Eduardo Langagne, Infinito día, Monterrey, UANL, 2021.





Eduardo Langagne (Ciudad de México, 1952) ha publicado Infinito día después de ocho años de silencio, tras Verdad posible (2014); ha tenido tiempo para meditar y rediseñar su pensamiento poético. Infinito día es un poemario dividido en dos partes, más una suerte de intersticio titulado “Noticias”, que marca la inflexión de algunos temas, aunque existe una continuidad temática en todo el volumen.

La primera parte se abre con el poema “El ingenioso Hidalgo” (pp. 13-14), tomando como comparación el octosílabo “En un lugar de la Mancha”, y convirtiéndolo en patrón de la lírica popular, de la que nuestro autor efectúa un alegato. Más bien se trata de una elusión del barroquismo o del artificio, de la poesía oscura y hermética. Ahora bien, en otros poemas, como en “Conversación” (p. 62), se alude directamente al misterio de la poesía, cualidad intrínseca para que un poema sea poema, o como en “Apuntes”: “Está científicamente comprobado:/ la poesía no tiene ciencia./ Es el arte de expresar con palabras/ lo que no tiene explicación científica” (p. 74).

Este ir y venir alrededor de la poesía, con la metapoesía como centro, se observará en otros textos, tanto en la primera como en la segunda parte; aunque en cierto modo en la primera parte del libro destacan los poemas que hablan del pasado y, en concreto, de los amigos. Fe de vida. Una relectura del tiempo ido que es, a su vez, una invitación a gozar el presente, ese infinito día que da título al libro, y que es el último poema del poemario (“Convicción”, p. 97). Leer el pasado como método de impulso hacia el futuro, como en “Cuando niño el futuro era este” (p. 42), donde se cumple el futuro del pasado en este momento actual: el niño de entonces piensa al adulto de ahora.

Los amigos desaparecidos (“Amigos que perdimos”, p. 16) son, de la misma manera, testimonio de ese tempus irreparabile fugit, y de la tristeza de haberles sobrevivido, de quedarnos solos con nuestro recuerdo. Llega una edad en que el tiempo que queda por vivir es menor que el tiempo vivido, y eso puede crear una pesadumbre o melancolía que, en el caso de Langagne, es suave y no demasiado obsesiva. Posee sus puntos de inflexión, no obstante, cuando el poema nos habla de los sueños, de los monstruos de los sueños, escapan a través de ellos todas las frustraciones de la vida cotidiana, como en “Mal sueño” (p. 31), que dialoga en la segunda parte con “Sueño” (p. 96); ambos, sin proponérselo, pueden ser cara y cruz de una misma inquietud. Una melancolía optimista, resumiendo, atraviesa los poemas de este Infinito día, en consonancia tal vez con la saudade lusófila. “Marin Sorescu” (pp. 18-19), “A Rumen Stoyanov, en Bulgaria” (p. 20) y “Una fotografía” (p. 22) exploran a fondo la amistad, la nostalgia del tiempo ido o la añoranza por su pérdida. De ahí también esos “Espacios del recuerdo” (p. 30): “si antes la memoria era mi mayor tesoro,/ confundo ahora sus elásticos pasos/ en el sonido que me lleva arrastrando/ por los días que pasaron y ya tengo borrados o difusos” (ibíd.).

Como decía, en ambas partes de este volumen emergen con nitidez las reflexiones metapoéticas y se equilibran temáticamente. De hecho, hay textos y fragmentos que abordan este asunto en ambas secciones, incluso en el interludio “Noticias”. “Duermevela” (p. 32) y “Escritura” (p. 33) conformarían una dupla que se sumerge en los problemas de la creación poética, cercana al silencio. Por un lado, en “Duermevela” la poesía rompe el silencio: “A la mitad del sueño hay desesperación/ de nuevas realidades que brotan en silencio» (p. 32), pero necesita a éste para surgir, a pesar de que la palabra es todo lo contrario al silencio (su opuesto). Por otro lado, en “Escritura” se toma conciencia de los límites rilkeanos del lenguaje y de nuestra imposibilidad de decir aquello que sentimos, la distancia entre los sentimientos y las palabras: “¿Cómo encuentro la palabra que me falta / para expresarla en estas páginas inciertas?” (p. 33). En cualquier caso, tenemos que agradecer a Langagne que, contra todo eso, la poesía sigue erigiéndose como el mejor antídoto contra el silencio, y que aquello que no puede ser dicho no merece la pena intentar expresarlo, ni preocuparse por ello. Por eso se responde a sí mismo: “Empezaría diciéndole al poema/ que si quiere ir lejos le conviene/ seleccionar el viento más propicio,/ abrir las alas/ y celebrar su momento” (ibíd.). La poesía no debe cerrarse, enclaustrarse en una sola idea. La poesía debe estar preparada en cualquier momento para emprender el vuelo de la imaginación, para discurrir libre. “Palabras que se deslizan” (p. 66) es una buena muestra de ello, ya en la segunda parte, y quizás uno de los mejores poemas del conjunto.

En “Confirmado” (p. 68), Langagne dialoga con un poema de Fabio Morábito que comienza “Siempre me piden poemas inéditos”, de Delante de un prado una vaca (2011), para afirmar que la poesía no es sólo inédita, sino con el neologismo ilecta (p. 68). Ciertamente, un poema que se precie siempre posee un novum lingüístico que lo convierte en algo que se regenera en cada lectura que realizamos de él. Esa tradición cercana, además, se refuerza por la larga tradición de lecturas, gustos y preferencias que nos muestra nuestro autor desde el inicio, desde Antonio Machado, en la cita inicial que abre el libro y “En un puente de piedra” (p. 93), Ramón López Velarde y Fernando Pessoa (también por partida doble), las “Décimas lezámicas”, que jalonan estructuralmente ambas secciones, Carlos Drummond de Andrade, Federico García Lorca, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, José Asunción Silva, Edgar Lee Masters, John Keats, Edgar Allan Poe, Rubén Darío y Enrique González Martínez, sin pretender ser exhaustivos. Como vemos, el repertorio es amplio, lo cual nos indica la tradición en la que se engasta la propia voz de Langagne, de la que él se hace heredero. Ése es un pasado que también se actualiza en el presente, a través de su relectura, puesto que fue proyectado por sus autores hacia el futuro. Dejemos, sin embargo, la idea de posteridad al margen para no entrar en honduras que nos llevarían muy lejos…

Otros nombres anónimos, casi anónimos o menos conocidos, pululan por Infinito día. Por ejemplo, Diego Saúl Reyna y Alfonso Ramos, dos obreros que trabajan en el edificio Trump International Hotel & Tower en Vancouver, y que colocaron una bandera mexicana para reivindicar el valor de los “Migrantes” (p. 82), su honradez y buen hacer (conste que este texto podría ser otra de las “Noticias”). Sirva de paso este poema y otros fragmentos de Infinito día como un punto y aparte que marca un tono social en el que se denuncian las fronteras, las banderas y las injusticias de los mapas, “—aunque el viento del mundo no requiere documentos—” (ibíd.), como en “Geografías” (p. 85), cumpliendo un canto en contra de la propiedad privada de la tierra, «falsos propietarios, pues las islas son del mundo” (ibíd.), ya que el planeta Tierra no pertenece a nadie o, dicho de otro modo, pertenece a la humanidad, y en nombre de su explotación se han cometido las peores atrocidades. Por eso en “Ciudadanos” (p. 24) se dice «Estamos en la tierra. Somos sus habitantes” (ibíd.), y en “Buen deseo” (p. 79), el poeta, o la voz verbal del poema, no desea riquezas ni dinero. La puesta nos habla de un citoyen du monde.

El trasunto de los migrantes espolea la otra gran matriz temática de Infinito día, que es el camino (de estirpe machadiana también). El camino en el sentido del peregrinar (no en vano leemos “Peregrino”, p. 95), el iter medieval como territorio vital y la vida como una realidad in via, que se realiza en la medida que la vamos viviendo, es decir, transitando. En “Trayecto” (p. 38), por ejemplo, se aúnan tradición y camino vital, pues “Venimos de otros poemas” (ibíd.): excelente verso que resumiría buena parte de este poemario. Y son muchas las composiciones que hacen referencia semántica al camino, al recorrido: “Una ruta” (p. 44), “Horizonte y abismo” (p. 46), o “Caminante nocturno”, entre otros. Esto daría sin duda para mucho más, pero baste dejar este apunte aquí para incitar al lector a acercarse al poemario. Somos conscientes de que hemos dejado otras interesantes y estimulantes tramas por desgranar, pero este acercamiento pretende ser una viva invitación para bucear en estas magníficas páginas.




