marzo 2025 / Inéditos

Busco una música que ya no existe

 
Insectario: narración sobre el veneno

Espero bajo la sombra de una roca
para transitar entre las hojas secas,
sobre la hierba tupida
al lado de los filamentos de pequeñas flores campestres.
Me gusta ir sobre el musgo de esa piedra
cuya textura es suave y extensa,
mover las pinzas y arquear mi cola
para que la luz de la luna resalte mis matices.
Me gusta ir errante
en busca del rastro de otro escorpión
aunque el bosque es cada vez más callado y vacío.  
Muchos temen mi veneno,
teman la soledad: como a una aguja atravesando el cuerpo
témanla de verdad: solo quienes la sienten
                    y conocen
saben qué es moverse mientras quema.

 
 
Insectario: plegaria de una mantis

Quise pasar desapercibida
como un templo antiguo invadido por el musgo
sostenerme y balancearme de los tallos sin ser vista
observar el paisaje con sigilo

lo presentía: de cerca todo es confusión e insensatez

es más fácil estar entre lo verde y si el viento sopla
caer con elegancia fingiendo ser una hoja
ocuparse de los capullos algún día
y alegre, despertar con el cuerpo lleno de rocío

Una vez un colibrí me dijo:
parece que tienes un cuerpo desordenado
la cabeza sin oídos
y el corazón en el lugar equivocado

no es cierto que quisiera hacerte daño

mis patas tienen menos espinas que un rosal
probablemente busco una música que ya no existe 
porque lo que escucho retumba demasiado cerca de mi corazón 
me acerco a lo que parece un instrumento y de pronto deja de sonar.

 
 
Diálogo en torno a la hoguera

Íbamos por la orilla del río
tenía diez años y mi hermano ocho
de pronto el peñasco se abrió con un estruendo,
pequeños guijarros se deslizaron al agua
y una silueta surgió entre las rocas.
Era la segunda vez que veía al Diablo.
Llevaba puesto un sombrero y traje de paño.
¡Diablo gran puta! Grité.
¿Por qué abuelo? ¿sentiste temor?
No. Tuve celos y desaté una rabia contenida.
Entonces la neumonía y el chagas se llevaban a la gente
teníamos hambre y frío,
en medio de ese desastre solo él iba bien vestido.
¿Te hizo algo, abuelo?
No, por un segundo se dio la vuelta
y cabizbajo continuó caminando.

 
 
Valle del sueño

Anoche soñé que ordeñaba una vaca
sin saber que la leche tibia y espumosa
estaba envenenada.
No podría describirte el sentimiento al despertar.
Ciertamente suspiré con la sensación
de que se acercaban los días
en que las plegarias serían apenas
balbuceos sin sentido.

      *

Nadie conoce el lugar adonde voy
mientras duermo
a veces a intentar domar un becerro
y otras a zurcir el vestido de hilos de oro
que uso cuando bailo mi música de tontos.

Regreso a tientas al amanecer
balanceando la cesta vacía.
Donde estuve había bayas jugosas
que los mirlos me advirtieron no tocar.

 
 
Interludio de un condenado1

Espero a que el último rastro del sol desaparezca
para ir cuesta abajo.
La neblina traspasa el pico de la montaña.
Incluso rozar la paja brava
me deja tajos en las piernas.
Apenas soporto la luz del sol que refleja la luna.

Es como si respirase
a través de la abertura que hay en mis heridas.
Las esferas de luces que se elevan en el aire
también se alejan de mí.

Me pregunto si después de todo
podrías reconocerme.
Si fuese a buscarte, ¿me llamarías por mi nombre?
Si ellos me temen
les tiraré piedras para alejarlos.
Si ella grita
huiré hacia el campo de amapolas.
Nunca se preguntarán cómo llegar hasta aquí,
nunca sabrán cómo convertirse en lo que soy.
No pude evitar la fiebre ni el desorden
abandoné cuanto tuve para elevarme junto al viento
cuando había tempestad.
¿Por qué regresar donde nadie te espera?
Ya no hay nada qué decir.

Sientan asco, si desean:
los gusanos en mi piel son larvas
de las cuales saldrán elegantes mariposas nocturnas
que se posarán en su ventana                                     algún día.

 

* Poemas pertenecientes al libro El bosque tiene oídos, el campo tiene ojos (UANL, 2025).

 

 


1 Según la cultura popular, la persona condenada vaga en pena al no estar viva ni muerta.


Autor

Anahí Maya Garvizu

/ Chuquisaca, Bolivia, 1992. Es autora de Las estaciones (2018). Recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal 2024 por su obra El bosque tiene oídos, el campo tiene ojos.

marzo 2025