¿Quién es La protestona (Editorial M. B., 2024)? ¿Dónde está el secreto de la plaza, ese topus uranus donde están las cosas? Como un Platón neomoderno, Carlos Morteo (Mar del Plata, Argentina) nos revela el misterio bajo una bóveda celeste donde los límites de las palabras hacen sus propios versos y andan los verdes; los árboles y canteros de un terreno donde niños, ninfas, seres alucinantes, casi fantasmitas, son muñecos de una aventura de lo imprevisto, en un aire que da pista al camino sin ir a ningún lado, y donde los solos y los enamorados prenden sus luces y los bancos se asolean. Son recuerdos de pasados y futuros pasados que allí permanecen, rastros de una felicidad que es para siempre y también la condena en ese silencio acompañado que limpia y barre el desconsuelo. El libro se cuenta así, con segmentos de versos encadenados y luego con entrecortes, fragmentando la prosa poética, abarcando campos incorporales que se van narrando con la prisa y la pausa del conversar, como una soledad visitada que hace libre a quien la transita, cuando el parque se “enfantasma” y estás sentado ahí en un banco de la vereda. Allí se dejan los amores y las quejas, hasta que uno se vuelve experto en ausencias y un vacío imposible de llenar invita a seguir, en la melancolía de los versos y la hidalguía de cada paso por sus baldosas que cubren el desierto de las letras que se hacen palabras. Versos que acuden a socorrer el incendio del bello poema: cuando el viento es llama, la voz está en llamas. El papel, la casa, la lluvia con sus árboles y hojas están en la maravilla del vuelo desplegado al aire; en la salvación de las cosas equivocadas, el futuro de un final cantado donde el banco espera, y allí la plaza donde morir un poco para volver a brillar.
La plaza como un hogar al aire libre, un camposanto donde baja el universo a darse cierta paz, consuelo, una pausa para que el alma pueda imponerse a la mente: ése es el sitio. Y el sitio del poema que es un devenir del poema fragmentado en otros sucesivos que dan el toque, la nota para que todo funcione y el sentido vuelva a su ruta para ser verdadero y vivo. ¿Quién o qué nos dice que la felicidad es posible? Se charla de esa verdad oculta que aparece en todos los destellos al andar por la plaza-libro, lo que va más allá de las palabras, lo que no puede expresarse y nos acerca. Una sinfonía de pensamientos que se interiorizan y exteriorizan a cada instante, el acontecimiento de un mundo que no se agota fuera de la inmensidad temporal. El poema hace su ecosistema y empuja a los sentidos a ocupar todos los espacios. “Ese sol diferente señala un banco de madera porque además de quemar ensordece uno imagina una lengua de fuego furiosa”; o cuando el niño vuela en la bici y las rueditas se instalan en el alma para siempre: es el ojo en la mirada del poeta que se abandona, se despoja y se entrega a lo allí experimentado como única causa de vida. El cuerpo se adueña de los espacios porque ya no pertenecemos a este mundo. Habitamos en él, ya que no pertenecemos a ningún banco. Vamos y seguimos por todos estos espacios, pues “la plaza está llena de amores y yo estoy allí para que consideres que hay un sitio dentro de mí para que te lo adueñes y ser banco en tu plaza”. Allí, en el poema-plaza, hay señales por todas partes para poder sacar sentido pleno de ellas y recibir un nuevo gusto por la vida, una nueva ternura.
Barrilete un día
la plaza tiene espacios aéreos
donde el papel y las cañas remontan
a veces en un día de hacerse humo aire
toca salir medio barrilete
viste con ropa sutil lleva una cola de historias atada
¿lastre o timón? una adquisición de los días
que dice el hilo es el corazón del asunto
igual va por la plaza con el ovillo en la mano
remonta vuelo y espera que el cable se corte
alienta al viento invoca todas las locuras
intenta la perversa sabiduría del olvido
hoy barrilete vive una jugada de carcelero y reo
donde el papel no es de estraza
las cañas no son huecas
y el cordel enroscado cuanto más largo
más nos ata a los adioses
Máquina de escribir
los te ando buscando por todos lados
no alcanzan aun cuando te encuentro
hace un tiempo
un adolecer era un hechizo
ahora ya grandes es brujería
ahí se anotan un punto los poetas
no me salen los buenos versos
por qué llevar a mi barro de papel y lápiz
a quien suspira con mi musa y no mi ser
te busco en palabras en cada banco de esta plaza
en el fondo del vidrio del alcohol
me hablaron de una máquina de escribir
que aunque sin tinta
marca sus quimeras en el papel
da trabajo leer sin color
no logro que me imagines galán
aunque hago ruido
sueño como esa máquina sin tinta
te doy mis pasos por la plaza
Llegada de las hojas hasta el suelo
más o menos por estos lares
a finales de abril llega el otoño a desvestirlo todo
la plaza jamás está lista para ese aluvión
de seres que mueren necesariamente
ella entonces se viste con una gama de colores
distintos de los habituales verdes y florvivo
se hace tan ocre y hojas secas
anda así liviana de ajuar
las hojas una de las amabilidades de los árboles
se enamoran de las charlas con los pájaros
escuchan de la maravilla del vuelo
de la belleza del plumaje desplegado por el aire
las hojas se hacen kamikazes
aún vivas se lanzan al planeo un día de viento
de esos de otoño
no se piensan pájaros
simplemente se arrojan en la oportunidad del vuelo
Diferencias entre un banco de plaza y la silla de un bar para una cita
la cuestión no es sentarse dónde
el banco de la plaza no tiene celos de la silla del café
sí le gustarían esas conversaciones llenas de planes
los que acuden a él son los desiertos los descansos
la melancolía después del beso
todo lo que dice el humo del cigarrillo
el banco de la plaza es solitario
la silla del café es del ruido de la sociedad apilada
allí te sentás a esperar alguien
a elucubrar un plan de amores
a arreglar el mundo y sus negocios
en el banco de la plaza te detenés a esperar algo
que ya sucedió
la del bar dice del futuro a veces de un final
el de la plaza posee la espera y sus revelaciones
la furia de la impaciencia por las cosas equivocadas
en la silla del bar intento convencerte
en el banco de la plaza
paso mi brazo sobre tus hombros
y morimos un poco los dos
* Poemas pertenecientes a La protestona (Editorial M. B., 2024).
