I happen to look up in time to see a black branch falling from the tulip tree. These trees aren’t only old, I think, they’re falling apart. It’s dangerous to be under them. The branch hits the thawing turf with a thud. Then I see that it’s not a branch but a squirrel. That’s a first, I think. I’m too old to believe in a natural world, but it’s harder to give up on talent. It takes the squirrel a second to regroup and run back to the tree.

* Dendrology: The study of trees; the department of botany which treats of trees.

 
 
Technology

Allison and I left at 5 a.m. to be on time for her appointment at Mass General, trying to miss the traffic that chokes the road north of the city. She’d had her brain MRI the previous week but didn’t see the report online. The delay had something to do with the Fourth of July, she thought. Either that or they wanted to give her the bad news in person. She was taking her second trial drug. At the Yawkey Outpatient Center, she completed the usual preliminaries—urinating into a cup—and we were led to a corner office to wait for the Nurse Practitioner administering the trial. She was eight months pregnant and all smiles. Allison sat on the paper spread across the examination table and I took the chair beside the desk. The nurse put her tiny flip phone on the desk and said the brain oncologist would call. It looked as out of proportion as the giant mobile phone James Garner’s character holds to his ear in Barbarians at the Gate. Soon we had the news thanks to it. The drug had failed. It would be hospice. I asked about trying the miracle drug Enhertu again, but no, there were no viable options. Allison was quiet. The doctor apologized twice for not being there, and then it was time to go. The nurse wished us well: “It’s good to see you again!” On the way back Allison wanted to listen to Love in the Time of Cholera, her favorite book, but I talked over it about the day she was born. Her car seat fit best in the passenger seat of our Renault, so she rode home from the hospital in Portland, Oregon beside me. “We’ve done this a lot,” I said, “from Portland to Portland. Now you get to be older than me.” She had the same smile. Then we talked about where to stop for lunch.

 
 
Phenology*

For a few days the blossoms of the pink peony are bigger than my fist, nearly half as large as my head. Soon after, the flower droops towards the stone path, where the careless might trample it. It’s too beautiful for its own good, too sumptuous. That’s the truth from Keith to Keats; cut it for a vase. There’s more support in shrubs, in families though not in mine. We have only the one plant beside the garage, and only one daughter, also dying. Who would want to read a miserable poem about that? Maybe the gods would if I ask nicely, or if I cry out. The gods love best those who die young, but what do they know? Some say Peony is from Paeon, who died when his teacher Asclepius thought he had become too beautiful. Zeus turned him into a flower to save him from the consequences of that observation. Good job, Zeus.

* Phenology: The field of science concerned with cyclic and seasonal natural phenomena, esp. in relation to climate and plant and animal life.

 
 
Teleology*

All summer it rained, a heavy rain that ran over the gutters and coated the windows of the Lewiston condo. In what is usually a dry August, it was an advertisement for global warming. Nobody wanted to be out in it, but one early morning while walking the dogs I thought I saw my first minks, two of them squealing far out of the Maine woods, chasing one another into puddles. With all of that water, seal-coating the condo’s parking lot took forever, and the rain couldn’t beat back the poisonous fumes, as if the cancer that was killing Allison wasn’t enough. Like everybody else, the hospice nurses had to park on the street up the hill, and what was promised to be two days turned out to be five before the contractors painted the lines. The parking lot wasn’t in bad shape, and I could imagine no purpose other than aesthetic for such disruption, but it wasn’t my decision. It was the condo board’s call. I knew they didn’t like me, the man with Ohio plates. One day the director of the board told me not to allow my dogs to do their business in the grass behind the mailboxes. “It’s a new rule,” he said.  “I’m not living here long term,” I replied. “My daughter is dying upstairs.” That ended our conversation. I should have told him, “The end is where we start from.” We watched as one thing after another was taken away from Allison: her balance, her speech, and then, after three days of breathing wet and ragged, breath itself. But for a minute or two before she died all was calm and I was able to pray for her and say goodbye. I saw her surprise at who or what had arrived to meet her just for a second before her head rolled to the side.

*Teleology: The branch of knowledge or study dealing with ends or final causes; the study of phenomena which may be explained in terms of intention or design.

 


* Poemas pertenecientes al libro Dos poetas norteamericanos. Elaine Fowler-Palencia y Keith Tuma, prólogos y traducciones de María Auxiliadora Álvarez (UANL, 2024).
 


1 La comunidad amish menonita forma parte de una iglesia cristiana originada en Europa en el siglo XVII y traspasada a Norteamérica a inicios del siglo XVIII.


Autores

Keith Tuma

kron, Estados Unidos, 1957. Autor de varios libros de poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria, entre los que destacan Climbing into the Orchestra (2017), 32 Nights (2016), On Leave: A Book of Anecdotes (2011), All Our Futile Grief (2010), The Paris Hilton (2009), Holiday in Tikrit (2005, con Justin Katko); Topical Ointment (2004), Critical Path: Into the Bush (2003, con Cris Cheek y William R. Howe) y Fishing by Obstinate Isles: Modern and Postmodern British Poetry and American Readers (1998). Como antólogo ha publicado Rainbow Darkness: An Anthology of African American Poetry (2005), Anthology of Twentieth-Century British and Irish Poetry (2001) y el ensayo Mina Loy: Woman and Poet (1998, con Maeera Shreiber), entre otros. Es doctor en Literatura Anglosajona por la Universidad de Chicago y desde 1988 es profesor de Inglés en la Universidad de Miami en Oxford, Ohio, donde es coeditor de la Miami University Press.

Elaine Fowler-Palencia

Lexington, Estados Unidos, 1946. Creció en Morehead, Kentucky, y Cookeville, Tennessee, ciudades universitarias de los Apalaches. Graduada de la Universidad de Vanderbilt, ha publicado poesía, narrativa, ensayos personales y reseñas en diversas revistas literarias. También es editora independiente y dirige un taller de narrativa en su comunidad. Es autora de dos libros de cuentos, cuatro libros de poesía y una monografía histórica basada en cartas de su tatarabuelo sobre la Guerra Civil estadounidense. Vive en el Medio Oeste, donde trabaja como voluntaria en organizaciones dedicadas a la salud mental y a los derechos de las personas discapacitadas.

marzo 2025