Tuve un primer acercamiento a la obra poética de Nathalie Schmid (Aarau, Suiza, 1974) cuando —a invitación de la gran traductora Carla Imbrogno— preparé las versiones de una selección de sus poemas para El tiempo que vivimos, antología de poesía de Suiza que apareció en Colombia en 2021. El interés que produjo el trabajo incipiente en algunos de sus poemas me llevó a explorar con más detalle su obra, lo que aquí cristaliza en Otra forma de ternura, antología que reúne textos de dos de sus libros más recientes, Atlantis lokalisieren (Localizar la Atlántida, 2011) y Gletscherstück (Trozo de glaciar, 2019), ambos publicados por la editorial Wolff Verlag en aquel país.

Sus poemas surgen de una íntima contemplación, pasajes vitales que se revelan en el diálogo intenso con los paisajes naturales del noreste de Suiza: el valle del Jura, las riveras al cauce del río Aare, cuyas aguas provienen del deshielo de los glaciares alpinos, y luego sus lagos turquesa o de un azul que tiende al plata; granjas prolíficas y ordenadas con sus praderas de un verde intenso; la fauna que los habita. Elementos todos que, para el viajante que ingresa de otros espacios nacionales —pongamos, por ejemplo, desde el sur de Alemania— le resultan de entrada un asombro a la vista, en apariencia provistos al tiempo de esplendor y pulcritud. Es apenas cuando uno acerca la mirada que se percibe cómo late y se elabora profunda la vida, como avisa en las alturas el chillido intenso del milano. Encima del paisaje vivo se despliega, en estos poemas, un territorio latente en el que habita una voz de tenor delicado, que sondea desde un trabajo reflexivo acerca de lo íntimo y los afectos. Sobre estos motivos se despliega una trama particular de tiempo, en la que se entretejen el recuerdo, el diálogo con otras escrituras y lo cotidiano, la infancia y la vida familiar, la soledad o su ausencia.

La observación poética encuentra su forma en versos que no siguen una cadencia estable ni forman unidades contenidas en una línea. Si bien se parte de un registro contemplativo y conversacional, la ausencia de signos de puntuación y el encabalgamiento constante de ideas provocan en la lectura una cierta sensación de dinamismo y turbulencia. La poesía se ofrece así como un ritmo alterno, como una anomalía de las cadencias naturales que se impone, en esas latitudes, sobre las cosas. Y ese efecto perturbador parece provenir del testimonio que cosas y hechos del mundo tiemblan, se resquebrajan más allá de los órdenes impuestos –naturales, culturales, políticos– y vibran en su claves secretas, magnánimas o infames, que de acuerdo a su frecuencia pueden llevarlos a pervivir o a perecer a un cierto tiempo. Hay una expresión propia de esta región que se refiere al agua que se deshiela de los glaciares como Gletschermilch (en español, “leche de glaciar”): en ella es posible encontrar cómo el paisaje, el hielo abierto a su ser agua, adquiere a su vez condición animal. En el poema se deshielan los constructos que rigen convivencias cotidianas de todo tipo, y el agua de glaciar que en él aguarda nos refresca y deja ver más allá de su forma, de su cuerpo de ser vivo. La escritura imprime con ello percepción y gozo distintos, marcados por una emoción que es su forma de ser precisa, su forma otra de ser ternura.

En la voz poética de Schmid se amalgama una experiencia de persona, mujer en tanto escritora que nunca suspende sus roles de hija, madre o pareja, en un contexto suizo muy específico, propio de su lengua alemana y sus dialectos —apenas una del mosaico plural, pluricultural y plurilingüe que pugna en este centro del continente europeo—. Durante la elaboración y cuidado de mis versiones conté con el diálogo empático y cercano de su autora; la traducción procuró considerar los rasgos de la obra que aquí se delinearon, para ofrecer en lengua española una experiencia lo más cercana posible a lo que proponen los textos en su lengua origen; el traductor es consciente, sin embargo, de que esto queda a mejor juicio del lector y de que las versiones en otra lengua, así sea en pequeñísimos umbrales y momentos, siempre están expuestas a la posibilidad de su fallo. Por todo lo anterior es que su obra, consideramos quienes hemos trabajado sobre esta publicación, puede y aspira tener una recepción y un diálogo entusiasta en distintos espacios donde se vive la poesía en lengua española.

—Daniel Bencomo





en tono de susurro

fuimos a nadar en corrientes frías y templadas
asumimos el riesgo de cruzar una alfombra de polen
y también de regreso vaya desperdicio afirmas
y desplazas tus piernas por en medio del polen impulsas
los brazos de arriba hacia abajo un animal grazna entre el carrizo
se hunde constante el gris saludo de los pasajeros
en el ruido del motor de los barcos a mediodía
subimos en la orilla sobre nosotros se mueve la pradera
tú dices que el ave cucú está enferma escuchamos
su llamado tan quedo nos busca todavía y de qué manera
nos tendemos en la sombra de la pradera sobre lo que
habíamos hablado la expansión del todo
y del surgir de las plantas fanerógamas de nuestros trayectos
de vida ya fijos de que tú puedes activar desactivar
tus emociones procuramos sin cesar la cercanía
un trepidar ligero entre los juncos difícil que haya sido
un zorro que se busca animales más jóvenes
estamos muy desarrollados para ser algo frugal
en la noche robó el zorro tu zapato lo enterró
en lo profundo del árbol y dices que estamos ocupados
con eso de exterminarnos soy yo quien encuentra tu zapato
en el hoyo de la pradera ante los sonidos del lago



im flüsterton

waren eben schwimmen durch kalte und warme ströme
trauten uns durch einen teppich aus blütenstaub
und wieder zurück was für eine verschwendung sagst du
und bewegst deine beine durch pollen schiebst
die arme auf und ab ein tier im schilf schnattert
immerzu von den passagieren das matte winken sinkt
ins motorengeräusch der schiffe am nachmittag
steigen wir ans ufer über uns bewegt sich die weide
du sagst dem kuckuck geht es schlecht wir hören sein
leises rufen noch spricht er zu uns und wie wir
eingebettet sind im schatten der weide worüber wir
gesprochen haben die ausdehnung des alls und
die entstehung der blütenpflanzen unsere fixen
lebensbahnen und dass du deine gefühle ein und
ausschalten kannst wir suchen unentwegt nach nähe
ein leichter wellengang im schilf das kann kaum
der fuchs gewesen sein er giert nach jungen tieren wir
sind bereits zu weit entwickelt um genügsam zu sein
in der nacht stahl der fuchs deinen schuh hat ihn tief
im baum vergraben du sagst wir sind dabei uns auszurotten
ich bin es die ihn wieder findet deinen schuh
in der höhle der weide und vor den geräuschen des sees




helicóptero

a lo lejos en el cielo el rotor
del helicóptero y un poco más cerca
la radio esparce mensajes
de occidente entre las manzanas y peras
del señor suter la señora suter entre las
plantas de frijol va y viene casi
tan altas como un abeto como una especie de torre
las voces de los niños se encienden
aprendieron muy bien a maniobrar
nos preguntan a intervalos distintos
si es que nos amamos todavía si es que alguna vez
seremos pobres si este país va a inmiscuirse
en la guerra irascible que se encrespa
y gira de una parte a otra de la Tierra
helicópteros por doquier en la luz septembrina
más tarde todavía en septiembre el señor suter
desollará los conejos mientras tanto la radio
esparce una vez más sus canciones y yo veo
con qué lentitud se alejan hacia el campo



helikopter

am entfernten himmel das rotieren
des helikopters und etwas näher
das radio verströmt meldungen vom
abendland unter die äpfel und birnen
von herrn suter frau suter zwischen
den bohnen auf und ab geht beinahe so
hoch wie tannen auch eine art von türmen
die stimmen der kinder schwellen an
sie haben gut gelernt zu manövrieren
sie fragen uns unterschiedlich oft
ob wir uns noch lieben ob wir einmal
arm sein werden ob dieses land eintritt
in den launischen krieg der tobt und
rotiert von einem erdteil zum anderen
helikopter überall im septemberlicht
im september später wird herr suter
die hasen häuten inzwischen verströmt
das radio wieder lieder ich sehe
wie sie langsam ins feld hinaus ziehn




tu corazón

tu corazón de ballena
tu único
tu tan poco valorado
en el que moran hojas de abeto
al que circundan gramíneas
tu corazón cubierto con una red de energía
tu corazón
late
y se abate y palpita
al viento del verano
tu amplísimo corazón
un buque de carga un ferry
tu corazón cubierto
por la marea a las ocho de la noche
tu sano tu obstinado
incombustible
tu corazón ocupado
tu corazón en estruendo
inquieto inquieto
tu cayendo sobre el tejado
en los latidos
y entre los latidos
tu atento corazón
el tuyo



dein herz

dein walfischherz
dein einziges
dein so unterschätztes
mit fichtennadeln bewohntes
und gräsern umsäumtes
mit strom vernetztes herz
dein herz
es schlägt
und schlägt aus und pocht
im sommerwind
dein geräumiges herz
ein frachter eine fähre
dein um ein uhr nachts
überflutendes herz
dein gesundes störrisches
unverbrauchtes
dein besetztes herz
dein lautes herz
unruhig unruhig
dein stoisches herz
dein aufs dach fallende
dein unvergessenes herz
zwischen den schlägen
und in den schlägen
horchendes herz
dein herz




