marzo 2025 / Reseñas

Ah, ése es Thelonius Monk, está loco

León Plascencia Ñol, monk, Monterrey, UANL, 2023, 100 pp.

 

[Sobre su caminar girando:]
hago esto en las calles,
si alguien más lo hace,
le ponen una camisa de fuerza…
[pero dirán]: “Ah, ése es Thelonius Monk,
está loco”

Thelonius Monk, Straight, No Chaser

Cuando vi la portada del libro de León Plascencia Ñol (Ameca, Jalisco, 1968), no sabía que versaba sobre Thelonius, el Monk, el gran músico, semilla del bebop y de una caracterización copiosa en tonalidades y profundidades para personajes en el cine y la TV de genio limítrofe y rebelde. Que este Monk sea el motivo del libro de Plascencia Ñol no me extraña, porque, además de ser un extraordinario músico, es un personaje fascinante. Sólo basta mirar alguno de sus conciertos, en los que su danza, las manos musicalmente independientes una de la otra o la repetición melódica transformada por el ritmo son espacios extraordinarios a los que ingresamos, o bien advertir su caminar giratorio nos hace desear orbitarlo de cerca.

*

monk es un libro que asume la minúscula para nombrarse, como si quisiera que el relieve en la obra no fuese el apellido, sino el hombre a través de las miradas que se presentan en los poemas, en las citas que se entretejen y con la información que lo fragmenta y reconstruye. Tal reconstrucción, me parece, surge de rodearlo en sus vueltas, de mirarlo en seis tracks —o ángulos en que se divide el libro, más una adenda—. Éstos abordan lo biográfico, la introspección del músico y de la voz poética (a veces identificada con Thelonius y, otras, con sus propios giros), su retrato externo e interno, así como su desmenuzamiento, gracias a la paráfrasis sensible de otros poemas que enriquecen el estilo y la mirada.

A lo largo del libro orbitamos a Monk, a veces desde el exterior como testigos, a veces instalados en los pensamientos imaginados por Plascencia Ñol. Y, con ello, la obra resulta en una biografía poética.

Los tracks no se dividen tajantemente como lo plantea el diseño: terminan y deslizan un motivo hacia el siguiente. Del uno al cuatro comienzan con una cita.

El primero, con una cita de Frank Tirro —historiador de jazz—, posa la mirada de los otros sobre el músico, sobre sus movimientos, sus periodos que lo ausentan de los otros pero que están llenos por él: “Monk está extraviado en algo que gira y bulle en su cabeza. Parece ser su propio ritmo, una sensación de olas estrallándose en una rompiente”; Plascencia Ñol presenta también la atmósfera, motivo que será importante en todo el libro: “la brisa/ en Harlem, la brisa inédita, una lluvia ligera en New York […] y la ciudad, llena // de luz, es un carnicero que acuchilla el caos” (p. 16); brisa, lluvia, viento, verano, invierno, nieve…  Este track introduce a un Monk que atisba la extrañeza pero que está poblado en el interior por vegetación, animales, cielos, nubes, mares, barcos: “mi mundo es un océano/ lleno de mediodía y oscuridad.// Me siento en una barca/ para ver la otra orilla de mi cuerpo”. Aparecen además Nellie y Pannonica, sus cómplices, cuidadoras y amores; otros cuerpos que lo protegen y lo orbitan.

El track dos inicia con una cita de Emilio de Gorgot, un periodista que escribe sobre música, cine y literatura. En este track, la ruptura de las estructuras tradicionales de la música, a través del ritmo y de la decidida inconclusión de la melodía que había sido repetida, es también lo que leemos. Thelonius y su música se presentan con imágenes de nubes extraviadas. Aparece, asimismo, la imagen del movimiento asmático de sus dedos, la dislocación de sus manos. El autor descubre en Monk lo aéreo y lo marino, la constancia manifiesta a un lado de aparente caos que, sin embargo, es estratégico y emocional. Los opuestos están en la vuelta de Monk que termina donde inició. El yo, tan poderoso que no admitía influencias, se irá desdibujando paulatinamente. En el track la voz poética expresa, además, las sensaciones que provoca la música; se teje el hilo o la nada del pensamiento como formas de la presencia y de la ausencia.

El rojo, el azul, el blanco y el amarillo son los colores que predominan en este monk, poema documentado. Los colores no son adjetivos: funcionan acá como formas de la sensación.

También afloran locaciones en el poemario: desde luego Nueva York, pero también, y destacadamente, el mar con sus oleajes, sus barcos encallados y en naufragio, al igual que el cielo, que es cárdeno, estrecho, violento, desmedido, violeta, estrellado, encrespado, estridente y bipolar. Los animales —sobre todo los voladores— personifican estados y visiones.

El track tres comienza con una cita de Albert “Tootie” Heath, baterista de jazz, quien tocó con Coltrane y Thelonius. Aquí el retrato de Monk se teje con imágenes que poco tienen que ver con su fisonomía, salvo por la barba y algunos elementos de su vestimenta: aquí un traje, una corbata y una boina —aunque el músico usó asimismo sombreros, gorras y otras formas de tapar la cabeza, como si pensara que algo iba a escapar de ahí, pues hasta dormía a veces con ellos—. El retrato, más bien, se construye con la percepción estética y simbólica de quién es Monk, y con lo que implica escuchar su música.

