José Antonio Suárez Londoño / Fernando Herrera
Una obra de este tipo, tenía que resultar atractiva a los escritores. Y es sabido, por ejemplo, que su compatriota Hector Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos, le propusiera realizar un proyecto conjunto que no llegó a materializarse. Con quien si ha llegado a colaborar, sin embargo, es con el poeta Fernando Herrera Gómez (Medellín, 1958), ambos amigos y nacidos en la misma ciudad, como por otra parte lo hizo el mencionado Abad Faciolince. La formación de Herrera es, de nuevo, cosmopolita, habiendo vivido, además de en Bogotá, en París, Sevilla, San Francisco o Ciudad de México. Como poeta ha recibido distintos galardones en su país, donde ha llevado a cabo, además, una labor de editor de obra gráfica y de libros de artista, un territorio que obviamente interesa asimismo a Suárez Londoño. De hecho, éste ilustró el primer libro de Herrera, En la posada del mundo, publicado en 1985, de forma que parece un tanto descuidada en lo que se refiere a la calidad de las ilustraciones, por la Universidad de Antioquía. En estos momentos, tal vez para resarcirse de esa experiencia, ambos están colaborando juntos nuevamente en una versión ilustrada de Bocetos mexicanos, un libro de Herrera publicado hace ya unos años sin acompañamiento visual.
La obra del poeta tiene aspectos fácilmente relacionables con la obra plástica de su amigo. Pensemos, por ejemplo, en su Cuaderno de las cicatrices. Para empezar, la palabra “cuaderno” del título ya es significativa. Se trata de una serie de lo que podríamos llamar micro-relatos, miniaturas o poemas en prosa, que son muy breves, algunos de tan solo de cuatro o cinco líneas, y que tratan acerca de distintos personajes que han vivido historias violentas o dolorosas, siendo sus cicatrices “la marca brillante en la piel del fuego apagado”. Herrera simplemente describe, con objetividad periodística, el origen de todas esas marcas, visibilizando la enorme fragilidad del aparato social con recursos mínimos. Bocetos mexicanos y Breviario de Santana (Premio Nacional de Colombia, 2007), sugieren también ya desde su mismo título una poética diarística, de inventario o de atención a lo cotidiano que comparte con Suárez Londoño. Los poemas de Herrera son, además, poemas muy visuales, a la vez descriptivos, narrativos, transparentes o celebratorios. También describen personas, objetos, episodios de su vida o paisajes con un lirismo que no excluye el sentido del humor. En un poema a la madera, por ejemplo, exhorta a ese material a perdonar a leñadores y carpinteros. En muchas ocasiones, es la sencillez de los poemas lo que les otorga grandeza. De alguna forma, su obra nos remite a Francis Ponge, el poeta francés autor de De parte de las cosas (1942). Lo digo porque Ponge, quien destacó por sus poemas en prosa, describe también meticulosamente cosas cotidianas, otorgándoles grandeza con su singular visión de poeta.