Bosque de abetos

El mirlo gira su cabeza
como si inspeccionara el balcón
y las macetas rendidas al sueño invernal.
La casa en ruinas. Esquinas con moho
el agua no transita con fluidez
por los ductos. Prendo fuego al respaldo
de una silla infantil y quisiera
creer que los pájaros son visitantes
que a mí se dirigen como el mirlo tan inmóvil
y sereno que aguarda sobre el borde de una olla.
El rosal se congeló aquella noche
en que los vinicultores con sus lámparas
correteaban entre los viñedos
e intentaban salvar lo que todavía
estaba para salvarse luces titubeantes
en un barco en naufragio. Flores
abrigadas en hielo. Debo dejar atrás
un año de trabajo fructífero
y serio. Voy a sembrar malvas
en los cajones del huerto y estrellas blancas
minúsculas cuyas semillas traje de Londres.
La semana pasada traje fuego al mundo
entre las palmas de mis manos. Solo
un movimiento y ya se ha ido
el mirlo más lejos su pico reluciente
brilla todavía en el anverso
de mi pupila en los linderos de mi corazón
hay un bosque de abetos.



Tannenwald

Die Amsel dreht ihren Kopf
als untersuche sie den Balkon
im Winterschlaf vergessene Töpfe.
Das Haus bröckelt. Ecken schimmeln
das Wasser in den Leitungen fließt
nicht gut ab. Ich verbrenne den Rücken
eines alten Kinderstuhls und würde gerne
glauben die Vögel seien Besucher
die mich meinen wie die Amsel so regungslos
und gelassen auf dem Rand des Topfes sitzt.
Der Rosenstock erfror in jener Nacht
als die Weinbauern mit Wärmelampen
zwischen ihren Reben umherliefen
und zu retten versuchten was noch
zu retten war schaukelnde Lichter
auf einem sinkenden Schiff. Blüten
warmgehalten in Eis. Ich muss ein Jahr
voller ernsthafter und fruchtbarer Arbeit
hinter mich bringen. Ich werde im Gartenbeet
Malven säen und kleine weiße Sterne
deren Samen ich aus London mitgebracht.
habe. Letzte Woche erzeugte ich Feuer
zwischen meinen Handflächen. Nur
eine Bewegung und schon ist
die Amsel fort ihr leuchtender Schnabel
glüht noch leicht auf der Rückseite
meiner Pupille auf meiner Herzgegend
liegt ein Tannenwald.




Trébol dorado

Mientras tú con las piernas abiertas te esfuerzas
por sacar de la tierra la raíz pivotante
hablamos de la familia. La mala hierba
es también y tan solo un asunto de amor
afirmas y sonríes. Pienso en el trébol dorado
que antaño reuníamos en pequeños manojos
para mi madre. Creíamos que esa era
su flor favorita pero era tan solo una hierba brillante
que crece a las orillas de la calle. En la palma de tu mano
sostienes una oruga sus púas pequeñitas
se erizan al cielo en el aire. Vanesa de los cardos
dices tú, mariposa que vuela grandes distancias. Para su
peregrinación de Escandinavia al África Occidental
requieren de cuatro generaciones. Te limpio la
tierra del rostro. Poseen una
memoria generacional. Pienso en los
fantasmas bajo nuestras camas
cuando intentábamos quedar dormidos
mano con mano antes que las falenas
llegaran a la casa y se doblaran sobre nosotros
con su aliento de vino aún extasiado
por la noche. Las raíces pivotantes no
se mueven. Me haces ver que el tejido de raíces
no se extiende a lo ancho sólo a lo profundo
se hunde estrato por estrato. Describe
el mundo como lo veías de niño
agáchate lo más que puedas.



Goldklee

Während du breitbeinig die Pfahlwurzeln
aus der Erde zu ziehen versuchst
sprechen wir über die Familie. Unkraut
ist auch nur ein Geschäft mit der Liebe
sagst du und lächelst. Ich denke an Goldklee
den wir früher für Mutter zu kleinen Sträußen
banden. Wir glaubten es sei ihre Lieblingsblume
dabei war es nur ein leuchtendes Kraut
am Rande der Straße. Auf deinem Handteller
liegt jetzt eine Raupe ihre kleinen Dornen
stoßen senkrecht in die Luft. Distelfalter
sagst du fliegen ungeheure Strecken. Für ihre
Wanderungen von Skandinavien nach Westafrika
brauchen sie vier Generationen. Ich wische dir
Erde vom Gesicht. Sie besitzen ein
Generationengedächtnis. Ich denke an die
Gespenster unter unseren Betten
während wir versucht haben einzuschlafen
Hand in Hand bevor die Nachtfalter
nach Hause kamen sich über uns beugten
mit ihrem Weinatmen noch aufgebracht
von der Nacht. Die Pfahlwurzeln bewegen
sich nicht. Du weist mich auf das Wurzelgeflecht
hin es geht nicht in die Breite nur in die Tiefe
durchstößt Schicht um Schicht. Beschreibe
die Welt wie du sie als Kind gesehen hast
bücke dich tief.




Fragmento

Hoy no salí de la casa.
Junto al camino de bicicletas que va a la ciudad
se extienden los cultivos que brotan
al sol de la mañana. Las últimas flores de centáurea
se yerguen a la orilla gatos se aposentan
en las praderas y esperan. Esta ínfima parte
del mundo. ¿Qué tan lejos puedo llegar? ¿Más lejos
que a donde tu miedo al olor
de mi vergüenza que te recuerda al olor
de mi madre en el cuarto de baño
que ella nunca cerraba? Doce milanos
se posan de mañana en la copa del árbol
y aguardan por ratones. En esta ínfima
ínfima parte del mundo.



Ausschnitt

Ich habe das Haus heute nicht verlassen.
Neben dem Fahrradweg Richtung Stadt
liegen die Acker jetzt frisch aufgeworfen
in der Morgensonne. Letzte Flockenblumen
stehen am Wegrand Katzen hocken auf den
Wiesen und warten. Dieser winzige Teil
der Welt Wie weit kann ich gehen? Weiter
als bis zu deiner Angst vor dem Geruch
meiner Scham die dich an den Geruch
deiner Mutter erinnert im Badezimmer
das sie nie abgeschlossen hat? Zwölf
Milane hocken in der Baumkrone morgens
und warten auf Mäuse. In diesem winzigen
winzigen Teil der Welt.



* Poemas pertenecientes a Una forma distinta de ternura (sel. y ver., Daniel Bencomo), México, Cuadrivio, 2024.








I

Manuel Astur (Sama de Grado, Asturias, España, 1980) es un poeta del presente. Ante un mundo que avanza con demasiada prisa, donde las palabras pierden peso, el caos ha invadido la vida social, los nacionalismos y fundamentalismos religiosos (y políticos) laten con tanta fuerza que incluso aquellos movimientos que se consideran progresistas terminan por ceder su voz al mandato del capitalismo. En un mundo donde el poder se basa en relaciones abstractas entre entidades numéricas, donde vivimos un sofocamiento, social, económico, ambiental, corporal y psíquico, como insinúa Franco “Bifo” Berardi, Astur viene y escribe El fruto siempre verde para decirnos que la poesía “es el canto de lo que no se ve, lo que no se dice, lo que no se sabe, pero se intuye. Es el intento de vivir más allá de los límites de la muerte, de convertir la finitud en una forma infinita”, según afirmó Octavio Paz.

Entre sus versos lo cotidiano se desviste de su banalidad y asoma con la hondura de quien ha visto, andado y saboreado la vida. Así, una moneda, una navaja o el sol anaranjado no son cosas, sino puentes; no tienen peso, sino destino.