Retrato de M

una navaja de afeitar oscura
una boina negra con insignias minúsculas de rostros olvidados
un ritmo que cae
un traje casi gris, casi café, casi negro
una corbata que es como el aire
una barba extraviada
una enfermedad elocuente
un ritmo insostenible
un rumor que parece una caja destemplada
un baile obtuso
unos ojos en blanco (p.47)

El track cuatro comienza con una cita de Julio Cortázar, un amante del jazz a quien conocemos muy bien. Este track se compone de poemas-paráfrasis de otros: de Gertrude Stein, Francisco Hernández, Leónidas Lamborghini y Yi Sang, los cuales se caracterizan por la repetición y el contrapunto, y me hacen pensar en Straight, No Chaser, donde la repetición melódica es afectada, en el buen sentido, por los cambios de ritmo y por la falta de conclusión de la propia melodía.

Los tracks cinco y seis no recurren a la cita inicial; sin embargo, el quinto está anotado con textos sobre la esquizofrenia y la bipolaridad de un sitio especializado de internet y otro de Oliver Sacks, mientras que el sexto se compone de poemas que rondan la biografía, el juego y la lista.

El cinco inicia con un poema que se apropia de un fragmento de “La nerviosa obesidad del triángulo”, del poeta coreano Yi Sang (proveniente del libro A vista de cuervo y otros poemas. Poesía completa), cuyo título, ideado por León, le da un nuevo sentido al fragmento de Yi para funcionar como una metáfora del efecto de los antidepresivos:

Soy un instrumento musical roto por las respiraciones.
Aunque me colme una insoportable soledad no haré x x. (p.7)

En este track, las clasificaciones formuladas como tipologías de la esquizofrenia (hebefrénica) y la epilepsia musicogénica se vuelven tanto hipótesis diagnósticas de la enfermedad mental de Monk como una posibilidad metafórica y visual de situar la enfermedad en el terreno de lo estético:

Hay un relámpago que cruza
el rostro de Monk, una sensación
de pérdida. Otra melodía,
un quiebre de realidad enferma,
un verano blanco, una sucesión
de hormigas temblorosas. (p. 67)

Del mismo modo, en este track, los ensayos para una biografía mínima de Monk son ejecuciones poéticas que hablan de sus sueños y de sus desórdenes mentales, que lo vuelven un personaje que habita una dimensión estética de las palabras. Hay fotos, apropiaciones de fragmentos de otros poemas, como “Rumor”, el cual usa un fragmento del texto de Lila Zemborain como una manera de presentar la dislocación del yo, propia de la enfermedad mental, pero también de la aparición del mundo Monk, en el que vive el músico y donde dialoga con sus percepciones y con sus roturas (poetizaciones de la alucinación):

un cielo estridente
una manzana cae a los pies de monk;
su mente tiene la blancura
de una herida.
algo se ha derrumbado:
en la noche, quizá.
como si fuera una rotura
en el agua (que
por supuesto no
puede romperse) (p. 77).

La herida y la rotura son intangibles pero reales. En este poema, la apropiación del de Kay Ryan, encaja perfecta y bellamente con el discurso. El track toca los últimos días, la nostalgia, el adentramiento a la mente de Monk, donde la enfermedad lo es para los otros aunque, en su interior, sólo es otro mundo para vivir.

El último track, el sexto, comienza con un poema que enumera las posibilidades de “Ruby, My Dear” y a continuación convoca a la mariposa (¿Pannonnica?), pero ésta —o, más bien, la imposibilidad de su vuelo— tiene que ver con una traducción de su yo a la música: un yo manchado y borrado por el “asma de Dios”. Aquí la realidad, las fechas, los datos no son lo que delinean una vida; en cambio sí lo es “una imagen del cielo encrespado. La violencia de cuatro estorninos en medio de una granizada” (p. 83). Este track es el de dos mundos: el poético y el informativo.

Finalmente, el libro termina con una “Adenda”, que es la lista de una discografía básica y la nota de los autores apropiados para ampliar la voz del autor. Aquí aparecen Jack Spicer, Anne Sexton, Leila Guerriero, Kay Ryan, Claudia Masin, Yi Sang, Jacques Ancet, Robert Hass y Lila Zemborain. Ellos prestan su voz a la voz poética, mientras que los citados con su nombre explícito nos transmiten la mirada del otro, que siempre nos circunda, define y relata.

El libro es espléndido en belleza y en referencias no sólo literarias o biográficas, sino plásticas y, por supuesto, musicales. Es rico también en las exploraciones rítmicas que Plascencia Ñol logra mediante el quiebre sintáctico en el corte versal, con la reunión de apropiaciones, citas y datos, así como con versos en prosa.

Este orbitar a monk, desde muchos sitios y mediante diversas voces, lo presenta a la vez que lo fija en una suerte de mar poético. A veces, incluso, nos preguntamos si la voz poética no se está haciendo oír a través de Monk y de este espacio —no el de la enfermedad, pero sí en el de la melancolía y el sueño que el músico edificó para sí—. La apropiación de fragmentos a otros autores como parte del poema nos recuerda que Monk dedicó gran parte de su producción a reelaborar, regrabar y recontextualizar sus composiciones y las de otros en múltiples álbumes. Su sentido de lo moderno, palabra que le gustaba para describirse, significaba no sólo romper con las tradiciones, sino también con sus piezas, establecidas.

El epígrafe del libro nos habla mucho sobre Monk y sobre Plascencia Ñol, por un lado, y sobre la libertad, la experimentación estética y del hacer collage con tipos de textos, por otro.

Yo lo que te digo es: toca a tu manera. No toques lo
que el público quiere oír. Toca lo que tú quieres y
deja que el público lo descubra después, incluso si
les cuesta quince o veinte años.
Thelonious Monk (p.7)

Leamos monk. Hay aprendizaje, reflexión y arrobamiento en este libro que no encuentra una palabra más atinada que la belleza.


Autor

Astrid Velasco

/ Ciudad de México, 1970. Escritora y editora. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Actualmente coordina el área de Publicaciones del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM. Ha publicado en antologías y revistas literarias de México, Estados Unidos y España.

marzo 2025