En El fruto siempre verde el tiempo no avanza, rueda. No tiene prisa, pero tampoco pausa. Es una gota que horada, paciente, la roca de nuestra existencia. Por ejemplo, en “El librín de Rilke”, Astur transforma el acto de dar(se) en un ritual de despedida. Monedas y navajas son gestos de amor en miniatura, ofrendas para un viaje que se extiende más allá de las palabras. Leemos:


          Puse en tu mano unas monedas,
          algunas antiguas, otras nuevas,
          pues no sé a cuánto está el óbolo,
          y aquella navajita que había sido mía
          por si acaso allí te apetecía pelar
          ramas de avellano y hacer espadas de palo.
          Niño que olvidas el sueño y el miedo
          en cuanto te duermes en la cama profunda
          bajo la luna que te ama
          nada más despertarte en la mañana de verano.

          También pensé en ponerte un libro,
          tal vez ese de Rilke, diminuto y verde,
          que nos pediste que te leyéramos,
          pero para qué, pensé, si tienes
          para leer todo lo que es,
          todo lo que nadie escribió.


Las monedas tintinean en la oscuridad primera para devolverlos la ofrenda de la luz, porque Astur piensa —no sin razón— que la sabiduría está en la experiencia directa, no en los libros ni en lo ya escrito, porque el verdadero lenguaje es el que calla y se ofrece ante nosotros como una promesa. Pero, también, sujeto del ahora y lleno de contradicciones, el yo lírico se abre en canal y admite: “Temo que tras el golpe llegue el silencio.” ¿No es esta la confesión de todos? Aquello que nos aterra es el eco: lo que queda después. La idea de que todo presente lleva consigo su sombra futura parece alejarse, porque en estos poemas la sombra no se esconde: se desdobla y nos mira. El poeta no trata de sujetar la vida; la acepta con la experiencia de quien sabe que no hay otra forma de estar en el mundo. Ante la fatalidad, como revela Astur en “Los bromistas”, sólo nos queda reír, pues allí donde la crueldad se mezcla con la inocencia, donde la risa se convierte en máscara, hay una gallina decapitada que camina dando tumbos. Tal vez tardemos un poco en comprender que la gallina somos nosotros, que avanzamos ciegos y para quienes la vida es una tremenda broma. Astur nos recuerda, junto con Roberto Juarroz, que la poesía resulta el espacio ideal para convivir con el absurdo y lo grotesco, no para resolverlos, sino para mirarlos de frente, encoger los hombros, reconocerse en ese instante y seguir andando.



II

Escribe Wallace Stevens que debes hacerte de nuevo un hombre ignorante y ver con ojo ignorante el sol de nuevo. Cuando practicamos zazen, es decir, cuando meditamos, no debemos esperar nada. “Practicar por el mero hecho de practicar es nuestra forma de vida —recuerda Shunryu Suzuki—, como una flor florece sin apurarse, simplemente practica, y esa será la expresión perfecta de la naturaleza”. En El fruto siempre verde, la mirada del poeta vive en constante renovación. Observa pensativo el transcurrir del mundo; es firme como la vieja vara de bambú pero se deja mecer por el viento, porque sabe, como lo enseña el Tao, “cuando la vida comienza, el hombre es blando y flexible, que cuando muere, se vuelve rígido y duro, porque lo blando y lo flexible son compañeros de la vida; lo rígido y lo duro son compañeros de la muerte” (vers. de Ezequiel Zaidenwerg). Por eso la sabiduría viene siempre del afuera, de lo que está más allá de nuestros ojos, del rastro que deja la vida tras de sí. Por eso, la madre es consciente de que el cinamomo no da flores cuando se poda, la hermana se revela y se abrasa en la escritura, el recuerdo del padre ronda no como un fantasma shakespeariano, sino como un presagio de florecimiento. Porque quien ve con ojos nuevos el mundo sabe que el erotismo y la muerte son las dos caras de una misma moneda y que, en su paradoja, ambos resultan motores de la creación. Manuel Astur ha venido a decirnos con este nuevo libro, y citamos las palabras de Suzuki, que “en la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero que en la del experto, pocas”, porque cuando la muerte venga a recoger el fruto, estará verde, tan inmensamente verde y robusto en su vacío que no le cabrá en la mano. Y nosotros la esperaremos sentados mientras tomamos una taza de té.







*

De El fruto siempre verde (Acantilado, 2024), de Manuel Astur




Los bromistas

Mi madre me contó que, cuando era niña,
unos hombres que partían leña
cogieron una gallina blanca que pasaba por allí,
la pusieron sobre un tocón
y de un hachazo le cortaron la cabeza.
Después, dejaron que el cuerpo siguiera andando
hasta que, al cabo de unos metros, cayó muerta.

Todos se reían.

Atardecía. Olía a resina y a tierra húmeda.
Había golondrinas. El cielo
se oxidaba como una manzana pelada.
El repicar de la campana de la pequeña iglesia
caminaba por el valle como una vaca que regresa a la cuadra.
La eternidad se lavaba los pies cansados en el arroyo.

Dónde fuisteis, hombres que reíais,
tremendos bromistas.
¿Sois ahora la gallina decapitada?
¿O nacemos sin cabeza
y esos pasos,
esos pasos ciegos son la vida?




Eco

Eres mi eco:
paredes que rezuman
el suelo de tablones centenarios
montañas de papeles que llevaría una vida descifrar
guardados en un armario.

Me dijiste: Saluda al mundo
y yo saludé al mundo
y el mundo me respondió
y no podía ser de otro modo:
el mundo tenía mi voz.

Soy tu eco:
las galaxias vacías del orgasmo
la maleta nueva
él preparando la caída
y aprendiendo a andar.

Reíste y yo reí
frente al desfiladero
que devolvía nuestros saludos
y también se rio él
grité: Quién está ahí?

Ahora lo sé:
allí estaba este que ahora soy
sin ti.




Todavía vivir

Mientras estábamos de viaje
unas golondrinas pusieron su nido
en el alero del porche de casa
y han nacido cuatro pajaritos
que no paran de reclamar comida.

Cuando hace buen tiempo
me tumbo a leer poesía
bajo este nido
hasta que me quedo dormido.

Ayer una de las golondrinas vino veloz al nido
y como tantas otras veces
soltó la presa en la boca de una cría
pero en esta ocasión se le escapó
y una mosca grande y negra
cayó sobre las hojas blancas
de mi libro de poemas chinos.

La mosca zumbó sorprendida
se frotó las alas
y enseguida salió volando.
Qué suerte la suya: todavía vivir,
vivir todavía un día.




Al final

Quedará entero quien se sepa partido.
Ganará quien deje de luchar.
Al final, el que flota,
el que se mece.

Al final, el final interrumpirá
nuestros juegos,
dulcemente,
como la voz de nuestras madres
llamándonos al oscurecer
para que vayamos a cenar.




Idioma

Extiendo el dedo índice
entre el paisaje y mis ojos.
Miro el paisaje: un hórreo,
algunas casas que parecen de juguete,
prados, los trazos marrones del arado,
la espuma de los bosques
que reconquistan el monte abandonado.

Después miro mi dedo:
escucho el sonido suave
de mi vida humana rodando.
Las estrellas han de sonar parecido.

Pienso que no quiero aprender un idioma
que sólo pueda hablar yo.




La poesía

La poesía:
coger un carbón
de la chimenea apagada y dibujar con él
lo que recuerdas
del fuego
antes de que se te olvide.




Regreso

Encuentro junto a las macetas del muro
la taza azul que Raquel lleva días buscando.
De repente, la brisa acaricia el pelaje de la arboleda
y trae a mis pies la voz de la hija pequeña de los vecinos,
que canturrea una canción en un idioma inventado.

Los avellanos se estremecen,
los perros del pueblo ladran.

Y ya está aquí la certeza de haber regresado,
cuando no sabía que me hubiera ido.







Soneto a las tentaciones alimentarias

El gastronómico placer anima
la harina que en pastel adquiere forma.
Tu libera de toda forzada horma
el vivir que el antojo tanto estima.

No sea causa de ninguna muina
ni comida chatarra que deforma
ni azúcar demasiada que transforma
tu figura contenta en triste ruina.

No sea causa: disfruta el momento.
Tu doctor tal vez te advierta, severo, 
haz ejercicio y tu dieta reforma,

pero el Buda sonríe: el alimento
aprecia en su transcurso pasajero.
Que el sabor sea del sabio la norma.




Soneto a las sensaciones intensas

Obedece al impulso que te obsede:
disfruta en lo profundo cuando bebas
el agua viva que el placer concede.
El paraíso en este mundo pruebas.

Tanto azul en total el cielo excede
que lo pleno en su esencia así compruebas.
Ve claramente lo que a lo alto accede
y goza cuando tus sentidos cebas.

La conmoción abstracta del orgasmo
revela una verdad perecedera
donde se alían lucidez y pasmo:

que viva largamente la libido
en su ansiosa delicia pasajera
porque sólo lo vívido es vivido. 




Soneto sobre el misterio de la vida consciente

¿Cómo comprender la materia urdida
de lábil fibra y persistente brea
que en el cosmos hostil se agrupa y crea
el milagro de lo que cobra vida?

Fuerza tenaz de célula ceñida,
extraño humor que en su interior flamea,
en el seno de insustancial jalea
se aferra a su fatalidad herida.

En un momento clave se detiene
y mira, atónita, cómo se trunca
el principio sutil que la sostiene.

En suspenso la suerte de su estado,
percibe, sin esclarecerlo nunca,
el tremendo misterio de lo dado. 




Soneto a la variedad de la vida

De la arcaica bacteria a la magnífica
ballena, de los bosques venerables
a la formicular ciudad prolífica,
de sus profundidades insondables

se desenvuelve la vida, mirífica,
en sus metamorfosis incontables.
Reza la mantis su oración beatífica
ante tantos milagros adorables.

No es la muerte sin fin sino la Vida 
que en los confines del cosmos prospera
más allá de la lógica medida:

más, más allá, en su evolución estricta,
como crisálida de luz que espera
su floración cabal, suprema, invicta.




* Poemas pertenecientes a Dones del día. Noventa y seis sonetos de ocasión, México, Bonilla Artigas Editores, 2024.






 
Despeñadero 

A Daniel Calabrese

¿Cómo lograremos quitar, madre, la piedra que cerca tu puerta?
Yannis Ritsos

 

Es extraño cargar tanto peso y sentirse vacío.
Hay Sísifos que empujan cada día la sombra de una piedra.

Dentro de las palabras habitan lágrimas de polvo,
podría ser peligroso hurgar las vísceras de alguna lágrima,
la nostalgia carga sus voces ciegas.   

En su torrente,
la memoria también va arriando piedras.
Cada noche es un despeñadero que se abisma en la lengua.

Son piedras que tropiezan dos veces con la misma vida.

 

Licor de la carroña

A Vladimír Holan, que supo escuchar
la lluvia que cae en las prisiones

 

¿Qué rueca hila la lluvia que cae en las prisiones?
¿Qué danzarina torpe la destrenza como a una sopa rancia?
Licor de la carroña  
Lo que fermenta es el graznido de los mercachifles,
los sueños escaldados,
y el tibio hollín en la memoria,

Ahora toca barrer, desplumar al silencio para escuchar
los goterones, salivadas bruscas.
el chubasco de púas que tachona ventanas y crucifica todo lo que toca.

Lagrimales feroces borronean la letra de las cartas
que nadie va a escribir.

 

Barruntan

La imaginación, primero la imaginación, porque va dos
pasos adelante, ¿qué duda cabe en el lugar de todas las
preguntas? ¿y después?, más imaginación, ¿qué pasos cruzan  
por fuera del jardín que almacena el polen del deseo?

Hay quienes saben, creen saber, vociferan
su altura, largo y ancho, barruntan
su longitud de onda, presumen
conocer a qué temperatura hierve, ignoran
que bastaría con tirarse al piso para mirar debajo de su
enagua, la libertad, ¿qué duda cabe?

Con su caligrafía infantil dibuja las líneas de una
mano que vive en el exilio, ¿qué noche tizna su bandera?  
la libertad nunca rapada o sometida o muda, ningún
convite por fuera de la mesa de anhelos, ¿qué duda cabe?
ni de rodillas frente a la fuente de los espejismos

Va recostada sobre la grupa de un viento descuadernado
y bronco, ya muy cerca de brasas y vapores de un curanto
como un vuelo enterrado en un sueño, porque,  ¿qué duda
cabe? primero lo primero, ya despuntan sus brotes,   
la imaginación y sus manjares, digo, sus aventuras.

 

El eterno aprendiz

A Emiliano Bustos

Perdió un brazo el deseo ¿en qué lugar?
A la carrera iba, sordo a las advertencias y ciego a los avisos de todos los caminos.
Desoyendo las voces de aquellos que peregrinaron hasta sus oídos para entregar canastas de prudencia.
¿Fue una herida de guerra? ¿hubo una guerra?

Murmuran los que llevan agua a su molino: “al brazo hay que tenerlo cerca del bolsillo”, “hay que lustrar
  el rédito”.
¿Y él? ¿qué acarreaba? ¿sed?
¿trastabilló? ¿rodó por la pendiente de las cosas inútiles?
¿su brazo abrió los ojos al goce o al espanto?

Comenta el vecindario: “calculó mal”,
“ya nadie arriesga un sueño en la selva de las cifras amargas”.
Otro dijo: “quería ver mundo, pobre”.  

Nadie mencionó más al aprendiz aquel que sin un brazo lleva consigo su carcaj, su arco,
y en el centro del bosque de las conjeturas tensa la flecha y canta.

 

Lamento por los garabatos de Thomas Shelton

(A la manera de Sidney West)

 

thomas shelton, inglés para más datos, traducía
la lengua de los minuteros en una relojería de spokin hill.
Toda vez que oía con atención el murmullo del tiempo,
su esposa murmuraba: “un bueno para nada”.
Fue el primer estenógrafo en anotar el dictado feroz de una borrasca,
Cierta vez transcribió a gran velocidad la lista de secretos arrumbados en los rincones de la casa.
y un día se le atrevió a las voces sobreactuadas de un trueno.
Cada noche en spokin hill, los varones acunaban su rabia, menos thomas shelton arropado por un coro
  de astillas.
En los pequeños pueblos donde se castiga la placidez y se prohíbe el sosiego, son extensas las filas del odio.
thomas tejía su red de garabatos: garfios, puntas de flecha, dardos, ideogramas, ganchos, arpones y ganzúas. 
Después, con habilidad de torero, lanzaba una verónica y recogía un extenso cardumen de palabras.
Y su esposa de nuevo: “se le va la vida en la cantina”.
Así fueron los años del taquígrafo que compitió con discursos de piernas largas y siempre salió invicto.
Oh shelton, shelton, con su cerveza y su marmita hirviendo un enjambre de signos como anzuelos parlantes.

 

Cavilaciones

¿Y si lejos de sí mudó la gente,
como si en un traslado hubiera olvidado sus enseres de espíritu, las sombras de sus cavilaciones, la enjundia
  de sus sueños?
¿Y si en un trasiego de pasos apurados extravió la música de la emoción?
Porque la poesía sigue ahí.
Siempre ahí.

¿Y si los muchos prefirieron mudarse al corral de las obviedades fulgurantes, lo previsible, lo palpable?
¿Y si la gente pospuso lo humano de su entraña y congeló su imaginario?
¿Domesticaron a la intuición? ¿se fugaron?
¿se olvidaron de sí?

Porque la poesía está a la mano,
no se apartó de nadie,
aun cuando muchos se acostumbraron a la oscuridad y se volvieron nadie.

 

 

Versión al español de la autora.

Jacal de zacate

I

No navegues al nacimiento del sol
porque su placenta te puede asfixiar.
No barras el panal de noche
porque las abejas abandonarán la casa.

Nána:
amarra la milpa,
en la fiesta de san Miguel,
para que el maíz
no camine con el viento,
porque ese día
se desvanece el hambre en el río.

II

Sentada en la fogata
en compañía de Lundú
—el que ladra en los tiempos de duendes—
y Senta, la gata
—que la encamina en el abandono—
cimbró el jacal de nuestra voz.

El comal de barro irritaba la espalda de las tortillas,
en el estómago del molcajete ardía de salsa roja.
Una totuma de agua tostada apaciguaba mi garganta
y sus manos estrelladas de palma
sirvieron bocados en su boca.

III

El dolor se quejó por mi boca:
¡Maá, me voy pa’l otro lado!
La cena en silencio
barrió su mirada de noche,
su estómago encogió el desconsuelo
hasta cimbrar sus manos,
la tortilla perdió el olor azulado
en la boca de Lundú.
¡Se fue el hambre!

Ve’e ita ndu’ú

I

Kúvi súta un kìví káku ñù’u
tyi koto ka kìta kùàkò suku un.
Tí’iví un yòkò ñúu
tyi koto kunu ndi’i tìmii yòkò ve’e.

Nána:
Nadakatún itu,
vekó Sa Miye
ñà ná ndátyí nùni xi’in tàtyí,
tyi kìví yó’o kia
sá táni ra soko xi’in ìta.

II

Índu’ú koo ña ñánu’u
xí’in Lundú
−ti ndá’yù ñúun nú í’na−
xi’in Senta, kalu ti
−xíxi xi’in ña tá ndóò mií ña−;
nìtàxa ve’e kìví ndatu’ún ndi.

Xìyó ñu’ún sà sáa sàtá ixta,
 Ká’aun ini ko’ó xá’a xi’in tia’a kua’a.
Iin yaxín tìkui yá’a taavi sùkún i
ta nìndùvà ndi’i nú nda’a ña xi’in ñùú,
ta táan ña ixta yu’ú ña.

III

Tá’aví ka ví ini i ta nìka’an i xi’in ña:
¡Maá, ku’un i inka xiyo!
In kùtáxin yu’u ixtá,
in kua’an vàxi tínuu ña xíto ri nú naa,
nìxíta kue’e kútàmà tixin ña
ndakua kísi a nda’a ña,
ndañú’u xìkò ixta ndi’í
ini yu’u Lundú.
¡Kua’an va soko!

 

 

Versión al español de Miranda Martínez Bonfil

El PdP agradece a drift agencia literaria la autorización para reproducir los siguientes poemas.

—La Redacción

La fotografía como consecuencia*

En la agitada noche en que el barco Estonia se hundió,
la gente usó los flashes de sus cámaras
como llamado de ayuda ante
las puertas del mar que se cerraban.

Al final, algunos sobrevivientes descubrieron
que habían tomado fotografías de los últimos momentos
antes de que el barco se hundiera.

Fotografías que no son fotografías
sino rastros de la necesidad de ver.

Una es de un hombre sentado en el casco
justo antes de que éste se deslizara hacia abajo.

Sin esperar.
Lo que venía vendría.

Aquella quietud suya,
el horizonte escorado,
el futuro allí
en la pendiente de su hombro.

La fotografía contiene el accidente del traslado,
el antes y el después.

En la fotografía vamos hacia atrás
y él viene hacia adelante
a donde la muerte había llegado.

* 852 personas murieron cuando se hundió el barco Estonia en el Mar Báltico el 28 de septiembre de 1994.

The Photograph as Consequence*

On the heaving night the ship Estonia sank,
people used the flashes of their cameras
to signal for help against the closing
doors of the sea.

In the end, some of the survivors found
they had taken photographs of the last moments
before the ship went down.

Photographs that are not photographs
but traces of the need to see.

One is of a man sitting on the hull
just before it must have slipped below.

Not waiting.
What was coming was coming.

The stillness of him,
the tilting horizon,
the future there
in the slope of his shoulder.

The photograph contains the accident of translation,
the before and the after.

In the photograph we go back
and he comes forward
to where death had arrived.

*852 people died when the ship Estonia sank in the Baltic Sea on 28 September 1994.

Aliento

El lenguaje es aliento,
es tacto, es baba,
es el silencio antes de hablar.

Ruso
Una mujer aprendiendo ruso describe
la nueva inclinación de su cabeza,
su pecho, sus manos,
la tensión de su labio superior
como picaduras de abeja alrededor de la boca,
los cambios musculares de su lengua
una invasión desde adentro.

Árabe
Te enseño a decir la primera letra de mi nombre,
un sonido entre la g y la h,
para el cual no hay letra en inglés.

Inhala,
toma un sorbo de agua,
exhala.

El sonido del aliento dejando la garganta
es el comienzo de mi nombre.

Breath

Language is breath,
is touch, is spit,
is the silence before speaking.

Russian
A woman learning Russian describes
the new inclination of her head,
her chest, her hands,
the tightening of her upper lip
like bee stings around the mouth,
the muscular changes in her tongue
an invasion from the inside.

Arabic
I teach you to say the first letter of my name,
a sound between g and h,
for which there is no letter in English.

Breathe in,
take a sip of water,
breathe out.

The sound of breath leaving the throat
is the start of my name.

La pluma

Tres días antes de que mi padre muriera
perdí la pluma plateada con mi nombre en ella,
un regalo de mi tía por mi cumpleaños veintiuno
que había conservado por casi diez años.

Ese día, supervisando estudiantes en Khayelitsha
que colgaban un aro de baloncesto, regresé a casa
para pedirle prestadas sus herramientas.
Caminamos alrededor del garage y yo taché
la escalera, el taladro, los clavos y el desarmador de mi lista,
y él sugirió que agregara un martillo y un nivel.
En algún momento entre apilar y empacar
el coche, perdí mi pluma sin siquiera notar
que se había resbalado de mi mano.

Cuando me fui a casa tarde ese día,
negocié con la pérdida como siempre lo hago,
no yendo de regreso al garage a buscar la pluma
en caso de que no estuviese allí,
sino manteniendo su ausencia inconclusa,
para que pudiera regresar algún día.

En tres días
las secuencias imposibles de la muerte.

Repasé
todo lo que dijimos ese día
y los años en que no hablamos
y la reconciliación, casi sin palabras,
cuando caminamos el uno hacia el otro con la mirada gacha
y lloramos mientras nos abrazamos.
La noche que murió
sentí la plenitud de la pérdida,
de la ausencia sin negociación,

y sin embargo también lo que aún estaba allí,
ese moverse el uno hacia el otro,
sin mirar.

The Pen

Three days before my father died
I lost the silver pen with my name on it,
a twenty-first birthday gift from my aunt
I’d kept for almost ten years.

That day, supervising students in Khayelitsha
putting up a netball hoop, I came home
to ask to borrow his tools.
We walked around the garage and I ticked
off the ladder, drill, nails and screwdriver on my list,
and he suggested I add a hammer and level.
Somewhere between stacking and loading
the car, I lost my pen without even noticing
it had slipped from my hand.

When I went home late that day,
I negotiated with loss as I always do,
not going back to the garage to look for the pen
in case it wasn’t there,
to keep its absence incomplete
so it could come back one day.

In three days
the impossible sequences of death.

I went back
over everything we’d said that day
and the years when we didn’t speak
and the reconciliation, almost wordless,
when we walked towards each other with our eyes down
and wept while we hugged.

The night he died
I felt the completeness of loss,
of absence without negotiation,

and yet what was still there,
that moving towards each other,
without looking.

* Textos pertenecientes a A Hundred Silences, Ciudad del Cabo, Kwela Press, 2006.

 

 

 
1.

Facilis descensus Averno

Amo las bibliotecas y los libros
quizá porque sus páginas recuerdan,
aunque si no tu voz, tu pensamiento que habla,
y es estar dentro de tu mente, abuelo,
tan pero tan cerca;
y aunque estés muerto caminar tu fuente.
Hoy tus palabras hablan
y puedo repetirlas;
me acercan al rigor que ancla tu fuego;
les doy mi comprensión y carne y fuerza
y en medio de tu alma me descienden.
En la hoja en blanco brota
con músculos tu esencia,
tu aliento que articula
y a símil de tu imagen me incorpora.
Extraño pan mental,
en que comulgo, la hoja,
donde pruebo el sabor de tu conciencia,
tu sangre también tan esforzada,
tu libertad que desde el alma enciende.

Las letras me heredaste,
que aunque no son las cosas,
son el ser por dentro que sostiene
cualquier mundo y rehace
desde el centro al camino,
y predice el avance,
también la madrugada.
Dan tus palabras alas
para un viaje de espuelas sin un muro,
para volvernos luz, ser del futuro.

 
 
2.

Quale per incertam lunam sub luce maligna
Est iter in silvis

Los caminos de la tinta me gustan
porque allí te escucho, abuelo,
y porque son tu andar, aunque sin cuerpo,
alternando en otra forma de existencia.
Son caminos que abren las entrañas de los tiempos,
de ojos que aún ven muertos  
y que la sibila conoce
y atreve el héroe que los sigue hasta su infierno
y en paso inmaterial al alma encienden;

De muertos está hecha la escritura,
que aún podemos ver,
pues su tierra de tinta los sostiene:
línea es en sí que sumerge y enhebra
entraña audible de memoria
o párpado de fe, reptante y honda,
desatando de sombra al laberinto.

Tu tinta es senda inversa
con que oficia, la sombra, luz
como promesa; impetuosa quizá
igual que una semilla,
que impulsa una hoja y su árbol
y lleva a su ala al mundo    
y entrona en luz lo cierto.

Otórgame tu hilo de noche, abuelo,
para mi andar de Orfeo, perdida,
que aunque nunca te abrace, allá en tu sombra,
luz en tu ausencia acaso es mi camino.

 
 
3.

Guarda la tierra en noches su diamante,
como siembra de un sol que interna atrapa,  
luz prometeica, devorada
para habitar en los abismos,
que sustenta lo invisible y mira
donde aún te retiene la muerte en sus encierros.
Allí desciendo, abuelo.

Metal con sed de crimen te sustrajo
y tus huesos de luz mordió la tierra.
¿En dónde hallar la mina de tu estrella,
la luz que te robaron de honda guardia?
¿Dónde tu amanecer que me atraviesa
la noche entera hacia otra orilla?
¿Dónde sangra aún tu sol en esta tierra?

Me quise de cristal para seguirte,
sumergirme en tu sangre y mil batallas,
y hallar, aún en la piedra,
la luz con que ordenaste a un mundo
aún con entraña,
tu voz de fuego y ala,
robando en otra ley amor primero.

 
 
4.

Sed revocare gradum superasque evadere ad auras,
Hoc opus, hic labor est

Yo leo tus palabras y mastico tu luz
como un pan sin ritual, ni mediadores,
un pan sólo de ser y amasada experiencia,
ejercitándose en mirar:
el pan del héroe, abuelo,
el pan de la verdad;
su arquitectura de luz
forjó otro mundo, 
alas para una nueva libertad,
un sueño que despierta
las noches sin errar.

Zarza ardiente, tus libros
porque te reconstruiste en libertad
y en ellos vuelas.
Saltas en llama, abuelo,
audaz en tu mirar
que al tirano en sus crímenes desnuda
y su dura noche entrega
en holocausto a la verdad.

Fue tu incendio una aurora,
de sol aún incompleto
y sueños por cobrar,
fue viento sin bandera,
y senda sin ondear.
En tierra de ancla espesa,
ardua cima es tu vela
para hombres que han dado
más firmeza a la luz.

 

 

 
Rom Freschi, Estremezcales, México, Proyecto Literal, 2024, 59 pp.

 

 
Más allá de una predeterminación significante, se encuentra un espacio de navegación para intérpretes dispuestos al juego del mundo, donde sucede lo imprevisto. En ese lugar el Eros es una mixtura de posibilidades que gana sentido, siempre y cuando no sea enumerado linealmente, si no se desea a la vez un delirio sin retorno hacia el Tánatos. Aparecen las imágenes en combinaciones silábicas y luego en jitanjáforas: Rom Freschi (Buenos Aires, Argentina, 1974) se regocija como un fractal que se abre, salta sobre las palabras, regresa del contrasentido para aplicarle re-versa al verso. Eso que se palpa en el estremecimiento, que comparece poco a poco para que el deseo no se pierda, tienta a la semilla hacia el lance de las virtudes de su tallo. La búsqueda de lo sensible permite los efectos en una experiencia inmediata en Estremezcales, un libro daimónico, facineroso entre lo humano y lo divino para una prestidigitación instintiva: lo ambiguo opera ahí como palabra concatenada que ocurre en el límite, unas veces en el delirio previo a la explosión, otras en el momento preciso —o a pocos palmos antes de ganar o perder su equilibrio—, para luego citar las consecuencias en aquello que ha sido fecundado. Y, en el arrebato voluptuoso de la experimentación, se accede a lo otro con apetito, sin predeterminación, logrando combinaciones que proponen un color y una forma ingeniosa, abiertas poco a poco a las necesidades de su propio deseo, que se va transformando en el del lector.

Lo escrito, incluso el poema, aparece siempre después, como constatación de aquello que fue y que se sabe no sabiéndose; una manifestación pre o postorgásmica, un todo hecho de breves gozos acumulados que convoca a las mareas posibles para describir algo, como el mar, indescriptible: lo trémulo a punto de la explosión, y aquello que ha sido imaginado como real en el momento preciso “del lado al ano, del ojo al labio, de la rótula amarga y tiesa hasta la frente anforal”. Luciferina en búsqueda de la luz, atada travesti nodal: Freschi, ni qué decirlo, se divierte en la parte más roja de la noche, el espacio profano para hacer que el lector, de por sí perverso, pueda sorprenderse con las combinaciones sonoras que se hilvanan a sí mismas:

Amarrada, he de multiplicarme, reverberarme hasta el estallido. Ocurre, oh, ocurre. Mil fulgores de estrellas, estrellan, estrenan, nuevas carnes, nuevos seres del estallido.

Sucede que “follecen”, que el sudor amielado y las lentejuelas, la luz brillante de la lámpara de espejos, nos sigue convocando a muchas y muchos hoy en el baile, en la sonrisa cómplice: en lo kitsch finisecular se fundieron los versos de generaciones enteras, mezclados en el espacio posible entre Ziggy Stardust y la Stella Maris, virgen marina, para no perder la estrella en las tormentas.

Pero Freschi revela también su técnica sin pudor. En el texto “Arte poética”, la estrategia de seducción es mediada por una sutil antipolítica de lo social, hacia un lector que ha avanzado ya en los deleites de sus imágenes, así como en las filiaciones a una carne sensible, y en la sagacidad que despierta, convertida en verbo. Primera incitación cortesana, imitando recato, que muestra el contorno de lo escondido: “un punto máximo de formalidad”. Ahí Tánatos. Pero el Eros coronado es una lúbrica pedacería que despliega las formas no sólo del poema, sino de estilos insurrectos para leer lo vivo en la excitación:

Tome un mortero o, en su defecto, un picahielos […] y con él estrelle, de manera irregular, su lenguaje hasta que parezca un glaciar refractario o la corona antigua de algún emperifollado rey.

Merodear el mundo, sus primeros artificios; jugar desde un claro barroquismo que usa las imágenes del cotidiano hacia su feminización henchida de abundancia, amorosamente aguda. La ahora reina coronada se ríe de los ingenios logrados mediante esa disimilitud que encuentra aparejamiento en el ritmo, en sus percusiones silábicas y su malicia. Frente a este tipo de fuerzas poéticas, pienso a menudo en lo que e. e. cummings advertía en el programa de una de sus obras:

Relájate y dale a la obra la oportunidad de pavonearse […] deja de preguntarte de qué se trata todo, como muchas cosas extrañas y familiares, incluida la vida, esta obra no es ‘sobre’, simplemente es. No trates de disfrutarla, deja que intente disfrutarte a ti. No trates de entenderla, deja que ella trate de entenderte a ti.

Ahí una comprensión nueva en la embriaguez, en la mezcla de elementos para el encantamiento y la aparición de las luces y las sombras. Toma de conciencia acerca la fiera infancia, sobre el embeleso del juego y el amor: uno no dominado por las contingencias de lo insuficiente. Amor en plena fiesta de disfraces: mezcal o mescalina, opio o ácido, derroche y efusión. No el malestar de la “verdad” a medias de las pasiones, sino el presente vívido de la transmutación: “Paradoja espléndida”.

 

*
Selección de poemas de Estremezcales

 
Letrina

Orgasmina y potente se desliza almejhada, dice decir para divertir y divierte diciendo lo. Se han robado su piececillo mientras hablaba, le han robado ese precioso revés de aquilina y así sostiene la sonrisa…:

—Oh cuadernita, pizarra bizarra, me amarras aunque digo que me amas, amaranta, solo me amas si arrancada la pantorrilla te hago reir, te hago la pirueta amada en tu pisito amarillo y entonces sí, redundas, rebalsas, redondeas una letra barroca y terrosa, frankeinstina. Eres en verdad, monstruosa. Eres, en verdad, la res cornada que apunhala las extrañas entrañas que tú misma, tirana de Bergerac, incrustas y transportas del lado al ano, del ojo al labio, de la rótula amarga y tiesa hasta la frente anforal.

Me amontonas, espermita te crees, fecunda y ovular, vitoreas tu belleza sobre mí que sola y fértil, me condeno al amargo y cadenoso recreo de tus amores.

 
 
Amarrada, he de multiplicarme, reverberarme hasta el estallido. Ocurre, oh, ocurre. Mil fulgores de estrellas, estrellan, estrenan, nuevas carnes, nuevos seres del estallido. Nunca ha existido el silencio… la marca está en mis carnes, muertas, carne nueva, ella, ellas. Desechan ellas. Me fallecen. Me follecen, extrañas, amargas… políglotas de sonidos que no hablé, no hablaré nunca, no vinunca, dicen. He vivido. No ha ocurrido. No era yo. Cautiva, ida, ellas ya, ello, ellas ya brillan.

 
 
Arte poética

Receta para un apetitoso ‘Petit Poème’ a la Perfección.

1. Lleve su lenguaje (o al menos, un buen pedacillo) hasta un punto de máxima formalidad y cortesía, señora.

2. Tome un mortero o, en su defecto, un picahielos (si es posible con mango de incrustaciones en rubí y/o esmeraldas y topacios) y con él estrelle, de manera irregular, su lenguaje hasta que parezca un glaciar refractario o la corona antigua de algún emperifollado rey.

SMD en colaboración con Rita O’Neall

 
 
Un derrame de belleza anuncia ya tu soledad… desviada en el ojo, la mirada espejhada de otro mundo se revuelve contra ti como una mareada marejhada infinita de espumas. Ácida indiana y solidina, en tus huecos la queja rabiosa de mil dientes que has hincado quiébrase en medio del clamor, del ancestro amilado de voces, inmigrante insectado en ese, ya no tu ojo, en el lomo oleado, calcómano, fotónico y calidópico, el muerto estallar de tus tripas fluoresce invicto de toda virginidad.

 

 
Versión al español y nota de Gabriel Bernal Granados.
 
 
El poeta Peter Cole (Paterson, Nueva Jersey, 1957) estuvo de visita en nuestro país hace unos meses para presentar su libro La poesía de la Cábala (trad. de Aurelio Major, Vaso Roto, 2024). Pocas personas saben o recuerdan que su primer poema traducido al español se publicó en México, en el número 3 de la revista Mandorla. Nueva escritura de las Américas, en 1993. “Rift”, aquí traducido como “Grieta”, es el poema que da nombre al libro homónimo publicado en 1989 en la editorial Station Hill. En él se anuncian los temas que habrían de aparecer en la poesía posterior de Cole, siendo la relación con lo sagrado el no menos importante de ellos. La disposición espacial del poema sobre la página, las elipsis y la erosión de la sintaxis no dejan de ser tópicos que contribuyen a decantar la voz que se pronuncia —y se condensa— en estas líneas.

—Gabriel Bernal Granados 

 
1

  Aguda mirada y arcos

     y espirales en el ocaso
       de golondrinas
  girando,
como zancudos
 en enjambre

los dardos
más altos
     atravesando un espacio
              abierto
          y dos,
           quizá tres

        se disparan
     rápidamente
        hacia abajo, atraídos
                uno por otro
                    anterior
                     pero los tres
                por un cuarto
                y sexto

                y décimo,
               y dentro
            después fuera del
            atranco
            delineado de manera
            oblicua     rematan
                los techos

     mientras otros, más solitarios
     descienden
     y se elevan,
        con calma

     en las corrientes y en ascenso         y en lo alto

     y más alto       su entrada y salida de una
      luz
         al gris

             y el brillo
             blanco
            y de nuevo
     al negro—
     su caída
        súbita
         hacia un aleteo
         y fuga—
         y el parche
         callado
         vacío
         y después
         colmado

        con violeta extendido            y más profundo y estrellas


        Noche excesivamente
        clara
        es casi
           azul
           casi un
         negro
         Pilar.
         La luz
           atrapada.
            En el mismo
             medio
      casi un índigo
      casi
      en       absoluto.       Nadie
         dijo
        una palabra, nin-

        guno
        Audible:

                        : en el
                        meollo
                        del mármol.
                        Medio: lo escuché
                        moviéndose.
                              Vi el cuerpo
                              destrozado
                              en metal y
                                  vidrio
                        y la presencia
                        para entonces aferrada.
                        Nadie dijo.
                        Al
                        borde de
                        la letra.
                        Me detuve a observar
                        al pichón.
                        que-mueve-increíblemente-su
                           cabeza-
                         atrás-y-
                           adelante
                              al andar.
                        Ni
                buey ni
                león;
              ni ballena;
              ni el halcón ni el águila
                 de nadie.

                Pichón: bobo.
           Un alba destruye
           lo negro
              de nuevo

           sobre la ciudad                   el zafiro
                esplende
                en la pluma de una
                    paloma—
                 la villa
                   de un judío
                 otrora
                 y la luna
                 delgada
                 donde el fulgor
                  se dobla;


                 lo blanco de oro
                   palideció,
                  lo oscuro
                 en silencio
                y acabado,

                el sol como cualquiera         y el lugar
                no
           bastarían, por lo que toda la
           noche

            un enseñar al cerebro lo que
                    Nosotros,
            Abstractos y
            sin mesura

            como whiskey.
                     Todo
                  excepto lo que sobró
                              aún
             en el cero, abajo

           Lluvia, también, como una especia
           Por el sonido ella
              golpea
              en nosotros

           Piedras
           mojadas y dormidas, extrañamente
             más fácil.
                    O por completo
           despiertas al aroma.
           Enero.           Impreso en un
            diccionario—
               pétalos secos
               nervados
             y su sexo bellamente
             aplastado
                  en aquel
           lugar: marrón, fucsia, carmesí.
 
 
2

  El instante distinto de
  Cristo,
      que no
  tendrá fin,        que se rendirá
        a cruz ninguna
     ni a la sangre
     de nadie
     sino a la propia.

  Antes de la luna
   y la grúa
  similar a un dios—   la aleada

  composición de níquel.

  Bajo
  ese gris.

      El.
      Rothko.
  Como si él fuese
  atrapado,

  en descenso.   Ella es
      una

      sombra
      junto a las otras
      sólo.

  Ninguna boca.
  Llamando.

  Bajo ese
  verde.

  Más fácil: su idea
  tosca.

  A la puerta,

      y las estrellas griegas,
      patéticas como

  A veces ella
  quería
  que él llegara
  por detrás
       con
      su verga
       dura

        como si
        la tocase
        ahí, adentro

       de él.
  Realmente lo que él quería era
      siempre
      pequeño, siempre
           la palma
         en el blanco
  del sueño,
     siempre el cordero
       que ella era.

            Realmente
  había cantado lo que siempre
  perece
     donde fuera que estuviese

     y lo que quedaba de los
     lobos.
 
 
3

Los pasos no son para

 duro
el después de ti el
    techo
    súbito las
         palabras más duras
     abajo
duro el rostro que lo atraviesa duro el sonido adentro
          de lo tan duro el siempre
            no
          lo lejos lo casi
           duro
           y justo

              reconocer lo siempre
              duro
                la base para
                admitir
                 el sonido
                 afuera

                 para ti lo
                 duro el
                 ciervo
                 el agua

Y cuál es
    el trigo
   y cuál
   la paja

   ¿y acaso el sueño
   estafa
     su ruina

     las espinas
     crepitantes

   y obstinadas,
   o quizás el aire
     en erosión
     por un momento
       en calma?

   y qué es lo maravilloso.
       El ruido
       ahora la tormenta
       y árboles
       sobre las casas

    un reloj
   marca la hora
                tarde
                en la cual es
                erróneo

              y cuando la ilusión

   de nubes
   en movimiento
     bajo esa
     estrella
   que la acelera—

    azul
   bajo la (más cercana)
   oscuridad:
          anochece.
          El calor
            se fue
          de su
          donde

   y la gente en casa: el cielo
   velozmente

   ennegrece el Sabbath y

   (Detrás de la lluvia, el rocío
             blanco
          y los vientos
          abriendo
       un terreno,
       un lote
       baldío—
        anémona
       muda, cicatriz

       roja—     abriéndose
       ahí

   bajo el
   negro
   manto y
    fin

   ciudad y
   libro

   posiblemente
     una y otra vez
        lejos

   Ahí,
   un camino

   y tal vez
   un retorno

   Sólo esencias
   de
   ser de, sólo
    la plegaria.

   Zorros. Grieta. Ningún rostro.
 
 
4

  Nomujer y estrellas
  parpadeando
  afuera e índigo
      escalando
      del púrpura detrás de ello.
  No-
  mujer de ámbar que abajo arde. Nomujer
       y oro
      y los muros giraron.
   Nomujer cantando los muros de
  cal.
        Nomujer que doble al alero.
   Ella
  con babosas y mosquitos y menta y cizaña.
        Nomujer
  aquí en la
  cisterna
  viendo a las golondrinas
      que barren
   el aire.          Nomujer y yo
  y el alba y el ocaso de las golondrinas
  custodiando
  una hora del judío
          y baja sin remedio la marea
  y canción
  Nomujer y salmo.
   No mujer
      y palabras
   que esperan
  ahí
   donde los alambres
           negros
      cruzan y
   lentamente
   cortan y doblan
  la curva de una golondrina
  y el silencioso fulgor de la sílaba.